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Capítulo 39

Por fin.

4 de Diciembre del 2021.

Al fin estoy cumpliendo 19.

Creo que desde mis 15 un cumpleaños no me emociona tanto y creo saber porque hoy estoy tan feliz.

La idea de que este año me acompañen nuevas personas y que una de esas sea mi pareja, me emociona más de lo normal.

Espero unos momentos más en mi cama, esperando a que mi familia entre por la puerta para cantarme las mañanitas como lo hacen todos los años, pero pasados unos minutos, veo que no entran.

Confundida, salgo de mi cama de un salto y me encamino a la planta baja de mi casa.

—Buenos días, familia —hablo con la confusión más marcada en mi rostro cuando veo a mis padres comer a prisa en la cocina—. ¿Qué sucede?

—Se nos hace tarde para el trabajo —menciona mamá apurada, engullendo el último pedazo de su desayuno, antes de levantarse y quitarle a papá su desayuno—. Vámonos, William.

—Pero no había acabado...—reprocha con su tenedor en la mano.

—No me importa. Levántate ya.

Papá se levanta con mala cara y se acerca a Sebas, quién come en la barra, para darle un beso en la cabeza y luego se acerca a mí.

Aquí viene. Mi primera felicita...

—Nos vemos en la noche, Beca. —besa mi cabeza y se marcha a la salida.

Parpadeo incrédula.

Es imposible que se le haya olvidado...

—Desayuna, Beca y me avisas cuando llegues a tu trabajo —dice mamá dándome un beso en la frente—. Llevaré a Sebas a casa de un amigo, ¿Sí?

Sin esperar mi respuesta pasa por mi lado caminando a la puerta de entrada y yo me volteo en su dirección con rapidez.

—Mamá.

—¿Si, cielo?—se detiene en el marco.

—¿No se te olvida algo?—pregunto con el miedo incrustado en mi voz de que en verdad se hayan olvidado de mi cumpleaños.

Se me queda viendo fijamente.

—Oh, si. —sonrío de alivio.

Sabía que no se habían olvidado de mi...

—Llegaré tarde.

Mi sonrisa se desvanece.

—¿Qué?

—Voy a cubrir a una compañera, entonces voy a llegar un poco tarde, hija.

Y sin más, se da la vuelta y se marcha.

Siento un fuerte nudo formarse en mi garganta cuando me doy cuenta de la verdad.

Ellos se olvidaron de mi cumpleaños...

Estoy a punto de derramar algunas lágrimas, cuando una mano cálida rodea mi muñeca. Volteo sobre mi hombro y cuando veo lo que hay detrás de mi, las ganas de llorar crecen más.

—Feliz cumpleaños, hermanita. —mi hermano sostiene un cup cake de chocolate entre sus manos con una velita apagada.

Me trago el nudo en mi garganta para poder hablar.

—Gracias, Sebas.

Tomo el pequeño pastelito en mi mano derecha y con mi brazo izquierdo lo envuelvo en un fuerte abrazo.

—Te quiero, hermana.

—Y yo a ti.

Me separo de él y parece que va a decir algo, pero el claxon del carro de mis padres, nos interrumpe.

—¡Sebastián, apúrate!—grita mamá.

Mi hermano se aleja de mi.

—Nos vemos luego, Beca.

—Si, cuídense.

Asiente con la cabeza y sale por la puerta cerrándola en el proceso.

Mientras tanto yo me quedo ahí, entre la separación de la cocina y la sala con mi corazón estrujado.

Bajo la mirada a mi cup cake y al sentir las lágrimas regresar a mis ojos, parpadeo para espantarlas.

—Feliz cumpleaños a mí. —murmuro con una sonrisa triste.

Mordisqueo mi labio indecisa sobre que hacer, si marcarle o no, mientras observo el número de teléfono de mi novio en la pantalla.

Al final, las ganas de saber porque no he recibido ni un mensaje suyo son más grandes que cualquier otra decisión, por lo que termino presionando el botón de «Llamar» y me lo llevo a la oreja.

—¿Sí?—responde hasta el tercer tono.

Retengo el aire al escuchar su voz.

—Hola, Dyl —hablo un poco nerviosa—. ¿Cómo estás?

—Bien, cielo. Un poco ocupado. ¿Y tú?

—Bien, gracias. ¿Vas a hacer algo hoy?—pregunto.

—Si, tengo que hacer unas cosas con Nolan y después con mi mamá. ¿Porque?

Siento mi pecho hundirse.

No, por favor él no...

—Por nada, solo quería ver si querías salir conmigo hoy. —menciono con la voz rota.

—Lo siento, Beca, pero no puedo.

Y eso es respuesta suficiente para darme cuenta que él tampoco lo recuerda.

Trago saliva con dificultad.

—Oh, está bien. No hay problema. —murmuro.

—Salimos mañana cielo, ¿Si?

Hago un sonidito de afirmación.

—Debo irme. Cuídate.

—Si, tu tam... —me cuelga— bien.

Bajo mi teléfono despacio y entro al chat de mi mejor amiga con la esperanza de que ella me haya respondido mi petición de que salgamos a dar una vuelta, pero toda esperanza se va cuando veo que me ha dejado en visto.

Llevo mi mirada hacía el cielo intentando ahuyentar las lágrimas, pero no sirve de nada, porque un par de ellas cae por mi cara.

Con rapidez me las limpio con el dorso de la mano y entro a la cafetería de nuevo.

Con la mirada gacha, le doy la vuelta a la barra y recuesto mi cabeza en ella, con mis brazos sirviéndome como almohada.

No pasa mucho cuando escucho unos pasos detenerse detrás mío.

—¿Estas bien, Beca?—escucho la voz preocupada de Clau, detrás de mío.

—Si, si —me incorporo de la barra y volteo a verla—. Es solo que... —suelto un suspiro, mirando mis manos— parece que todos se han olvidado de mi cumpleaños.

Intento esbozar una sonrisa que sale como una mueca de tristeza.

—Nosotras no.

Subo lo vista al escuchar su comentario y veo a Emilia salir con un pequeño pastel de la cocina, con Andrew, él cocinero, siguiéndola.

—Feliz cumpleaños, Rebeca. —dice Emilia, sin dejar de mascar su chicle.

Mi corazón vuelve a recobrar un poco de felicidad y siento como una sonrisa enorme y genuina, sale de mis labios.

—Muchas gracias. De verdad se los agradezco muchísimo. —me acerco sonriente a ellos guardándome la ganas de llorar saber que ellos si se acordaron de mi cumpleaños.

—Pide un deseo. —habla Andrew, poniendo una velita encendida, en el centro.

Cierro los ojos con fuerza y me permito ser avariciosa y pedir dos deseos.

En el primero, pido que todo sea una confusión y que en realidad ninguna de las personas que me importan se hayan olvidado de mi cumpleaños.

En el segundo, pido por Dylan. Porque viva muchos años más a mí lado y a lado de su familia. Que podamos formar muchos recuerdos más y que me siga amando por más tiempo.

Y entonces, soplo la velita.

Abro los ojos cuando escucho los aplausos de mis compañeros, regalándoles una sonrisa de dientes completo.

—Iré a partir el pastel. —habla Andrew, tomándolo de las manos de Emilia y entrando a la cocina.

—Vamos, Beca. —Clau rodea mis hombros con uno de sus brazos y me lleva al interior de la cocina, seguidas por Emilia.

—Aquí tienen, chicas. —nos pone una rebanada de pastel enfrente a cada una, en la mesa de metal que esta ahí.

—Gracias, Andrew.

Recibo la cucharita que me pasa Emilia y le doy el primer bocado a mi pastel, que por cierto, está delicioso.

—¿Y qué harás hoy, Beca?—cuestiona Andrew.

Hago una mueca.

—Quería estar con mi novio, mi mejor amiga y mi familia, pero al parecer todos olvidaron que cumplo años. —sonrío con tristeza y agarro otro cacho de pastel.

Veo a Emilia, Andrew y Claudia intercambiar una mirada un tanto sospechosa, entre ellos.

—¿Y si sales con nosotras?—habla Clau llamando mi atención—. Después del trabajo podríamos ir a dar una vuelta, ¿Verdad, Emilia?

La susodicha da un respingo y pone cara de asco.

—No. Muchas gracias, pero yo ya había dicho que no quiero convivir con más... ¡Auch!—voltea ver a Claudia, enojada—. ¿Oye pero que te...?

—Dije que vamos a salir con Beca. —interrumpe y por su tono, se que no espera réplicas.

Emilia la mira indignada, cosa que me hace sonreír internamente, antes de acceder.

—Bien.

—Podemos ir a una cabaña que tienen mis padres a las afueras de Hoboken a pasar el día ahí, Beca. ¿Te parece?—me mira en busca de aprobación a lo que yo asiento.

Sí, cualquier cosa que mantenga distraída mi mente de este maldito día será bueno.

—Si, está bien.

Sonríe emocionada.

—Bien, y si quieres podemos embriagarnos o ver películas, lo que se te apetezca.

—Me gusta embriagarme.

—A mi también. —coincide Emilia.

Volteo a ver a Andrew.

—¿No te gustaría ir?—le pregunto.

—Oh, no, no, no —niega de inmediato alzando sus manos—. Tengo una familia que me espera, pero gracias, Beca.

Asiento con la cabeza y vuelvo mi mirada Claudia.

Hace un sonidito de emoción.

—Bien, solo déjenme hago una rápida llamada a mi mamá para decirle que ocuparemos la cabaña.

Sale disparada de la cocina y a los segundos que desaparece, entra Jaime con una sonrisita.

—¿Quién cumple años hoy?

Vaya, hasta Jaime se acordó de mi cumpleaños.

Él mejor jefe.

Sonrío y me levanto de mi lugar cuando veo que se acerca a mí con los brazos abiertos.

—Feliz cumpleaños, Rebequita —me abraza con fuerzas.

—Muchas gracias, jefe.

—¿Y? Cuéntame —se separa de mí y roba un cacho de pastel al pedazo de Claudia—, ¿Qué harás hoy?

—Voy a ir con Claudia y Emilia a una cabaña.

—¿Si?

Asiento.

—¿Y tú novio? ¿No te acompañará?

Mi pecho se contrae y enfoco mi vista en otro lado.

—No, está ocupado. —respondo con simpleza.

—¿Y tú familia?

Hago una mueca.

—También. —murmuro por lo bajo.

Se hace un silencio tenso en la habitación.

—Vete, Beca.

Frunzo el ceño y vuelvo a ver a Jaime.

—¿Qué?

—Vete. Tú, Claudia y Emilia.

Emilia deja de comer su pastel para verlo, confundida.

—Váyanse a festejar tú cumpleaños.

Parpadeo sin poder creérmelo.

—¿De... verdad?

—Si, váyanse y hagan de este día un muy buen cumpleaños para ti.

Las ganas de llorar regresan.

Alguien anda muy sensible.

—Gracias, Jaime. —digo en un hilo de voz.

—No agradezcas, Beca. —me sonríe y me estrecha en un fuerte abrazo al que yo correspondo.

Se aleja de mí y me guiña un ojo, dirigiéndose a la salida.

—Nos vemos el Lunes, chicas.

Y sin más, se marcha.

—¿Ya casi llegamos?—vuelve a cuestionar Emilia desde el asiento del copiloto.

—Que si, Emilia. Ya faltan menos de 10 minutos.

Resopla.

—Eso dijiste hace rato.

—Si, pero ahora en verdad ya falta menos.

Emilia dice algo entre dientes y yo sonrío divertida desde el asiento de atrás.

Luego de que Jaime nos dejara salir, Emilia se marchó a su casa —que está bastante cerca de la cafetería— para cambiarse y Claudia me llevo en su carro a la mía para poder quitarme el uniforme. Por suerte, Clau no necesitaba cambio, ya que en su mochila llevaba una muda de ropa. Así que en lo que yo cambiaba mi uniforme en mi cuarto, ella lo hacía en el baño de abajo.

Opté por ponerme algo sencillo. Un pantalón de mezclilla, una top negro con solo una manga, un par de botas del mismo color del top con tacón y una chamarra de cuero para el frío. Dejé mi cabello con su quebrado natural y aplique un poco de brillo labial, rubor y rímel a mi cara.

Emilia nos alcanzó en mi casa un ratito después y cuando ya todas estuvimos listas, emprendimos camino hacía la cabaña. Camino de casi 1 hora y media, y lo que falta, porque aún no llegamos.

—Ya ves —Clau le da un suave empujón a Emilia, mientras se introduce en un caminito lleno de árboles y arbustos—, te dije que ya estábamos cerca.

Escucho a la segunda soltar un bufido, mientras que la primera se estaciona fuera de la cabañita.

—Bien, andando.

Las tres nos bajamos del carro y al hacerlo, noto estacionado, un poco más atrás, como escondido entre los arbustos, un carro gris igualito al de mi cuñada.

Frunzo el ceño.

—Oh, es el auto de mi mamá —dice Clau apresuradamente—. Lo deja aquí porque en casa ocupan el de mi papá.

Asiento con la cabeza lentamente y me encamino hacía la cabaña detrás de ellas.

—¿Qué quieren hacer primero?

—Dormir. —murmura Emilia.

—Ver una película. —respondo yo al unísono.

—Bien, entonces veremos una película porque la cumpleañera así lo quiere.

—Pero que sea una de terror —pide Emilia—. Una en donde la chica esté sola en una cabaña y venga un asesino serial a matarla. —sonríe con malicia.

Clau hace una mueca.

—Mejor esa no —abre la puerta un poco y me hace un ademán para que pase yo primero—. ¿Tú cuál quieres, Beca?

—Yo opino que una de...

—¡Sorpresa!

Las luces se prenden al mismo tiempo que los gritos de un grupo de personas diciéndome «sorpresa» y suelto un respingo tan fuerte que incluso sentí que iba a atravesar el techo por el brinco que metí.

Parpadeo un par de veces al ver a toda la gente frente a mí y entonces comienzo a notar las cosas. El carro de afuera es de Sam, el que nadie me haya felicitado y está cabaña es la misma a la que vine cuando Dylan y yo nos reconciliamos...

Esto es una fiesta sorpresa...

¿Apenas los notas?

¡Y nadie se olvidó de mi cumpleaños!

El corazón comienza a bombearme con rapidez y no me da tiempo de decir nada porque mi familia se empieza a acercar a mí a mi con una enorme sonrisa en los labios.

—¡Feliz cumpleaños, hija!—me abraza mi madre con tanta fuerza que me saca el aire, pero correspondo con la misma intensidad.

—Pensé que lo habías olvidado. —digo en voz baja con las ganas de llorar haciéndose presentes otra vez.

Ayuda con la llorona, por favor.

Se separa mirándome con incredulidad.

—Jamás podría olvidarme de tu cumpleaños, Beca —pone su mano en mi mejilla derecha—. Talvez el de tu padre si... —mi papá voltea verla ofendida.

—Gracias por el amor... —dice entre dientes.

—... Pero el tuyo y el de tu hermano jamás. —continua, ignorándolo.

Sonrío y siento como mi pecho vuelve a llenarse con la alegría que se había ido.

Mi padre me da un abrazo igual de fuerte que el de mi mamá y deja un beso en mi cabeza.

—Lo siento, hermanita —me abraza Sebas con fuerzas—, yo iba a decirte cuando vi que ibas a llorar, pero no podía porque iba a arruinar la sorpresa que había estado planeando tu novio desde hace un mes. —dice lloriqueando.

Me quedo helada.

Así que desde hace un mes, ¿Eh?

Siento las mariposas revolotear en mi estómago, pero me obligo a calmarlas para poder atender bien a mi hermano.

—Esta bien, Sebas —beso su cabeza—. Gracias por el pastelito, hermano.

Asiente sonriendo y me abren paso para saludar a las siguientes personas, que son unos amigos de mi Universidad, y los abrazo con mucho gusto y alegría, mientras recibo los típicos comentarios de «feliz cumpleaños» o «felices 19».

—Feliz cumpleaños, beki-keki. —grita Criseida lanzándose a mis brazos con euforia y la recibo con la misma emoción.

—Gracias, Crisi —me alejo unos centímetros de ella—. Pensé que lo habías olvidado tu también.

Me mira ofendida.

—Jamás podría, primero me estampo en mi carro antes de olvidarme de tú cumpleaños.

Ruedo los ojos, divertida.

—Pero tu novio fue muy específico y pido que todos tuviéramos demencia en la fecha cumpleaños, para que tú fiesta sorpresa saliera impecable.

Sonrío.

Que cruel novio tengo.

—No sabes lo mandón que puede ser cuando se trata de ti —susurra—. Desde ayer nos tuvo organizando todo esto para que saliera bien. Y hoy en la mañana estuvo más intenso, incluso minutos antes de que llegarás nos estuvo gritando —hace una mueca—. Que harta estoy de recibir sus instrucciones.

—Ni que lo digas —continua Nolan llegando a su lado—. Yo he estado recibiendo sus instrucciones desde antes. Ya tenía ganas de acabar con mi vida.

Suelto una suave risa.

Y tras Nolan murmurarme un suave «feliz cumpleaños» se hace a un lado junto con Cris, para que pueda seguir saludando a las personas que se encuentran aquí, que son un par de amigos más de la universidad, alguno que otro familiar,  dos de las damas de honor con las que me lleve muy bien —entre ellas la mejor amiga de Sammy— y me detengo cuando veo a Jaime y a Andrew con su esposa e hijo, bien puestos enfrente de mi con una sonrisita.

—¿Qué hacen aquí?—saludo con alegría dándole un rápido abrazo a cada uno.

—Festejando tu feliz cumpleaños. —responde Jaime.

—Un momento, ¿Ustedes lo sabían?—entrecierro los ojos en su dirección.

—Claro que lo sabíamos. —dice Andrew con obviedad

—Dylan fue a vernos hace dos semanas para solicitarnos en tu fiesta sorpresa y para pedir que el día de tu cumpleaños, o sea hoy, te diera permiso de salir temprano.

—De él también fue la idea del pastel. Dijo que nosotros fingiéramos si recordar tu cumpleaños para que no te pusieras tan triste y que te hiciéramos un mini pastel. —continua Andrew.

Parpadeo sin creérmelo.

Si que lo tenía todo planeado.

—Wow, no se que decir. —rio nerviosa.

—No digas nada más —Jaime da una suave palmada en mi hombro—. Solo ve a disfrutar tu día.

Asiento sonriente y tras despedirme de ellos con otro rápido abrazo, me encamino hacía las siguientes personas.

—Feliz cumpleaños, querida. —habla mi suegra con una sonrisa a lado del señor Black.

Que porciento, me sorprende que él esté aquí.

—Muchas gracias por venir. —los estrecho a ambos en un fuerte abrazo.

—No hay nada que agradecer, Rebeca, estamos felices de estar aquí. —responde la señora Eli y me da un rápido guiño antes de moverse con su marido para que continúe saludando.

Ni Lady Di saludo a tantas personas.

—¡Cuñada!

—¡Sam!

Ambas nos envolvemos en un fuerte abrazo.

—¿Cómo estás?

—Bien, ahora que sé que nadie se olvidó de mi cumpleaños.

—Eso no iba a ocurrir. Dylan se encargó de recordarnos la fecha de tu cumpleaños desde hace un mes.

Rueda los ojos y sonrío divertida.

Adam que está a lado de ellas se limita a darme un abrazo rápido y recitarme las felicitaciones, antes de hacerse a un lado y encaminarse con los demás presentes

Cuando ambos se van, yo me quedo ahí parada, sin quitarle la vista a la última persona de los invitados que se encuentra aquí.

La mente maestra detrás de todo esto.

Con mi corazón golpeando con fuerza mi pecho, camino lentamente hacia mi novio, permitiéndome darle una rápida ojeada.

Lleva un pantalón negro, con una camisa del mismo color abierta de los primero botones y con las mangas hasta los hombros. Lleva su cabello alborotado como de costumbre y en su mano derecha se encuentra un ramo de rosas, con algunas fotos de nosotros saliendo entre ellas.

Su rostro y sus ojos destellan tantas emociones diferentes que apenas puedo descifrar algunas como: nervios, sorpresa, amor, cariño, felicidad.

Y conforme más me acerco a él, más me voy dando cuenta que todas aquellas emociones que él está sintiendo, son las mismas que estoy experimentando yo, ya que siento un mix de sentimientos tan intenso en mi cuerpo, que hace que está situación sea más emocionante.

—Dylan. —apena soy capaz de escucharme decir su nombre por encima del sonido de mi corazón.

—Beca. —habla con un toque de inquietud en su voz.

Vaya, vaya. Alguien está nervioso.

Toma un mini paso más cerca de mí.

—Feliz cumpleaños, estrellita. —dice, con el mismo tono de voz, estrechándome las flores con un tembloroso movimiento.

Al ver mi novio que no hago ningún ademán para recibirlas, veo como comienza a ponerse más nervioso.

Parece que va a decir algo, pero antes de que lo haga una sonrisita se escapa de mis labios y me lanzo contra sus brazos, enrollando su cuello con mis brazos y su cintura con mis piernas.

Se tambalea peligrosamente hacia atrás, pero se sostiene y me pasa su brazo izquierdo por debajo de mí trasero y su mano derecha la pone en mi espada, sujetándome a mi y a las flores.

—Eres un mal novio, Dylan, como finges demencia en mi cumpleaños. —murmuro en su oreja.

—Era para que saliera a la perfección tu fiesta, cielo.

—Pero al menos me hubieras dado una felicitación —lo abrazo con más fuerza—. Pensé que te habías olvidado de mí.

Se aleja para verme el rostro.

—¿De verdad piensas que puedo olvidarme de ti? Cielo, eres el primer pensamiento que cruza mi cabeza cuando me despierto y el último que aparece cuando me duermo.

Tomo sus mejillas entre mis manos y planto un fuerte, pero rápido beso en sus labios.

—Te amo —paso mis dedos por su mejilla izquierda—. Pero no vuelvas a asustarme así.

—El susto valió la pena.

Abro la boca, indignada.

—Claro que no.

—Claro que sí.

—Eso lo dices porque tú no te ibas a morir de tristeza.

Me cruzo de brazos.

Sonríe.

—No, eso lo digo porque tú no viste tú carita de sorpresa al ver a todos aquí.

Siento mis mejillas sonrojarse un poco.

—Admito que lo volvería a hacer con tal de ver tu carita de sopresa de nuevo

El rubor en mi rostro, crece.

—Dylan...

Sin borrar su sonrisa, se acerca a mí para dejar otro casto beso en mis labios.

—Feliz cumpleaños, estrellita. —dice separándose, y dándome las flores que aún sostiene en su mano derecha.

Las recibo con gusto y él vuelve a llevar su mano a mi espalda.

—Gracias, Dyl —con mi mano izquierda vacía, quito algunos mechones de su rostro—. Por las flores, la fiesta... Por todo.

—No agradezcas, estrellita —su mano derecha abandona mi espalda y la lleva hasta mi rostro para acomodar un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Siempre voy a darte lo mejor, Beca.

Mi sonrisa crece y cuidando de no aplastar las flores, envuelvo el cuello de mi novio con mi brazo libre, abrazándolo.

—Fue muy divertido, Lu se vomitó encima.

Luna enrojece de pies a cabeza al escuchar el comentario de mi compañero.

—No me vomité.

—Claro que lo hiciste, Lu, pero está bien amiga, nadie te juzga. —dice con voz burlona, haciendo que mi amiga enrojezca muchísimo más.

Ambos comienzan a discutir sobre la veracidad de ese hecho y yo lo único que hago es mirarlos, divertida.

Luego de que salte encima de Dylan y me agarré de él como mono araña, no lo solté hasta al menos diez minutos después, y fue cuando Sam fue por mí para comenzar mi bonito festejo. Si no, estoy segura que me hubiera quedado así más tiempo agarrada de mi novio

Mientras hablaba y convivía con los invitados, y jugaba los jueguitos que habían organizado mi cuñada y mi mejor amiga, en donde por cierto, un shot de tequila era el castigo —la mejor parte si se me permite decir—, iba admirando la decoración y la verdad he de decir que había quedado fabulosa.

Por principio de cuentas algo que me gustó muchísimo fue el pastel, en especial por su decoración, ya que tenía una figurita de libro en medio de este, con algunos símbolos a los lados y en el contorno que representa alguno de mis libros favoritos.

Por ejemplo, en uno de los lados se encuentra un caldero y unas montañas, haciendo representación a mi saga favorita: ACOTAR. En otro de los lados está unos tubos de ensayo con corazones representado: "The love Hypothesis" e incluso también están los lentes de Harry junto con las varitas de Ron y Hermione, entre otras cosas.

Sin duda el mejor pastel.

Luego, que las banderitas de "feliz cumpleaños" tengan mi nombre agregado en ellas y que su color sea el azul igual me agrado bastante. También me gusto mucho como los globos con brillitos y de diferentes tipos de azules, estén pegadas en el techo y la pared, porque se hace un bonito contraste con el lugar.

Y por último, la comida.

No sé quién fue el creador de esas delicias, pero todos los postrecillos que están en la mesa de dulces son simplemente deliciosos. En especial las bolitas de trufa. Me tienen encantada.

A mí también.

Viendo las bolitas de trufas a la lejanía, mi mente y mi panza me aclaman ir por una, pero antes de dar el paso hacia ahí, mi vista se cruza con la de mi novio, que está cerca de la mesa con los postres entre Adam y Nolan. Y no pasan más de dos minutos cuando ya me está haciendo una seña con su cabeza.

Oh no, ya va a empezar con sus señas extrañas.

Dylan me sonríe jovial al ver mi mueca por las raras señas que hace, pero no parece importarle mucho, porque vuelve a hacer un gesto con su cabeza hacía la puerta trasera antes de comenzar a caminar hacia allá.

Aquí vamos.

—Ya vuelvo. —les digo a mis compañeros de la universidad y sigo a Dylan.

Paso entre algunas de las personas que se encuentra ahí, conviviendo, lejos del patio de atrás y cuando llego a mi novio, lo encuentro recargado en el marco de la puerta corrediza con sus brazos cruzados.

—¿Vas a empezar con tus señas raras?—cuestiono parándome frente de él.

—Sí, algo así—sonríe divertido—. ¿Por qué? No te gustan.

—Si, pero me confunden un poco.

Niega sin quitar su sonrisa divertida y recargo mi hombro en la puerta corrediza.

—¿Qué haces aquí?

—Te espero.

Frunzo el ceño.

—¿Para qué?

—Para pasar un tiempo a solas contigo.

Mi ceño fruncido es remplazado por una pequeña sonrisa.

—¿O qué? ¿La cumpleañera está muy ocupada con sus invitados como para pasar un poco de tiempo con su novio?—dice con una voz de sufrimiento tan exagerada que me hace rodar los ojos.

—Para ti siempre tendré tiempo, Dyl.

Sus ojos se iluminan y noto como sus mejillas se tiñen de un leve rojo, haciéndome expandir mi sonrisa.

Lleva su mirada hacía afuera, talvez buscando una forma de esconder su sonrojo, mientras que yo me quedo trazando sus facciones con mis ojos, con la cabeza recargada en la puerta.

Lo mucho que me gusta es anormal.

—Si cualquiera te viera mirándome así, diría que estás perdidamente enamorada de mi, estrellita.

Vuelve su cabeza hacia mí y yo ladeo la mía.

—¿Y quién dice que no lo estoy?

Su ojos brillosos me penetran con intensidad.

—Creo que es bastante obvio que estoy muy enamorada de ti, Dylan. —continuo, pero está vez con la voz un poco más baja.

Las emociones que pasan fugazmente sus ojos, desde el amor hasta el anhelo me ponen a flaquear.

No dice nada, simplemente sin quitar sus ojos de mi, corre la puerta hacía a un lado, abriéndola, dejando que corra el aire hacía adentro y con un movimiento de su cabeza me indica que salga al patio trasero.

Haciendo caso de sus indicaciones, salgo de la casa con una sonrisita, y apenas he dado un par de pasos cuando me quedo totalmente quieta.

—Wow...

El jardín está decorado con un montón de luces que ñ van de un lado a otro haciendo un techo de foquitos y caen en forma de cascada a los extremos del lugar y justo en el el frente un enorme corazón de flores, con luces adentro de este marcando la forma del corazón.

—¿Pero que es esto?—menciono con la emoción notoria en mi voz mientras me acerco al centro del lugar con el corazón latiéndome a toda velocidad—. Dylan, es precioso.

Me doy la vuelta con mi sonrisa de oreja a oreja, en busca de mi novio y cuando lo encuentro detrás mío, mi sonrisa se va desvaneciendo lentamente y mi corazón, que iba a toda velocidad, se detiene, al igual un fuerte nerviosismo se abre paso en mi, recorriéndome todo el cuerpo.

—¿Que...?

Dylan saca del bolso de su pantalón una cajita de terciopelo con las manos temblorosas y clava su vista en ella. No en mi.

No va a...

—Dylan...

—Recuerdo a la perfección la primera vez que te vi —habla, interrumpiéndome—. Yo iba entrando a aquella farmacia que, sin saber, me haría conocer a la persona que ahora me tiene a sus pies y —siento mi corazón palpitar con más fuerza que antes cuando sube su mirada a la mía—, recuerdo que lo primero que pensé fue: "Joder, es preciosa"; me tenías, bueno aún me tienes, tan embelesado que me era imposible apartar mis ojos de ti. De tú cabello castaño, de tus ojos verdes y de tus preciosas pequitas que parecen un montón de estrellitas.

»Estaba tan absorto en ti que cuando me volteaste a ver volví a ser un adolescente de 15. Un adolescente nervioso por aquella chica preciosa que vio una vez en una farmacia y que talvez no volvería a verla jamás. Pero ahí estaba yo, nervioso y cautivado en la belleza de una chica desconocida que lo primero que hizo, y que escuche porque la verdad no estaba muy atento en otra cosa que no fueran tus ojitos y tus pecas, fue llamarme sordo y mudo.

Sonríe, como si el recuerdo de eso de verdad le causará mucha alegría, mientras que yo solo puedo sentir mis mejillas calientes ante la vergüenza de ese día.

«Al parecer está sordo y mudo»

Vaya, quién diría que llamaría al amor de mi vida sordo y mudo.

Sí, quien lo diría...

—Recuerdo que también, cuando salí de la farmacia, le hable inmediatamente a Nolan, ¿Y sabes que fue lo que le dije?

Niego con la cabeza, incapaz de decir algo.

"Nolan, creo que acabo de enamorarme", eso fue lo que dije cuando me atendió el teléfono.

Siento mis piernas flaquear y mis manos temblar.

—Estuve con ese pensamiento toda la noche. Con el recuerdo de tus ojos molestos, tus cejas fruncidas y tú boca en un puchero, que me negaba totalmente a qué esa fuera la última vez que te vería, así que comencé a ir todos los días a la misma hora a la farmacia con la esperanza de verte; incluso Sally se burló de mí diciéndome que no llegaba temprano por mis medicamentos pero si en busca de aquella chica con estrellitas en la cara —sonríe ante el recuerdo—. Sin embargo, no me importaron sus burlas y seguí yendo hasta que te días después por fin, te encontré. ¿Recuerdas que fue lo primero que dije?—cuestiona tomando un paso cerca de mi.

"Si esto ya no es obra del destino, no se que sea". —digo al mismo tiempo de él, con la voz temblandome.

Me sonríe.

—Te informo, estrellita, que no era obra del destino, fue obra mía que anhelaba verte cada segundo que pasaba en el día. Y, aunque suene estúpido, yo estoy totalmente seguro que el primer día que te vi, tal y como le dije a Nolan, yo me enamore de ti, Beca. Me ponías tan nervioso, me intimidaba tanto, me causabas tanto que estaba, estoy seguro, que ese día me enamoré de ti. Y solamente lo reafirme cuando te volví a ver.

Lleva su mano derecha a mi cara, tomando uno de mis mechones de cabello, enredándolo en su dedo.

—Para el día de la primera cita —el recuerdo hace que una parte de mi quiera golpear la cara de Dylan por dejarme en planta— yo, de alguna manera a pesar del poco tiempo que convivimos, ya estaba tan perdido en ti que me aterre. No por mis sentimientos, no. Si no porque sabía que, si algún día algo se llegaba a dar entre nosotros, nuestro destino no tendría futuro, por eso fue que no fui, porque tenía miedo a enamorarme más de ti y que tú te enamoraras de mi, porque no quería darte algo incierto; eso y que lleguen poco tarde de uno de mis tratamientos, pero eso es otro tema. —hace un gesto de desinterés que me hace sonreír.

»También por eso hui la primera vez que me dijiste "te quiero", a pesar de que yo te empecé a querer desde mucho antes, cuando lo dijiste tú todo se convirtió tan real que me asusté y me fui como cobarde, pero eso tú ya lo sabes. Pero ahora, ya no tengo miedo. Ya no tengo miedo de lo que venga en un futuro, porque se que, si tú me lo permites, estaré a tú lado y...

Abre el pequeño cofre de terciopelo con sus dedos temblando, mostrando un anillo, con una piedrita azul en el centro y varias, mucho más pequeñas rodeándolo.

Siento como mi corazón se detiene y mi cuerpo comienza a fallar al tiempo en que las mariposas —que ahora seguramente son como pájaros— revolotean con fuerza en mi estómago.

Aún no voy a pedirte matrimonio, así que no te alarmes...

«Aún»

—Pero este anillo quiero que sea una promesa. Una promesa de que, después de que acabes tus estudios y de que te sientas segura de unir tu vida con la mía para siempre, y claro, si después de ese tiempo tú sigues amándome con la fuerza e intensidad que yo te amo porque, de una vez te digo que lo que yo siento por ti va para muy largo, remplazare este anillo con uno de compromiso.

»También quiero que esto, al menos de mi parte, sea la promesa de que, sin importar lo que pase, yo te seguiré amando eternamente. Incluso después de que deje de respirar y si existe otra vida luego de esta, ten por seguro que lo seguiré haciendo.

Relame sus labios con nerviosismo.

—Entonces, con este anillo estoy prometiéndote estoy prometiéndote una vida a tu lado. Estoy prometiéndote amor eterno. Estoy prometiéndote un Nuestro Para Siempre. Nuestro Para Siempre.

Traga saliva con dificultad y sube sus ojos, que los tenía clavados en el anillo a mis ojos.

—Entonces que dices, estrellita, ¿Quieres ser mi Para Siempre?

Con el cuerpo aún temblándome y el corazón latiéndome tan fuerte que siento que me va a explotar, asiento con la cabeza.

—Si. Sí quiero, Dylan. —pronuncio con la voz rota

Suelta lo que al parecer es un suspiro de alivio y con sus torpes y nerviosas manos, saca el anillo de la caja. Llevo mi mano a él —que por cierto no ha dejado de moverse como una licuadora— y sin más coloca el anillo.

Una risita entre en emocionada y nerviosa sale de mi garganta al ver el precioso anillo relucir en mi dedo anular se la mano izquierda.

—Ya casi somos marido y mujer, estrellita. —dice Dylan y lo siento pasar sus dedos pulgares por debajo de mis ojos.

No me había dado cuenta de que estoy llorando.

—Ya casi, Dyl.

Me regala una sonrisa radiante y se inclina a dejar un beso en mi frente, antes de envolverme en un caluroso abrazo.


¡Aquí el final!

-1 capítulo para el final.

¿Están listos para terminar Para Siempre?

Los quiere, Hanna.

ig:hannasvelez.

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