Capítulo Final
4 años más tarde.
16 de Agosto del 2025
Un suspiro entrecortado sale de mis labios y vuelvo a pasar mis manos ansiosas por mi vestido.
—Deja de hacer eso o harás que todas las piedritas se caigan. —la voz de mi mejor amiga, haciéndose presente detrás mío, me hace dar la vuelta para encontrarla en el marco de la puerta con los brazos cruzados encima de su vestido azul.
Y no cualquier azul. El azul de los ojos de Dylan.
Esbozo una sonrisa apenada.
—Lo siento —me disculpo con la voz temblorosa—. Es solo que estoy muy nerviosa.
Me regala una sonrisa comprensiva, antes de acercarse a mí y empezar a acomodar el desastre que acabo de ocasionar.
—¿Ya están todos adentro?—pregunto con el mismo tono de voz que antes.
—Si.
Reclamo mis labios un par de veces intentando humectarlos antes de hacer la siguiente pregunta.
—¿Y Dylan?
—Creo que está más nervioso que tú.
—¿De verdad?
—Deberías verlo por ti misma, creo que si no le da un paro cardíaco antes de que cruces por la puerta, se vomitara encima.
Suelto una risita nerviosa.
—Hablo en serio, Beca, puso a Nolan a checar los latidos de su corazón para verificarse que no estuviera a punto de darle un infarto.
La sonrisa crece en mis labios.
—Ya quedo —informa volviéndose a incorporar—. Evita ya no tocarlo más.
Asiento de inmediato.
—Ya no lo haré más.
Satisfecha con mi respuesta, esboza una sonrisita y sube sus manos a mi rostro y enrolla en sus dedos los mechones sueltos que tengo cayendo a cada lado de mi rostro, para darle más forma.
—Debo irme —suelta mis mechones acomodandolos correctamente—, pero te veo adentro, ¿Sí?
Por más que quiero que se quede conmigo para calmar mis nervios, me obligo a afirmar con la cabeza.
Se queda unos segundos más viéndome, antes de acercarse y dejar un rápido beso en mi mejilla.
—Suerte.
Y sin decir más, se marcha dejándome nuevamente sola en la habitación.
Evito tocarme cualquier parte de mi anatomía o de mi vestido para no arruinarme, por lo que me quedo ahí plantada como estatua algunos segundos hasta que escucho unos pasos acercándose y me permito voltear hacia la entrada.
Mi padre se asoma por la puerta.
—¿Se puede?
Sonrío, alivianada.
—Hola, papá.
—Hola, Beca.
Nos quedamos un par de segundos en silencio, el contemplandome y yo clavando con fuerzas mis uñas en la palma de mi mano derecha.
—Podemos huir si quieres, ¿Eh?
Niego con la cabeza, divertida.
—Eso no pasará, papá.
Suspira, resignado.
—Tenía que intentarlo al menos.
Mi diversión crece y él se acerca con pasos lentos hacía mí.
—¿Ya estás lista?
Mi sonrisa se desvanece ante esas palabras y los nervios vuelven a asentarse en mi estomago, pero esta vez con más intensidad que antes.
No.
—Sí.
Hace un gesto de afirmación con la cabeza.
—Bien, entonces —me da su brazo izquierdo— es hora de irnos.
Con el corazón a punto de estallar y mi cuerpo temblando como una hoja, pongo mi mano derecha en su brazo y agarro con mucha fuerza el ramo que descansa en mi mano izquierda.
Mi padre no dice nada más, simplemente empieza a caminar mientras que yo me aferro, incluso con mis uñas al brazo de mi papá.
Caminos unos cuantos y cortos pasos, antes de detenernos a tras de dos filas de personas que están enfrente de unas enorme y pesadas puertas de madera. En la habitación contigua una melodía resuena por el lugar, haciendo que incluso llegué a nuestra hablar, y tal música no hace nada más que subirme más los nervios y aumentar el dolor de mi estómago.
Tranquila, Beca, tú puedes con esto.
Tomo rápidas y fuertes respiraciones sin dejar de enterrar las uñas en el brazo de mi papá y sin dejar de agarrar las flores con una fuerza bruta que ni siquiera yo sabía que tenía.
Apenas las puertas se abren, el sonido de la música inunda la habitación y las personas frente a mi no pierden el tiempo y entran unos tras otros.
Con el corazón amenazando con salir de mi caja torácica y con mis manos temblando como si fuesen una matracas, cuando la señora de mediana edad que está a lado de la puerta, hace una seña a los pequeños niños que están enfrente mío —ni siquiera vi cuando llegaron— para salir, acotan su acción en seguida.
Luego de que los dos niños emprendieron su camino, mi papá, con suavidad, tira de mí haciendo que salga de mi mini trance, y ambos comenzamos a caminar en dirección al altar.
Apenas soy consciente de todas las personas que se levantan de sus lugares a nuestro alrededor. Apenas y distingo la canción de 'Perfect' de Ed Sheeran a que resuena en la iglesia. Y apenas soy capaz de distinguir como los niños que están enfrente mío, tiran pétalos de rosas a su paso, porque cuando mis ojos se encuentran con el precioso azul de los ojos de Dylan, soy incapaz de enfocarme otra cosa que no sea él en su esmoquin negro y de escuchar algo más que no sean los latidos de mi corazón.
Sus ojos me recorren desde la parte inferior de mi vestido estilo princesa, hasta la pequeña tiara que sostiene el velo de novia que cae hacia atrás, cubriendo mi cabello que está envuelto en una coleta baja.
Y cuando lleva su mirada hacia la mía de nuevo, veo como sus ojos ahora se encuentran brillosos e incluso están un poco rojos; como si estuviera a punto de llorar.
Los segundos pasan y no me atrevo a quitar mi mirada de él, ni él de mí, ni siquiera cuando llego al altar y mi padre parece decirle algo que no logro comprender. Y al parecer tampoco lo hace mi casi marido, porque está tan centrado en mí que apenas y es capaz de asentir con la cabeza ante las palabras, no escuchadas, de mi padre.
Dylan, no pierde más el tiempo y estira su mano temblorosa en mi dirección. Mi padre no duda en depositar mi mano en la suya con suavidad y antes de marcharse a su lugar deja un beso en mi coronilla.
Con una sonrisa nerviosa que aparece en mis labios, subo el pequeño escalón para quedar a lado de mi prometido.
Sin quitarme aún los ojos de encima, entrelaza nuestras manos con fuerza.
—No sabía que fuera posible enamorarme más de ti. —murmura por lo bajo.
Siento el color subir por mis mejillas.
—Se ve preciosa, señora Black.
Siento mi estómago revolotear ante esas palabras.
«Señora Black.»
—Aún no soy la señora Black, Dylan.
Con su mano libre hace un gesto para restarle importancia.
—Estamos a minutos de que lo seas.
Niego con la cabeza emocionada y le doy un suave apretón a su mano, ganándome su atención otra vez.
—Tú también te ves muy guapo, Dyl. —menciono, ante su anterior respuesta.
Me sonríe con timidez y alza nuestras manos para dejar un beso encima de mi dedo anular, dónde pronto irá mi anillo de casada.
—Gracias.
Lleva su mirada hacia enfrente, donde se encuentra el padre y yo imitó su acción.
—Igual ya lo sé —su voz interrumpe el silencio—, siempre me veo guapo.
Por el rabillo del ojo veo como sonríe con suficiencia, lo que me hace rodar los ojos con diversión.
Hay cosas que nunca cambian.
Vuelvo mi vista hacía enfrente de nuevo y mientras veo como el padre toma el micrófono para empezar a hablar, comienzo a trazar leves caricias en su dedo anular, más exactamente en dónde está su anillo de compromiso y dónde está el anillo de promesa que yo le di hace dos años.
—Estamos aquí reunidos el día de hoy, para unir en matrimonio a Rebeca Evans y Dylan Black...
€
Nos vemos mañana para el epílogo;).
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro