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Capítulo 15

—Wow.—esa es las primera palabra que sale de mi boca cuando me detengo frente a la casa de Dylan.

Si desde afuera se ve grande, no me imagino como está por dentro.

La casa cuenta con tres pisos, un patio delantero gigante con muchas flores y una cochera en donde se encuentran dos autos; uno de ellos es 'Venom', la camioneta de Dylan y el otro es un sentra rojo.

Llego a la puerta y antes de tocar el timbre tomo una gran inhalación.

Paso mis dedos entre mis hebras de cabello, intentando peinarlo un poco y verme aceptable. Me doy una ojeada de arriba abajo verificando que mi ropa se encuentre bien y presentable.

Escucho unas pisadas acercarse y los nervios comienzan a recorrerme.

¿Qué tal y no le caigo bien a su mamá? ¿O a su hermana?

Muerdo mi labio con fuerza y hago mis manos puño para calmar el temblor que las está recorriendo, el cuál se aumenta más cuando abren la puerta.

Mi vista enfoca a una mujer de alrededor unos 45 años. Es un poco más bajita que yo, sus ojos son azules, pero no como los de Dylan, sino más claros y su cabello rubio le llega unos centímetros más abajo de los hombros. Sus facciones son casi idénticas a las de Dylan, y digo casi porque algunas no lo son, como la nariz o la forma de la cara. Va vestida con una camisa roja y unos pantalones beige.

Sin duda alguna es una mujer muy atractiva.

Sigo mordisqueando mi labio, nerviosa, sin saber que decir o hacer, pero en el momento que esboza una sonrisa amistosa, mis nervios se dispersan un poco.

—Tú debes ser Rebeca.

Asiento con la cabeza, con una media sonrisa.

—Un gusto en conocerte, Rebeca—estira su mano para estrechar la mía—. Soy Elizabeth Black.

—El gusto es mío, señora Black. —estrecho su mano.

—Por favor, no me llames así, solo dime Eli. —me guiña un ojo.

Sonrío y asiento con la cabeza, tímida.

—Claro, señora... —me callo cuando me lanza una mirada y me corrijo rápidamente— Eli.

—Así está mejor —se hace a un lado para dejarme pasar—. Ven, pasa.

—Gracias. —sonrío y paso por su lado.

Mis sospechas eran ciertas. El interior de la casa es enorme.

Lo primero que me recibe al pasar es una gran sala de color blanco junto con una tele del mismo tamaño colocadas en el lado derecho de la habitación y en el lado izquierdo de esta misma estancia dos puertas de madera.

Seguido de la sala, están unas escaleras de mármol con un barandal de cristal y más al fondo puedo divisar un gran comedor con una puerta de madera a lado, la cual supongo que dirige a la cocina. De fondo una ventana de cristal que toca desde el techo hasta la pared.

—¿Ya comiste?—pregunta Elizabeth al pasar por mi lado, caminando en dirección al comedor.

—Aún no.

—Genial, así podrás probar mi lasaña, que no es por presumir pero me queda riquísima. —dice antes de pasar por la puerta de madera.

Sale unos segundos después y comienza a caminar hacía mi dirección.

—Lo siento, fui a apagar la estufa porque si no se me quema la comida.

—No se preocupe.

Se detiene en el inicio de las escaleras y me hace una seña con la cabeza para que la siga.

—Ven, te llevaré con Dylan

Comienza a subirlas y yo me apresuro a ir detrás de ella.

Subimos hasta el tercer piso y me guía a través del pasillo de la derecha, hasta llegar a la última habitación.

—Espero que este despierto, porque se la ha pasado dormido. —dice y percibo en su voz un tinte de tristeza.

Abre la puerta y me quedo asombrada con la habitación. Es enorme.

Lo primero que veo es un escritorio pegada a la pared del lado derecho con una computadora encima de ella, seguido por una gigantesca puerta corrediza, después esta la cama que por cierto es gigantesca, y en frente de ella hay un sillón junto con una televisión. 

Hay un ventanal enorme que abarca todo el otro extremo de la habitación y esta cubierto con una cortina traslúcida. Enfrente de la ventana hay una pequeña mesa con dos sillas.

Vuelvo mi vista a la cama y veo a Dylan recostada en ella, durmiendo. Tiene el ceño fruncido y esta abrazando una almohada. Ese gesto se me hace tan tierno que no puedo evitar esbozar una sonrisa.

Elizabeth se acerca el y pasa su mano por su cabello.

—Dylan, tienes visitas. —dice su mamá en un murmullo.

El por su parte se apretuja más contra la almohada.

—Dyl, alguien vino a verte. —vuelve a intentarlo y posa su mano en su hombro para moverlo un poco.

Estoy a punto de decirle que no importa, que lo deje dormir y que ya vendré otro día, pero Dylan comienza a hacer ruiditos.

—Si no es mi estrellita, no quiero ver a nadie, mamá. —dice con la voz arrastrada.

Mi estrellita.

El color sube a mi cara y la sonrisa que hago estoy segura que es igual de grande a la del gato de Alicia en el país de las maravillas.

Mi corazón palpita tan fuerte que puedo escucharlo retumbar y las mariposas están golpeando tan fuerte mi estómago que siento que en cualquier momento puedo llegar a escupirlas.

La señora Black voltea a verme con una sonrisa maliciosa y yo me sonrojo más.

—Bueno, entonces creo que sí tendrás que despertarte.

Desde mi posición veo como Dylan abre los ojos y se asoma por encima del hombro para ver en dirección a la puerta.

Su mirada choca con la mía y veo la sorpresa en ella.

—¿Beca?—se incorpora de la cama de un salto que cuando lo hace se tambalea un poco.

Su mamá corre a sostenerlo y yo por instinto doy unos pasos hacía delante.

—Mierda. —toca su cabeza y cierra los ojos con fuerza.

—Esa boquita.—lo reprende su mamá con una mirada severa.

—Lo siento. —dice y abre sus ojos despacio.

Su mirada vuelve a chocar con la mía y se aleja del tacto de su mamá para acercarse a mí, sin quitar sus ojos de los míos.

Intento sostener su mirada, pero al final los nervios me ganan y termino desviándola hacía otro lado.

—Beca. —dice en un susurro cuando llega frente a mi.

Toma mi barbilla y la alza, haciendo que nuestras miradas colisionen.

Sus ojos toman un brillo extraño y una sonrisa ladeada se adueña se sus labios.

Sin previo aviso pasa sus brazos al rededor de mis hombros, presionándome contra él en un fuerte abrazo y entierra su nariz en mi cabello, inhalando profundamente.

Correspondo su abrazo y escondo mi cabeza en su cuello.

—Te extrañe, estrellita. —dice contra mi pelo.

Sonrío en su cuello.

—Solamente fue un día el que no nos vimos.

—Bueno pues para mi fue una eternidad. —dice dramáticamente.

Río suavemente y me alejo hasta que puedo ver su rostro. Él hace lo mismo y ambos nos quedamos viendo él uno al otro.

Un fuerte carraspeo nos saca de nuestra burbuja y ahí es cuando recuerdo que la mamá de Dylan sigue ahí.

Intento apartarme de él, pero no lo permite y pasa una de sus manos al centro de mi espalda, pegándome más a él para que no me aleje.

—Bueno, me voy —se encamina hacía la puerta y al llegar voltea a vernos con una mirada amenazadora—. Mantengan la puerta abierta.

—Mamá. —la reprende entre dientes.

—Lo siento. Ya me voy. —se marcha.

Me quedo concentrada en el sonido de sus tacones repiqueteando contra el suelo y cuando los escucho suficientemente lejos, volteo a ver a Dylan, quien sigue con su mirada puesta en mi. 

—¿Cómo te sientes?—pregunto pasando mis pulgares por las grandes ojeras que están debajo de sus ojos.

—Ya mejor. —voltea un poco su cara y deja un beso en la palma de mi mano.

Hago un caminito con mi mano izquierda, hacía abajo. Toco sus mejillas, rozo levemente la comisura de sus labios y cuando llego hasta su mandíbula, la delineo con mi dedo pulgar.

Pauso mi recorrido para subir mi vista a sus ojos; él se encuentra expectante, mirándome en espera de mi siguiente movimiento.

Continuo mi viaje y comienzo a bajar por su cuello, lentamente. Me detengo en un punto en específico para sentir el latido de su corazón, que esta latiendo desenfrenadamente, igual que el mío.

Bajo hasta llegar a su clavícula y una vez ahí me dedico a formar círculos con mi pulgar en su mancha rojiza.

—Pídele al doctor que te mande alguna pomada para esto. —digo al ver que la mancha rojiza ya abarco un poco más abajo de la clavícula.

Veo de reojo como asiente con la cabeza al tiempo que toma mi mano, para acercarla a sus labios y plantar otro beso en ella.

—Ven, vamos a acostarnos. —inevitablemente me sonrojo y él tira de mi mano hacía la cama.

Una vez ahí, él se mete debajo de las cobijas.

—Si quieres puedes quitarte tus zapatos y tu chamarra.

Haciéndole caso, me despojo de mi sudadera y me acerco al sillón para ponerla ahí.

—También si quieres la blusa. —dice con una sonrisa maliciosa antes de taparse con las cobijas hasta la nariz. Como un niño pequeño.

Sonrío y niego con la cabeza.

Me hinco para desabrochar mis tenis y cuando termino de quitármelos, me enderezo para mirar a Dylan.

Él mueve las cobijas y palmea con su mano el lado vacío de la cama con una sonrisita.

Aún con el leve sonrojo en mis mejillas me acerco y me acuesto en la cama. Dylan se encarga de taparme hasta el pecho.

Me quedo con la mirada clavada en el techo, incapaz de moverme por los nervios que me tienen presa. Siento la mirada de Dylan clavada en mi perfil y después siento el leve toque de las yemas de sus dedos en mi brazo, pero es una caricia tan suave que por mi mente pasa que tal vez la imagine.

Inhalo y exhalo antes de voltear la cabeza para verlo. Nuestras miradas se entrelazan y al instante pasa su brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí suavemente para acercarme.

Me acerco a él lentamente y me acuesto sobre mi brazo izquierdo, para quedar en la misma posición que Dylan.

—Me alegra que hayas venido.—susurra y comienza a acariciar mi cintura con sus dedos.

—Quería verte —alzo mi mano derecha para retirar algunos mechones de su frente—. Además, te mandé millones de mensajes y no respondiste. Me preocupe.

—Lo siento —hace una mueca de culpabilidad—. No he revisado mi teléfono. Ni siquiera sé donde está.

—No importa. —respondo en un susurro.

Aprovechando que mis dedos siguen en su frente, comienzo a delinear con mi dedo índice sus facciones. Trazo su nariz, sus ojos, sus mejillas, sus orejas, el contorno de su cara y cuando llego a sus labios lo hago más despacio. Primero sigo el contorno de ellos y después comienzo a palparlos.

Subo la vista Dylan y veo que su mirada está puesta en mis labios.

Los nervios comienzan a carcomerme y como reacción entre abro los labios para dejar pasar aire a mis pulmones. Ante mi acción, veo como pasa saliva y comienza a intercalar su vista entre mis ojos y mis labios.

Mi corazón suena tan fuerte que estoy segura que se me va a salir y mis mariposas se convirtieron en un maldito zoológico.

Quito mi dedo de sus labios, pero justo en ese momento él tira de mí, haciendo que quedemos tan cerca que su nariz roza con la mía y su respiración choca con mis labios.

—Dylan... —mi voz sale como una súplica.

—No tienes ni idea de las ganas que tengo de besarte, estrellita.—murmura a centímetros de mis labios.

Mis manos, como si tuvieran vida propia, se aferran a su playera y mis ojos se cierran automáticamente cuando veo que su cercanía es cada vez más.

Ahogo un jadeo cuando siento sus labios rozar los míos y cuando vuelve a repetir la acción, no reprimo el sonidito que sale de mi garganta; hago su playera puño y trio de él hacía mi.

—Pero no será hoy. —dice antes de depositar un beso en la comisura de mis labios.

Aturdida, abro los ojos de golpe, al tiempo en que la sensación de inconformidad y rechazo se acentúa en mi pecho. Lo miro con el ceño fruncido buscando algún indicio de el porque no quiso besarme.

—Cuando te bese, quiero que sea en un lugar especial. No aquí en mi habitación y conmigo enfermo. —responde como si leyera la pregunta en mi rostro.

La sensación de rechazo comienza a desaparecer poco a poco, pero la inconformidad sigue ahí. Yo si quería que me besara.

—Aunque me hagas esa cara, señorita, no te besaré hoy. —dice divertido y da pequeños toquecitos a mis labios con su dedo índice.

Ni siquiera me di cuenta en el momento que comencé a hacer un puchero, así que apenada por eso, lo quito y escondo mi cara en su cuello.

Su risa llena el lugar y recarga su barbilla en mi cabeza.

No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí, solo sé que en todo ese tiempo, no hemos dejado de hablar de cosas triviales —como los videojuegos, los comics, los libros, las películas, etc.— y tampoco nos hemos separado el uno del otro. Solamente nos hemos alejado para cambiar de posición, ahora Dylan está acostado boca arriba, con un brazo en mi cintura y otro debajo de su cabeza, y yo estoy acostada sobre su pecho.

—Oye. —digo mientras trazo una estrella en su abdomen.

¿Uhm?

—Nos hemos estado viendo ya un tiempo y sigo sin saber cosas básicas de ti.

—¿Cómo por ejemplo...?

—¿Tu color favorito?

—El azul.

—También el mío —suelto emocionada—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El 31 de Octubre de 2000.

—Uy, ya estás viejo. —digo socarrona y le doy un pequeño pellizco en el abdomen.

Ríe suavemente y continua acariciando mi espalda de arriba a abajo.

—¿Cuándo es el tuyo?

—El 4 de Diciembre de 2002 —respondo sin dejar de trazar figuras en su abdomen y pecho—. ¿Comida favorita?

—La lasaña. En especial cuando la hace mi mamá. ¿La tuya?

—La pasta —respondo con una sonrisa—. ¿Qué lugar te gustaría visitar?

Hmmm. Buena pregunta —me halaga—. Creo que sería bonito visitar Asheville. ¿A ti?

—Me gustaría ir a Disney —confieso con cierto anhelo en mi voz—. Desde chiquita he tenido el sueño de alguna vez visitar Disney, y hasta la fecha es algo que deseo con todas mis fuerzas.

Suspiro con fuerza y muerdo mi labio pensando en que otra cosa preguntar.

—¿Te gustaría tener una familia? —pregunta en un susurro, antes de que yo pueda decir mi cuestionamiento.

—Sí —respondo sin pensarlo dos veces—. Siempre he querido ser mamá y formar una familia —recargo mi barbilla en su pecho para verlo—. ¿Y tú? ¿Te gustaría tener una familia?

Esboza una sonrisa, pero no tiene ni una pizca de felicidad, es más triste. Retira su mano de su cabeza para quitar un mechón de cabello que se deslizo en mi rostro.

—Sí. Me gustaría.

—¿Cómo le pondrías a tu primera hija?—pregunto, curiosa.

—Asteria. —responde al instante.

—¿Por qué?—arrugo el ceño.

—Porque me gustaría que llevara algo referente a la mitología griega, y que mejor que Asteria, que además de ser una diosa griega era una titánide. —abro los ojos en sorpresa por la nueva información.

—¿Y ella qué hacía?—insisto con el fin de que me brinde más información.

—Dominaba los oráculos nocturnos y las estrellas fugaces —me mira con complicidad al decir lo último—. Viéndolo desde otro punto de vista, sería una bonita referencia a tu apodo 'estrellita'.

Intento ocultar mi sonrisa, pero al final se hace notar junto con mi sonrojo.

Escondo mi cara en su pecho y esta vez no trato de calmar al zoológico que corre sin parar por mi estómago.

Su pecho vibra al soltar una risa y con la mano que antes tenía en su cabeza, la pasa por mi nuca, presionándome más contra él.

La felicidad que siento en este momento es tan grande que incluso podría cantar de alegría. 

Jamás me había sentido tan cómoda con alguien. Solo espero que esto no se acabe nunca.

—Voy a pasar.—una voz del otro lado de la puerta me hace salir de mi ensoñación.

Es mi suegra.

Pongo sus manos en su pecho para separarme de él, pero no me lo permite y me aprieta más.

—Dylan, suéltame. —pido en voz baja.

—No.

—Dylan, es tu mamá.

—¿Y?

Sonrío y le doy un pequeño golpe en el pecho antes de separarme de él y sentarme bien en la cama. Justo antes de que entre su mamá con una charola en las manos.

—Les traje de comer. —dice sonriente.

Se acerca para dejar la charola en la pequeña mesa que está del lado del ventanal.

—Ven Samantha. —dice y después por la puerta entra una mujer con los mismos rasgos faciales que Dylan pero, más delicados. Se ve unos años mayor que él.

Me encuentro viéndola fijamente hasta que mi cabeza hace clic.

Ella fue a la cafetería con Dylan hace un mes. Lo recuerdo perfectamente.

Me levanto después de que deja una bandeja con comida en la mesita y mientras su mamá comienza a acomodar las cosas, ella se acerca a mí.

Nerviosa, me quedo plantada en mi lugar, con una pequeña sonrisa.

—Hola, soy Rebe...

Antes de que pueda terminar, siento sus brazos envolverme con fuerza. Doy un traspié hacía atrás, pero no me caigo gracias a que tengo sus brazos rodeándome con fuerza.

—Que gusto conocerte por fin —me apretuja más contra ella—. No sabes la cantidad de veces que escuché a Dylan parlotear de ti.

—Samantha... —dice detrás mío, entre dientes—. Suéltala que la vas a romper con tu efusividad. —siento un tirón en mi blusa desde atrás y desde ya se que es Dylan jalándome hacía el.

Se separa, sonriente y mira detrás mío. 

—Tranquilo, hermanito. No es de vidrio —dice con burla y vuelve sus ojos hacía mi, al tiempo en el que me ofrece su mano—. Samantha Black, mucho gusto.

—Rebeca Evans —estrecho su mano sintiéndome menos nerviosa—. El gusto es mío.

—Siéntete como en casa. —me guiña un ojo y suelta mi mano.

—Gracias.—sonrío contenta por toda la generosidad que me han brindado.

—La comida ya está ahí en la mesa, coma antes de que se les enfríe. Cualquier cosa estaremos abajo. —comenta Elizabeth tomando a su hija de la mano para salir del cuarto.

Una vez en el marco de la puerta nos voltea a ver con los ojos entrecerrados.

—No cierren la puerta.

—¡Mamá!—grita Dylan apenado y ella levanta las manos en rendición.

—Ya me voy. —se marcha pero deja la puerta entreabierta.

Volteo a verlo la vergüenza es evidente en su rostro. Le sonrío con ternura y cuando el capta mi sonrisa se sonroja un poco más.

—Lamento eso —se acerca a mí—. Mi mamá y mi hermana son algo... —mueve la cabeza de un lado a otro en busca de la palabra—, intensas.

Niego con la cabeza, sonriente.

—Son bastante lindas. Me agradan. —respondo sincera.

Suspira aliviado y hace una seña hacía la mesa con comida.

—Vamos a comer.

Tomamos asiento y Dylan hace un sonido de satisfacción cuando da el primer bocado a la lasaña.

Lo miro con una ceja enarcada y él como respuesta se encoge de hombros.

—¿Qué? Te dije que me gusta mucho la lasaña y más si es de mi mamá.

Esbozo una sonrisa divertida y tomo él primer bocado.



Después de un rato y satisfechos por la deliciosa comida, Dylan se levanta tomando mi mano para dirigirnos a la cama.

—Espera. —digo cuando tira de mí para que me acueste a su lado.

—¿Qué pasa?—pregunta con un deje de preocupación.

—Voy a bajar los trastes a la cocina. —me suelto delicadamente de su mano.

—Te acompaño. —se para nuevamente quedando a mi lado.

—No, no, no, no —lo empujo suavemente hacía atrás para que vuelva a recostarse en la cama—. Tú te quedas aquí, estas enfermo.

—El que tenga un pequeño dolor de cabeza no me hace inválido. —vuelve a pararse.

—Que no. —vuelvo a empujarlo.

—Que sí. —se levanta.

—Dylan.—lo empujo, haciendo que caiga sentado y me cruzo de brazos.

—Rebeca. —imita mi pose.

Suspiro y pongo mis manos en sus hombros.

—Aquí quédate, voy y vengo rápido.

—Pero quiero ayudarte. —posa sus manos en mi cintura.

El gesto sale tan natural, que él parece ni siquiera darse cuenta de lo que hizo. En cambio yo, que si me di cuenta, una corriente eléctrica cruza a toda velocidad por mi columna y mi piel se eriza.

—Qué no —quito sus manos de mi cintura y comienzo a acomodar los platos en la bandeja—. Ahorita regreso.

—Bien. —dice cruzado de brazos y con un tono indignado.

Sonriente, tomo las bandejas, una en cada mano y salgo de la habitación. Bajo rápido las escaleras y al entrar a la cocina, veo a la señora Black y a Samantha hablando entre susurros, pero en el momento en que la primera mencionada me ve, se calla, haciendo que Samantha voltee a la puerta confundida por su repentino silencio.

Apenada por la interrupción, me quedo estática en la puerta y comienzo a balbucear.

—Lo siento, yo solo... —hago un gesto con la cabeza a las bandejas—, quería traer los platos.

—Oh, sí —Eli se acerca hacía mi con una sonrisa tensa—. Dámelo, cielo.

Le estrecho ambas bandejas y ella las recibe con cuidado.

—Gracias, cariño.

Comienzo a caminar hacía atrás, incómoda.

—Lo siento y gracias por la comida, estaba muy deliciosa.

Me doy media vuelta para volver arriba, pero la voz de la madre de Dylan me detiene.

—Rebeca.

—¿Si?—volteo a verla.

—Dylan te ha hablado acerca de su... —antes de terminar, veo como Samantha pone su mano encima de la de ella y hace una leve presión

Se calla y busca alguna reacción en mi rostro, pero yo solamente puedo mostrarme confundida.

—¿Acerca de su...?—la incito a continuar, pero ella simplemente niega con la cabeza y mira unos segundos al suelo.

—No, nada. Olvídalo —dice he intenta darme una sonrisa, pero en lugar de eso le sale una mueca triste—. Ve con él.

Confundida, asiento con la cabeza y me marcho.

Cuando llego a la segunda planta, escucho como los murmullos se reanudan y aunque me veo tentada a escuchar, decido no hacerlo y me encamino nuevamente con Dylan.

Al llegar a su cuarto, lo encuentro a él durmiendo boca abajo con la cabeza enterrada en la almohada.

¿Ya se durmió tan rápido?

Entre cierro la puerta y me acerco a la cama sin hacer ruido. Me quedo parada a un lado con mi vista en él, pensando en lo que trató de decirme Elizabeth.

¿Acerca de su que?

Mi mente comienza a conectar las reacciones tristes que ha tenido, la extraña forma de actuar de Nolan, Samantha y Elizabeth cuando pasa algo relacionado con Dylan, los mareos, cansancios y manchas rojizas que le dan...

Miles de teorías comienzan a crearse en mi cabeza y todas terminan mal.

Trago saliva intentando desvanecer ese nudo de garganta que se formó por culpa de la teorías, pero no sirve de nada, porque el nudo sigue ahí y mi cabeza continua pensando a toda velocidad que podría ser. 

Me detengo al ver como Dylan alza la cabeza de la almohada y me observa somnoliento.

—¿Por qué no te acuestas?—pregunta con un bostezo de intermedio.

—No quería despertarte. —le susurro.

Aunque en realidad, no me recosté porque estaba torturándome con un millón de malos pensamientos.

Asiente con la cabeza y estira su mano hacia mí.

—Ven conmigo.

Tomo su mano y me recuesto a su lado con la vista clavada en el techo, pero esta se ve interrumpida cuando de un momento a otro, tengo a Dylan encima mío con su rostro a centímetros de mí.

Los malos pensamientos desaparecen rápidamente al ver su posición y abro los ojos confundida. Como reflejo, pongo mis manos en su pecho.

Estoy tan shockeada por el movimiento, que mi cuerpo ni siquiera es capaz de reaccionar con nervios.

—¿Q-qué haces? —digo sin evitar tartamudear.

Esboza una sonrisa maligna y con una de sus piernas abre las mías, posándose en medio de ellas. Ahí si, mis nervios salen disparados hacia el cielo.

—Solo te voy a abrazar, estrellita. No seas perversa. —dice con su respiración chocando con mis labios.

Inevitablemente bajo mi vista hacía ellos, pero dejo de verlos cuando posa su mejilla en mi pecho, justo debajo de mi barbilla y rodea con sus manos mi cintura.

Me quedo un momento totalmente quieta, sin saber que hacer, pero entonces, levanto mi mano para comenzar a pasar mi dedos por las hebras de su cabello.

Suelta un sonidito de satisfacción y se acurruca más contra mi pecho.

—Eso se siente bien. —murmura.

Sonrío sin dejar de pasar mis dedos por su cabello y en muy poco tiempo Dylan ya se encuentra profundamente dormido en mi pecho.

No tengo conocimiento de cuánto tiempo ha pasado, pero cuando dirijo mi mirada hacía la ventana, ya esta anocheciendo. Volteo hacia el reloj que Dylan tiene en la mesita de noche y me doy cuenta que faltan 30 minutos para las 6.

Bien, hora de marcharse.

Con precaución, intento mover a Dylan hacía un lado para quitarlo de encima mío, pero lo único que consigo es que me apretuje más contra él.

Intento de nuevo. Esta vez poniendo más fuerza, pero no lo muevo ni un poquito, al contrario, murmura algo entre sueños y esconde la cabeza en mi cuello.

Muerdo mi labio, sonriendo divertida y paso mis manos por su cabello una última vez, antes de tomar sus muñecas y desenredarlas de mi cintura. Empujo suavemente por los hombros hacía un lado, logrando que por fin, quede acostado boca arriba.

Me estiro antes de levantarme de la cama y una vez ya estoy afuera, me encargo de cubrir perfectamente a Dylan. Aprovecho para inclinarme y plantar un beso en su mejilla. Me quedo unos segundos con mis labios en esa zona y al separarme esbozo una pequeña sonrisa.

—Recupérate, Dyl. —le susurro y retiro algunos mechones de su rostro.

Me levanto para colocarme mis tenis y después de eso, me acerco por mi sudadera. Verifico que mi teléfono este ahí, al igual que mi dinero y comienzo a caminar en dirección a la puerta.

Antes de salir me detengo. Volteo la cabeza sobre mi hombro y al verlo dormir tan plenamente una sonrisa se adueña de mis labios. 

Vaya que te gusta.

Ese pensamiento pasa flotando por mi mente, haciendo que un leve sonrojo abarque mis mejillas.

Agito mi cabeza para desvanecer eso de mi cabeza y reanudo mi camino hacía la primera planta.

Al llegar abajo, me sobresalto al escuchar un sonido en la sala y volteo a verlo.

—¿Te vas?—pregunta Samantha al verme al pie de la escalera.

—Yo... Sí —comienzo a balbucear—. Debo ir a casa y Nolan me dijo que a las seis llevarían a Dylan al doctor así que... —ahogo un sonido de dolor al golpearme con el barandal de la escalera, al querer comenzar a caminar a la puerta—, es mejor irme.

—¿Estás bien, cielo?—pregunta Elizabeth.

—Sí —coloco una mano en la parte afectada—. No es nada, lo siento.

Pasando pena enfrente de tu suegra y de tu cuñada.

Arrugo la nariz y hago un gesto de despedida con la mano.

—Debo irme. Muchas gracias por recibirme.

—Espera. —me detengo justo cuando coloco mi mano en la perilla.

Volteo mi cabeza a la proveniente de esa voz.

—Permíteme que te lleve a casa. —dice la señora Black.

—No, no. No me gustaría causar molestia.

—No es ninguna molestia. Además, Dylan nos mataría si se entera que te dejamos ir sola y de noche.

Samantha asiente dándole la razón.

—Así que andando.—se levanta y toma unas llaves de una pequeña cesta.

Salimos ambas de la casa y nos subimos al auto que se esta a lado de 'Venom'. 

Después de darle mi dirección, arranca a mi casa.

En el transcurso a mi casa, no hubo ninguna palabra de intermedio, solamente nos vimos acompañadas por la radio de fondo. 

—Llegamos. —dice luego de un rato 

Volteo a verla con una sonrisa amistosa.

—Gracias, por traerme y lamento las molestias. —digo y abro la puerta.

—No hay de que —responde sonriente—. Espero verte pronto en casa.

 —Será un placer.  —asiento sincera y bajo del carro.

Me despido con la mano, recibiendo lo mismo de su parte y cierro la puerta encaminandome a mi casa.



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