Capítulo 10
Dylan no me marcó ese día. Ni al día siguiente. Ni en toda la semana.
Yo le envié algunos mensajes más. Estaba preocupada, pensé que le había ocurrido algo, pero cuando note que ya había leído mis mensajes supuse que estaba bien y que solo no había querido ir.
Posiblemente se arrepintió y no puedo juzgarlo por eso pero..., al menos pudo haberme mandado un mensaje.
En verdad tenía mucha ilusión por esa cita.
Pero en parte también fue mi culpa, porque soy tan ilusa que siempre terminan haciéndome lo mismo. Siempre.
Criseida estuvo marcando muchísimo al día siguiente, pero no contesté. No tenía ganas de contarle que Dylan me había dejado plantada, por eso también la evité en la escuela y a consecuencia de eso ha estado explotando mi teléfono con mensajes y llamadas. También ha venido a verme a mi trabajo, pero me he estado escondiendo de ella.
Pronto hablaré con ella.
Respecto a mi mamá, también la evite al día siguiente, porque era seguro que en el momento en que me viera se daría cuenta de que algo andaba mal y no quería angustiarla.
Intente evitarla lo más que pude, pero al final del día no pude, pues vivimos en la misma casa, así que al tercer día me pregunto que si estaba bien y con una sonrisa fingida le dije que sí y me marché a mi cuarto.
No ha vuelto a insistir en ese tema porque no le gusta presionarme, le gusta darme mi espacio hasta que me sienta segura de hablar. Eso es algo que me gusta mucho de mi mamá, me da mi espacio.
También pronto hablaré con ella.
Ponen la comida en la barra y comienzo a acomodarla en la bandeja. La tomo con precaución y camino hacia una de las mesas.
No he dado ni 5 pasos cuando tropiezo con algo, y en mi intento de no caerme termino tirando toda la comida de la bandeja, ocasionando un gran estruendo en todo el lugar.
Esta es la segunda comida que se me cae en el día.
Cierro los ojos con fuerza al tiempo que me agacho para comenzar a recoger todo.
Dos compañeras más se acercan a ayudarme, y se los agradezco con un pequeño murmuro.
—Rebeca, ¿estás bien?—pregunta Claudia— Hoy te he visto un poco distante. —dice, y veo genuina preocupación en su rostro.
Asiento con una sonrisa forzada en mis labios.
—Si, gracias por preocuparte. —respondo, y desvío la mirada hacia el suelo para seguir recogiendo.
Asiente ligeramente con la cabeza y no comenta nada, pero por la ojeada que me da esta más que obvio que no me cree.
Entre las tres terminamos de recoger, y después de agradecerles una vez más, me acerco nuevamente a la barra para recibir la siguiente comida.
Antes de que tan siquiera pueda tocar el plato, una pequeña mano se posa en mi hombro.
—Yo lo hago —me dice Claudia, con una sonrisa dulce—. Tu descanso empieza en cinco minutos— me recuerda y volteo a ver el reloj de la pared. Es verdad, pronto empezará mi descanso de 15 minutos—, ¿Por qué no lo tomas de una vez? No creo que te afecte tomarlo cinco minutos antes.
Vuelvo a mirarla y sigue con una sonrisa cálida.
—Se que me dijiste que estas bien, pero realmente no lo creo —comienza a colocar los platos en su bandeja—. ¿Por qué no vas a tomar aire fresco? Tal vez así te distraes de lo que sea que te esta atormentando.
Me guiña un ojo antes de alejarse con la bandeja en una de sus manos.
Decido hacerle caso y camino hacia la puerta trasera del local.
Una vez afuera camino algunos pasos hacia enfrente para no estar hasta atrás; recargo un hombro en la pared mientras, mantengo mi vista fija en la gente que va pasando por la vereda y en los carros que recorren la calle.
Suelto un suspiro y recargo mi cabeza en la pared.
—¡REBECA EVANS!—doy un respingo, el cual ocasiona que me separe de la pared.
Confundida recorro con la mirada ambos lados de la calle buscando a la fuente de mi nombre, pero al no encontrar a nadie, dirijo mi mirada hacía enfrente, en donde encuentro a...
Oh, oh.
... a una Criseida muy enojada cruzando la calle para llegar hacía mi.
¡Retirada, retirada!
Comienzo a entrar en pánico y doy media vuelta para correr hacia la puerta trasera de la cafetería.
—¡Ni siquiera lo pienses!—grita, y me quedo totalmente estática.
En menos de 5 segundos ya la tengo parada frente a mí y con los brazos cruzados.
—Hola. —murmuro con una sonrisa angelical.
Respuesta incorrecta. Por la manera en cómo su cara se comprime de cólera, puedo deducir que eso no era lo que quería escuchar.
—¿Hola? ¿En serio Rebeca?
Uy, me llamo Rebeca. Mala señal.
—¿Qué demonios pasa contigo? —pregunta y frunce aún más su ceño— ¿Por qué demonios has estado evitándome?
—¿Yo? No he estado evitándote.
Eso, finge demencia.
Sonrío, e intento pasar por su lado para entrar nuevamente, pero ella es más rápida y vuelve a bloquearme el paso.
—¿Ah no?—pregunta y yo niego con la cabeza—¿Y esto que acabas de hacer que fue?
—Yo...—intento buscar una excusa— Mi descanso terminó, debo volver a trabajar.
Dicho eso, vuelvo a intentar pasar por su lado, pero nuevamente vuelve a impedirme el paso.
—Eso es una mentira, tu descanso acaba de empezar —responde y veo como sus facciones se aligeran—. ¿Qué pasa, Beca? ¿Por qué has estado evitándome?
—No lo hago, Cris.—niego y paso por su lado para entrar a la cafetería. Esta vez no me detiene.
Estoy a unos pasos de la puerta trasera, cuando escucho un suspiro por su parte.
—Dime que pasa, ¿te hice algo?—dice con tono inseguro.
Esas simples palabras y el tono que usa para decirlas me hacen detener el paso.
No, ella no hizo nada. Jamás sería capaz de hacerme algo.
Inhalo aire antes de pronunciar mi respuesta.
—No Cris. Tu no hiciste nada. —digo en un tono tranquilo.
La escucho suspirar de lo que creo que es alivio.
—¿Entonces que pasa? ¿Por qué me evitas? —pregunta de nuevo.
Volteo a verla y la encuentro mirándome con los ojos cargados de preocupación.
—Es solo... —me quedo callada antes de terminar la oración—. No es nada importante, Cris. De verdad.
—Si lo es si te ha tenido así estos últimos días —camina algunos paso hacia mi—. Sabes que siempre podrás contar conmigo, Beca. ¿Qué está pasando?—su tono de preocupación es muy evidente
Tomo varias respiraciones seguidas para armarme de valor y poder decirle que es lo que me ha tenido así.
—Es Dylan.—murmuro.
—¿Qué pasa con él?—da algunos pasos hacía mi.
—El... —trago salvia y desvío mi mirada de sus ojos al suelo—. Me dejo plantada.
Cierro los ojos con fuerza intentando tragarme las ganas de llorar que comienzan a acumularse, y reprimo las ganas de echarme a correr para evitar ver su reacción.
Criseida jamás se burlaría de mi si estoy pasando por algún momento vulnerable, pero no puedo evitar sentir cierta vergüenza al decir que me volvieron a dejar plantada, porque sí, no sería la primera vez.
Tengo miedo de que cuando suba mi mirada hacia Cris, me este mirando como si dijera: 'Owww, la volvieron a dejar plantada', porque no podría tolerar esa mirada y menos si se trata de ella.
El silencio sigue reinando entre nosotras, y no quiero subir mi mirada hacia ella, pero la curiosidad me gana, así que después de inhalar y exhalar varias veces, abro los ojos y subo lentamente mi mirada hacía ella.
Cuando mis ojos se topan con los suyos, me encuentro una mirada diferente a la que yo pensaba encontrarme. Su mirada está llena de confusión, como si se estuviera preguntado: ¿Por qué?'
—¿Intentaste contactarlo después?—pregunta, confundida—¿Qué tal y tuvo un problema?
Asiento con la cabeza varias veces antes de hablar.
—Sí, pero decidió leerme e ignorarme.
Criseida dispara sus cejas hacía arriba con incredulidad y sus ojos comienzan a dejar la confusión de lado para abrirle paso a la molestia. En unos simples minutos sus ojos ya están hirviendo de molestia.
—Cabrón. —dice con los dientes apretados.
Eso me hace soltar una sonrisa que no me llega a los ojos, mientras que por su parte Criseida, cierra los ojos y toma una gran bocanada de aire.
Cuando abre de nuevo los ojos, veo que su mirada se ha aligerado levemente.
Me da una gran sonrisa de dientes completos y me pasa un brazo por los hombros, empujándome hacia la entrada delantera de la cafetería.
—Ven—dice mientras empuja la puerta de la entrada para que podamos pasar—. Vamos a comer un pastel de cajeta antes de que se acabe tu descanso.
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Me invitó un delicioso pastel de cajeta que lo devore al instante, pero mientras lo comía le explique lo que había sucedido con Dylan.
Intenté resumirlo lo más que pude, puesto que mi descanso se acabaría pronto, pero justo antes de que este concluyera, Claudia me dijo que me cubría, que no me preocupara y que acabará de hablar con Criseida. Así que eso hice.
De igual forma trate de contárselo rápidamente para poder volver a trabajar.
—Y ya. Eso fue todo. —digo al terminar de contar lo sucedido.
Criseida se me queda mirando fijamente, sin decir ni una palabra.
Muevo ligeramente mi mano incitando a que dé su opinión, pero no, simplemente se mantiene callada.
—Aquí es cuando das tu...
—Que pendejo. —me veo interrumpida cuando Criseida suelta esa palabrota.
—Criseida. —la reprendo con la mirada.
—Es la verdad —se alza de hombros—. Tuvo una gran oportunidad y la desperdicio.
Hago una mueca no muy convencida por lo que dice y bajo la mirada a mi plato.
—Hey —subo la mirada nuevamente al escuchar como chasquea sus dedos y cuando lo hago me encuentro con su dedo señalándome—. Quita esa cara ahora mismo porque lo que te digo es verdad. Mereces más que el cielo y las estrellas. No esto, Beca.
—Dolió. —digo y seguido suelto un ruido de exasperación a la vez que recuesto mi frente en la mesa —. Por eso odio ser tan enamoradiza. Llevábamos unos días hablando y creo que ya me gusta.
—Era bastante obvio, Beca —dice y levanto la cabeza colocando mi barbilla en la mesa—. Eres demasiado transparente y se veía a leguas —hago un puchero —. Además, tendrías que estar ciega para que no te gustara, porque queriendo o no, el maldito es guapo.
Eso es algo que no puedo negar, así que me limito a asentir con la cabeza.
—Pero guapo o no, eso no le da derecho a dejarte así.
Veo como se inclina en la mesa para plantarme un beso en la frente.
—Te quiero mucho, Beca y no te mereces esto. No vuelvas a permitir otra cosa así.
—Gracias, Cris. —respondo con una sonrisa en labios.
Me responde con una sonrisa y checa algo en su teléfono. Suelta un bufido.
—Debo irme, papá necesita que lo acompañe a un lugar —dice levantándose de su lugar con su bolsa de mano—. Cualquier cosa márcame, siempre estaré para ti.
Asiento una vez más con la cabeza, se acerca y besa una última vez mi frente. Deja algunos billetes sobre la mesa para pagar nuestro pastel y sale por la puerta.
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—Hasta mañana, Clau. —me despido mientras me cuelgo mi mochila.
—Adiós, Beca.—responde.
Salgo de la cafetería y saco mis audífonos de mi pantalón para conectarlos en mi celular. Una vez conectados, los coloco en mis oídos, le doy play y guardo mi celular en mi bolsillo.
Doy al menos 5 pasos antes de enfocar una camioneta negra que está estacionada enfrente de la farmacia.
Mi corazón comienza a palpitar super rápido y me respiración se entrecorta cuando veo como un hombre sale de la camioneta. Intento enfocar mi vista y cuando lo logro, mi corazón se calma al ver que es un hombre del al rededor unos 30 años.
Desvío mi mirada a la camioneta y me doy cuenta que ni siquiera es una jeep. Sacudo la cabeza y hago un sonido de incredulidad.
—Patética. —me digo y continuo mi camino.
Canto entre susurros al ritmo de 'that way' de Tate McRae y apresuro el paso al estar ya a unos paso de la parada, sin embargo a unos metros de llegar escucho un portazo detrás.
Confundida, volteo para buscar de donde provino ese sonido y cuando encuentro al causante me quedo estática.
—Dylan... —es lo único que puedo susurrar al verlo caminar con rapidez hacia mí.
Siento todo el aire atorarse en mis pulmones y mis manos comienzan a temblar ligeramente, así que las hago puño para que no se note tanto. Las malditas mariposas traicioneras se mueven con desesperación por mi estomago y me obligo a tomar aire al ver como va aligerando el paso hasta quedar a un metro de distancia de mi.
Está nervioso, lo puedo ver en como abre y cierra su manos repetidas veces, y en la forma en la que se muerde el labio.
Recorre con su mirada mi rostro, en busca de alguna expresión, pero por mi parte me mantengo serena, aunque en realidad por dentro tengo muchas ganas de llorar y de golpearlo por dejarme plantada.
—Hola... —dice aun con su mirada fija en mi.
—Hola. —respondo, seria.
—Beca... —abre y cierra la boca varias veces, como si estuviera buscando las palabras correctas— Yo... —carraspea y rasca su nuca, nervioso—. ¿Podemos hablar, por favor?
Indecisa sobre la respuesta, miro a ambos lados en busca de algo que me saque de esto, y como un rayo de luz veo como el camión se comienza a acercar.
—Lo siento, pero no. —lo rechazo, educada.
Veo como su expresión decae. Abre la boca para volver a hablar pero lo interrumpo antes de que lo haga.
—Mi camión ya esta llegando y debo marcharme —doy algunos pasos hacia atrás y me despido con un asentimiento de cabeza—. Ten una linda noche.
Giro sobre mi eje y comienzo a caminar nuevamente hacia la parada. Antes de llegar, alguien se cruza en mi camino y sin subir la mirada, ya se de quien se trata.
—Solo unos minutos, Beca —pone sus manos en forma de plegaria—. Por favor.
Lo miro fijamente y veo en sus ojos arrepentimiento. Me veo tentada a ceder y a permitirle que se exprese, pero el recuerdo de lo que paso hace una semana me lo impide, así que me mantengo firme en mi decisión.
—Lo siento pero debo irme a casa—intento pasar por su lado pero vuelve interrumpir mi paso. Suelto un suspiro frustrado y subo la mirada a sus ojos —. Dylan debo irme. —digo esta vez un poco mas molesta.
—Por favor —me pide impaciente—. Te llevo a tu casa, pero déjame hablar contigo.
Intento pasar nuevamente por su lado pero vuelve a bloquearme el paso. Lo miro frustrada por unos segundos antes de desviar mi mirada al camión, el cual ya se encuentra ahí y si no me subo se ira sin mi.
—En serio Dylan, ya debo irme. —digo y lo aparto de mi camino.
—Beca, espera. —dice y seguido siento como su mano toma la mía tirando de ella, haciéndome chocar con su pecho, quedando así a tan solo algunos centímetros de separación.
Trago saliva y me suelto de su agarre alejándome unos pasos. Miro por encima de mi hombro, y veo que el camión justo acaba de arrancar. Voy a reprocharle que por su culpa el camión me dejó, pero me distraigo viendo algunos detalles de su rostro.
Tiene una expresión cansada, unas grandes ojeras debajo de sus ojos, y estos están rojos e hinchados, como si no hubiera dormido bien o como si hubiera llorado.
Alguien no ha pasado una buena semana.
Muerdo mi labio con fuerza debatiéndome sobre que hacer y al final como siempre gana la parte bondadosa de mi.
Inhalo aire por la nariz preparándome para dejarlo hablar. De paso también me lleva a mi casa y no gasto en pasaje.
Eso, mente de tiburón.
—Tienes todo el recorrido hacía mi casa para hablar —digo y lo apunto con un dedo.
Asiente rápidamente con la cabeza y me da una gran sonrisa junto con un suspiro de alivio.
Paso por su lado y comienzo a caminar hacia su camioneta con el siguiéndome el paso. Aprovecho la caminata para quitarme mis audífonos y guardarlos.
Abro la puerta del copiloto y me subo, segundos después él abre la puerta del piloto subiendo.
Enciende la camioneta y después de mirarme varias veces de reojo, emprendemos el viaje hacia mi casa en silencio.
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El viaje hacía mi casa es en absoluto silencio, solamente con las canciones de la radio de fondo. No dijo absolutamente nada, solamente se limitaba a mirarme de reojo.
Estamos a punto de llegar a mi casa y sigue sin pronunciar palabra. Se estaciona afuera apagando totalmente la camioneta y nos quedamos envueltos en el mismo silencio que nos acompañó todo el camino.
Estoy a punto de bajarme de la camioneta ya que al parecer no va a decir nada, sin embargo antes de que toque la manija carraspea y se rasca la nuca, nervioso.
—Beca, yo... —vuelve a carraspear y se alborota el cabello con una de sus manos—. Lo siento, no debí haberte dejado... —articula con los labios, como si se le dificultara decir la palabra.
—Plantada. —concluyo por el.
—Si —responde y me da una ojeada rápida—. Debí haberte avisado...
—Sí, debiste —lo interrumpo y de reojo puedo ver cómo sus facciones se contraen de arrepentimiento—. Dylan, si ya no querías salir conmigo me hubieras avisado, así me ahorrabas la pena de...
—¿Qué? ¿Por qué no querría salir contigo?—me interrumpe y pregunta extrañado y un poco ofendido.
—Pues eso me diste a entender después de que me dejaste plantada y no respondiste mis mensajes. —digo como si fuera obvio.
—Beca, ¿Cómo demonios vas a pensar que no quiero salir contigo?—voltea totalmente hacia mi.
Yo simplemente me limito a encogerme de hombros.
—Joder, Beca —toma mi barbilla entre sus dedos y hace que dirija mi mirada hacía él—. Si solo supieras lo feliz que me haces cada que puedo verte.
Hago puño mis manos para intentar tranquilizarme a mí, al fuerte golpeteo de mi corazón —que estoy segura que lo pueden escuchar hasta los vecinos— y a las mariposas que están a punto de salirse de mi estómago.
Suelta mi barbilla para jugar con uno de mis mechones de cabello; después lo esconde detrás de mi oreja.
—No vuelvas a decir eso, Beca, porque verte es mi parte favorita del día.
Me quedo totalmente petrificada al escuchar eso. Mi respiración se corta y debo hacer un gran esfuerzo para calmar la alegría que esa frase me provoco.
—Se me presentó un... pequeño problema familiar y se me complico mandarte un mensaje —su voz se apaga ligeramente al decir eso y un destello de tristeza y desesperación cruza por su mirada. Suelta un suspiro—. Perdona por no haber venido hasta hoy a aclarar las cosas.
Una parte de mi le cree, pero la otra está sumamente enojada aun por lo que paso. Haciéndole caso a la parte enojada de mi, me alejo un poco haciendo que su mano se despegue de mi mejilla y quede suspendida en el aire.
Suelta un suspiro y baja lentamente la mano hacia la palanca de velocidades.
—Esta bien si no me crees, solo que realmente mereces la explicación de porque no pude ir.
No digo nada y bajo la mirada a mis manos para juguetear con una de mis pulseras.
Lo veo de reojo y tiene la cabeza recostada en el respaldo con los ojos cerrados. Se pasa la mano por la cara y se masajea la sien.
Realmente no creo que este mintiendo. Se ve bastante mal, pero no puedo evitar sentirme molesta porque me dolió y aún duele un poco.
Muerdo mi labio con fuerza y suelto un suspiro.
Odio ser tan bondadosa.
—Te creo, Dylan. —digo al tiempo que volteo hacia el.
Abre los ojos y voltea la cabeza hacía mi como latigazo.
—¿En serio?—pregunta y entrecierra los ojos.
Simplemente asiento con la cabeza y le sonrío un poco. El responde con un gran suspiro de alivio y me devuelve la sonrisa.
—Por un momento pensé que no me creerías y que me ibas a odiar eternamente —se pone una mano en el pecho, exageradamente—. Casi me pongo a llorar.
Sin poder evitarlo, suelto una carcajada que me lleva a taparme la boca con la mano para controlar el ruido que sale de esta.
—Eres un exagerado. —digo cuando logro calmar mis risas.
—Pero si es verdad. —dice con fingida indignación.
—Si, claro. —respondo y tomo mi mochila al tiempo que abro la puerta de la camioneta.
—Espera—toma mi muñeca—Entonces solo para confirmar, ¿si me perdonas?
—Si.
Sonríe victoriosamente.
—No te emociones —digo mientras bajo de la camioneta—. El que te haya perdonado no significa que ya no este enojada, porque aun lo estoy.
—Ya me encargare de resolver eso.—me guiña un ojo.
Sonrío y niego con la cabeza.
—Nos vemos luego, Dylan.
—Adiós, Beca. —sonríe
Cierro la puerta. Comienzo a caminar hacia mi casa y al llegar al umbral volteo. Alzo la mano en forma de despedida y él se despide de mí con un parpadeo de luces.
Eso se está volviendo nuestra despedida.
Mi sonrisa se ensancha y me doy media vuelta entrando así a mi casa.
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