Capítulo 3
—Así que un chico. —dice Criseida mientras mueve sus cejas de arriba abajo
—No es la gran cosa, solo lo he visto dos veces.—digo tratando de restarle importancia
—¿Y cómo es?
—Bueno, pues es bastante molesto, pero, es muy guapo.
—Del 1 al 10, ¿Cómo lo calificarías?
—No lo sé, Cris. Tal vez un 8, o yo que se.
—Bueno, pues viniendo de ti que difícilmente encuentras a alguien atractivo, eso contaría como un 10. —se rasca la ceja pensativa— ¿De qué color son sus...?
—Bueno, basta. Mejor cuéntame como te fue en tu cita de ayer. —pregunto intentando desviar el tema
Deja a lado todo rastro de curiosidad para poner una mueca.
—Pues, igual de pésima que las demás.
—¿Y ahora por qué? —pregunto frunciendo el ceño
—Beca, soy malísima hablando. —responde cubriéndose la cara con las manos —. Intercambiamos cuatro palabras, después me trabe y comencé a balbucear.
Reprimo una pequeña sonrisa. No es algo nuevo que cuando se pone nerviosa se traba y comienza a balbucear.
—De verdad me siento muy halagada y feliz cuando me invitan a salir, pero cuando recuerdo que eso implica hablar con la otra persona, toda la emoción se me pasa —resopla quitándose las manos de la cara—. Y no es que no me guste que me inviten a salir, porque si me gusta, pero, me pongo muy nerviosa cuando llega la hora de hablar.
—Tranquila Cris, solo hace falta un poquito de práctica.
—Pues lo mejor es ir practicando ya, o nadie volverá a invitarme a salir.
Y así pasamos el resto de la tarde, entre charlas y risas. Cuando nos dimos cuenta ya era bastante tarde, así que cada una emprendió su camino a casa.
Siempre digo que cuando te estas divirtiendo con alguien que quieres se pasan las horas volando, y eso me pasa cada que estoy con Cris. Siempre estamos tan absortas en nuestras conversaciones no nos damos cuenta de todas las horas que ya pasaron.
Al día siguiente no hice nada. Mamá quería salir a la plaza con mi hermano y conmigo, pero yo prefería quedarme en casa leyendo un buen libro. Así que eso hice, me quedé en casa leyendo mientras mi mamá y mi hermano se iban por un helado. Cuando regresaron, papá llegó media hora después, así que juntos nos pusimos a ver una película. Y así fue como concluyó mi Domingo.
El Lunes antes de salir de casa decidí llevarme conmigo la sudadera que había prestado Dylan, y después de trabajar lo fui a buscar a la farmacia, pero no llegó .
Y seguí yendo lo que restaba de la semana, pero él nunca apareció.
La semana paso bastante rápido; ya estamos otra vez en Lunes, y como siempre, después de la escuela me fui directo al trabajo; cuando llegué vi que el local estaba lleno de gente. La mayoría eran turistas.
—Te dije que la cafetería se volvería a llenar. —le digo a Jaime, mi jefe, quien se encuentra cobrando detrás de la caja registradora
—Tenías razón, Beca —me responde regalándome una gran sonrisa—. Oye, ¿puedes ir a atender a los de la mesa de allá? —pregunta señalando a una mesa que esta en la esquina de la cafetería.
Dirijo mi mirada hacia allá. Hay dos personas, un chico y una chica, posiblemente una pareja.
—Sí claro —tomo mi libretita en mano y comienzo a caminar hacia esa mesa—. Buenas tardes, soy Rebeca y el día de hoy voy a atenderlos. ¿Ya saben lo que van a ordenar?
—Mira qué bonita coincidencia. —antes de alzar la vista ya pudo suponer de quien se trata. Levanto mi vista y ahí esta. Dylan Black.
Sigo sosteniendo que sus ojos son los más bonitos que yo alguna vez he visto. También me sigue poniendo un poco nerviosa su presencia, pero ese era un dato que iba a ignorar.
—Bueno, tampoco es que sea una taaaan bonita coincidencia. —digo tratando de no darle importancia
—Créeme, para mi si que lo es. —siento como todo el color comienza a subir a mi cara, pero cuando veo que esboza una sonrisa burlona me doy cuenta que esta jugando conmigo
Carraspeo un poco y vuelvo a mirar a mi libretita.
—¿Ya saben lo que van a ordenar? —pregunto intentando desviar el tema
Veo de reojo que Dylan va a volver a hablar pero la chica que esta a su lado lo interrumpe.
—Por ahora solo queremos dos limonadas, por favor. —vuelvo a alzar la mirada, pero esta vez hacia la chica que esta frente a Dylan. Es bastante parecida a él, solo que sus rasgos son más delicados.
—En un momento se los traigo —me alejo de la mesa casi corriendo
Siento un pequeño cosquilleo en mi estómago al sentir que me sigue con la mirada hasta que me adentro en la cocina.
No volví a acercarme a la mesa, estaba tan nerviosa, que temí que por culpa de mis nervios cometiera un accidente, así que una compañera se encargó de atenderlos el tiempo que estuvieron en la cafetería.
Al final de mi turno salgo de la cafetería y comienzo a caminar hacia la parada, como todos los días.
—Sigo aferrándome a la idea de que nuestros encuentros ya son cosa del destino. —dice una voz a mi lado haciéndome sobresaltar
—¡Dios! Qué susto me has dado. —digo mientras poso una mano en mi pecho
—No sabía que estaba tan feo. —su sonrisa divertida vuelve a aparecer en su rostro
—Un poco si. —digo mientras le devuelvo la sonrisa divertida, pero él en lugar de quitar su maldita sonrisa, solamente la hace más grande
Me acompaña hasta la parada y se queda conmigo esperando el camión. Sorprendentemente nuestro silencio fue bastante cómodo, hasta que decido romperlo.
—No te vi en la farmacia esta semana. —digo volteando para mirarlo
—Así que estabas viendo por mi. —voltea a verme mientras me sonríe
—Creído. —suelto mientras vuelvo a mirar hacia enfrente para que no se de cuenta que me sonroje un poco
Suelta una pequeña risa ronca mientras dirige su mirada de nuevo hacia enfrente.
—Si te consuela, esta semana volveré a ir a la farmacia.
—Bueno, pero ahora para tu mala suerte, yo ya no iré.
—No creo que sea tan mala suerte si tu trabajo está justo cruzando la calle de la farmacia. Quien sabe —se encoge de hombros en un gesto inocente—, qué tal y casualmente comienzo a ir más seguido.
Inconscientemente esbozo una sonrisa.
—Bueno, entonces empezaré a acostumbrarme a tu terrible presencia.
Antes de que él pueda decir algo llega el camión, pero aun así ninguno despega la vista del otro.
—Creo que es hora de irme. —aparto la mirada y la dirijo hacia el camión.
—Te veré luego entonces. —se acerca y presiona sus labios en mi mejilla, mientras pone una mano en mi cintura.
Por inercia pongo mis manos en sus brazos mientras comienzo a sentir como ese cosquilleo en mi estómago se hace más grande y como el color sube a mi cara.
—Adiós Beca. —dice separándose de mi
—Adiós Dylan. —digo en un susurro casi inaudible
Me da una última sonrisa, se da la vuelta y comienza a caminar hacia el otro lado de la calle.
Cuando comienzo a subir al camión me doy cuenta que tengo una sonrisa boba en la cara, y esa misma sonrisa me duró todo el trayecto a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro