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Capítulo 12

—¿Entonces te dijo que le gustas, indirectamente? —pregunta Criseida al otro lado de la línea.

Ya han pasado dos días desde que Dylan me llevó a comer, y quería contarle a Criseida lo que había pasado, pero se nos complicó puesto que eran los últimos exámenes antes de salir de vacaciones y no habíamos podido hablar bien. Hasta hoy, que salí unas horas antes de mi trabajo.

—Bueno, eso creo —camino de un lado a otro en mi habitación—. Ya te conté lo que pasó, pero estoy confundida. ¿Entonces si le gusto?—pregunto ilusionada.

—Beca, estoy segura que le gustas desde hace ya bastante tiempo. Solo que eres un poco ciega.

—Gracias, Cris, por tu halago.

—De nada.

Sonrío y me lanzo a mi cama de espaldas.

—Tengo miedo. —susurro al teléfono.

—¿De qué?

—De salir lastimada. Otra vez.

Se escucha un silencio bastante largo del otro lado de la línea, interrumpido por un suspiro.

—Yo se que tienes miedo, Beca. Te han lastimado muchas veces, pero no puedes seguir así.

Siempre he sido muy enamoradiza. Me enamoro hasta de las piedras y gracias a mi corazón de pollo, jugaban conmigo, puesto que era alguien fácil de enamorar. Obviamente a mi me afectaba bastante, por mas chiquito que fuera siempre me dolía mucho.

Pero sin duda algo que me afectó bastante, fue que en la preparatoria había un chico que me gustaba mucho y supuestamente yo también le gustaba a él. Cuando me pidió ser su novia, le conté a la que en ese entonces era mi "amiga" y comenzó a coquetear con él a mis espaldas. Dejó de ir a nuestras citas, no le prestaba atención a mis mensajes y dejó de ser cariñoso conmigo. Cuando me enteré, me derrumbé. Al final lo superé, pero desde ese entonces odio mi corazón de pollo, porque gracias a él sufro muy fácilmente.

—Mira, aunque yo sigo molesta con Dylan por lo que paso —vuelve a soltar un suspiro—. Se ve que es un buen chico y no creo que te lastime a propósito.

—Pero, ¿y si lo hace?

—Pues le cortamos los huevos.

—¡Criseida!—chillo escandalizada.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Suelto una carcajada con fuerza y escucho como también Criseida comienza a reír.

—Oye, ¿y qué paso con Nolan?—digo cuando mi risa se calma.

Se escucha un largo silencio  y después un carraspeo.

—¿Nolan? ¿Quién es Nolan?

—Criseida. —digo con tono incrédulo.

—¡Oh! Ese Nolan, pues...—se escucha una voz masculina del otro lado de la línea seguido por un suspiro de alivio, que estoy segura que proviene de Criseida—. Uy, lo siento. Debo irme, mi papá me está hablando.

—De todas maneras no te vas a salvar de mi, eh. —le recuerdo

—Lo se, lo se —suspira—. Bueno, entonces te veré luego. Te quiero.

—Yo también te quiero, Cris.

—Y prométeme que empezaras a dejar ese miedo. No impidas que las malas experiencias te priven de volver a enamorarte.

—Está bien —tomo una gran bocanada de aire—. Lo prometo.

—Bien. Descansa, Beca. —dice antes de colgar.

Tengo los ojos fijos en la pantalla mientras cambio los canales buscando algo que me llame la atención, pero no hay nada. Ni siquiera esta Harry Potter en Warner.

Me rindo y termino apagando la tele. Me levanto para bajar a buscar algo de comer, pero apenas pongo los pies en el suelo mi teléfono comienza a sonar.

Al ver la pantalla esbozo una gran sonrisa. Dylan.

No he podido hablar mucho con él, apenas hemos intercambiado algunos mensajes ya que esta semana ha sido muy ocupada para ambos.

—Hola, estrellita. —me dice cuando atiendo la llamada.

—Hola. —respondo con las mariposas despertando en mi estómago.

—¿Cómo estás?

—Bastante bien —vuelvo a tirarme a la cama—. ¿A qué debo tu llamada?—inquiero, curiosa.

—Simplemente quería saber cómo estuvo tu día —dice y mi sonrisa boba se expande—. Además, no te he visto en dos días y ya te extraño.

Mi sonrisa es tan grande que me duelen las mejillas. Muerdo mi labio para intentar desaparecer la sonrisa pero sigue ahí. 

—Bueno pues yo no te extraño. —digo, aunque la emoción en mi voz me delata.

Escucho su risa ronca del otro lado de línea.

—Si, claro. Síguete mintiendo. —es mi turno de reír.

—Bueno, tal vez un poquito.

—Con eso me conformo. ¿Qué tal tu día?

—Bastante aburrido. Aunque hoy salí temprano de trabajar —jugueteo con mis pulseras—. ¿Y qué tal tu día?

—Cansado. Estos días estuve resolviendo algunos... —suelta un suspiro antes de continuar—, asuntos.

—¿Todo bien? —pregunto, preocupada.

—Sí, solamente necesito descansar un poco. Solo es eso. —es bastante notorio el cansancio en su voz.

Desde el Lunes que fue a verme a la cafetería, se ve mal. Disperso, triste y cansado. No se que tenga pero realmente me preocupa.

—¿Quieres contarme que pasa? Tal vez pueda ayudarte.

—No te preocupes. No importa. Al final todo se va a terminar. —se le quiebra un poco la voz al final, cosa que me preocupa aun más.

—Dylan...

—¿Mañana tienes clase?—me interrumpe.

Contengo un suspiro y dejo el tema, pues evidente que no quiere hablar de ello.

—Sí. A las 10 de la mañana.

—Mañana voy a casa de mi hermana y tu escuela queda por mi rumbo. ¿Quieres que pase por ti?

—Sería fantástico. Odio tomar el autobús. —confieso.

—Que bueno que me dices. Así trato de ir a recogerte todos los días.

—¡No! —digo precipitada.

—¿No?—pregunta confuso—¿No quieres o...?

—No es que no quiera, si no que no es necesario —lo interrumpo apenada, e intentó aclarar la situación—. O sea el autobús no está mal pero tampoco está bien. Además ya falta un día para salir de vacaciones, así que no es necesario.

—Pues te recojo ese día y si me lo permites lo haré también después de vacaciones.

—No, Dylan. No quiero molestarte. —respondo, apenada.

—Beca, me gusta estar contigo—su tono de voz es como si fuera obvio—. Por lo tanto no me molestas.

Hago un sonidito de molestia.

¿Por qué eres tan lindo?

—Creo que ha sido lo mas bonito que me has dicho desde que nos conocemos. —dice con sonora.

Abro los ojos y me incorporo de un salto.

¿Lo dije o lo pensé?

—Lo dijiste. —dice con burla.

Siento como el rubor sube por mi cuello hasta expandirse por todo mi rostro y cierro los ojos con fuerza intentando desaparecer la vergüenza que estoy sintiendo.

—No me digas que te pusiste roja.

—No. —digo en un susurro.

Se escucha un largo silencio, pero se interrumpe cuando su risa ronca hace eco en la línea.

—Dios, Beca —escucho como inhala aire para calmar su risa—. Eres tan predecible.

—Cállate.—digo entre dientes.

El calor de mi rostro se hace más intenso. Tanto así que comienzo a abanicarme con la mano para bajarlo.

—Ya. Lo siento —dice con evidente burla en su voz.

A pesar de no tenerlo en frente, puedo percibir su sonrisa.

—¿Estas libre mañana en la noche?—pregunta cambiando de tema.

—Después de trabajar, si. —respondo y mi sonrojo empieza a bajar.

—Y sales a las 9.

—Así es. —afirmo lo que dice.

—¿No crees que puedas salir antes?

—¿Qué tan antes?

—Tal vez una hora o dos horas antes. Si se puede antes, mejor.

—¿Y porque tantas horas antes?—inquiero curiosa.

—Pero que curiosa eres. Solo dime si o no.

—Pero quiero saber por qué. —insisto.

—Es una sorpresa, Beca. Así que limítate a decirme si o no.

Suelto un bufido inconforme con su respuesta.

—Tal vez. Si alguna de mis compañeras me cubre o si mi jefe me deja salir antes.

—¿Crees que pueda cubrirte alguna compañera? ¿O es mejor hablar con tu jefe?

—Creo que es mejor hablar con mi jefe, pero tal vez alguna de mis compañeras quiera cubrirme.

—Perfecto. Yo me encargo de tú jefe.

Frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Entonces te veo mañana.—me cambia de tema.

Suelto un bufido.

—Odio que me dejes con la curiosidad, Dylan.

Se escucha una risa suave de su lado.

—Descansa, estrellita.

—Descansa, Dylan.

Cuelgo el teléfono con una sonrisa en labios y me tiro nuevamente a la cama sin borrar mi sonrisa.

Suelto un chillido de frustración cuando escucho nuevamente mi alarma.

Apago mi teléfono antes de que la musiquita de la alarma vuelva a sonar y sin otra opción me levanto.

Froto mis ojos con mis puños y arrastrando los pies me dirijo al baño.

Ya ahí me doy un vistazo en el espejo y hago una mueca de desagrado al ver mi reflejo.

Dios, que mal me veo cuando me levanto.

Intento acomodar mi cabello desordenado y paso el dorso de mi mano por mi boca para eliminar cualquier rastro de saliva.

Abro la llave del grifo, tomo un poco de agua entre mis manos y salpico mi cara con ella para despabilarme.

Terminado esto, cierro la llave del agua y subo mi vista nuevamente al espejo. Cuando me veo a través de este, vuelvo a hacer una mueca.

Me sigo viendo igual de mal, pero al menos ya estoy despierta.

Bostezando regreso a mi cuarto y abro el closet en busca de algo que ponerme.

Saco ropa y vuelvo a meterla hasta que encuentro el conjunto correcto, el cual consiste en un pantalón lila acampanado, un top y suéter corto del mismo color, y de zapatos elijo mis tenis blancos.

Me pongo la ropa en tiempo récord y regreso nuevamente al baño para ponerme brillo labial, rímel y un poco de rubor. Al final, simplemente cepillo mi cabello y paso mis manos por este para acomodarlo un poco.

Reviso la hora de mi teléfono y al ver que aun tengo tiempo, bajo a desayunar.

Llegando abajo me encuentro con la cocina totalmente vacía.

Mi hermano salió de vacaciones de verano hace una semana, así que posiblemente él y mamá sigan durmiendo y papá ya se haya ido a trabajar.

Saco el cereal y la leche, los vierto a ambos en un tazón y comienzo a desayunar mientras veo algunos videos en Facebook.

Justo cuando termino de desayunar me llega un mensaje de Dylan.

Dylan: Ya estoy afuera;). 

Entro a WhatsApp y tecleo una rápida respuesta.

Rebeca: En un momento salgo.

Subo rápidamente a mi habitación para lavarme los dientes y retocar el brillo labial. Terminado eso, vuelvo a bajar a toda velocidad, tomo mi mochila junto con mi celular y salgo de casa.

Lo primero que veo al salir es que Dylan esta recargado en la camioneta y me sonríe cuando ve que comienzo a caminar hacía el.

—Buen día, estrellita. —se inclina y me da un beso en la mejilla cuando llego frente a el.

—Hola, Dylan. —respondo, sonriente.

—Te ves muy... —me da un repaso de arriba a abajo—, lila.

—Gracias, supongo. —arrugo la nariz.

Me sonríe y me abre la puerta de la camioneta.

—Aún así te ves preciosa. —me guiña un ojo.

El color sube a mis mejillas y después de murmurar un gracias, subo a la camioneta.

—¿Cómo te fue en tus exámenes?—pregunta una vez que arranca la camioneta.

—Bastante bien. Salí con muy buenas calificaciones. —digo con orgullo.

—Me alegro por ti, Beca. —responde sonriente.

—¿Tu estas estudiando?

Niega con la cabeza sin quitar la vista de la carretera.

—¿Por qué no?—pregunto, curiosa.

Noto como se tensa al momento en el que hago esa pregunta, pero casi al instante se tranquiliza.

—Tuve algunos problemas —dice con la voz ligeramente apagada— y decidí salirme de estudiar.

Asiento con la cabeza. Cual sea ese problema que tiene Dylan, es algo que ya lo viene consumiendo desde hace tiempo.

—¿Y qué estudiabas?

—Economía.

—¿Te gustan las matemáticas?—pregunto con incredulidad y con el disgusto en mi voz.

Asiente con la cabeza.

—Soy bueno en los números. —dice con orgullo y con una gran sonrisa.

—Yo odio las matemáticas.

Frunce el ceño y me da una rápida mirada.

—¿Pero que no tu carrera lleva matemáticas?

—Pues sí, pero mis matemáticas no son tan complejas como las que tu estudiabas —me cruzo de brazos—. Además, me gusta el diseño, así que me tengo que aguantar. —digo y me es inevitable hacer un puchero.

Desvía la mirada de la carretera para verme y esboza una sonrisa al ver mi puchero. Niega con la cabeza y vuelve su vista hacia enfrente al tiempo en que se pasa el pulgar por su labio.

Hago un gesto de decepción al ver como ya se ve mi escuela cada vez más cerca.

—¿Qué?—pregunta al ver mi mueca.

—No quería venir —digo y repito mi puchero—, pero son entrega de calificaciones y si una maestra llega a ponerme mal una calificación y no reclamo en el momento, luego ya no las corrigen. —me cruzo de brazos.

Me mira con una sonrisa socarrona.

—Ya solo es un día, Beca. Si aguantas. —presiona mi hombro de manera reconfortante.

Tuerzo mis labios en forma de inconformidad cuando veo que Dylan entra al estacionamiento de la escuela.

Aparca en uno de los lugares y yo tomo mis cosas para bajar.

—Gracias por traer... —arrugo el ceño cuando veo que abre la puerta de su lado—. ¿Qué haces?

—¿No es obvio?—pregunta con una sonrisa— Te llevaré hasta la entrada.

Después de decir eso último se baja de la camioneta. Me bajo después de él y me posiciono a su lado para comenzar a caminar.

—No es necesario que me lleves hasta la entrada. —murmuro.

—Tal vez no, pero quiero hacerlo. —dice y me quita la mochila colgándosela en su hombro.

Con su brazo libre, rodea mi cuello apretándome contra él y yo instintivamente paso mi brazo por su cintura.

Lo miro de reojo y cuando lo hago, lo encuentro mirándome de la misma forma con una sonrisa en los labios.

Me apretujo más contra él sonriendo y veo como ensancha su sonrisa.

—Que tengas un lindo día, Beca. —dice al tiempo que se descuelga mi mochila para colocarla en mi brazo.

—Igual tu, Dylan. —respondo mientras me coloco bien mi mochila.

Coloca un mechón tras de mi oreja y traza un camino con la yema de sus dedos hasta llegar a mi barbilla. Con sus dedos ahí levanta mi cabeza y planta un beso en mi mejilla .

—Nos vemos al rato. —me guiña un ojo y comienza a caminar hacia su camioneta.

Me quedo plantada ahí mientras lo sigo con la mirada.

—Tu sonrisa es más grande que el gato de Alicia en el país de las maravillas. —dice una voz detrás de mí haciendo que me exalte.

Volteo y veo a Criseida con una sonrisa malévola en sus labios.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —pregunto evitando pensar en el color que me esta subiendo por la cara.

—Lo suficiente para ver cómo flotaron corazones a tu alrededor. —dice con sonora.

—Cállate. —gruño, apenada.

Suelta una carcajada y me pasa un brazo por los hombros, llevándome al interior de la escuela. 

—Y para finalizar, se decora un poco de crema batida. —finaliza Andrew mientras nos muestra como decorar el pequeño postre que esta frente a el.

La cafetería ha estado muy sola. Hemos tenido muy pocos clientes, así que para pasar el rato, entramos Claudia y yo con Andrew, el cocinero, a la cocina para que nos muestre como preparar uno de sus postres más famosos de la cafetería.

—¿Puedo intentarlo?—pregunta Clau.

—Si, claro.—dice Andrew y le entrega el manga pastelero.

Ella lo toma con entusiasmo y se acerca al pequeño pastel para decorarlo.

—Solamente no presiones mucho porque se puede salir to... —doy un respingo cuando veo como sale toda la crema batida del manga—...do.

Claudia comienza a ponerse colorada cuando ve todo el desastre causado. Todo el pastel esta batido con la crema y tiene algunas manchitas en su uniforme a causa de eso.

Suelto una carcajada que callo en el momento en el que Clau me dedica una mirada fulminante.

—Lo siento, Andrew. —dice, apenada y voltea a verlo.

—No te preocupes. —dice reprimiendo su sonrisa.

—¿Qué están haciendo?—preguntan a tras mío, haciendo que inmediatamente voltee para ver de quién proviene esa voz.

Me encuentro a Emilia recargada en el marco de la puerta de la cocina, mascando chicle.

—Pastel. —respondo simplemente.

Asiente con la cabeza y revienta la bomba de chicle que hizo hace unos segundos.

—¿Sucede algo?—pregunto al ver que sigue viéndome fijamente.

—Ah, sí. Tu novio, el pelinegro acaba de entrar al despacho de Jaime para hablar con él.—dice simplemente al tiempo en el que mira sus uñas distraídamente.

Frunzo la nariz.

—No es mi no...—aligero mi mueca al darme cuenta de lo que acaba de decir.

¿Dylan está aquí? ¿Dijo que entró a hablar con Jaime? ¿Mi jefe?

Abro mis ojos como plato y corro más rápido que turbo fuera de la cocina.

Llego al despacho de Jaime y me detengo ahí afuera. Pego mi oreja a la puerta intentando escuchar algo, aunque lo único que logro percibir son murmullos.

¿Entonces esto era? ¿Quería venir a hablar con mi jefe para que me dejara salir antes?

Veo de reojo como Claudia sale de la cocina, plantándose lado a Emilia. Me mira con una ceja enarcada.

Cierro mis ojos como modo de concentración y me pego más a la puerta para intentar percibir algo.

—¿Qué estás hacien...?—antes de que pueda concluir, abro los ojos y estampo la palma de mi mano en los labios de Claudia.

Abre los ojos confundida y le hago una seña para que se mantenga en silencio. Asiente con la cabeza y retiro mi mano de su boca a la vez que cierro nuevamente los ojos para concentrarme.

Me pego más a la puerta, pero ni así logro percibir nada.

Hago un gesto de decepción y justo cuando voy a separarme de la puerta, escucho algo ser arrastrado y después algunas risas.

Me aprieto más a la puerta y aprieto mis ojos con fuerza para distinguir los sonidos de adentro.

Abro los ojos con horror y me despego rápido de la puerta al escuchar pisadas acercándose.

Velozmente tomo a Claudia de la muñeca, quien estaba a mi lado, y corro hacia el otro lado de la barra.

Emilia alza una ceja en mi dirección.

—Actúen natural.—digo entrando en pánico, al momento en el que se abre la puerta de despacho de Jaime.

Tomo un menú que esta ahí y finjo leerlo. Claudia finge limpiar la barra y Emilia simplemente nos mira sonriente con los brazos cruzados.

Jaime y Dylan salen riendo del despacho, pero sus risas se calman cuando nos ven a las tres ahí.

—¿Qué están haciendo ahí?—pregunta, Jaime.

—Limpio la mesa. —responde Claudia sin dejar de pasar el trapo por la barra.

Ni siquiera se dio cuenta de que le dijo mesa a la barra.

Ambos fruncen el ceño y dirigen su vista a Emilia que simplemente se alza de hombros, después las miradas caen en mi.

—Estaba leyendo el menú. —digo lo más natural posible.

—¿Al revés?—pregunta Dylan, burlón.

Veo el menú que estoy sosteniendo y me doy cuenta que lo tengo al revés.

El color comienza a subir a mis mejillas y carraspeo.

—Así leo yo.—carraspeo, apenada.

Dylan alza una ceja, socarrón, como si supiera que estaba intentando escucharlos detrás de la puerta.

—Beca —me llama Jaime captando mi atención—. Ven un momento.

Comienzo a caminar hacía el confundida.

¿Para que me hablara? ¿Se habrá dado cuenta que los estaba espiando?

Las dudas y el temor comienza a apoderarse de mi con forme me acerco a él.

Cuando llego, Dylan se limita a guiñarme un ojo y camina hacia la puerta de la cafetería.

—Beca —Jaime atrae mi atención—. Puedes irte.

Arrugo el ceño confundida.

—¿A dónde?

Jaime me pasa un brazo por los hombros y me hace darle la espalda a Dylan, quien sigue en la puerta.

—Tu novio, vino a pedirme que te deje salir antes porque te quiere llevar a un lugar muy especial por su aniversario. —dice con evidente emoción en su voz.

—Pero si yo... —me callo abruptamente antes de terminar la oración y volteo sobre mi hombro y le doy un vistazo hacia atrás para ver a Dylan.

—Anda, no lo hagas esperar. —sonríe y me da una palmadita en el hombro.

Se aleja de mí y después de darle una última sonrisa amistosa a Dylan vuelve a su despacho.

Me doy media vuelta y enarco una ceja hacia Dylan. Él me responde con una sonrisa angelical.

Arrugo la nariz y me encamino hacía los casilleros para tomar mis cosas.

Al regresar, me despido de mis compañeras con la mano y me acerco a Dylan.

Abre la puerta para mí y salgo de ahí, con el detrás de mío.

—Así que viniste a pedirle permiso a mi jefe, ¿eh?—pregunto sonriente cuando se posiciona a mi lado. 

—Dijiste que lo mejor era venir a hablar con mi jefe, así que eso hice. —pasa un brazo por mis hombros.

Sin borrar mi sonrisa pincho su panza con uno de mis dedos.

—Así que mi novio, ¿eh?

Carraspea y de reojo veo como se sonroja ligeramente.

—No tenía otra excusa. —se justifica.

—Si, claro. —respondo sarcástica.

No dice nada más y me abre la puerta del copiloto para que suba.

Una vez adentro, me cierra la puerta y le da la vuelta para él subirse del lado del conductor.

—¿Y a dónde vamos?—pregunto.

—Es sorpresa, Beca.

—Pero ni siquiera me has dado una pista. Ayer me pasé toda la noche pensando a dónde iríamos.

—Ya verás. —se limita a decir, dejándome con la curiosidad.

Enfurruñada me cruzo de brazos. El me da una ojeada y esboza el amago de una sonrisa antes de arrancar. 

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