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Capítulo 6

Maratón 2/3


Nos encontramos escuchando la radio mientras Dylan conduce hacia donde sea que quiere llevarme.

Mientras que el va con la vista hacia enfrente, con una mano puesta en el volante y con la otra puesta en la palanca, yo me encuentro mirándolo de reojo, ya que por alguna extraña razón, el ver a un hombre conduciendo siempre se me ha hecho algo muy atractivo.

—¿Qué? —pregunta desviando su vista de la carretera por unos segundos para verme.

—¿Qué de qué?—contraataco con otra pregunta mientras me volteo para mirarlo.

—Estabas mirándome.

—Claro que no. —respondo a la defensiva.

—Claro que lo hacías —sonríe aun con la mirada puesta en la carretera —. Me mirabas de reojo.

—Que no.

—Que sí.

—Que no.

—Que sí.

—Pesado.

—Mentirosa

—Pesado.

—Mentirosa.

Suelto un bufido y me cruzo de brazos mientras miró hacia la ventanilla. Por el reflejo puedo ver como tiene una sonrisa de suficiencia.

—No te enojes. —me dice con tono burlón mientras me pincha con uno de sus dedos mi brazo.

—No estoy enojada.

—Si que lo estás —vuelve a pincharme—. No te juzgo si me estabas mirando, al fin y al cabo, soy irresistible.

—Ugh, tu ego está demasiado elevado. —desvío la mirada de la ventanilla para verlo.

—Mi ego está justo donde debe de estar. —sonriendo se detiene en un alto y me voltea a ver.

Si. Sus ojos son los más bonitos que alguna vez he visto, pienso mientras me le quedo viendo como estúpida.

—Dame una pista del lugar donde vas a llevarme.

—Te llevaré al bosque y te asesinaré.

—Estoy hablando en serio. —digo y me doy cuenta que de que vuelvo a tener mi sonrisa estúpida en la cara.

—¿Qué te hace pensar que yo no? —dice sumamente serio, cosa que empieza a asustarme.

Estoy a punto de lanzarme del coche cuando suelta una carcajada.

—¡Dylan! —le doy un manotazo en el brazo— No fue gracioso.

—Claro que lo fue —dice aun riendo. El semáforo se pone en verde y vuelve a arrancar—. Hubieras visto tu cara.

Y el maldito continúa riéndose, como si no me hubiera causado un susto del carajo.

—Beca, no voy a asesinarte. —dice intentando calmar su risa.

—Pues ya no te creo. —respondo mientras me cruzo de brazos.

—No te diré a donde voy a llevarte pero sé que te va a gustar mucho. —voltea a verme unos segundos para sonreírme.

—Confías mucho en que va a gustarme. —volteo para mirarlo con una sonrisita— ¿Qué tal y no me gusta?

—Te va a gustar. —afirma muy seguro.

Después de más o menos 30 minutos, Dylan se estaciona frente a lo que creo que es una cafetería.

—Ven, bajemos. —baja de la camioneta y yo imito su acción.

Quedamos frente al lugar y Dylan posa una mano en mi espalda baja; me empuja levemente invitándome a entrar.

Cuando entramos no puedo quedar más fascinada. Si, es una cafetería —con dos pisos, por cierto—, pero no es solo eso; todas sus paredes se encuentran llenas de libreros, y en cada uno de ellos se encuentran pequeños cartelitos que separan las secciones de los libros. Desde mi posición puedo ver la sección de romance, fantasía, ciencia ficción, he incluso hay una sección para cómics.

—Hoy en la mañana pase fuera de este lugar, pensé que era una cafetería normal y quise entrar por un café, pero cuando entré y vi todos estos libros, no pude evitar pensar en ti. —voltea a verme con una sonrisa en sus labios.

Le devuelvo la sonrisa aún más grande que la suya, me acercó a él y le rodeo el cuello con los brazos.

—Gracias, Dylan. —digo sinceramente y mi sonrisa se expande al recordar lo que dijo al último:

«No pude evitar pensar en ti»

El que se haya acordado que me gusta muchísimo leer y que haya pensado en mí cuando vio todos esos libros, hace que vuelva a sentir ese cosquilleo en el estómago el cual ya estoy acostumbrada a sentir cuando estoy con Dylan  pero, esta vez no es solo el cosquilleo sino que también siento una gran calidez en el pecho.

—No hay de que, Beca. —susurra cerca de mi oído mientras corresponde mi abrazo pasando sus brazos por mi cintura.

Me separo un poco para mirarlo a la cara sin retirar mis brazos de su cuello, y él hace lo mismo sin quitar las manos de mi cintura.

Me tomo unos segundos para verlo y recuerdo que el día en que lo conocí estaba tan embobada con sus ojos que no me tomé el detenimiento de ver bien los detalles de su rostro; así que justo ahora, que nos encontramos a unos centímetros, me tomo el tiempo para hacerlo.

Su cabello negro continúa igual de despeinado que siempe. Tiene una nariz recta y puntiaguda, en donde tiene unas 10 pecas bastante pequeñas, las cuales solo verías si te acercas lo suficiente. Sus largas pestañas están un poco enroscadas; es como si utilizara el enchinador. Sus labios son rellenitos, ligeramente rosados y en forma de corazón. Tiene un lunar debajo de su oreja, uno en la clavícula y otro en el centro de su cuello.

Me veo tentada a besar ese lunar del cuello pero me detengo antes de hacerlo.

Dios, pero que guapo que es. Es mucha belleza para mi pobre corazón.

Caigo en cuenta que he estado bastante tiempo mirando su rostro, así que subo rápidamente mi vista hacia sus ojos y me doy cuenta que él también está haciendo lo mismo.

Sonrió después de darme cuenta de eso, cosa que hace que suba rápidamente su vista a mis ojos.

 —¿Ahora quién mira a quién? —pregunto ladeando la cabeza sin borrar mi sonrisa.

Se ríe y baja la mirada mientras niega con la cabeza.

—Yo no voy a negarlo. —dice mientras sube de nuevo la mirada.

—Ay, cállate. —respondo un poco sonrojada y lo empujo suavemente por el pecho, alejándome un paso.

Sonríe y me hace un gesto hacia la barra.

—Iré a pedir algo, ¿quieres que te pida algo?

—Un chocolate caliente, por favor —digo y doy unos pasos hacia atrás—. Iré a ver los libros.

—Claro, ya te alcanzo. —me guiña un ojo y se da la vuelta para ir a la barra.

Me alejo de ahí y subo los escalones que dan para el segundo piso de la cafetería. Comienzo a ver los libros de fantasía, y agarro uno que ya he leído, pues si me pongo a leer uno nuevo, seguramente en el tiempo que esté aquí no lo terminaré y me quedaré con mil dudas respecto al él.

Agarro el libro de 'Una corte de rosas y espinas' y me siento en una de las mesas que están cerca del barandal. Dirijo mi mirada hacia el primer piso y veo a Dylan viendo los cómics con el ceño fruncido; toma un cómic y dirige su mirada hacia donde estoy, bajo mi vista hacia el libro y finjo que estoy viendo la portada.

—Te vi. —susurran en mi odio.

Sonrío y alzo la vista para verlo. Se sienta frente a mi y pone un paquete de galletas y dos chocolates calientes en la mesa.

—¿Qué? —finjo que no entiendo.

Sonríe y posa sus antebrazos en la mesa.

—¿Vamos a jugar a eso?

—¿A qué te refieres?—pregunto colocándome igual que el.

—A que tú me miras y finges que no es cierto. —ladea su cabeza

—No se a que te refieres. —sonrío con inocencia y abro el libro enfocándome en este

—Ya. —lo veo de reojo y veo como esboza una sonrisa.

Bebo un sorbo de mi chocolate y comienzo a leer con una sonrisita.

Estuvimos un rato ahí, yo leyendo un libro y él leyendo un comic. Mientras leía alternaba mi vista entre él libro y Dylan, quien también me devolvía las miradas y me daba suaves golpes con su pie debajo de la mesa, y yo se los devolvía con una sonrisita en labios.

Salimos del local una hora y media después, pues ya iban a cerrar la cafetería. Cuando llegamos a su camioneta me pidió la dirección de mi casa para llevarme y después de que se la di, emprendimos camino a mi casa.

En el camino de regreso me preguntó acerca del libro que estuve leyendo y le conté acerca de él. Todo el tiempo me escuchó atentamente y me hacía preguntas al respecto. Que me preguntara acerca del libro y me escuchara hizo que mi corazón se derritiera, ya que casi siempre cuando la gente me escuchaba hablar de libros se aburría y me ignoraban, pero con Dylan no fue así.

Después de un rato, Dylan se estaciona frente a mi casa y me vuelvo hacia él.

—Gracias por hoy —sonrío y agarro mi mochila—. Me la pase muy bien contigo.

—Igual yo —me dice—. Hace mucho que no me la pasaba tan bien.

—Bueno, pues hay que repetirlo más seguido. —propongo sin borrar mi sonrisa.

—Eso tenlo seguro. —afirma seguro.

Me acerco a él para dejar un beso de despedida en su mejilla, pero al momento en que lo hago él hace lo mismo, ocasionando que quedamos bastante cerca.

—Lo siento. —decimos a la par haciendo que soltemos una risita.

Muevo mi cara hacia el otro lado, pero él hace lo mismo haciendo que de nuevo volvamos a quedar bastante cerca; muevo mi cara hacia el otro lado pero él vuelve a moverla también y volvemos a quedar cerca.

Río nerviosa y antes de que volvamos a hacer eso, tomo su cara entre mis manos y planto un beso en la mejilla.

—De nuevo, gracias. —suelto sus mejillas y abro la puerta de la camioneta para bajar.

—Espera. —me toma de la muñeca antes de que pueda bajar y comienza rebuscar algo.

—¿Qué pasa?—pregunto con el ceño fruncido .

Encuentra una pluma —que al parecer era lo que estaba buscando—, y comienza a anotar algo en la palma de mi mano.

—Por si algún día me extrañas demasiado. —dice con una sonrisa divertida.

Cuando veo bien lo que está anotando, caigo en cuenta que está anotando un número. Su número.

Termina de anotarlo y guarda su pluma mientras yo me dedico a ver el número que está en la palma de mi mano.

—No te ilusiones demasiado —digo mientras me cuelgo mi mochila y bajo de la camioneta intentando ocultar mi emoción—. Puede que no te escriba. —me encojo de hombros.

—En verdad espero que si lo hagas.

Sonriendo comienzo a cerrar la puerta de la camioneta, pero antes de cerrarla completamente hablo:

—Nos vemos luego, Dylan.

—Adiós, Beca.

Cierro la puerta y camino a mi casa; ya en la entrada, saco mis llaves y abro la puerta, pero antes de entrar me vuelvo y veo que la camioneta sigue ahí.

Los vidrios son polarizados, así que no puedo verlo, pero aun así, alzo la mano y la muevo en forma de despedida, ganándome de su parte un parpadeo de las luces delanteras.

Sonriendo, cierro la puerta y recargó la espalda ahí. Escucho como arranca y cómo se va a alejando por la calle; mientras, yo me quedo ahí, mirando su número de teléfono en mi mano y antes de que se me borre lo registro en mi celular.

—¿Qué estás haciendo?

Doy un brinquito por el susto y volteo hacía las escaleras donde está mi hermano mirándome con el ceño fruncido.

—Nada. —escondo mi mano y mi teléfono detrás de mí

Alza una ceja mientras me inspecciona con los ojos entrecerrados de arriba abajo.

—Tu hora de trabajo terminó hace una hora y media —me dice y se cruza de brazos—. ¿Dónde estabas?

—Estaba con... —me callo al darme cuenta que iba darle una explicación a mi hermanito de 11 años—. Oye, ¿y a ti qué más te da?

—Soy tu hermano, mi deber es cuidarte. —dice decidido

—Creo que es al revés. Yo soy la que debe cuidarte a ti, enano.

—Tú no puedes ni cuidarte sola —señala las escaleras—. Ahora ve a tu cuarto jovencita.

—Si, mi capitán. —me burlo y comienzo a subir las escaleras

Ya en mi cuarto, me pongo la pijama y me acuesto en mi cama; con una sonrisita veo nuevamente el número de Dylan ya registrado en mi celular.

Dejo mi teléfono en la mesita de noche y me tapo bien con las cobijas para comenzar a dormir. 

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