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Capítulo 2

NILA

Tomo lugar en el primer banco de la derecha, lo más lejos del profesor que pueda. Maldigo a mi padre por obligarme a asistir a esto. Soy una maldita exiliada del infierno, ¿Qué hago aquí? 

Me propongo quitar algunas cosas de la mochila y siento la presencia de alguien a mi lado por el cambio de luces.

Jodanme.

El maldito ángel de nuevo. Que de ángel no tiene nada. Me volteo en su dirección y la sonrisa que tenía en sus labios me tentaron las ganas de arrancarle sus hermosas alitas blancas ahora escondidas.

- Hay más lugares libres - le señalo la clase, prácticamente...vacía. ¿Qué?

- Este también está libre - dijo en cambio.

- El profesor me pidió sentarme sola - observo el cuerpo del profesor que repentinamente ya no está. Cuando me giro hacia la clase nuevamente, los bancos están negros por el moho y con telarañas. ¿Qué demonios...?

- No veo al profesor - comentó despreocupado. Entonces él también podía ver todo esto. No era algo mío.

- Deja de hacer lo que estás haciendo.

- ¿Hablarte?

- Además de eso - sonrió de nuevo - Eres patético, devuelve esto a la normalidad.

- Oh, ¿También has notado que el aula es de una película de terror? creí que era como un efecto de drogas o algo así-

"¿Te drogas?" pienso, pero no pregunto.

- No consumo drogas - rodé los ojos - Pero desde que caí no hago más que alucinar.

- Eso lo hace tu propia conciencia, eres un maldito ángel que no está acostumbrado a esto, por lo tanto, tu mente quiere volver a donde antes estaba a veces no acierta - Arqueó una ceja.

Nos quedamos en silencio. Las paredes comienzan a moverse en tanto observo el lugar y una llama de fuego empieza a escurrirse por la cortina de la ventana. Hay fuego. De verdad hay fuego. ¿¡Cómo mierda hay fuego!?

- Mierda - el fuego en frente de nosotros se propagaba de manera escalofriante.

- Tenemos que salir de aquí - Me estoy poniendo nerviosa, esto siente demasiado real.

- ¡Ayton! - escupí su nombre sin darme cuenta - ¡Muévete!

Pero el ya no estaba ahí. 

Me costaba respirar, el fuego en mi garganta me impedía abrir mis alas e irme de allí. 

No podía moverme, me iba a agarrar un ataque de pánico. Iba a morir ahí. Y ni si quiera sabía por qué moriría. Si mis alas se quemaban, yo también. Era lo único que sabía. 

Y de un momento a otro, mientras sudaba como cerda y respiraba entre cortada con el pánico que me estaba asfixiando, el fuego se apaga. El aula volvió a la normalidad. Ayton seguía a mi lado. El profesor explicaba la clase. Me faltaba el aire.

- ¿Señorita? - llamó el profesor, preocupado. Aún me faltaba el aire, se me cerraba la garganta.

- Está teniendo un ataque de pánico - observó Ayton y me levantó.

Juro que estaba intentando respirar, pero no podía. Me retorcía buscando una porción de aire que me satisficiese, pero era en vano. Sentí a Ayton caminar apurado por los pasillos, entró al baño y me sentó en la mesada.

- Mírame - pidió y eso hice, busqué sus ojos.

- Calmate, Respira - cerré los ojos nuevamente, tratando de calmarme.

– Mírame - volvió a pedir y levanté los párpados, encontrándome con los ojos oscuros de Ayton. 

Me tomó la cara entre sus manos y suspiró contra mis labios. Nunca aparté mis ojos de los suyos. Cerró los ojos, y sentí como si me hubiesen inyectado. Respiré con tranquilidad. Me acarició los brazos.

- ¿Estás bien? - preguntó tranquilo y lo miré. Él también estaba empapado en sudor.

- Estoy mareada - logré articular y el asintió, agitado.

- Es por la prolongación y el esfuerzo que hiciste para respirar, estarás bien - juntó su frente con la mía. 

- ¿Quieres que te lleve a tu casa?

- No eres mi guardián, no tienes por qué.

- Quizás lo soy.

- No puedes ser ángel custodio de un demonio - me crucé de brazos y sentí mi pecho arder.

- No estamos hablando de ángeles y demonios. Estamos hablando de Nila y Ayton.

Mi mirada bajó a sus labios, tenían una forma tan hermosa y particular que tenía ganas de besarlo.

- ¿Sí te pregunto algo, vas a responder? - el ladeó la cabeza.

- Responder en serio, no con una pregunta - Agitó la cabeza en un asentimiento confuso, pero divertido.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - sonrío, quizás gustoso por saber que mi pregunta no era demasiado personal.

- Sé demasiado de ti.

- Eso no es verdad.

- ¿Vas a ponerme a prueba? - su propuesta me dejó atónita.

Creo que no quiero llevarme más sorpresas por ahora, ocurrieron demasiadas cosas en muy poco tiempo. 

¿Cómo debía tomármelo? la duda de que Ayton tenía algo que ver y me hacía alucinar no estaba descartada del todo. Ojalá mis dones como diabla estuviesen tan avanzados como los de él.

- ¿Y tú? Cuéntame de ti - dijo en cambio.

- ¿De mí? - repetí y el asintió, sonriendo de lado.

- ¿Por qué te cuesta usar tus "dones" de demonio? –

Me pensé seriamente el contestarle la pregunta, no lo conocía, pero quería decírselo, algo me impulsaba a hacerlo.

- Cuando era más joven me cortaron las alas - expliqué, desconociendo el porqué de mis declaraciones. Ayton no es justamente la persona a la que deba contarle esto.

- Y cuando crecieron ya no lo hicieron como antes - los recuerdos de ese ángel, ese maldito ángel que tuvo que hacer esto en el infierno, ese ángel que me cortó las alas cuando cumplí los dieciséis años.

Me retorcía de dolor, mis manos atrapadas en dos esposas que podían conmigo, estaba haciendo de todo por avanzar, era en vano. apenas si podía moverme en el lugar.

- ¡Suéltame! - grité con todas mis fuerzas, las muñecas me sangraban y el llorar no ayudaba.

- Córtalas - ordenó el ángel, no parecía tener mucha diferencia de edad conmigo.

- Yo le borraré la memoria - Se acercaron a mí, me giré espantada y moví mi cuerpo hacia atrás, en vano de nuevo. Acomodaron mis alas a gusto de ellos, y tiraron de ellas hasta hacerme doler.

- ¡NO! - grité como última oportunidad, nadie pareció escucharme, me arrancaron las alas y dejaron que me desvanezca ahí, mis cicatrices estaban abiertas, pero no sangraban, eso lo sabía. Me temblaron las rodillas y me dejé caer. El ángel menor se acercó hasta mí y lo miré con desprecio.

- Te buscaré - sentencié y el no hizo nada más que arrancarme las esposas - Y te mataré.

- Inténtalo - me tembló el labio inferior y se levantó. Tuve que alzar mi cabeza para mirarlo.

- Ayton, hazlo - ordenó un arcángel y me hice hacia atrás. Los ojos oscuros del ángel se pusieron sobre los míos, y brillaron antes de dormirme.

Es lo único que no le funcionó en su totalidad.

Solamente me olvidé de quién era, y cómo era.

Era un ángel sin rostro, sin identidad. Pero sabía que era un ángel. Sabía que me había cortado las alas. 

No me borró la memoria del todo. Lo observé, y traté de recordarlo a él como la persona que me arrebató las alas y me dejó furibunda, a la espera de dos alas que, ya sabía yo, no crecerán correctamente.

- ¿Qué? - se rasco la nuca.

- No estarás pensado que fui yo quien te cortó las alas, ¿O sí? sabes que eso es absurdo.

Lo dijo con una tranquilidad que hizo desaparecer esas dudas. Si había algo de nerviosismo en su tono, sólo un poco, hubiera desconfiado de él. Desconfiar de él es lo que tuve que haber hecho desde que lo conocí.

En cambio, le revele cosas que nunca di a conocer, pero no tengo idea, algo me impulsaba a decírselo.

Algo que no podía controlar.

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