Capítulo 31 - [Parte 1]
Para Pepe, que hoy se hace un mes de su partida.
Te extraño todos los días, abuelo.
Te amo.
Maratón 1/3
Las semanas siguientes a nuestro patinaje sobre hielo marcharon con normalidad. Yo volví a mi horario habitual de trabajo, Dylan volvía a estar animado y seguí asistiendo todas las semanas a sus consultas médicas con él, pero lo mejor de todo es que ambos estábamos progresando en nuestra relación. Nuestra confianza era más grande al igual que nuestro cariño y los encuentros nocturnos en el departamento de Dylan, cada vez eran más constantes.
Sí, quién diría que el sexo sería tan adictivo.
En los brazos de mi novio, quién está acariciando mi cintura, continuo trazando figuras sobre su pecho mientras me concentro en el sonido de sus latidos de su corazón. Me acurrucó más cerca de él y cierro mis ojos, escuchándolos con atención.
Un latido. Dos latidos. Tres latidos.
He notado últimamente que he agarrado ese hábito. El de escuchar su corazón. De alguna u otra forma, me hacen recordar que él sigue aquí.
Es como una venda para mí corazón.
Un sonidito de satisfacción abandona mis labios y me pego más al cuerpo de Dylan al sentir como abandona las caricias en mi cintura, para pasarla a lo largo de mi columna vertebral.
Las yemas de sus dedos me recorren en una lenta caricia por un buen rato, hasta que nuestra burbuja se rompe al escuchar la alarma sonar.
—Es hora de levantarnos, Dyl. —menciono, apoyando mi barbilla sobre su pecho para observarlo.
Suelta un suspiro.
—No quiero que te vayas. —dice y pasa sus dedos por las hebras de mi cabello.
—Yo tampoco quiero irme, pero debo irme a trabajar y tú debes acompañar a tu hermana a ver las decoraciones para su boda.
Rueda los ojos.
—Es verdad.
—Solo serán unas horas, cielo. Además —me incorporo sobre mi codo izquierdo y me acerco a él hasta que su nariz roza con la mía—, nos veremos en la noche, ¿No?
Una sonrisa coqueta aparece en sus labios.
—Si.
Pasa su mano por mi nuca y me acerca hasta que sus labios tocan los míos. Nos fundimos en un caluroso beso que provoca que con el movimiento de su boca, mi piel se erice y mi corazón lata a toda velocidad.
Con un rápido movimiento, me subo encima de él, quedando sentada en su abdomen y llevo mis manos hacía su cabello. Tiro de el, causando que un gruñido de satisfacción salga desde el fondo de su garganta e inmediatamente aprovecho ese momento para llevar mi lengua dentro de su boca. Ambas se unen en una excitante y lenta danza que ocasionan que cada vello de mi cuerpo se ponga en punta.
Con cada segundo que pasa, el ambiente en la habitación empieza a ponerse más caluroso y más intenso, así que antes de que empecemos a deshacernos de nuestra pijama —que por pijama me refiero a Dylan con solo un pantalón de chándal y yo con una camisa de él—, decido poner distancia entre nosotros.
—No vamos a llegar más lejos, amor. —sonrío, maliciosa.
—¿Qué? ¿Por qué?—pregunta con la desilusión plasmada en su rostro que me hace casi reír..
—Porque debo ir a trabajar y si nosotros lo hacemos ahorita, no llegaré a tiempo.
Me bajo de encima de él y me encamino a su baño.
—Maldigo todos los días en los que trabajas.
Sonrío y niego con la cabeza. Antes de cerrar la puerta del baño me le quedó viendo.
—¿Sabes?, eso que acabo de hacer quiero que lo tomes como una venganza.
—¿Venganza?—repite extrañado—¿Por qué?
—Por todas esas veces que me dejaste con ganas.
Abre la boca, incrédulo y antes de que pueda decir algo, cierro la puerta del baño.
€
Tras una corta ducha en el baño de mi novio, salgo envuelta en una toalla y me encuentro con la cama vacía, lo que significa que Dylan muy probablemente ya bajo a hacer el desayuno.
Me pongo rápidamente mi uniforme, guardo todas mis cosas en mi mochila y bajo a la cocina.
Apenas llego a la planta baja, un delicioso olor inunda mis fosas nasales.
—¿Qué es eso que huele tan bien?—pregunto llegando a la cocina.
—Un omelette de huevo. —responde y se da la vuelta con dos platos en las manos.
Me siento en uno de los taburetes de la barra al tiempo en el que Dylan deja uno de ellos enfrente mío y el otro enfrente de la silla de mi izquierda.
—Se ve delicioso.
Sonríe, satisfecho con la respuesta y se acerca a la alacena, sacando dos vasos y después camina hacia el refrigerador, sacando una jarra de jugo de naranja. Deja las tres cosas en la barra y después toma asiento en el taburete de mi izquierda.
Tomo el tenedor que se encuentra sobre mi plato y sin perder más tiempo, comienzo a devorar el desayuno.
—¿Qué tienes que hacer la siguiente semana?—pregunta rompiendo el silencio.
—Solo ir a trabajar, ¿por qué?—enarco la ceja en su dirección.
—¿El sábado también?—cuestiona, omitiendo mi pregunta.
—No, el sábado descanso, ¿por qué?.
—Por nada.
—No, ahora dime que.
Me ignora y continúa comiendo.
—Dylan Black —tomo su barbilla entre mis dedos y giro su cabeza en mi dirección—, dime porque.
Sonríe de lado.
—Me gusta cuando te pones exigente. Me prende.
A pesar comienzo a sonrojarme, hago acopio de todas mis fuerzas para evitar que ese comentario me afecte.
—No me cambies el tema y dime qué.
—No es nada de que preocuparse, amor —se acerca y deja un pico en mis labios—. Oh, por cierto, Samantha quiere hablar contigo.
Ese comentario hace que mi mente se disperse de mi primer objetivo y frunzo el ceño.
—¿Samantha? ¿Conmigo?—repito cómo imbécil.
Asiente con la cabeza.
—¿Por qué?
—No lo sé, cielo, simplemente me dijo que quería hablar contigo. Supongo que entre estos días te hablará para decirte.
Asiento lentamente con la cabeza y mi mente comienza a crearse varias ideas del porqué Sam querría hablar conmigo, pero la idea que más resuena en mi y la que más coherente se me hacen, es que tal vez quiere hablar conmigo sobre Dylan.
Una bonita melodía sonando a lo lejos me saca de mis pensamientos. No me toma mucho tiempo averiguar que esa melodía proviene de mi teléfono. Lo saco de mi bolsillo y al ver de quién es la llamada contesto inmediatamente.
—Hola, Sam. —saludo y noto a Dylan rodar los ojos.
—Hablando de la reina de Roma. —murmura en voz baja.
—Hola, cuñada, ¿Cómo estás?
—Bastante bien, gracias. ¿Y tú?
—Bien, abrumada todo lo de la boda y eso, pero bien.
—Oh, supongo que has de estar bastante cansada.
La escucho suspirar.
—Ni te imaginas, pero no importa, al final todo valdrá la pena.
—Si, estoy segura de que será una boda muy bonita.
—Si que lo será —responde muy segura—. Pero bueno, cambiando de tema, supongo que Dylan ya te dijo él porque de mi llamada.
—Algo mencionó sobre que querías hablar conmigo.
—Correcto y me gustaría que hablemos de este tema lo más pronto posible, así que, ¿tienes hoy libre?
—Después de trabajar, si.
—Bien, ¿y a qué hora sales?
—Hoy por ser viernes salgo a las 8.
—Excelente, ¿Te parece bien que pase por ti a tú trabajo?
—Si, claro. Me parece bien.
—Genial, entonces te veo en un rato.
—¡Espera!—exclamo antes de que cuelgue—. ¿Puedo saber de qué va la charla que vamos a tener?
—Noup. Lo sabrás más tarde.
Suelto una exhalación, derrotada.
—Esta bien, entonces nos vemos al rato.
—Sí. Chao, cuñada.
—Adiós, Sam.
Cuelgo el teléfono y me le quedo viendo unos segundos con la curiosidad recorriéndome el cuerpo, antes de subir mi mirada hacía Dylan.
—Al parecer hoy no podremos vernos más tarde.
—¿Qué? ¿Porque?—exclama mi novio entre confundido y triste.
—Porque tu hermana va a pasar por mí a la cafetería para que podamos hablar.
—Mmm, ya veo.
Una sonrisa burlona aparece en mis labios al escuchar su inconformidad.
—¿Y a dónde van a ir?
—A ver strippers.
—¡¿Qué?!—voltea a verme con los ojos casi saliéndose de sus cuencas.
Una risa sale de mis labios al ver su rostro desencajado y debo cubrir mi boca para apaciguar el sonido.
—¿Era una broma?—pregunta lentamente.
—Por supuesto que era una broma, Dylan. —respondo, cesando mi risa.
—Mas te vale, porque al único hombre encuerado que puedes ver, es a mí. —se cruza de brazos enfurruñado.
Sonrío y me levanto de mi taburete acercándome al suyo. Pongo mis manos en sus muñecas y descruzo sus brazos llevándolos a mi cintura y yo llevo mis manos a su cuello.
—Tranquilo, mi amor, tú eres al único hombre encuerado que me interesa ver.
Una sonrisa de suficiencia aparece en su rostro y tiro de su cuello para dejar varios picos en sus labios. Picos que se fueron alargando hasta convertirse en un intenso beso.
Dylan tira de mi cintura y mete sus manos debajo de mí camisa. Al momento en que sus manos hacen contacto con mi piel un escalofrío me recorre el cuerpo. Con mi impresionante agilidad, me subo encima de Dylan, quedando ambos en el taburete. Tiro de su cabello con la intención de profundizar el beso, pero cuando siento sus dedos rozar mí sostén, decido detenerme.
—Por más que desee lo que está pasando por tu cabecita y por la mía, debo irme ya, Dyl o llegaré tarde a trabajar. —menciono con la respiración agitada.
—Lo sé.
Suelta un suspiro lastimero y recuesta su frente en mi hombro.
—Odio cuándo cuando tienes que irte.
—Lo sé, yo también odio cuando me voy. —acaricio su cabello.
Se queda así unos segundos más antes de levantarse conmigo entre sus brazos. Suelto un chillido y enrollo mis piernas en la cintura de Dylan y mis brazos en su cuello.
—Bien, vámonos.
Con una sonrisa boba, observo como se acerca al sofá, toma mi mochila y sin soltarme, entra conmigo al elevador.
Cuando se cierran las puertas, siento como me impulsa hasta que mi espalda queda pegada en una de las paredes del elevador. Me planta un beso en los labios que me deja mareada y se separa con una sonrisa.
—No sabes cómo te quiero, Rebeca.
Vuelvo a besar sus labios.
—Yo igual te quiero mucho, Dylan.
Toma una profunda inhalación y suelta el aire con una sonrisa.
—Que bonito se escucha eso. —dice, antes de volver a besarme.
€
—Hasta mañana, Beca. —dice y me estrecha entre sus brazos.
—Hasta mañana, Clau.
Nos separamos y tras una breve sonrisa, se aleja hacia un extremo de la casa.
Después de una larga y cansada jornada de trabajo, me encuentro esperando a mi cuñada fuera de la cafetería y mientras la espero, saco mi teléfono. Le mando mensaje a mi mamá diciéndole que ya salí y que la veré más tarde, después de verme con Sam. Listo el mensaje, me salgo de su chat y entro al de Dylan informándole que ya salí de trabajar y estoy esperando a su hermana.
Dylan me responde inmediatamente, pidiéndome que me cuide y que le avisé a donde es que iré con Sam, pero antes de que pueda teclear una respuesta, el sonido de un claxon me hace levantar la vista.
Sam está con una sonrisa radiante, mirándome desde adentro de su coche.
—Hola, Sam. —saludo acercándome al auto.
—Hola, cuñada.
Esbozo una pequeña sonrisa y me subo a su auto. Una vez adentro, una voz proveniente de las bocinas inunda el carro e inmediatamente se de quién se trata.
—¿Ya está contigo?—escucho la voz de mi novio.
Por el rabillo del ojo veo a Sam rodar los ojos.
—Si, Dylan, ya está aquí conmigo.
—¿Segura? Porque hace unos minutos me dijo que te estaba esperando afuera de su trabajo.
—Bien lo dijiste tú, hace unos minutos. Ahora está ya conmigo —voltea a verme con una mirada suplicante—. Cuñada, saluda a mi hermano antes de que piense que te he abandonado.
Sonrío divertida.
—Hola, Dylan. —saludo y enseguida escucho un suspiro de alivio.
—Hola, estrellita. —me devuelve el saludo a través del bluetooth.
—¿Ves?—vuelve a hablar Sam—. Está conmigo. Sana y salva.
—Cuídala bien, Samantha, no vayas a llevarla a hacer una de las locuras que tú sueles hacer.
—Relájate, Dylansito. No le pasará nada. —vuelve a blanquear los ojos.
—Eso espero, Samantha Black.
—Que si —bufa—. Ahora sí nos permites, tenemos una noche de chicas por empezar. Adiosito.
Y sin esperar respuesta por su parte, cuelga.
—Por fin —suelta una exhalación y se deja caer en el asiento—. No sabes cómo ha estado todo el día con: "Cuida a Beca", "Llega puntual por ella a su trabajo", "No hagan locuras" —suelta un suspiro—. No te miento al decirte que me causo un dolor de cabeza.
Se acaricia las sienes y yo sonrío, burlona.
—A veces suele ser un poco sobreprotector.
—Ja, no creo que solo un poco.
Mi sonrisa se acentúa más con su comentario y después de una breves respiraciones por parte de Samantha, vuelve a incorporarse en el asiento.
—Pero bueno —voltea a verme con una ceja enarcada—. ¿Tienes resistencia con el alcohol?
—Un poco sí.
Una sonrisa igual que el gato de Alicia en el país de las maravillas —si no es que más escalofriante—, aparece en su boca.
—Con eso basta.
Y sin más, arranca.
€
No, no tengo un buen aguante con el alcohol y acabo de comprobarlo.
Samantha me trajo a un muy bonito bar del centro de la ciudad y desde que llegamos, me dijo que todo lo que quisiera tomar sería cargado a su cuenta y que me tomara la libertad de beber lo que sea, pero obvio yo no acepté. Uno, porque por principio de cuentas mi moral no me permitiría aceptarlo y dos, no iba a beber absolutamente nada de alcohol, porque mañana tengo que ir a trabajar y no quiero hacerlo con una resaca.
Sin embargo, el problema empezó cuando Sam, después de pedir la primera ronda, empezó a pedir otra y otra y otra. Tanto así, que ya he perdido la cuenta de cuántas me he venido. Y no solo eso, si no que también, Sam no me ha dicho nada de lo que iba a decirme y me temo que si sigue sin decir nada y continúa pidiendo más rondas de alcohol, llegará el punto en que si me lo dice, no podré recordar de qué se trata.
Pero bueno, viendo el lado positivo de la situación, me la estoy pasando de maravilla. Me he estado sintiendo feliz desde la primera gota de alcohol que entró en mi sistema y no he parado de reírme a lado de mi cuñada.
Debería salir más seguido con ella.
—Entonces Dylan, cayó sobre sus espalda y se fue deslizando sobre la pista hasta que choco en la valla.
La imagen que se proyecta en mente, me lleva a soltar una carcajada tan fuerte que debo llevar mi mano a mis labios para acallarla. Sam al igual que yo comienza a reírse, pero una vez nuestra risa cesa un poco, ambas, al mismo tiempo, tomamos un trago de nuestra cerveza.
—Bueno, yo creo que ya es hora de que te diga porque quería hablar contigo. —deja su tarro a un lado y yo hago lo mismo.
—Te escucho.
Dejo toda mi atención puesta en ella y veo que se remueve un poco como si estuviera nerviosa.
—Se que nos conocemos desde hace unos cuantos meses, pero solo me basto con verte y ver las ganas que tenías de luchar por mi hermano para adorarte y considerarte de la familia. Considerarte como una hermana mía.
»Y se que tal vez nuestros lazos no son tan fuertes porque no convivimos tanto como a mí me gustaría, pero creo que no existe una mejor persona para pedirle esto.
La curiosidad comienza a crecer en mi interior.
—Sabes que mi boda se acerca y la verdad me haría mucha ilusión que estés ahí, pero no solo como invitada...
Ladeó mi cabeza confundida.
—No entiendo. —me sincero.
—Mira, hasta hace unos meses mientras elegía a mis damas, sentía que me faltaba una persona para que por fin mis damas estuvieran completas. Pero no cualquier persona, una persona en particular.
Tomo una posición recta al darme cuenta por dónde va esto.
—Con todo lo que pasó con Dylan y demás no pude preguntarte, pero ahora que la situación está marchando correctamente quería hacerte una pregunta. ¿Te gustaría formar parte de mis damas de honor?
No se si es por el alcohol o la emoción, o por las dos, que de pronto una enorme felicidad me recorre de pies a cabeza.
Mi cuñada está pidiéndome ser su dama.
—No te preocupes por los gastos, todo eso va por mi cuenta, solo me gustaría que estuvieras ahí presente como mi dama, ¿Qué dices?—pregunta con un tono entre nerviosismo y emoción.
Suelto una risita y me levanto de la silla, feliz.
—Sería para mí un honor ser tu dama, Sam. —me sincero con la emoción palpable en mi voz.
Sam suelta un grito de emoción que provoca que las personas a nuestro alrededor volteen a vernos, pero no podría importarme menos porque estoy tan emocionada por ser una dama de honor. Su dama de honor.
Jamás en mi vida he sido una, ni siquiera se que haga una pero estoy tan alegre que incluso creo que voy a llorar de, pero estoy segura que eso es un efecto del alcohol.
Samantha se lanza a mis brazos en un abrazo que yo correspondo enseguida y ambas, como niñas chiquitas, comenzamos a brincar en círculos sin soltarnos.
Mi cuñada se separa solo un poco de mí, para tomar su cerveza y con ella en la mano voltea a ver a todas las personas que se encuentran en el bar.
—¡Dijo que si!—grita emocionada como si me acabará de pedir matrimonio.
Y como si de una película se tratara, las personas a mi alrededor comienzan a aplaudir y a gritar emocionadas.
Le da un largo trago a su cerveza y muy sonrientemente me observa.
—Esto merece más alcohol. Pediré otra ronda. —Y sin más se encamina a la barra.
€
¡Aquí el final!
Nos vemos mañana con el siguiente capítulo.
Los quiere, Hanna.
ig:hannasvelez
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro