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Extra: Estrellita, estrellita, ¿Dónde estás?

¡Especial 300k!

Dylan:

Cuatro días.

Eso es lo que llevo buscando a esa chica con pecas de estrellitas y para mi desgracia, no he tenido mucho éxito.

Todos los días a la misma hora llego a la farmacia de Sally teniendo el fiel pensamiento de que está vez si la encontraré, pero nunca es así.

La desesperación me está empezando a carcomer y los deseos de verla aumentan con cada día que pasa.

Solo espero que pueda verla una vez más. Solo una.

Tomo una fuerte respiración antes de bajar de Venom y encaminarme una vez más a la farmacia.

Cuando llego a la entrada, pongo mi mano en el vidrio para empujar la puerta y poder pasar, pero antes de hacerlo, mis ojos captan una cabellera castaña dentro del lugar y mi corazón comienza a palpitar con fuerza.

Es ella. Estoy muy seguro que es ella.

Está teniendo una conversación con Sally o bueno, más bien Sally es la que al parecer está hablando, así que aprovecho ese momento en el que está parloteando, para retroceder un paso y pensar en lo que le puedo decir.

—Bien, tranquilo, Dylan. Ya está ahí, después de días está ahí. No metas la pata. —me digo a mi mismo, agitando mis manos nerviosas.

Y, con mi corazón sin tranquilizarse, entro a la farmacia luego de que Sally desparece.

—Joder, si esto ya no es obra del destino, no se que sea.

Me arrepiento apenas sale de mi boca.

¿Destino? ¿Es en serio, Dylan?

Ya se, ya se. Cállate.

Que idiota te escuchaste.

Gracias, conciencia.

—Bueno, pues de seguro el destino solo quiere estar jodiendo. —suelta y luego de darme una rápida mirada, se voltea hacia enfrente.

Una sonrisa aparece en mis labios.

Que estrellita más grosera.

Y vas con el apodo.

Sin perder más tiempo, me encamino hacía donde está ella. Recargo mi cadera en el mostrador y me cruzo de brazos.

Bien, pose de chico malo.

Yo diría que de chico ridículo, pero está bien.

—Pues a mi sí me parece obra del destino.

¿Cuál «destino»? Si estuviste viniendo aquí durante cuatro días seguidos como estúpido.

Pero eso ella no lo sabe.

—Bueno pues a mi me parece que no.

Y entonces, voltea a verme.

Sus ojos chocando con los míos y sus preciosas pequitas adornando su cara provocan estragos en mi cuerpo y me hacen esbozar una sonrisa más grande todavía.

Es preciosa. Simplemente preciosa.

—Aquí esta, linda.

Sally me cae muy bien. De maravilla diría yo, pero ahora que acaba de interrumpir nuestro pequeño momento, luego de que vine a buscarla durante casi una semana y que ella mi viera como imbécil venir en su búsqueda, me dan ganas de estrangularla para luego pedirle, amablemente, que se de la vuelta y se marche.

—Gracias.

Estrellita toma la cajita que le dejo Sally y deja un billete sobre el mostrador.

—Bueno, hasta aquí se acabó la «obra del destino».

Frunzo el ceño con suavidad.

¡No! El destino no se acaba hasta que yo lo diga.

No pude haber estado buscándote durante días para que tú quieras acabar con la obra de Dyl... digo destino así de rápido.

—Adiosito.

O tal vez sí.

¡No! Si yo digo no, es no.

Salgo corriendo detrás de ella sin darle la oportunidad a Sally de que diga algo y me interpongo ante estrellita cuando apenas ha dado unos pasos, provocan que suelte un bufido.

—No me digas —se cruza de brazos, retadora y me guardo las ganas de sonreír que tengo—, el destino te dijo que vinieras a interponerte en mi camino.

Una sonrisa burlona se me escapa ante su comentario.

Por supuesto. El destino —o sea yo— me dijo que no te dejara ir.

—Algo así. Simplemente pensé que si íbamos a estar viéndonos constantemente, porque «casualmente» coincidimos en venir a la farmacia los mismos días...

Ja, «casualmente».

—Al menos podía intentar presentarme.

—¿Y que te hace pensar que seguiré viniendo «casualmente» los mismos días que tú?

Que quiero seguir viéndote y voy a seguir viniendo todos los días para poder hacerlo.

—Tengo fe. —me encojo de hombros.

No puede ser, del «destino», pasamos a la «fe».

Cállate, fue lo único que se me ocurrió.

Ya vi.

—Soy Dylan Black.

Llevo mi mano hacía ella y cuando veo que la mira con desconfianza, mi mano empieza a moverse ligeramente, nerviosa.

Por favor, no me rechaces.

—Oh vamos, no voy a morderte —digo tratando de hacer que tome mi mano—. Al menos que tú no quieras.

No me digas que dijiste eso.

Lo dije...

Que imbécil. Tus técnicas de ligar ya están bastante oxidadas.

Es que ella me pone nervioso. No es mi culpa.

—Soy Rebeca Evans.

Toma mi mano con la suya y siento una pequeña descarga eléctrica recorrerme el brazo hasta llegar a mi columna vertebral

Rebeca, se llama Rebeca.

Un nombre precioso para alguien tan preciosa como ella.

Si viera lo que piensas correría de inmediato.

—Rebeca. Es un lindo nombre.

—Prefiero que me digan Beca.

Yo prefiero llamarte estrellita.

Quita su mano de la mía y siento un pequeño sudor en mi mano.

Bueno, al menos no eres el único nervioso.

Le doy una sonrisa, la cuál dura poco al ver qué trae sus brazos desnudos.

—¿No tienes frío?—pregunto, frunciendo el ceño.

—El frío es mental. —hace un gesto para restarle importancia a la situación.

Parpadeo incrédulo.

Seguramente su próxima pulmonía también será mental.

—Si tú lo dices. —suspiro y me quito mi sudadera de encima para dársela.

Me niego a quedarme sin novia antes de tenerla.

Ya cayó.

—Toma —se la estrecho—. Póntela, se ve que tienes frío.

—Gracias. —dice aceptándola.

Un milagro que no se haya puesto grosera.

Déjala, ella si quiere patearme lo puede hacer.

Repito, ya cayó.

Se pasa mi sudadera por encima de ella y la emoción que me recorre cuando la veo con ella puesta no tiene nombre.

Se me queda viendo unos segundos con inseguridad.

—Pero tu...

—Ya me la devolverás cuando nos volvamos a ver. —me le adelanto al ver que es lo que iba a decirme.

Alza una ceja y vuelve a cruzarse de brazos.

Ahí viene la estrellita respondona.

—¿Qué te hace pensar que nos vamos a volver a ver?

—Ya te dije, tengo fe.

No le doy tiempo para hablar, porque la rodeo y comienzo a caminar hacia la camioneta.

Cuando llego a la esquina en la que está Venom, pego mi espalda a ella y tocó mi pecho. Mi corazón va a explotar.

Una sonrisa cruza mis labios, tan grande que me va a partir la cara y saco mi teléfono marcándole a Nolan de inmediato.

—Nolan, la encontré. Por fin la volví a ver.

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