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Capítulo 14

Por fin es Viernes. Último día de clases.

La sonrisa que surca mi cara al despertar, se que no es solo porque ya es el último día de clase, es más, estoy segura de que mi sonrisa lleva nombre y apellido: Dylan Black.

Los sucesos de ayer se repiten como película en mi mente, en especial la parte en donde dijo: 'mi novia'. Tal vez sea un poco estúpido que me emocione por un seudónimo que no es realidad, pero no puedo evitarlo. Lo pienso y los nervios se me ponen a flor de piel.

Salgo de la cama tarareando una canción y me encamino hacía el baño para tomar una ducha.



Una vez duchada, salgo del baño al tiempo en el que recibo una notificación.

Me acerco y una sonrisa cruza mi cara al ver de quién se trata.

Dylan: Ten un bonito último día de clases;).

Tecleo una rápida respuesta sin dejar de sonreír como boba.

Rebeca: Gracias, Dyl <3.

Rebeca: ¿Hoy te veré?

Recibo una respuesta inmediata a mi último mensaje, pero al leerlo mi sonrisa decae y la preocupación se abre paso en mi.

Dylan: Hoy no, estrellita. Amanecí con un terrible dolor de cabeza, algunos mareos y tengo un cansancio horrible.

Rebeca: ¿Y ya fuiste al doctor?

Muerdo mi uña esperando una respuesta. No puedo negar que el hecho de que esté enfermo me angustia.

Dylan: No, pero iré más al rato.

Dylan: Tú no te preocupes, estrellita. Estoy bien :).

Rebeca: Cuídate mucho, Dylan y me avisas que te dice el doctor.

Dylan: Si, estrellita.

Dylan: Diviértete y cuídate.

Rebeca: Tú también cuídate. Cualquier cosa mándame un mensaje.

Dylan: Claro que sí, Beca. Ten un buen día;).

Bloqueo mi teléfono después de ese último mensaje y me quedo con la preocupación clavada en mi pecho.

Suelto un suspiro y me acerco a mi armario en busca de qué ponerme. Elijo algo sencillo, unos pantalones de mezclilla, una playera de manga corta verde y mis tenis blancos.

—¡Rebeca!—el grito de mi mamá me hace pegar un salto—¡Baja a desayunar!

—¡Ya voy!—respondo y termino de amarrarme rápidamente las agujetas.

Bajo las escaleras rápido y al llegar a la cocina me siento en uno de los taburetes de la barra, en donde ya esta un plato de uvas y un sándwich.

—Gracias. —digo y tomo el primer bocado de mi sándwich.

Mamá solo asiente con la cabeza y se me queda viendo fijamente. Tomo otro bocado y ella sigue sin quitar su mirada de mi, así que llego a la conclusión de que me quiere decir algo.

—¿Qué pasa?—pregunto.

—Beca, sabes qué puedes confiar en mí, ¿cierto?

Asiento confundida.

—¿A qué viene eso?

—Han pasado ya algunas semanas desde tu cita con ese chico y sigues sin decirme qué fue lo que te hizo para que llegaras tan abrumada a la casa. —dice tras un suspiro.

Me tenso al recordar que no le he contado lo que pasó.

—Mamá...

—Mira, sabes que yo siempre te doy tu espacio hasta que te sientas segura de hablar, pero no puedo evitar estar preocupada por ti, Beca —me interrumpe y se estira para tomar mi mano—. Eres mi hija y no sabes la angustia que sentí al verte llegar de esa forma a la casa y no saber que era lo que te había pasado. No tienes idea de la cantidad de escenarios malos que pasaron por mi mente...

Muerdo mi labio y la culpabilidad se arremolina en mi estómago.

—Lo siento —digo y desvío mi mirada a mi plato—. No fue mi intención preocuparte, mamá.

—Yo se que no, Beca —hace dibujitos en la palma de mi mano—, pero a la próxima habla conmigo, sabes que nunca voy a juzgarte ni a criticarte. 

—Lo se, mamá. —respondo convencida, pues las únicas personas que se que nunca me juzgarían son: mi mamá, mi papá, mi hermano y Criseida.

—Ahora, si no quieres decirme que pasó, esta bien, solamente dime si te hizo algo que tu no querías.—sus ojos rebosan de preocupación.

Niego con la cabeza y cierra los ojos soltando un suspiro. Puedo ver como ya le quite una preocupación, y digo una porque cuando abre los ojos sigue viendo aflicción en ellos.

—Me dejó plantada, mamá—digo después de tomar una bocanada de aire.

Al terminar de decir esa frase, su mirada se suaviza y cambia a una más comprensiva. Creo que deduce el porqué no lo había dicho antes, la misma razón por la que tampoco le dije a Criseida, si no después de que fuera a buscar a la cafetería. Por vergüenza.

Mi mamá estuvo conmigo en el momento en que rompieron mi corazón. Estuvo cuando llegaba a casa llorando después de la escuela, cuando él me ignoraba por días y me ponía mal  o cuando llegaba a altas horas de la noche después de que me dejaran plantada en alguna cita. Ella siempre estuvo ahí.

—Y ya hablo contigo, ¿cierto?

Afirmo con la cabeza a modo de respuesta.

—Y la razón que te dio por faltar a su cita, ¿es justificable?

Vuelvo a asentir con la cabeza a lo que ella suelta un suspiro.

—Bien—agarra mi otra mano y les da un suave apretón a ambas—. Eres una chica grandiosa, Beca y se que tomaras las decisiones correctas para que no vuelvan a lastimarte. Si lo hizo una vez y te dio una razón válida para su ausencia en su cita, esta bien, pero si lo vuelve a hacer y te da otra razón y vuelves a perdonarlo, se va a convertir en un ciclo, Beca.

Al decir eso me lanza una mirada significativa, ya que lo último que dijo fue una referencia a lo que paso en la preparatoria, cuando mi ex novio faltó a nuestra primera cita y lo perdoné, y después falto a la segunda, a la tercera, a la cuarta y yo seguía perdonándolo. Se volvió en un ciclo.

Asiento con la cabeza y alejo mis manos de las suyas, para darle la vuelta a la barra y envolverla en un fuerte abrazo.

—Gracias, mamá. —digo mientras hago más fuerte nuestro abrazo.

—No hay de que, hija —sonríe y se aleja despacio de mi—. Ya vete que vas a perder el camión.

Asiento y salgo disparada a la sala por mi mochila.

—Nos vemos en un rato. —digo antes de salir por la puerta y empezar a andar a la parada.

Al llegar a la escuela, me encuentro con Criseida sentada en una de las bancas de la entrada, con la vista clavada en su teléfono tecleando algo.

Me acerco a ella sigilosamente con el objetivo de ver que la tiene tan centrada en el teléfono. Una vez quedo detrás de ella, me asomo por encima de su cabeza y achico mis ojos para ver con claridad con quién habla.

Nolan.

Veo ese nombre en la parte superior del teléfono y abro los ojos, incrédula.

—¿Estás hablando con Nolan?—pregunto.

Suelta un grito y da tal respingo que cuando se para a toda velocidad de la banca da un traspié hacía delante, pero logra mantener el equilibrio.

—¿Nolan? ¿Quién es Nolan?—suelta una risa nerviosa.

—Criseida no finjas —digo y una sonrisa comienza a aparecer en mi rostro—. Yo lo vi.—rodeo la banca y me acerco a ella.

—Pues viste mal —camina hacia atrás—. Necesitas lentes, amiga.

—¡Criseida!—rio por lo que dice.

—¡¿Qué?!—responde, alterada.

Pongo mis manos en jarras y la miro alzando una ceja. Comienza a torcer sus dedos, nerviosa y la presiono más con la mirada hasta que veo como su voluntad comienza a flaquear.

—¡Bien!—se rinde y sonrío con suficiencia— Sí, estaba hablando con él.—enfurruñada se cruza de brazos.

Sin poderme contener suelto un chillido de emoción.

—¿Desde cuándo es que hablan?—pregunto sin ocultar la emoción.

—Después de las maquinitas, cuando Nolan se quedó conmigo después de que me trajeran a la escuela, me pidió mi número y se lo di —un pequeño sonrojo cubre sus mejillas y voltea hacía otro lado—. Desde ahí comenzamos a hablar.

Mordisquea sus labios unos segundos y vuelve su vista hacía mi. 

—¿Recuerdas cuando hace unos días vinieron él y Dylan a la escuela?—asiento con la cabeza—¿Y recuerdas que Nolan hablaba acerca de una revancha en el pac-man?—vuelvo a asentir con la cabeza— Bueno, pues Nolan y yo habíamos estado hablando y me propuso la revancha del pac-man. Obviamente acepté, pero con los exámenes y los trabajos finales se me olvidó que habíamos quedado y se me olvidó contarte.—dice con una sonrisa inocente.

Ahora todo tiene sentido. El recuerdo de Nolan diciendo: "hace una semana Criseida y yo quedamos de ir al arcade por una revancha en el pac-man", tiene mas sentido ahora. Ellos llevaban ya planeando eso y yo ni siquiera sabía que se hablaban.

—Oye y no es por nada, pero de lo poco que he visto ente ustedes, veo que con él no te trabas al hablar. —digo con voz cantarina.

El tono rojizo vuelve a sus mejillas.

—Pues no. Pero es porque todo el tiempo está haciéndome enojar que ni siquiera me da tiempo de trabarme. —se justifica.

—Ay, mi Crisi. Recuerdo como hace unos meses me decías que no podías hablar con los chicos sin trabarte y mírate ahora —suspiro exageradamente—. Ya existe un chico con el que hablas sin que la lengua se te enrede.

—Cállate, Rebeca Evans. —me da un empujón y yo suelto una gran risa.

Las clases se pasaron con bastante rapidez a comparación de el trabajo, que se me hizo muy pesado al no tener la presencia de Dylan ahí, pero algo positivo fue que por fin hubieron muchas ventas. Aunque a pesar de estar muy atareada me era imposible no pensar en Dylan, y más ahora que esta enfermo.

En mi horario de clases y en algunos intermedios de mi trabajo, le mande mensaje preguntándole si ya estaba mejor, pero no contestó. Tampoco se había conectado a WhatsApp desde la mañana, básicamente después de su último mensaje.

Salgo de la cafetería con los auriculares puestos y comienzo a caminar hacia la parada tarareando la canción que escucho. Una vez ahí, saco mi teléfono de mi bolsillo, me dirijo al contacto de Dylan y marco su número.

Muerdo mi labio mientras miro a la pantalla fijamente esperando que nuestras llamadas se conecten, pero no, me manda a buzón de voz.

Suspiro y acerco mi dedo al botón de colgar, pero antes de hacerlo decido dejar un mensaje de voz.

—Hola, Dylan. Soy yo, Beca —jugueteo con uno de mis audífonos —. Ammmm, solamente quería saber como estabas y si ya te sientes mejor. Es que no has respondido mis mensajes y estoy preocupada, quiero saber si ya te moriste o algo así —suelto una risa nerviosa—. Bueno, no es que quiero que te mueras, era solo una... —intento corregir el pequeño mal chiste que hice, pero mejor decido callarme antes de regarla más—. Solamente mándame un mensaje para saber que estas bien. Adiós. —me despido y cuelgo.

Inhalo y exhalo el aire con fuerza.

—Beca... —un susurro detrás mío me hace dar un respingo y gritar asustada.

La persona detrás de mí, también grita de una forma muy aguda. Me volteo a encararlo y me encuentro a Nolan con una mano en el pecho y con cara de susto.

—¿Qué demonios te pasa, Nolan?—le reclamo—Me diste un susto de muerte.

—¿Yo?—se señala, ofendido—Pero si tu me lo diste a mí con tu grito.

—Pues yo no hubiera gritado si tu no me hubieras asustado.

—¿Ah si? Pues yo... —comienza a abrir y a cerrar la boca como pez, buscando que decir—. Pues nada. —se cruza de brazos enfurruñado.

Ruedo los ojos e imito su acción.

—¿Qué haces aquí?

—Dylan me mandó por ti —dice sin cambiar su posición—. Me dijo que salías muy tarde trabajar y que no le agradaba la idea de que regresaras sola a casa.

Mi corazón comienza a palpitar de manera desenfrenada y una sonrisa boba se extiende por mi rostro, pero esta se congela al darme cuenta de algo.

—¿Has hablado con Dylan?—pregunto e intento no sentirme mal porque a mi no me ha contestado.

—Fui a verlo a su casa, justo vengo de ahí —responde y hace un seña hacía un carro azul que esta estacionado a unos pasos—. Bueno, vámonos.

Comienza a caminar hacía a él y yo lo sigo hasta quedar a su lado.

—¿Y cómo está?—preguntó con evidente preocupación en mi voz—. Me dijo que se sentía mal.

Nolan se tensa y se jala el cuello de su playera.

—Ah sí —carraspea y sigue jalando el cuello de su playera como un acto ¿nervioso? —. Le duele mucho la cabeza y ha estado acostado todo el día.

—¿Ya fue al doctor? 

—No, aún no.

—Necesita ir al doctor, para que le recete medicamentos y se sienta mejor.

—Si —responde con la voz un poco más apagada, pero se repone rápido y me obsequia una sonrisa—. Supongo que ya ira mañana.

—Eso espero. —murmuro.

Llegamos al carro, me subo en el copiloto y él en el piloto.

—Oh, te doy mi dirección, es...

—No te preocupes—me interrumpe—, ya me la dio Dylan. —coloca el GPS en su teléfono—. Bueno, andando.

El camino a mi casa se me hizo un poco raro, ya que me acostumbre a cantar a todo pulmón las canciones de la radio con Dylan, hablar de cualquier cosa trivial o reír por algunos de sus chistes malos.

Fue extraño no hacer ninguna de esas cosas y fue aún más extraño no estar con él.

—Llegamos. —se estaciona fuera de mi casa.

—Gracias. —digo sonriente y abro la puerta.

—No hay de que.

Me detengo antes de bajar totalmente del carro y volteo la cabeza para verlo.

—¿Crees que pueda ir a visitarlo?—pregunto.

—¿A quién?—arruga su ceño.

—A Dylan, Nolan. —digo como si fuera obvio y ruedo los ojos.

—Oh, a Dylan —sonríe con malicia—. ¿Ya lo extrañas?

—Solo dime si o no. —respondo un poco sonrojada.

—Yo creo que sí. Le haría bien verte —su tono de voz se vuelve más suave—. Además, no es por ser rajón pero él también te extraña.

Mis mejillas toman un tono más rojizo y más mariposas comienzan a revolotear a toda prisa.

—¿Ah sí?—la emoción en mi voz es evidente.

—Aja —asiente con la cabeza—. Literalmente llegué y ya estaba despotricando acerca de que no podía ir a verte y que te extrañaba y bla, bla, bla...—acompaña lo último que dice con un movimiento de mano.

La sonrisa que se extiende por mi rostro es tan grande que me duelen las mejillas.

—Mira, hablaré con su hermana para decirle que quieres ir a verlo, realmente dudo que diga que no, pero cualquier cosa le digo a Criseida que te diga —termina de decir y abre sus ojos como plato, como si hubiera revelado un gran secreto—. O sea digo, no es que esté hablando con Cris, bueno sí, pero...

—Nolan —lo interrumpo y se calla—. Ya sé que hablan, así que no es necesario negarlo.

—Ah bueno —dice y de un momento a otro alza las manos en rendición—. Juro que no voy a lastimarla.

Frunzo el ceño, confundida.

—¿De qué hablas?

—He visto en las películas que las mejores amigas tienden a amenazar a los que pretenden a su amiga para que no las lastimen. —lo dice tan rápido que apenas entiendo.

—Nolan, relájate —sonrío divertida—. No te ves la clase de persona que lastima a los demás, pero en todo caso —me bajo del carro y antes de cerrar me inclino hacía adentro—. Hazle algo a Cris y te rompo el cuello —lo apunto con mi dedo amenazador y él coloca su mano sobre su cuello—. Es solo una advertencia. Que descanses, Nolan. —sonriente, cierro la puerta y me encamino a mi casa.

Cuando llego a la puerta, por mero instinto giro mi cabeza, esperando ese parpadeo de luces que acostumbrada a hacer Dylan, pero no, el carro simplemente se va.

Camino de un lado a otro viendo mi teléfono. He estado así toda la mañana en espera de un mensaje de Dylan o de un mensaje de Criseida que me diga que si puedo ir a verlo, pero no ha pasado nada.

—Dice mamá que dejes de caminar así porque vas a dañar la losa.—dice mi hermano cuando entra a mi habitación.

—Sí, lo siento. —respondo pero no dejo de caminar.

—¿Ahora a ti qué te pasa?

—Estoy esperando una llamada. 

—¿De tu novio?—dice con un tono de voz sugerente.

Detengo mi caminata para verlo con el ceño fruncido.

—No es mi no... —me detengo cuando alza una ceja sonriendo con malicia. Carraspeo—. De Criseida, hermanito.

—Nunca una llamada de Criseida te había tenido tan impaciente. —se lanza a la cama.

—Bueno, es que esta es de suma... —me callo nuevamente cuando el teléfono empieza a sonar.

Apenas es el primer pitido ya lo tengo en la oreja.

—¿Hola?

—Eso sí que fue rápido—responde Criseida del otro lado de la línea—. Voy a evitar no sentirme ofendida, porque si no fuera por la noticia que traigo de seguro me contestas hasta el tercer pitido.

—Cris... —digo sonriente.

—Pero esta bien, luego hablaremos —suelta un suspiro exageradamente dramático.

Se hace un silencio en la línea.

—¿Cris?—pregunto extrañada—¿Cris? —vuelvo a preguntar ante el silencio—. Criseida.

—Estoy tratando de meterle suspenso al asunto. —responde tras algunos segundos.

—Pues no lo hagas y dime que pasó. —digo al borde del colapso.

—Bien —suelta un bufido—. Nolan me marcó hace un rato y me dijo...

Vuelve a quedarse callada.

—¡Criseida!

Se escucha una risa y las ganas de estrangularla por hacerme sufrir un colapso nervioso, aparece en mi mente.

—Lo siento —hasta acá puedo ver su sonrisa maliciosa—. Dijo que sí.

La felicidad que agolpa en mi pecho me hace dar un pequeño salto de felicidad, lo que causa que mi hermano me mire extrañado.

—Pero. —eso hace que mi felicidad se tambalee un poco.

—Pero... —la incito a continuar.

—Pero que vayas antes de las 6, porque a esa hora su hermana va a llevar a Dylan al doctor.

Suelto un suspiro de alivio y sonrío. Volteo a ver el reloj que está en mi buro.

La 1:26.

Debo de salir ahora.

—Ahorita te paso la dirección, y no es por nada pero, su casa está en uno de los lugares donde vive la gente con dinero. — susurra lo último como si fuera un secreto.

—Criseida. —la reprendo.

—¿Qué? Solo entré a darle un vistazo a la ubicación y me encontré con esa pequeña sorpresita.

Sonrío y niego con la cabeza.

—No tienes remedio.

—Lo se—dice orgullosa—. Ahora ya vete, que tienes que ver a tu amado.

Suelto una pequeña risa.

—Te quiero, Criseida. Te marco luego.

—Yo también a ti, cuídate.

Le cuelgo y guardo mi teléfono en mi bolsillo.

—Bueno hermanito, debo irme. —digo sonriente y agarro una chamarra de closet.

—¿Qué? ¿A dónde?—se sienta en la cama.

—A un lugar —camino hacía la entrada y cuando llego le lanzo un beso—. Te veo en un rato.

Bajo las escaleras corriendo.

—¡Mamá! ¡En un rato vengo!—grito una vez en la entrada.

—¿A dónde vas?—pregunta saliendo de la cocina.

—Voy a ver a Dylan. —digo y siento mis mejillas sonrojarse un poco.

Malditos sonrojos que no me dejan tranquila.

—¿Quién es Dylan?—pregunta papá saliendo de la cocina también.

—Un amigo. —respondo y el sonrojo aumenta.

—¿Amigo?—alza la ceja incrédulo—. No nací ayer, Beca.

Mamá pone una mano en su pecho.

—No regreses tan noche, por favor.—papá le da una mirada de reproche que me hace sonreír.

Asiento con la cabeza y me acerco a darles un rápido beso en la mejilla a ambos.

—Nos vemos en un rato. —digo y salgo sonriente de la casa. 

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