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16

Siete días, lentos y aburridos eran los que habían pasado sin tener ninguna llamada de su queridísimo Bendelin. Bueno, si habían habido llamadas, pero en ninguna de ellas pudo hablar con él. Siempre las hacía bastante tarde por la noche y solo hablaba con Helen. Y luego al día siguiente ésta le informaba de que su marido le enviaba saludos desde Madrid ¿Le ocultaban alguna cosa? No lo creía.

Decidió salir un poco al jardín a pasear a los perros. Por lo visto en una de sus le había dado permiso a Helen de que ya podía tener recreo en el patio de la casa. Llamarlo patío, no era nada adecuado aquellos tres mil quinientos metros de bosque, pertenecían al hombre. Era todo muy bello. La primera parte era un precioso jardín con plantas y fuentes, adecuado para celebrar fiestas al aire libre. Después si atravesabas una enorme verja vieja llena de rosales, pasabas a un mundo salvaje en donde la mano del ser humano no había tocado nada. Bueno, se veía que la empresa de jardinería contratada también lo cuidaba al quitar todas las malas hierbas y que todo estuviera tan bien puesto.

Dos horas después, los perros ya habían hecho suficiente ejercicio por el día de manera que decidió que ya era la hora de volver a la casa. Cuando se encontraba cerca, Pedro salió a su encuentro.

-¿Ha caminado mucho?

-Ya lo creo -sonrió-. Ahora necesito un buen vaso de zumo para refrescarme la garganta y una ducha con el agua bien calentita.

-Me temo que lo de la ducha tendrá que posponerlo para un poco más tarde -se veía a al pobre hombre un poco nervioso-. Tiene una visita señorita.

-¿Le ocurre alguna cosa, parece un poco tenso?

-No... Bueno, mejor será que acuda dentro de la casa -empezó a encaminarse.

-¿De quién se trata, Pedro? -preguntó extrañada al ver que el hombre no le decía n era aquella visita sorpresa.

Allí ocurría alguna cosa. Por que aquel comportamiento en Pedro, no lo había visto nunca. Se le veía muy preocupado, además de incómodo. ¿Quién venía a visitarla? Que ella supiera, nadie la había llamado para informarle de su visita y en todas las que había tenido, ni Helen ni Pedro habían puesto mala cara. ¿Y sí...?. No, no creía que Bendelin hubiese llegado. Además y si fuera así, no había hecho nada malo para que éste exigiera su presencia de inmediato. Por eso no tenía que preocuparse, por que todavía faltaba mucho para que Bendelin volviera de viaje de negocios.

Nada más abrir la puerta de la cocina, Helen se le tiró encima con la misma cara de preocupación que Pedro. Aquello empezaba a ser preocupante...

-¿Ocurre alguna cosa? -volvió a preguntar.

-Por favor -dijo casi implorando-. No escuche ni la mitad de sus cosas, esa mujer es una víbora...

-¿Mujer? ¿Qué mujer? -preguntó empezando a mosquearse un poco.

-En la salita, se encuentra la señorita Verónica Beaumont -no sabía quién era- Verá es una vieja amiga de la familia y del señor Bendelin -aquello se estaba poniendo interesante-. Pero yo no soy la persona más adecuada para explicarle el problema que hay con ella, pero por favor... No haga caso de lo que le diga, esa mujer solo sabe que escupir veneno por la boca.

¿Problema? ¿Vieja amiga de Bendelin? ¿Y víbora? No es que fueran palabras que procedieran a dar mucha confianza, la verdad. Pero estaba completamente segura de que algo tenía que haber.

Se sacó el abrigo que colgó en el respaldo de una de las sillas de la cocina y empujó la puerta en dirección a la salita, para averiguar quién era aquella tal Verónica y qué es lo que quería.

Verónica Beaumont era una mujer bella. Debía de rondar la misma edad que Bendelin y casi media lo mismo que él. Pero se la veía una mujer fría de carácter y por no decir que muy habituada a estar en aquella salita. Su instinto de mujer le advirtió de que no iba ha ser una nueva amiga...

-Buenos días señorita Beaumont -saludó cortésmente nada más entrar en la habitación-, ¿En qué puedo ayudarla?

-En nada -Leslie se quedó parada por un momento. Aquella mujer al parecer era una estúpida por que ni siquiera la había saludado-. Yo diría que más bien usted ya ha hecho suficiente mal por mí...

-¿Perdón? -por más que quería no lograba entender de qué estaba hablando.

-Me he enterado hace pocos días, de que es usted la esposa de Bendelin -señaló en tono desdeñoso.

-Sí, así es -habló con pre cavidad.

-¿Con qué derecho? -inquinó en tono desagradable.

- ¿Disculpe? -no salía de su incredulidad, había oído bien lo que había preguntado aquella descarada mujer.

-No te hagas la tonta, niña estúpida -aquello ya se estaba desbordando un poco. Primero ya no la trataba de usted, sino como si fuera una cualquiera y encima la insultaba... Tenía ganas de saltar encima suyo y arañarle con la uñas, pero mejor sería esperar un momento por si acaso todo aquello era una simple equivocación.

-Lo cierto es que no consigo entenderla -dijo empezando a mosquearse.

-Muy simple niña tonta -la miró con gran odio- Bendelin Van Molden es mío. A decir verdad, siempre lo ha sido desde que éramos unos críos -sonrió maliciosamente-. Resulta que hemos mantenido una relación muy uvera! hasta que llegara el momento ... Pero claro, tuviste que llegar y fastidiarlo todo al ser tan tonta de quedarte embarazada. Él se ha tenido que casar contigo por compromiso a tu padre ... No te culpo por ello, al fin y al cabo Bendelin es un hombre irresistible para las mujeres y es natural que hayas querido atraparlo

-A mi no me hace falta atrapar a nadie, me valgo por mi misma -dijo sin rodeos.

-Sí claro -contestó con ironía-. Bueno, solo quería decirte que me da igual. No podré decir que es mi marido delante de mis amigas, pero si podré decir que es mi querido. Al fin y al cabo, siempre estaremos juntos como todo el mundo sabe -empezó a encaminarse a la puerta de la habitación para salir de allí-. Por cierto, muy bonita la habitación del hotel 315 de Madrid, en donde está Bendelin atendiendo unas reuniones. Espero que no lo Atosigues mucho cuando venga, por que creo que el pobre vendrá muy agotado por las reuniones que ha tenido que realizar y sin poder descansar por ellas ya que por las noches no dormía apenas nada...

-Me está diciendo que ha estado estos días con mi marido en Madrid.

-Pero bueno, es que te tienen que repetir las cosas dos veces niña -dijo con voz expectante.

-De manera que usted es su amante -afirmó con voz ahogada. -Vaya, ya era hora de que tu cerebro recogiera toda la información. -¡Salga de ésta casa! -dijo ahogando un sollozo.

-Ni hablar -protestó orgullosamente confiada-. En ésta casa mando yo más que usted. Dese cuenta que llevo viniendo por lo menos unos treinta años. El que haya estado un año Europa, no le da derecho para hacerse con el mando. Usted aquí no es nadie, salvo una cualquiera que se está aprovechando...

-¡Le he dicho que se marche! -gritó con los ojos empañados por las lágrimas.

-Le da mucha rabia todo esto que le estoy contando, verdad -dijo con voz orgullosa-. Bien, pues me alegro por ello, imagínese cuando me enteré por otra persona de que Bendelin se había casado con una niñata, por que la muy imbécil se había quedado embarazada con todos los adelantos que hay hoy en día para poder evitarlo -escupió con gran odio en la voz-. Pero en el fondo me da usted lástima, imagínese que es lo que dirá la gente de usted por no decir de su hijo...

-¡Fuera! -volvió a gritar, pero dirigiéndose a la puerta y abriéndola para que se marchara aquella mujer.

-Una cosa más -se rió-. Recuerde que cuando Bendelin le haga el amor, no estará pensando en usted ni siquiera la estará deseando, al igual de cuando la bese o le haga un regalo... Todo será pura formalidad de cara a su padre, tal como él me ha contado cuando hemos estado estos días en la cama riéndonos de usted.

Ya no podía aguantar más, eran apuñaladas demasiado fuertes y profundas para que su corazón pudiera soportarlas. Al ver que aquella mujer no quería marcharse de allí, hasta conseguir matarla a base de palabras cargadas con veneno, no le quedaba más remedio que coger y echarla ella. Así que con grandes zancadas llegó hasta ella y cogiéndola por los pelos empezó a tirar con ella y sus gritos histéricos de dolor, hasta la puerta principal de la casa.

-¡Ah! ¡Suéltame loca!

-Usted se lo ha buscado, ya le dije desde un principio que se marchara de ésta casa -gruñó con furia.

Pedro y Helen al escuchar los gritos, salieron a toda prisa al vestíbulo. El matrimonio ahogó un grito de sorpresa al ver aquel espectáculo. Ninguno de los dos intentó detener a la pequeña mujer. Ella mandaba en aquella casa, y además no les cania en gracia la señorita Beaumont.

Agarrando todavía a Verónica de los pelos, fue abrir la puerta para encontrarse afuera a Susana. Quien se quedó clavada en las escaleras al chocarse con aquella escena.

A Leslie le era igual que hubiese gente presenciando aquello, ella solo quería deshacerse de aquella mujer, que había ido a visitarla solo para hacerle daño sin ningún tipo de piedad. Pues bien, ella tampoco iba a ser piadosa con ella. Así que con tres pares de ojos bien abiertos observándola atentamente, siguió bajando las escaleras con Verónica detrás de él casi arrastrándose por el suelo. Cuando sus pies llegaron a tocar la grava, dio un fuerte tirón de los cabellos arrancándole un profundo grito de su garganta, para tirarla sin ningún tipo de piedad al suelo viendo como ésta caía al suelo de morros, manchándose su cara ropa de grava, al igual que su cara que se hallaba humedecida por las lágrimas de dolor, al haber estado tirándole del pelo.

Se la quedó mirando por unos instantes en completo silencio. A decir verdad, todos los presentes no abrieron para nada la boca. Solo hacían que mirar alternativamente a las dos mujeres.

-¡Estás loca! -empezó a decir-. Da por hecho que me las vas ha pagar -se levantó tambaleándose un poco, y llevándose una mano a la cabeza-. ¡Te juro que te voy a denunciar!

-Cállate -ordenó fríamente -. Vuelve hacerme algo y te juro que te mato con mis propias manos. Así que entérate, no quiero volver a verte para nada más... Y ahora márchate, si no quieres que cumpla mi amenaza.

-¡Zorra! -chilló no muy convencida, mientras se dirigía a su coche.

Leslie no abrió la boca para contestarle el insulto, solamente se limitó a mirarla fijamente a los ojos con gran desprecio. Para luego darse la vuelta y entrar en la casa, escuchando corno Verónica salía a toda prisa de allí.

Se encontraba a mitad de las grandes escaleras que conducían al piso de arriba, cuando la voz de Susana la detuvo...

-Espera un momento, por favor -le pidió amablemente.

-Lo siento mucho Susana, pero necesito estar un rato a solas -le respondió sin darse la vuelta, para que no viera que estaba llorando. Después siguió escaleras arriba

-No le hagas caso a lo que te haya dicho Verónica -le gritó-. Es solo una mujer celosa que... -no pudo acabar, por que Leslie se encerró en el dormitorio dando un fuerte portazo.

Susana soltó un profundo suspiro. ¿Por qué había tenido que volver aquella mujer en aquel momento?

-Señorita Susana -la interrumpió Helen de sus pensamientos con voz preocupada-. Mi marido y yo sentimos mucho lo ocurrido, pero no pudimos hacer nada...

-Lo sé Helen -no culpó al matrimonio, por que sabía que Verónica había entrado sin más, creyéndose la reina de la casa. Incluso estaba segura, de que la mujer tenía una copia de la llave de la casa, de cuando Bendelin se la acababa de comprar una época en la que su hermano confiaba mucho en aquella mujer

-¿Qué podemos hacer ahora? -preguntó la mujer mayor.

-Llamar a mi hermano y decirle que venga aquí urgentemente, si no quiere volver a perder de vista a su esposa.

-Quiere decir que la señora Leslie puede marcharse -dijo llevándose una mano a la boca, para taparse el grito de preocupación.

-Sí -contestó secamente-. De manera que me quedaré aquí para impedirlo, hasta que mi hermano llegue.

-Entonces voy a preparar la cena y después arreglaré una de las habitaciones para invitados -empezó alejarse a la cocina, pero Susana la detuvo un momento.

-Por cierto Helen, a mi madre ni una palabra de todo lo ocurrido aquí. No creo que sea necesario preocuparla tontamente por el momento.

-Muy bien, señorita Susana.

Con gran urgencia, Susana se dirigió al estudio de su hermano para llamarlo por teléfono, pero dejando la puerta abierta para escuchar a Leslie si salía de la habitación •Atentando marcharse a cualquier lugar lejos de allí.

En el dormitorio de Bendelin, Leslie lloraba amargamente. Tumbada en la cama boca abajo, no paraba de repetirse todo el rato lo estúpida que había sido por creer en una pequeña posibilidad de que Bendelin la amaba aunque fuese un poquito.

¡Pero no! Todo había sido como en un principio ella había creído. Bendelin no era más que un maldito seductor, que solo hacía que divertirse con las mujeres antes de casarse con aquella loca... Pero sus planes se le habían venido abajo, cuando ella se había quedado embarazada, resultando ser encima su esposa. Y por respeto a su padre, al tener negocios con él, había apechugado con todo.

Y aún así, él seguía divirtiéndose a su costa. Por que en todo momento, no paraba de seducirla o de decir a los demás que la quería para poder así confundirla todavía más.

Que estúpida que llegaba a ser. El muy canalla se encontraba en Madrid divirtiéndose con aquella... Mientras ella estaba preocupada por no recibir sus llamadas, y a lo que tenía que comunicarle con tanta urgencia en cuanto llegase del viaje. Pero ya lo sabía todo. Él tenía una amante, una amante con la que había estado divirtiéndose por las noches en Madrid. Ahora entendía por que no la llamaba por las noches, por que el muy cerdo se encontraba demasiado ocupado... ¡Cuanto lo odiaba en aquel momento! Lo odiaba por haberle robado el corazón y no poder recuperarlo tan fácilmente como siempre había creído... Aquello no podía seguir así, es decir, ella no podía seguir viviendo en aquella casa.

Pero lo malo era que no podía marcharse tan fácilmente. Aquella vez las cosas eran mucho más complicadas. La primera vez, solo estaba implicada ella pero ahora habían muchas personas que se preocuparían por su bien estar. María y Susana, eran dos mujeres magnificas que se desilusionarían mucho al saber que ella había huido, brindándoles la oportunidad de poder llegar a conocer al bebé alguna vez. Y estaba segura, -le que su padre no podría soportar el que estuviera lejos sin nadie que le hiciera compañía, y ahora más que esperaba a su tan deseado bebé... No, no podía volver a marcharse para siempre. Tenía que quedarse y afrontar lo que el destino le tuviera preparado. Pero de seguro que iba a pedirle el divorcio a su amado marido, y luego se marcharía a su casa.

-¿Dime Helen? -preguntó Bendelin animadamente, al reconocer el teléfono de su casa en la pequeña pantalla del móvil.

-Bendelin tienes que regresar inmediatamente -le informó con seriedad, preocupando al hombre.

-¿Susi, qué es lo que ocurre?

-Se trata de Leslie...

-¡Dios mío! -montones de imagines pasaron por su cabeza-. No me digas por lo que más quieras, que ha perdido el bebé, por favor -dijo reteniendo el aliento.

-No, no es eso -lo tranquilizó por el momento.

-¿Entonces?

-Bueno veras...

-Susi, por el amor de dios no me tengas más en ascuas -dijo un poco nervioso.

-Perdona, es que me encuentro aquí en tu casa por que venía a visitarla, pero por lo visto tu querida amiga Verónica se me adelantó...

-¡Qué, Verónica! -gritó-. Pero que diantres hace esa ahí, cuando tendría que estar aquí... -suspiró-. Por favor, dime que es lo qué ha ocurrido.

-Pues no lo sé muy bien. Yo solo sé que cuando iba ha entrar, Leslie abría la puerta arrastrando a Verónica por los pelos, para echarla de la casa tirándola al suelo.

-Qué -no se creía lo que oía.

-Sí, por lo visto algo tuvo que contarle que la enfureció un montón. Luego no quiso hablar con nadie...

-¿En dónde se encuentra?- preguntó con temor.

-Encerrada en tu dormitorio... Bendelin está llorando y creo, que planea volver ha marcharse de aquí.

-¡Ni hablar! -gritó enfurecido-. Me oyes, no dejes que se marche por lo que más quieras Susana.

-Tranquilo, me quedo en tu casa hasta que tú vuelvas.

-Bien, yo llamaré a Branden para que venga a buscarme con su Jet particular.

-Date prisa, Ben.

-Dalo por hecho y Susana, confío en que no la dejes marchar.

Colgó el teléfono completamente enfurecido, prometiéndose matar a Verónica encuarto la encontrase. Pero por el momento tenía cosas mejores que hacer, que estar pensando en la idiota de aquella mujer. Como por ejemplo, hacer las maletas y coger urgentemente un avión para llegar por la mañana a Londres.

Eran las once de la noche, cuando Helen fue a despedirse de Susana que se encontraba en el estudio de su hermano.

-Estoy muy preocupada, desde ésta mañana que no ha comido nada. Y ni siquiera i nuestras llamadas.

-Lo sé, me he acercado muchas veces y la mayoría de ellas solo reinaba el silencio. Algunas, me parecía oír un sollozo -soltó un suspiro de resignación.

-¿Qué vamos hacer? En su estado no es bueno que esté tanto tiempo sin llevarse al estómago.

-Tranquilícese Helen, ahora márchese usted a su casa que es tarde. Y no se preocupe, que intentaré que coma alguna cosa.

-Bien en la cocina se encuentra la cena tapada con papel de plata.

-Muchas gracias, Helen. Y váyase tranquila, que mañana Bendelin ya habrá llegado.

-Eso espero, que resuelva entonces todos los problemas. Buenas noches, niña.

Cinco minutos después, Susana llevaba en sus manos una bandeja con comida, Estaba dispuesta a que Leslie comiera algo. Así que cuando se plantó en la puerta, llamó educadamente pero no recibió ninguna respuesta. De modo que la joven entró.

-Leslie soy yo, Susana -nada, silencio-. Te traigo la cena. En tu estado no es bueno que estés muchas horas sin comer nada.

Todo estaba oscuro. La poca luz que había, era la que reflejaba la luna por los cristales de las ventanas. Demostrándole a Leslie, acurrucada en la cama en completo silencio y mirando al vacío. Dejó la bandeja en la mesilla de noche y se acercó al armario, para sacar un edredón y cubrir a la joven.

-Te dejo aquí la cena -susurró al comprender que en el estado en que se encontraba, mejor era no molestarla-. Por favor, come algo por el bien del bebé.

Nada. Seguía con la mirada perdida, sin hacer ningún caso a sus palabras. Ni siquiera se habla movido, en cuanto la hubo tapado con el edredón. Maldecía el día, en que apareció Verónica en sus vidas. Aquella mujer, solo había aportado problemas a su hermano.

Comprendiendo que si se quedaba más rato allí, Leslie no comería nada decidió salir para entrar en el dormitorio de enfrente y tumbarse en la cama para leer un poco, mientras esperaba a que llegara su hermano.

Escuchó como Susana, se quedaba en la habitación de enfrente. Lo sentía mucho por ella y Helen. Las dos mujeres se habían pasado todo el día intentando hablar con ella... Se incorporó en la cama y se acercó la bandeja para comer algo. No tenía mucha hambre, pero no era bueno estar sin nada en el estómago en su estado.

Eran las cuatro y cuarto de la mañana y no paraba de llover. Se encontraba sentado a los pies de la cama en una silla, viendo como dormía. Sonrió, el observarla dormir se estaba convirtiendo en una bonita costumbre, pensó Bendelin.

Había llegado a las tres pasadas, encontrándose la casa oscura y las dos mujeres que se encontraban cobijadas en ella, dormían profundamente. Sin hacer ruido había bajado a la cocina para prepararse un poco de café y así despertarse un poco. Y desde entonces, que estaba sentado allí entre la oscuridad observando a su amada esposa.

Se la veía tan pacifica y delicada cuando dormía. Parecía un precioso ángel, con los cabellos desparramados por la almohada, como si el viento se lo soplase con suma delicadeza.

La amaba y no sabía que iba ha ocurrir en cuanto despertase. Pero sabía que no iba a ser una charla calmada lo que iban ha tener. Se pasó una mano por el cabello en gesto nervioso, como intentando contener las ganas de levantarse y acercarse hasta ella para abrazarla fuerte y no soltarla nunca. Pero estaba seguro, que si lo hacía un buen bofetón se llevaba de regalo.

Lo que tenía que hacer en cuanto hablara con ella era salir en busca de Verónica y traerla para que aclarara las cosas si Leslie no quedaba muy convencida.

Algo extraño la despertó. Era una sensación extraña, como si alguien la estuviera observando detenidamente desde hacía un buen rato. Pero era una cosa imposible, por que se encontraba sola en la casa con Susana. Aunque parecía que también estuviese Bendelin, ya que en la habitación flotaba la fragancia de él, cosa normal ya que era su dormitorio. Pero no le gustaba mucho, por que lo único que le faltaba en aquel momento era que Bendelin se le filtrase por la vía nasal y no la dejase dormir.

-Siento mucho si te he despertado -dijo al fin después de observar que la mujer no se había dado cuenta de su presencia.

Se quedó paralizada. Había una persona en el dormitorio y por imposible que pareciera, aquella voz pertenecía a Bendelin Cogió aire después del susto que se había llevado y poco a poco, levantó la mirada hacia donde había procedido aquella sensual voz masculina.

Estaba sentado en un sillón a los pies de la cama, con una taza entre sus manos y mirándola fijamente. Seguía igual de atractivo, aunque estuviera un poco descuidado en su aspecto. Lo había hachado mucho en falta... Pero no podía hacer nada, por que por lo visto él tenía una amante así que ya no existía ninguna posibilidad de que llegase a quererla.

-¿Qué haces aquí? -preguntó con gran brusquedad.

-Las reuniones han ido más deprisa de lo que yo creía... -Mientes -lo interceptó con voz dura.

-Cierto -dejó escapar una débil sonrisa, para seguir mirándola a los ojos-. Me han dicho que por aquí ha habido ciertos problemas, un tanto desagradables.

-Sí -se incorporó del todo en la cama-. Bendelin son las cuatro y media de la mañana, no creo que sea el momento perfecto para que me vengas con tus tontas excusas -dijo mirando un momento el reloj de la mesilla de noche, para mirarlo luego a él y ver cómo reaccionaba ante aquello.

-Te equivocas princesa -le demostró una sonrisa que le puso los pelos de punta-. Hay muchas cosas que aclarar y de ésta habitación no sale nadie hasta que yo acabe. ¿Te parece mal?

-Creo que no me dejas otra opción, verdad -respondió con ironía.

-Verdad -la miró con seriedad, mientras se levantaba de la silla y se acercaba a mirar por la ventana-. Bueno, creo que debería empezar por la señorita Verónica Beaumont

-Vas ha conseguir que vomite, si empiezas el rollo con esa loca -se quejó, consiguiendo que Bendelin sonriera tras notar por aquellas palabras que no todo estaba perdido, que solo tenía que convencerla de la verdad que ninguno había sabido ver.

-Has terminado ya de quejarte -simuló que le había molestado el que lo interrumpiera-. Bien, Verónica es hija de unos amigos de mis padres desde hace tiempo. Es solo un año más pequeña que yo, por lo tanto al estar siempre en mi casa hemos jugado

I untos...

No me lo digas, jugabais ha ver cuántas veces os revolcabais en el sofá en un tiempo récord -bromeó, viendo que aquella vez si que lo había molestado.

-Esta conversación es muy seria para mí. ¿Te importaría escucharme?

-Perdone su majestad, soy toda oídos aunque no me interese lo más mínimo -Bendelin suspiró y volvió a continuar.

-Nuestros padres, nos apuntaron al mismo colegio por lo tanto en su primer año ella se venía conmigo por no conocer todavía a nadie. Siempre estábamos juntos, por que íbamos con los mismos amigos. A mí me era igual que me siguiera a todas partes, la veía como otra hermana más. Pero cuando llegamos a la edad de veinte años, ya me empezaba a mosquear un poco, por que yo tenía mis novias y ella solo hacía que interponerse en medio. No me di cuenta de que estaba enamorada de mí, desde que era pequeña hasta que ya era tarde. Como yo tenía que marcharme fuera del país para estudiar, pensé que tal vez en mi ausencia ella conocería a otros chicos y entonces aquella tontería hacia mí se acabaría, pero no aquello era obsesión. Traté de hablar con ella, pero no sirvió de nada. Por eso siempre he estado con montones de mujeres para que viera que lo que ella quería era imposible...

-Que cruz el que tuvieras que salir con tantas mujeres por ella, verdad -se mofó. Pero Bendelin no le hizo mucho caso aquello y siguió explicándose.

-Leslie, sigo hablando con ella por que tengo buenos recuerdos de cuando éramos pequeños y por que le tengo un poco de lástima después de todo. Por favor, no sé que fue lo que te contó pero estoy seguro que todo fue una mentira. Ella fue quien apartó de mi vida a las dos mujeres que yo he querido... No lo entiendes, ha vuelto hacer lo mismo contigo para que me dejes -se pasó las manos por el cabello-. Le es igual que no vaya ha ser nada para mí, con tal de no verme feliz con una esposa.

Ahora lo entendía todo. Y ella se había comportado como una estúpida y no había sabido ver la verdad tras aquellas crueles palabras...

-Me dijo que era tu amante, y que ya teníais planeado casaros antes de que nos conociéramos y ocurriera lo que ocurrió -dijo casi en un murmuro.

-Eso no es verdad -le aseguró sinceramente-. Siento mucho el daño que te haya podido causar.

-Tranquilo, no fue nada...

-Entonces, dime por que te encerraste en el dormitorio y no has querido hablar con nadie -preguntó con picardía y sin dejar de mirarla, consiguiendo ponerla nerviosa.

-Qué... Bueno... Me encontraba cansada -se excusó con una mentira. -¿Cerca del mediodía? -siguió insistiendo con sonrisa burlona. -Estoy embarazada -enfatizó con los nervios a flor de piel.

-Te escucharon llorar, princesa -sonrió acercándose a la cama y sentándose a su lado.

-Son los cambios hormonales que sufrimos y yo estaba muy...

-Herida -acabó la frase con voz suave.

-No -respondió apresurada y secamente, delatándose ante Bendelin.

-Entiendo -se rió un momento a carcajada limpia, para luego cogerla por la barbilla y levantar su rostro hacia él-. Tranquila, no voy hacerte nada que tu no quieras, princesa.

-Que yo recuerde, cada vez que utilizas ese término siempre acaba ocurriendo alguna cosa.

-Pero son cosas buenas, verdad -dijo burlonamente. -¿Seguro que es esa la palabra que querías decir?

-La verdad es que no, pero como veo que tu no vas ha soltar palabra, no me queda más remedio que hacerlo yo primero.

-Pero si no has parado de hablar desde que he abierto los ojos -se quejó nerviosa, de que el rostro de su marido estuviera tan cerca del suyo.

-Te amo.

-Qué... -dijo abriendo los ojos como platos ante la sorpresa de aquellas palabras.

-Te amo, te quiero, te adoro -sonrió-. Que me vuelves loco desde el primer día que te conocí sentada tras aquel escritorio...

Su corazón se encogió por el momento. Nunca se hubiera esperado que Bendelin dijera aquellas palabras tan de repente. Quería creerlo y podía hacerlo después de que éste le hubiese contado lo de aquella loca. Pero y si lo hacía por el bebé...

-Deja de pensar en bobadas -la interrumpió de sus pensamientos, como si le hubiese leído la mente.

-¿Bobadas?

-Si, bobadas -le acarició el rostro-. Quedé prendado de tu encanto y belleza nada más verte, pero fui un completo idiota y no supe verlo. Se podía decir que estaba cegado por el juego que nos traíamos entre manos.

-Yo...

-Sé que tu también me quieres, pero no quieres reconocerlo por que eres muy terca -volvió a sonreír-. Como lo he sido yo, que en vez de decirte que te amaba he estado haciendo tonterías como la de trasladarme a tu casa...

-¿Las reparaciones solo fueron en dos dormitorios? -preguntó con una sonrisa. -Sí.

Lo amaba y creía en él. Solo tenía que mirarlo a los ojos y ver el amor que sentía por ella. Y ahora se daba cuenta, de las veces en que Bendelin le había intentado decir que ¡a amaba, pero que ella solo supo ver lo contrario.

-Te quiero... -dijo con voz tímida.

-Me lo dices por que he arreglado dos habitaciones... -bromeó.

-Tonto -sonrió ella feliz, de estar entre sus brazos.

-Yo también te quiero, Leslie -la miró con cariño, mientras le acariciaba la espalda-. Te pido disculpas por todo.

-No tienes que disculparte por nada -le dijo-. Todos nos han estado diciendo siempre la verdad, y nosotros como tontos no nos hemos dado cuenta.

-Es verdad -por un momento reinó el silencio-. ¿Leslie te quieres casar conmigo? -¡Ben, ya estamos casados! -rió ante aquella propuesta.

-Lo digo en serio -la miró-. Una boda en toda regla, con nuestros seres queridos al lado.

-Mmmm, acepto -lo miró encantada.

-Perfecto -sonrió, antes de juntar sus bocas en un profundo beso, que los llevaría a una noche de seducción y placer.

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