Volví con Mirabel, aún estaba dormida, pero se movía demaciado y balbuceaba.

- No... No por favor, aléjate de mí - Cada vez se ponía más alterada - ¡NO! - Se despertó y respiraba agitada

La tomé de los hombros tratando de tranquilizarla - Tranquila, está bien todo

- ¡Sueltame! - Golpeó mi mano

- Mirabel, calma, no te haré nada

Le tomó un minuto poder tranquilizarse y cuando lo estuvo me abrazó y se soltó a llorar.

Acariciaba su cabello - ¿Qué pasa? Por favor dímelo, me preocupas

- Lo siento, solo abrázame, abrázame y no me dejes sola, no me gusta estar sola... Me da mucho miedo

La miré a los ojos y en efecto, tenía una mirada de temor absoluto. Besé su frente y volví a abrazarla.

¿Qué estuvo soñando y por qué dijo que se alejara alguien? ¿Le hicieron daño?

- Mira ¿Alguien te hizo daño?

Se estremeció ante mis palabras, confirmandome así que si la dañaron. Decidí no preguntarle más, no quería abrumarla más de lo que ya estaba.

Narrador ombisiente

Quería decirle la verdad, pero simplemente no se atrevía. Ya estaba cansada de tener una y otra vez la misma pesadilla que la había estado carcomiendo desde hace 3 meses y medio.

"...Manos ansiosas recorriendo su cuerpo sin su consentimiento, respiraciones agitadas chocando contra su oído provocándole asco. Su nombre repetido una y otra vez por unos labios que también pronunciaban palabras hirientes..."

Fue abusada por alguien en quien confiaba e inevitablemente se sentía tan culpable. El abusador la había amenazado de muerte y por el miedo prefirió quedarse callada aunque deseaba decir quien la había dañado.

- No - Respondió después de un rato a la pregunta de su primo - Estaba dormida, no sabía lo que decía. Por favor, no hablemos más de eso ¿Ok?

El chico asintió sin estar cien por ciento convencido.

A la madrugada, Mirabel despertó, sintió como la tenían tomada de la cintura. Camilo estaba dormido, estaba tan agotado mentalmente.
Intentó safarse de su agarre, pero sin éxito, se sentía tan incómoda.

- Camilo... - Pero este no respondió - Camilo despierta

Sin poder evitarlo comenzó a llorar, no le gustaba sentirse así, el no poder disfrutar de un abrazo de los hombres de su familia, de los que amaba. Estaba tan agradecida con su primo, él se había encargado de hacerla sentir mejor como sea y ella simplemente quería alejarlo sin desearlo en realidad. Respiró profundamente y se tranquilizó, tenía que recordar que Camilo jamás se atrevería a hacerle daño, que todos los hombres no eran iguales.

Camilo

Pasaron varios días, debo de admitir que me sentía tan cansado, pero no quería desatender a Mirabel, ella me necesita más que nunca.
Apenas dormía o probaba bocado obviamente preocupando aún más a la familia, solo que me negaba rotundamente a atenderme.

Y como decía mi tía, tenía que estar bien para que ella estuviera bien.

Una tarde me encontraba en el patio principal, de repente todo me daba vueltas. Mi padre se dió cuenta así que me sostuvo de los hombros.

- Camilo, hijo ¿Estás bien?

- Solo fue un mareo, no te preocupes

- No me vengas con eso, por favor, estás mal y sigues necio en atenderte. Vamos con tu tía para que te dé algo de comer

- No será necesario y...

- ¡Que vamos ya!

No tuve más remedio que asentir.

Un par de arepas después ya me sentía mucho mejor. Mamá caminaba de un lado a otro, la nube sobre su cabeza estaba gris y amenzaba con soltar lluvia.

- Tranquila mami, no es para tanto

- ¿¡Qué no es para tanto!? ¡Deberías de atenderte, podrías enfermarte sinó lo haces!

- Quiero cuidar a Mirabel

- ¡Lo sé, pero no debes descuidarte!

- ¡Quiero proteger a Mirabel de quién le hizo daño!

Las palabras abandonaron mi boca antes de pensarlo.

Mi tía me miró con miedo - ¿C-Cómo que le hicieron daño... Quién?

No sabía que decir, obvio era correcto comunicarselo, pero sin permiso de Mirabel no podía.

«No necesitas su permiso, si está en peligro es tu deber protegerla«

¿Mi mente tenía razón? Si, pero no estaba tan seguro de como decirlo.