Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31 - [Parte 2]

Maratón 2/3

No sé cuánto alcohol llevo consumiendo desde que llegué aquí con Samantha, no se que hora es y no se quienes son este grupo de personas que se unieron a nuestra mesa.

Lo único que sé es que soy más alcohol que persona y que me encuentro en un estado de felicidad tan alto, que con exactitud se que muy pocas veces me he sentido así. Y una de esas veces fue cuando me besé por primera vez con Dylan.

La vibración de la música que inunda el bar provoca que comience a tener un ligero dolor de cabeza, sin embargo, eso no impide que siga moviéndome y cantando con mi cuñada al ritmo de 'I love you like a love song' de Selena Gómez.

—I, I love you like a love song, baby—canto a todo pulmón con un salero en mi mano que simula un micrófono—I, I love you like a love song, baby (I love you, I love you).

Señalo con mi dedo índice a Sam cuando finalizo de cantar mi parte para que ella comienza a entonar la suya como si de un concierto se tratase.

—I, I love you like a love song, baby (like a love song, like a love song) —comienza a cantar/gritar, pero a diferencia mía, ella tiene una cuchara como micrófono en la mano—. And I keep hitting repeat-peat-peat-peat-peat-peat.

Llevo mi micrófono a mis labios y me uno a ella para cantar la parte final de la canción.

—I, I love you like a love song, baby (I love you, love song, baby)

Ambas, cómo niñas chiquitas nos tomamos de la mano y comenzamos a dar pequeños saltitos sin dejar de cantar en ningún momento.

—I, I love you like a love song, baby (I love you, love song, baby)

Cuando escucho como las últimas estrofas de la canción empieza a acercarse, las dos comenzamos a cantar con fuerza tan grande, que estoy segura que desgarrara nuestras cuerdas bucales.

—I, I love you like a love song, baby (I love you, I love you). Like a love song.

La canción finaliza y ambas nos quedamos viendo unos segundos fijamente antes de comenzar a carcajearnos como dos imbéciles.

Después de calmar mi risa, llevo mi tarro de cerveza a mis labios para refrescar mi ya dañada garganta de tanto cantar. Veo a Sam con intención de hacer lo mismo, pero antes de que llegue su vaso a sus labios, se detiene y saca su teléfono.

Hace un sonidito de terror al tiempo en el que pega un bronquito.

—¿Qué pasa?—pregunto alarmada.

—Me está llamando mi marido. —menciona y me enseña el celular.

Parpadeo varias veces tratando de enfocar la pantalla pero, no lo logro. Y no sé si es por la falta de luz en el lugar o porque mi cabeza está dando muchas vueltas.

Supondré que es por ambas.

—Contesta. —le ánimo.

Asiente con la cabeza y toma una profunda respiración antes de picarle al botón verde y llevarse el teléfono a la oreja.

—Holaaaaa —responde muy animada—. ¿Cómo estás, amor?

Camino a trompicones hasta su lado y pego mi oreja del otro lado del teléfono con el fin de poder escuchar algo.

—¿Qué si estoy borracha?—repite la pregunta que al parecer le hizo su prometido.

Se aleja un poco de mí para verme con los ojos abiertos como platos.

—¿Qué le digo?—me pregunta.

—No lo sé —respondo presa del pánico—. ¿Sí estás borracha?

—No lo sé. —dice, moviendo las manos y la cabeza frenéticamente.

—Haber espera, comprobemos —me acerca ella—. Sóplame.

—¿Qué? ¿Por qué?—pregunta extrañada.

—Porque así podré oler si hueles a alcohol y sí si hueles, significa que estás tomada.

—¿Y si no?—ladea su cabeza.

—Quiere decir que no.

—Oh —asiente frenéticamente—. Que inteligente eres, Beca —sonrió orgullosa—. Hagámoslo.

Me sopla y en el momento en que su aliento choca con mi rostro, inhalo. Me alejo un poco y levanto los pulgares en su dirección.

—No hueles nadita a alcohol —le digo—. Dile que no estás ebria.

—Bien.

Vuelve a concentrarse en su conversación y vuelve a acercarse a mí nuevamente con el fin de que pueda escuchar su conversación, aunque es inútil, porque por el ruido se me hace imposible oír algo.

—Dice Beca que no estoy ebria.

Voltea a verme con una enorme sonrisa que yo correspondo y vuelvo a levantar mis pulgares a modo de felicitación por su excelente respuesta.

Muy bien, ya no hay peligro.

Llevo mis manos nuevamente a mi tarro de cerveza y la llevo a mi boca.

—¡¿Qué?!—la exclamación de Sam, hace que me detenga antes de dar el trago a mi cerveza.

—¿Qué ocurre?

Se aleja un poco del teléfono.

—Dice que ya viene en camino por nosotras. —me informa.

—¿Qué?—exclamo yo también— ¿Porqué?

—No lo sé —me responde antes de volverse a llevar el teléfono a la oreja—. ¿Por qué?—pregunta, acercándose nuevamente el teléfono.

Sin soltar mi tarro me pongo a su lado para escuchar lo que dice.

—¿Ebrias? ¿Nosotras? Claro que no. —voltea a verme con toda la indignación en el rostro—. Beca, ¿verdad que no estamos ebrias?

—No, claro que no. —respondo indignada.

—¡¿Ya ves?!—exclama a través del teléfono

¿Cómo se le ocurre que yo puedo estar ebria? ¿Pero qué le ocurre?

Con la molestia y la indignación que me ha provocado ese comentario, le doy un gran trago a mi cerveza.

—¿Que estás afuera en tres minutos?—voltea a verme alarmada.

Abro mis ojos de par en par con el terror inundándome el cuerpo.

—Amor, no es necesario, nosotras estamos... —un hipido la interrumpe a mitad de su frase y me es imposible no soltar una carcajada—, bien.

Tapo mis labios para amortiguar el sonido de mi risa, pero aún así me es imposible, ya que con cada hipido por parte de Sam, mi risa se hace más fuerte.

—No, amor, ya dije que no es necesario que ven... —frunce el ceño y se aleja el teléfono de la oreja unos segundos antes de volvérselo a acercar—. ¿Alo? ¿Cielo? ¿Cielitoooo?—dice esto último con voz cantarina—¿Estás ahí?

Baja el teléfono y al ver la pantalla, lleva su mano a su pecho claramente ofendida.

—Me colgó.

Un sonidito de indignación sale de mi.

—¿Pero qué le ocurre?

—Ya lo sé —bufa e intenta meter su teléfono a su bolsillo. Después de tres intentos lo logra —. En fin, dice que llega en tres minutos.

Asiento con la cabeza hasta que de pronto un poquito se prende en mi cabeza.

Ambas volteamos a vernos al mismo tiempo con la misma expresión de alarma.

—¡Tres minutos!

Exclamamos a la vez y ambas, como si estuviéramos conectadas, tomamos nuestra cerveza y empezamos a beberla a una velocidad alarmante.

Al mismos tiempo, ambas dejamos el tarro en la mesa y volteamos a vernos con orgullo. Cómo si acabáramos de descubrir algo fabuloso, cuando simplemente nos acabamos una cerveza en segundos.

—Oh por dios. —musita Sam.

—¿Qué? ¿Que ocurre?—volteo a todos lados buscando en motivo de su exclamación.

—Ahí está mi prometido.

Llevo mi vista a la dirección donde está mirando y efectivamente ahí está él, pasando su vista por todo el lugar buscando a alguien o más bien, buscándonos a nosotras.

Me doy la vuelta para decirle algo a Samantha pero, cuando la veo, ella está subiéndose arriba de una silla.

—¿Qué haces?—pregunto, confusa.

—Voy a hacerle señas a Adam para que nos vea. —contesta comenzando a pararse en la silla.

—Oh, excelente idea —le aplaudo y me acerco a agarrar la silla—. Yo agarro la silla para que no te caigas.

Asiente con la cabeza y termina de pararse en la silla. Estando arriba hace un megáfono con sus manos y empieza a gritar el nombre de su prometido.

—¡Adam! ¡Adam!

Es cuestión de segundos para que Adam nos note y cuando lo hace, Samantha comienza a saludarlo eufórica y yo imitó su acción. Él, por el contrario, lleva una mano a su frente antes de acercarse rápidamente a nosotras.

—¡Amor!—exclama emocionada Samantha cuando Adam llega hasta donde estamos y se lanza a sus brazos, emocionada.

Gracias al cielo, Adam es bastante ágil, ya que logra atraparla por la cintura, aunque se tambalea un poco hacía atrás en el proceso.

—Sam, estaba preocupado —dice Adam con sus ojos desbordados de angustia—. ¿Ya viste la hora que es?

Niega con la cabeza.

—Ya van a dar 3:30, amor. —pasa sus dedos entre las hebras del cabello de Sam, peinándola un poco.

—Lo siento. —se disculpa mi cuñada.

Aunque a juzgar por su tono de voz, no se escucha nada arrepentida y él parece notarlo porque niega con la cabeza.

—Está bien, corazón.

Suspira y ahí es cuando me mira. Le ofrezco una enorme y radiante sonrisa que le corresponde pero, no con la misma emoción que yo. La de él es más chiquita y simple.

—Hola, Rebeca.

—Hola, Adam.

Se acerca y me toma con su mano izquierda mi muñeca, mientras que a Sam la toma por la cintura pegándola a el.

—Bueno chicas, es hora de irnos.

Me dejó jalar por el prometido de Sam, mientras volteo y me despido con la mano de las personas que estaban en nuestra mesa quienes, muy eufóricamente, me devuelven la despedida.

—Esperen aquí. —dice Adam deteniéndose antes de llegar a la salida.

—¿Qué pasa?—pregunta Sam arrastrando las palabras, cosa que me provoca una ligera risa.

—Si les pega el frío se les va a subir más el alcohol.

Acción seguida, se quita una sudadera que trae enredada en la cintura que, por cierto, no me había dado cuenta que la traía y me mira.

—¿Puedes ponértela tú sola?

Asiento con la cabeza muy segura de mi misma, mientras él, por el contrario no se encuentra muy convencido de que pueda hacerlo yo sola, sin embargo, no rechistar y me la da.

Seguido de eso, se quita él su sudadera y sin preguntarle a Sam, se la pasa por encima de la cabeza para cubrirla. Copiando su acción, me pasó la sudadera por la cabeza y con un poco de trabajo, puedo ponerme la correctamente.

Ambas ya con las sudaderas puestas, salimos del bar con ayuda de Adam, quién va sujetándome a mi por el brazo y a Sammy por la cintura, ya que ambas vamos tropezando cada dos pasos.

—Bien, ahora solo vamos a esperar a...

Adam se ve interrumpido cuando una camioneta llega a toda velocidad, frenando con un chillido en la acera, justo enfrente de nosotros.

—... Dylan.

Sam hace un sonido de sorpresa.

—Esa se parece a la Jeep de mi hermano. —menciona emocionada.

Yo por el contrario no puedo ver con claridad si es la Jeep de mi novio o no, ya que tengo ligeramente la vista nublada.

Una persona se baja de la camioneta y camina hacia nosotros a pasos apresurados. Inevitablemente doy dos pasos hacía atrás entre nerviosa y temerosa cuando veo que el sujeto va caminando hacia mí, no hacía ellos

Caray, un ladrón.

Voy a dar otro paso hacía atrás cuando la persona se planta frente a mi y me toma de las mejillas.

¿Quién es este y porque me toca así? Tengo novio.

Estoy apunto de decirle que me suelte que tengo novio, pero el se adelanta y habla antes que yo.

—Joder, Beca, me tenías muy preocupado. —menciona, con la voz temblorosa.

Un momento, yo conozco esa voz.

Parpadeo varias veces hasta que mi vista enfoca a la persona enfrente de mi y una sonrisa enorme abarca mis labios al ver de quién se trata.

—Dylaaaaaan —emocionada, lanzo mis brazos a su cuello y lo abrazo con fuerzas—. Por un momento pensé que eras un ladrón.

Inmediatamente, corresponde el abrazo tomándome por la cintura y me apretuja con fuerzas hacía el.

—Cielo, me tenías muy angustiado —murmura en mi oído aferrándose a mi con más fuerza—. Te deje miles de mensajes y no contestabas. Tus padres también están preocupados.

La culpa comienza a invadirme y toda esa felicidad empieza a transformarse en lágrimas que empiezan a acumularse en mis ojos.

—Lo siento, no quería preocupar a nadie.

Dylan se separa un poco de mí y al ver mis ojos llenos de lágrimas, me toma de las mejillas, alarmado.

—No llores, amor, tranquila —besa mis párpados—. Todo está bien.

Las palabras de mi novio provocan que la tristeza y la culpa desaparezcan de mi cuerpo, volviendo así, la inmensa felicidad.

—Oh, está bien. —le sonrío.

Una sonrisa divertida aparece en sus labios y rápidamente la oculta, llevando su mirada hacía donde está Adam.

—Muchas gracias, Adam, por cuidar a mi novia.

—Para eso estamos cuñado.

Se dan un rápido, pero firme apretón de manos y cuando se separan, Dylan lleva su vista hacía Samantha.

—Samantha, Samantha —suelta un suspiro—, te pedí que no hicieran tonterías, hermana.

—No hicimos tonterías, solo tomamos una cerveza —se justifica—. ¿Verdad, cuñada?

Asiento felizmente dándole la razón.

—¡Ves!

Dylan niega con la cabeza y se acerca a ella, dejándole un beso en la frente.

—Vayan con cuidado. —le pide Dylan a su cuñado una vez se aleja de Sam.

—Igual ustedes.

Dicho esto último, Adam toma en brazos a su prometida y se la lleva en dirección a un carro gris.

—¡Adiós, cuñada!—me grita Samantha felizmente desde los brazos de su prometido.

—¡Adiós, Samy!—me despido, agitando mi mano en su dirección.

—Ven, Beca —me toma de la mano—. Es hora de irnos.

Asiento con la cabeza dejo que me guíe hasta su Jeep. Llegando a esta, me abre la puerta y me carga, para después sentarme en el asiento.

—Dame un segundo, amor, haré una llamada.

Y, sin esperar una respuesta, me cierra la puerta.

Pego mi frente a la ventana con intención de ver qué hace y como bien lo dijo, saca su teléfono, mueve sus pulgares encima de la pantalla y después se lo lleva a la oreja.

Por la ventana, mis ojos logran enfocar como mueve sus labios al hablar con ese tal alguien. Me pego más en la ventana para poder escuchar algo de lo que dice pero, para mí desgracia, no escucho nada.

La llamada dura unos cuantos segundos más, tiempo en el que sigo pegada al vidrio intentando escuchar algo, hasta que Dylan por fin cuelga y se sube a la camioneta.

—¿Quién era?—lo miro con los ojos entre cerrados.

—Tu mamá. Le avisé que estabas bien y que ya estabas conmigo.

—Oh.

—Si, oh. —me imita.

Sin más que decir, Dylan enciende su camioneta y antes de que arranque, me brinco el copiloto para pasarme a su asiento.

—Beca, pero que...

Se interrumpe a sí mismo cuando quedo sentada en sus piernas, con la cabeza enterrada en su cuello y las manos sobre su pecho.

—¿Me puedo ir aquí?—digo en voz baja.

—Beca...

—Por favor, quiero ir contigo.

Lo escucho suspirar, antes de plantar un beso en mi cabeza.

—Está bien, pero no te muevas, ¿Si?

—Si. —me acurruco más contra su pecho.

—Bien, entonces vámonos. —dice, arrancando.

—Beca, cielo, ya llegamos a casa.

Ignoro sus palabras y me acurruco más contra la comodidad que está debajo mío.

—Necesito que te despiertes, amor, para poder desvestirte.

Eso sí que llama mi atención e inmediatamente abro mis ojos con una sonrisita tirando de mis labios.

—¿Vas a desvestirme, Dylan Black? ¿Para hacerme qué, exactamente?

A pesar de que todo está oscuro, una tenue luz entra por la ventana, dejándome ver cómo las mejillas de mi novio agarran un color rosado, lo que lo lleva a mirar a otro lado, apenado.

—Voy a ponerte la pijama, Beca.

—Puaj.

Suspiro resignada y me cruzo de brazos.

—¿Y para eso me despiertas?

—Quería pedirte tu consentimiento antes de desvestirte, cielo.

Ese simple comentario, hace que mi corazón se llene de amor y alegría porque, a pesar de la confianza que tenemos y de ya hemos estado juntos en la intimidad, el quería preguntarme si estaba bien que me desvistiera para poder ponerme cómoda. Eso me hace desbordar de amor.

Lágrimas comienzan a arremolinarse en mis ojos y veo como el semblante de Dylan rápidamente cambia a uno preocupado.

—¿Amor, estás bien? ¿Dije algo que no te gusto? ¿Te duele algo?—se sienta a mi lado y empieza a inspeccionar mi rostro.

Niego con la cabeza.

—No, es solo que —paso mi mano por debajo de mí nariz—, sentí bonito que me hayas pedido permiso para quitarme la ropa cuando ya me viste hasta el alma. —digo aún con mis lágrimas desbordando mis ojos.

Una pequeña risa abandona sus labios y pasa sus pulgares por debajo de mis ojos.

—Estrellita, no llores por eso.

—Es que sentí muy lindo. —respondo y continúo llorando como Magdalena.

Vuelve a reír y se inclina sobre mí, para repartir besos por toda mi cara, hasta terminar dejando un pequeño beso sobre mis labios.

—Comenzaré a cambiarte, ¿Sí?

—Si. —murmuro en voz baja.

Asiente con la cabeza y con cuidado comienza a quitarme la parte de arriba de mi uniforme del trabajo porque sí, me fui a alcoholizar con el uniforme de trabajo. Mañana seguro apestara a alcohol.

Termina de desabrochar mi camisa y con cuidado de no tocar mi piel, me la retira totalmente.

—¿Quieres quitarte el sostén tú?—pregunta con la voz baja.

Niego.

—Prefiero que lo hagas tú.

Lo veo pasar saliva con dificultad.

—Okey.

Me incorporo un poco para darle y de un rápido movimiento, lleva sus manos a mi espalda y me quita el broche. Vuelvo a acostarme sobre la cama y Dylan sube sus manos a mis tirantes, bajando los lentamente por mis brazos hasta que lo quita totalmente.

Una respiración entrecortada abandona sus labios al mismo tiempo en que mi piel se eriza al sentir sus ojos clavados en mi piel. Mi cuerpo comienza a reaccionar ante su intensa mirada pero, antes de que siquiera pueda hacer algo, mi novio aparta la vista y me pasa por la cabeza una de sus sudaderas.

Una vez puesta correctamente, lleva sus manos a los botones de mi pantalón y es ahí entonces donde una duda me surge.

—¿Dónde está tu papá?

Inmediatamente se tensa, deteniendo el proceso.

—¿Qué?—sube su mirada a la mía.

—¿Dónde está tu papá? ¿Porque solo lo he visto una vez?—pregunto, recordando la vez que lo vi en Atlantic City.

Recuerdo cómo cuando su padre entro a la habitación, todo el ambiente cambio a uno triste y sombrío. Recuerdo sentir como todos los presentes ahí se tensaron, no solo mi novio. Desde ese entonces tengo esa enorme duda que, por no incomodar, no había querido hacer pero, supongo que ahora el alcohol el mi sistema me ha impulsado a hacerlo.

—Él está en Atlantic City. —responde, pero por el tono de su voz, puedo suponer que hablar de él le cuesta.

—¿Y porqué solo le he visto una vez?—vuelva a preguntar.

—Porque está ocupado.

Asiento con la cabeza.

—¿Lo quieres?

Esa pregunta parece afectarlo, porque noto como en sus ojos aparece un destello de tristeza.

—Por supuesto que lo hago, Beca. —responde en voz baja.

—¿Y porque no me hablas de él?—ladeo mi cabeza—. Cuando quieres a alguien hablas mucho de esa persona, por eso yo hablo mucho de ti, porque te quiero mucho. Y también por eso hablo mucho de mi familia y Cris, porque los quiero.

—Yo te he hablado de mi familia, Beca. —responde con simpleza y vuelve a la tarea de desabrochar mi pantalón.

—Si, pero solo de tu hermana y de tu mamá. Incluso de Nolan, pero no de tu papá, por eso te pregunto si lo quieres.

Vuelve a detener lo que está haciendo y vuelve a mirarme.

—Claro que lo quiero, Beca. Lo adoro, es mi padre, cómo no puedo no quererlo —responde con una sonrisa triste—. Pero él es el que no me quiere a mí.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo no va a quererte, Dylan? Eres su hijo.

—Pues no lo hace.

—Si lo hace. Recuerdo el día en que fuimos a Atlantic y te vio, sus ojos estaban llenos de amor, Dyl.

—Pues seguramente viste mal. —dice y me retira el pantalón, dejándome solo en bragas.

—No, yo estoy segura que vi bien.

Bufa y niega con la cabeza.

—Creo que el alcohol te afecto el cerebro. —dice entre dientes mientras dobla la ropa.

Abro la boca ofendida.

—El alcohol no me afectó nada, yo sé lo que vi.

—Cielo, no quiero hablar de eso, ¿Si? —me mira con ojos suplicantes.

—Pero...

—Por favor, Beca.

Lo miro con mala cara y me cruzo de brazos.

—Bien.

El silencio se abre paso en la habitación y dejo mi vista clavada en Dylan, quién está terminando de doblar mi ropa pero, no parece estar muy concentrado en eso, más bien parece pensativo.

—Dylan. —le hablo y de inmediato sale de su transe para voltear a verme.

—Mande.

—¿Algún día me contarás lo que ocurrió con tu papá?

Se queda quieto unos segundos pero, al final asiente con la cabeza.

—Si —dice y deja mi ropa a un lado—, cuando estés sobria, te contaré.

—¡Ey!—me cruzo de brazos—. Estoy sobria.

Niega con la cabeza, sonriendo divertido.

—Amor, toda tu hueles a alcohol y tal vez no lo has notado pero, arrastras las palabras cada vez que hablas.

Se levanta para cubrirme con las sábanas y mientras yo, lo miro ofendido.

—Claro que no.

—Claro que si —replica y se acerca mi, dejando un casto beso en mis labios—. Ya descansa, Beca.

—Bieeeen —respondo, alargando la 'e'—. Pero que sepas que no estoy borracha.

Vuelve a sonreír y se encamina a su lado de la cama.

—Está bien, estrellita, lo que tú digas. —me da la razón, destendiendo su lugar.

Sonrío satisfecha con su respuesta y espero pacientemente hasta que Dylan se mete a la cama para acercarme a él y acurrucarme a su lado. Y como siempre, coloco mi oreja en su pecho, justo arriba de su corazón.

Una exhalación brota de mis labios y una enorme paz invade mi cuerpo al escuchar el bum-bum de su corazón, un sonido que se ha convertido en mi sonido favorito. Y solo hasta entonces, después de escuchar varías veces su latido, me permito cerrar los ojos.

—Te quiero, Dylan —le digo, somnolienta—. Mucho.

Me estrecha más a su lado y recarga su barbilla en mi cabeza.

—Y yo a ti, Beca.

Es lo último que logro escuchar, antes de que todo empiece a tornarse negro.


¡Aquí el final!

Nos vemos mañana en el siguiente capítulo.

Los quiere, Hanna.

ig:hannasvelez

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro