Capítulo 35
Cada paso que doy dentro del hospital es una pesadilla para mi. Ver las paredes blancas y aspirar ese olor a medicamentos solo hace que mi pecho se comprima aún más por la angustia y que mi mente cabeza palpite con fuerza.
Aún así no me detengo, con las piernas ardiéndome continúo recorriendo con rapidez los pasillos del hospital. Y en serio, es tanto el miedo que tengo que incluso puedo escuchar mi corazón retumbar en mis oídos,
Que esté bien. Que esté bien.
Es lo único que puedo suplicar mientras sigo a mi cuñada por un estrecho pasillo que nos dirige a una apartada sala de espera en donde se encuentra Adam, el prometido de Sam.
En el momento en que nos ve llegar, se levanta con la misma velocidad con la que nosotros nos detenemos a su lado.
—¿Dónde está Dylan?—pregunta Sam.
—En la habitación. —dice haciendo una seña con la cabeza hacia la habitación que se encuentra atrás suyo.
—Esta... —hablo con el miedo en mi voz.
—Está bien —responde con rapidez y por primera vez desde que salimos de la boutique, me permito respirar—, solo fue un pequeño susto.
Asiento y tomo una bocanada de aire tragándose todas las inmensas ganas que siento de llorar.
—¿Qué fue lo que pasó?—pregunto unos segundos más tarde.
—No podía respirar —responde Adam al instante—. Estaba muy mareado y de pronto dejo de respirar. Según explica la doctora o bueno, lo que yo entendí, se debe a la Policitemia. No tomo su tratamiento hace una semana, cuando le tocaba, y obviamente le afectó.
Voy a matarlo.
Al parecer no soy la única con ese sentimiento porque por el rabillo del ojo veo como Samantha frunce el ceño con evidente molestia.
—¿Quién está con él?—pregunta Sam, un tanto enojada.
—Tú mamá.
—¿Y mi padre?
—Ya viene para acá.
Sam asiente con la cabeza y voltea a verme unos segundos después.
—¿No te importa si paso a verlo primero?
Niego con rapidez con la cabeza.
—No, no, no. Adelante, es tú hermano.
Me sonríe con agradecimiento y toma una de mis manos.
—Gracias, Beca.
Y sin decir más, se encamina a la habitación para entrar en ella.
Cuando desaparece por la puerta, me permito sentarme en una de las sillas de alado y recargo mi espalda en la pared, al tiempo en que cierro mis ojos.
Este ha sido sin duda el peor viaje de mi vida. Después de que Samantha me dijera que algo andaba mal con Dyl, salimos corriendo de la boutique —ni siquiera me dio tiempo de quitarme el vestido—, y a pesar de que el hospital estaba a unos minutos de ahí, para mí fueron como 10 horas para llegar aquí. Y todo ese tiempo para mí, fue un infierno, porque el no saber qué era lo que había pasado con Dylan, estaba matándome. La simple incertidumbre de no saber si estaba bien, si estaba mal, si estaba grave, si estaba estable, me lastimaba de formas inexplicables.
Al cabo de un rato, escucho la puerta abrirse y de inmediato me incorporo. Veo abandonar la habitación a la señora Black junto con Sam, ambas igual de abatidas, y cuando la mirada de su madre choca con la mía, me sonríe ligeramente.
—Ve a verlo. —dice tan despacio que apenas puedo escuchar que lo dijo.
Haciendo caso de sus palabras, me levanto de la silla con las piernas temblorosas y me dirijo a la habitación de Dylan.
Mantengo la mirada en el piso mientras entro a la habitación y tras cerrar la puerta, tomo una bocanada antes. Sintiéndome un poco más valiente, subo mi vista hacia Dylan y apenas lo hago me arrepiento porque las ganas de llorar vuelven a aparecer.
Mi novio está recostado en la camilla con un suero conectado en el dorso de su mano izquierda. Tiene los ojos abiertos y va mirándome con cautela, como si no supiera que hacer. Lo veo abrir la boca como si fuera a hablar, pero antes de que tan siquiera pueda hacerlo, un sollozo sale de mi boca, interrumpiéndolo.
Otro sollozo sale de mis labios y de pronto, ya me encuentro llorando. Las lágrimas corren con libertad por mis mejillas y me llevo la mano a la boca para apaciguar el sonido de mi llanto.
Veo como Dylan abre ligeramente los ojos y se incorpora en la cama, estirando su mano hacia mí.
—Beca, amor, ven —pide moviendo su mano en mi dirección, viéndose repentinamente desesperado por verme llorar—. Amor por favor acércate.
Me quedo clavada en mi lugar mientras caen cada vez más lágrimas.
—Estrellita, por favor ven. —suplica con un tinte de desesperación y dolor en su voz.
Veo como empieza a quitarse las sábanas del hospital, desesperadamente y cuando hace un ademán de que va a levantarse de la cama, hago a mis piernas reaccionar y me encamino a toda prisa hacía él. Lanzo mis brazos alrededor de él cuando llego hasta la camilla y oculto mi cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello.
Mi novio corresponde al instante el abrazo pasándome sus brazos por mi cintura, apretándome contra él. Y, por alguna razón, el sentir sus brazos alrededor mío, me hacen llorar con más fuerza.
—Estaba tan asustada —murmuro sobre su hombro—. Pensé que te perdería.
Dylan me apretuja más contra su pecho y empieza a pasar una de sus manos sobre mi cabeza, trazando una suave caricia.
—Tranquila, estrellita. Todo está bien. Además —se separa un poco de mí para tomar mi cara entre sus manos—, no te vas a deshacer de mi tan pronto. —dice con una sonrisa burlona.
Suelto una leve risa y golpeo con suavidad su hombro.
—Eres un tonto.
Al igual que yo, ríe por unos segundos antes de ponerse serio.
—Lo siento. No quería asustarte. —habla en voz baja y pasa sus dedos por debajo de mis ojos, limpiando las lágrimas.
Asiento con la cabeza y ahora soy yo quien pongo mis manos en sus mejillas.
—Nunca jamás vuelvas a hacerme esto, Dylan. Nunca. ¿Me entendiste?
Asiente repetidas veces con la cabeza como niño regañado.
—Desde hoy en adelante voy a llevarte a todos y cada uno de tus tratamientos. No importa si tengo que traerte de la oreja o si me despiden de mi trabajo por faltar o si mis padres me castigan de por vida por salirme de casa. Desde hoy yo me voy a encargar de que tengas tus tratamientos en la hora y fecha que corresponde. ¿Entiendes?
Vuelve a mover la cabeza.
—Bien.
Lo suelto y paso el dorso de mis manos por mis ojos para retirar las pocas lágrimas que aún tengo.
—Tonto. —murmuro con el afán de insultarlo, pero el en lugar de sentirse ofendido, esboza una sonrisa divertida.
Doble tonto.
—Oye.
—¿Qué pasa?
—Ese... ¿ese es el vestido para la boda de mi hermana?—pregunta mirando mi vestido.
—Ah, si.
Me levanto para podérselo enseñar mejor y me doy una vuelta, esbozando una sonrisita.
—Es lindo, ¿verdad?—sonrío.
—Vaya que lo es —afirma devolviéndome la sonrisa—. Se te ve precioso, Beca. Tú te ves preciosa.
Un leve sonrojo se apodera de mis mejillas.
—Que mentiroso, si seguramente estoy hinchada de llorar. —me cruzo de brazos.
—Si, pero aún así te ves preciosa, estrellita.
Sonrío.
—Sigo pensando que es mentira pero, voy a fingir que te creo.
Ríe y estira su mano izquierda hacia mí. La tomo de inmediato y dejo que tire de mi hasta sentarme a su lado.
—Te amo.
Ay como me gusta esa palabra.
—Y yo a ti.
Me sonríe de lado y sube su mano derecha hasta mi nuca. Me empuja hacia sus labios y cuando estoy a punto de tocarlos, se escucha la puerta abrirse.
Hago el ademán de separarme, pero Dylan me retiene en mi lugar con su mano.
—¿Quién ha sido el que acaba de interrumpir el beso con mi novia?—pregunta sin dejar de mirar mis labios.
—Lo siento.
La voz socarrona de su mamá resuena en toda la habitación e inmediatamente me alejo de Dylan de un salto; tambaleándome un poco en el proceso cuando me pongo de pie.
—Mamá, acabas de interrumpir un beso con mi novia.
—Ya veo. —dice mirándome maliciosa.
Apenada, me encojo en mi lugar, mientras siento como mis mejillas se tornan más rojas.
—Dylan —se acerca a su mamá hasta los pies de la cama—, alguien vino a visitarte.
Por el tono de voz y por la tensión en su voz, puedo deducir de quién se trata y Dylan también. De inmediato, la sonrisa de mi novio se borra y la tensión en el cuerpo de su madre aumenta.
—No. Dile que no quiero verlo.
—Dylan...
—He dicho que no, mamá —la corta—. Que se largue porque no voy a verlo.
Su madre voltea a verme con la mirada suplicante e inmediatamente me pongo nerviosa al ver lo que está tratando de pedirme.
Y bueno, la verdad es que no me gustaría meterme mucho en este tema pero bueno, yo creo que sería tiempo de dejar los rencores atrás y abrirle paso al perdón. Y no lo digo por su padre —porque al fin y al cabo después de que Dylan me contó su historia, yo también le agarre un poco de rencor—, sí no por Dylan. Porque, ¿no sería mejor terminar con este tema de una vez por todas antes de que siga lastimando su corazón?
Así que, tras vacilar un poco, me acerco a Dylan y tomo su mano entre las mías.
—Dyl, ¿no crees que es mejor que hablen?
Voltea a verme con la indignación en su rostro.
—¿Estás poniéndote de su lado?—me pregunta un tanto molesto y trata de soltarse de mi agarre, pero no lo dejo.
—No estoy poniéndome de ningún lado —aclaro en seguida—. Es solo que, ¿no te gustaría solucionar este tema para que deje de dolerte?
Ríe sin gracia.
—No me duele, Rebeca. —dice entre dientes.
—Claro que lo hace Dylan y está bien —acomodo su cabello con mis dedos—, al final es tu padre quien te lastimó así. Pero piensa que tal vez si hablas con él, te deje de doler un poco.
Me mira con fijeza.
—Si no quieres hacerlo, está bien. Estás en todo tu derecho, pero al menos piénsalo. —con eso dicho decido finalizar el tema.
Él tendrá la última decisión y será la que más le guste y le parezca. No la que le diga yo o los demás.
Dylan se queda con la mirada clavada en la nada, pensativo, mientras que yo sigo pasando mis dedos por su cabello. Apenas pasan unos cuantos minutos cuando suelta un suspiro de derrota que me lleva a bajar la mirada hacía él.
—Esta bien. Hablaré con él —dice mirando a su mamá y por el rabillo del ojo veo que una sonrisa aparece en sus labios—. Pero esta es la última vez que me insistes a qué hable con él, mamá. Después de esto yo decidiré si volveré a hablarle o no, ¿okey?
Su madre de inmediato asiente con la cabeza y sale de la habitación, no sin antes darme una mirada de agradecimiento.
—El grado de poder que tienes sobre mi es tanto que da miedo. —habla y volteo a verlo con una ceja enarcada.
—¿Por qué lo dices?
—Porque podrías pedirme que salte desde la cima del edificio más alto y lo haría solo porque tú lo dices.
Ruedo los ojos, sonriente, al escuchar su bobería.
—Mira, acabas de convencerme de hablar con mi padre cuando nunca nadie lo ha podido lograr. Más que tú.
Mi sonrisa se ensancha y estoy a punto de replicar, cuando la puerta vuelve a abrirse. Esta vez con el padre de Dylan asomándose desde el marco.
Siento como mi novio se tensa un poco cuando lo ve y me levanto de la cama con el propósito de irme cuando veo al señor Black adentrarse al cuarto, pero la mano de Dylan apretuja la mía con más fuerza, impidiendo que avance cuando hago el ademán de marcharme.
Me doy la vuelta para mirar a mi novio y me encuentro con su mirada insegura sobre la mía. De inmediato, tomo sus mejillas entre mis manos y me inclino sobre él para dejar un suave beso en sus labios.
—Todo estará bien, Dyl —murmuro, trazando caricias en su rostro—. Cualquier cosa, yo estaré afuera esperando, ¿Sí?
Asiente una vez con la cabeza y tras dejar otro beso en sus labios, me marcho de la habitación no sin antes darle un asentimiento a su padre en forma de saludo.
Al salir del cuarto me encuentro a Sam y a su madre hablando, pero en el momento en que me ven afuera, ambas se acercan a mí.
—Gracias, Rebeca —dice la señora Elizabeth, tomándome de las manos—. De verdad gracias.
—No agradezca, señora. Lo hice por Dylan, porque ya no quiero que eso lo siga atormentando.
Me sonríe con dulzura.
—Lo sé, cielo. Y en serio te lo agradezco.
Le devuelvo la sonrisa y desvío mi mirada hacía Sam cuando se acerca más a nosotras.
—Adam ha traído tu ropa de la boutique —dice alzando una bolsa de tela—. Creí que tal vez quisieras cambiarte.
Suspiro aliviada.
—Gracias, Sam —recibo la bolsa—. Que la verdad tengo bastante miedo de arruinar el vestido o algo así.
Ríe.
—No te preocupes, cuñada. Cuando termines de cambiarte, si quieres me lo das para llevarlo al carro.
Asiento con la cabeza.
—Si. Gracias.
Me encamino al baño que está justo a un lado de la habitación de Dylan y enseguida me cambio cuidando de no estropear el vestido.
Al salir del baño, vuelvo a encontrarme con ambas. Me acerco a Sam y le entrego el vestido con precaución.
—Aquí tienes.
—Gracias, cuñada —lo pone en sus piernas—. ¿Te parece sí mañana en la mañana vamos a la boutique otra vez? Para que podamos verlo con tranquilidad y ver los cambios que se le va a hacer.
Asiento.
—Si. Esta bien.
—Perfecto.
Me muevo hacía un lado para sentarme, pero antes de que mi trasero toque la silla, mi telefono empieza a vibrar. Lo saco de inmediatamente de mi bolsillo y sonrío al ver de quién se trata.
—Debo responder está llamada. —digo en dirección hacia mi cuñada y la señora Black, algo apenada.
—Si, cielo —responde la señora Black—. Aquí a lado, saliendo de la sala, hay un pequeño balcón. Para que no salgas del edificio.
—Gracias, vuelvo en un segundo.
Y sin más, salgo de la pequeña salita y me encamino hacía donde mencionó Elizabeth. No se me hace muy difícil encontrarlo, ya que como dijo, se encuentra justo afuera del pasillito que da para la salita en donde estábamos.
Me apresuro a salir por ahí y enseguida contesto.
—Hola.
—Hola, beki-keki. ¿Qué tal todo por allá?—pregunta Criseida desde el otro lado de la línea.
—Pues en lo que cabe, bien —suspiro—. Dylan se puso mal.
—Lo sé, Nolan me contó lo que ocurrió —la línea se queda en silencio algunos segundos—. ¿Cómo está?
—Bien, no fue nada grave.
—Me alegro. ¿Y tú? ¿Cómo estás?
Suelto una bocanada de aire.
—Bien. Aunque un poco cansada —me recargo en la pared y me deslizo por ella hasta quedar sentada en el piso—. Este pequeño incidente me robó toda la energía.
—Me imagino, Beca.
Suspiro jugueteando con mis dedos y siento como las lágrimas vuelven a arremolinarse en mis ojos.
—Estaba muy asustada, Cris —digo, con la voz entrecortada—. Cuando Sam me dijo que era Dylan, solo pude imaginarme lo peor. Pensé que iba a perderlo.
—Oh, Beki. Está bien sentir miedo, al final, es tu novio de quién estamos hablando, no de una persona cualquiera, pero ve el lado positivo. Dylan está bien. Sano y salvo. No pasó a mayores, beki-keki. Y, yo creo que está experiencia le va a servir para no volver a poner en juego su salud.
Afirmo con la cabeza, dándole la razón a pesar de que no puede verme.
—Si. Igual, yo ya me dije que voy a ser la encargada de supervisar que vaya a sus tratamientos—me retiro las lágrimas de mis ojos—. No voy a dejar que vuelva a ponerse mal.
—¡Así se habla, beki-keki!
Ruedo los ojos.
—Voy a pasar que me digas así solo porque estoy lo bastante sentimental como para reprocharte algo.
—Bien. Entonces aprovecharé y continuaré llamándote beki-keki.
Sonrío, divertida.
—Oh, es verdad —hablo recordándome de algo—. ¿Adivina qué?
—¿Qué?
—Me encontré a Jayden Blackwood ayer.
Silencio.
—¿Estás de broma?
Hago un sonidito de negación.
—No. Incluso, me saqué una foto con él.
—Estas de broma.
—Nop. Es más, te enviaré las foto y un vídeo. Dame un segundo —con rapidez, le envío los archivos a Criseida y vuelvo a llevarme el teléfono a la oreja—. ¿Y? ¿Que pie...?
Un gran y agudo grito me hace llegar un grito que hace que mi teléfono salga volando de mi mano.
Suelto una palabrota y me arrastro por mi teléfono para llevármelo a la oreja otra vez.
—No te creo, Rebeca. No te creo. —vuelve a soltar un chillido de emoción.
—Pues créelo.
—¿Cómo es posible?
—Ni yo lo sé. Simplemente me lo encontré y sucedió.
—No me lo puedo creer.
Con una sonrisa, estoy a punto de responder, pero cuando escucho una tercera voz en la llamada, me callo.
—Oh, lo siento, amor. Solo Beca me contó algo muy emocionante —esa voz vuelve a aparecer—. Sí, en un segundo te lo cuento.
La voz vuelve a decir algo y desaparece.
—Lo siento. Cómo te decía....
—Un segundo —la interrumpo—. Acabas de decir ¿amor?—sonrió, maliciosa.
A pesar de no estar viéndola, la conozco lo suficiente como para saber que se ha puesto roja.
—Oh, sí, ammm... Iba a contártelo hace unas horas, pero como Nolan me contó lo que pasó con Dylan, decidí esperar hasta dentro de unos días para decirte.
Hago un sonido de indignación.
—¡¿Ibas a esperar días para contarme?!
—¡Es que tu novio ahora es más importante!
—¡No menos importante que mi mejor amiga!
Resopla.
—Bien. Te contaré.
Toma aire.
—Me lo pidió hoy por la mañana. Me llevó a un restaurante muy bonito a desayunar y después fuimos al Arcade. Estuvimos jugando un rato a las maquinitas y luego, se desapareció como por 8 minutos. Y cuando lo encontré llevaba un ramo de rosas, Beca.
Sonrío al escuchar su emoción.
—Estaba tan nervioso que me dijo mal la pregunta tres veces. Y yo también estaba tan nerviosa que le dije que no —empieza a reír—. Hubieras visto su cara, Beca. Se puso todo pálido. Pero ya después al darme cuenta que dije que 'no', cuando era 'si'. Me disculpé y le dí el 'si'.
Suspira.
—Fue tan lindo, Beca. Me gusta mucho.
—Que lindo, amiga. Me alegro muchísimo por ti. Te mereces ser muy feliz.
—Gracias, beki-keki.
—Nolan es buen chico y estoy segurísima que te hará muy feliz, Crisi.
—Lo sé. Y yo lo haré feliz también a él.
—De eso estoy segurísima.
—Bueno, beki-keki, debo irme. Iré a ver una película con mi novio —hace un sonidito de sorpresa que me hace fruncir el ceño—. Mi novio. Que bonito suena eso.
Rio, divertida por su reacción.
—Cuídate y diviértete, Crisi.
—Si, Beki. Te quiero.
—Yo igual.
Corto la llamada y en seguida me levanto del piso. Y, me encamino nuevamente hacía la pequeña sala de espera. Justo me encuentro cruzando el pasillito cuando noto que sale el padre de Dylan de la habitación.
A comparación de como lo vi hace rato, tenso y nervioso, está vez lleva un semblante relajado y una pequeña sonrisita en sus labios. Cómo si, lo que le hubiera dicho a Dylan le hubiera quitado un enorme peso. Luce... bien. Tranquilo.
Se ve casi como si no hubiera abandonado a su hijo hace unos años.
Aguas con la rencorosa.
Me quedo quieta cerca de una de las sillas de ahí, tratando de pasar desapercibida, pero no sale bien. El señor Black inmediatamente me ve y se acerca a mí con paso seguro.
Ahí viene el suegro.
—Tú debes ser Rebeca, ¿Verdad?
Asiento un par de veces con la cabeza.
—Soy Leo, el padre de Dylan. —me da su mano la cuál yo tomo en seguida.
—Mucho gusto, señor.
—El gusto es mío. Y por favor no me llames señor, dime Leo.—me sonríe, soltando mi mano.
—Leo. —me corrijo.
—Mi esposa e hija me han contado mucho de ti.
No se puede decir lo mismo.
—Ya tenía ganas de conocer a la famosa Rebeca aunque, hubiera preferido hacerlo en mejores condiciones.
—Si, opino lo mismo.
—Bueno, no te interrumpo más —dice y hace un gesto hacia la puerta con la cabeza—. Dylan me pidió que te dijera que pasarás con él.
—Oh, gracias por decirme.
Asiente con la cabeza.
—Un gusto conocerte, Rebeca. Y espero que podamos vernos pronto.
—Igualmente.
Me marcho hacia la habitación de mi novio y cuando entro, lo veo mirando a la ventana con el ceño fruncido. Perdido en sus pensamientos. Pero cuando cierro la puerta detrás mío, el sonido parece sacarlo de ellos, porque voltea a verme e inmediatamente su semblante se relaja.
—Hola. —saluda.
—Hola.
Me acerco a él y me siento a su lado.
—¿Qué tal fue todo?—murmuro.
—Mejor de lo que pensé.
—¿Sí?
—Si. Me explico todo desde su punto de vista y... de cierta forma lo entiendo pero —suspira y toma mi mano izquierda entre la suya—, no me siento aún listo para perdonarlo.
Asiento y acaricio el dorso de su mano con mi pulgar.
—¿Sabes por qué me dijo que se fue?
Niego con la cabeza, a pesar de que sé que es una pregunta retórica.
—Me dijo que le asustaba. Le asustaba saber que perdería a su hijo y que también estaba dolido. Le dolía pensar en un mundo en donde no estuviera su familia completa. Y por eso se alejó. Porque pensó que si se alejaba de mí, dejaría de sufrir, pero no pasó. Que sufría más estando sin nosotros.
—¿Y tú qué piensas?
Toma aire y lo expulsa con fuerza.
—Comprendo que estaba asustado y dolido, pero yo también lo estaba. Y mamá. Y Sam. Todos nos sentíamos así y aún así no me dejaron solo, pero él sí lo hizo. Así que no puedo perdonarlo. Por lo menos no por ahora.
Asiento y acaricio su mejilla.
—¿Crees que estoy mal?
Niego de inmediato.
—No, Dyl. No esta mal. Al final lo que te hizo tu padre no es fácil de perdonar, cielo. Así que tomate tu tiempo.
Mi comentario parece calmarlo, porque de inmediato lo veo tranquilizarse.
—Bien. Ahora —se mueve hacía un lado haciéndome un gesto con la cabeza para que me acueste a su lado—. Ven, acuéstate conmigo.
Lo obedezco y me acuesto a su lado con cuidado de no jalar su suero. Pongo mi cabeza encima de su pecho —en su corazón, como de costumbre— y rodeo con mi brazo izquierdo mi abdomen. Y él, pone su mano izquierda encima de su cabeza, trazando caricias.
—¿Te enteraste?—pregunto.
—¿De qué?
—De que Criseida y Nolan ya son pareja. —recargo mi barbilla sobre su pecho para verlo.
—¿Qué?
Parpadea un par de veces en mi dirección.
—¿Ya? ¿Tan pronto?
—Si. ¿Por qué?
—Nolan me dijo que le pediría dentro de una semana.
—Pues no. Le pidió hoy en la mañana.
—Vaya. Me alegro mucho por él.
Asiento.
—Si. Hacen una linda pareja.
Lleva su mano a mi barbilla.
—No más linda que nosotros, estrellita.
Rio y volteo los ojos divertida.
—Si, no más que nosotros, amor.
Sonríe satisfecho y yo vuelvo a acomodarme sobre su pecho.
€
¡Aquí el final!
Nos quedan 5 capítulos para el final.
Los quiere, Hanna.
ig:hannasvelez
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