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Capítulo 12

NILA

La alucinación que tuve esa noche cambió absolutamente todo. 

Yo, tirada, amarrada de pies y manos en un rincón de las tinieblas. Lloraba como nunca había llorado, mi cara estaba hinchada y mis mejillas negras por el delineador corrido. Estaba empapada de sudor, y desnuda. Había dos arcángeles en frente de mí, y un ángel joven cruzado de brazos.

—¿Qué puta mierda quieres de mí? — mi voz hipaba y apreté mis puños. 

Observé al ángel y cuando salió de la oscuridad, vi claramente que era Ayton. Era el, podía verlo. Se hincó en frente de mí, yo seguía hipando. Ya no lloraba, pero estaba en ese proceso de hipo y la mala respiración.

—Yo no te hecho nada — mi voz se quebró y peleé contra las esposas.

—Lo siento — se disculpó el ángel. 

—Yo hago lo que me ordenan.

Bajé la cabeza y seguí llorando. Me dolía la panza.

—Si las cortas no tendré otras — me lamenté y él me tomó del mentón con brusquedad para mirarme.

—Sí tendrás.

 —No iguales — apreté los dientes.

—Eso es otra cosa, amor — me besó la mejilla, y lo empujé.

—Por favor — me miró de arriba a abajo. 

—No lo hagas.

—Lo siento, cariño.

—Deja de llamarme así. No nos conocemos.

—¿Estás segura?

—¡Suéltame! — grité con todas mis fuerzas, las muñecas me sangraban y el llorar no ayudaba.

—Córtalas — ordenó el ángel, no parecía tener mucha diferencia de edad conmigo. 

—Yo le borraré la memoria — Se acercaron a mí, me giré espantada y moví mi cuerpo hacia atrás, en vano de nuevo. Acomodaron mis alas a gusto de ellos, y tiraron de ellas hasta hacerme doler.

—¡NO! — grité como última oportunidad, nadie pareció escucharme, me arrancaron las alas y dejaron que me desvanezca ahí, mis cicatrices estaban abiertas, pero no sangraban. Lo sabía. Me temblaron las rodillas y me dejé caer. El ángel menor se acercó hasta mí.

—Te buscaré — sentencié y el no hizo nada más que arrancarme las esposas. 

—Y te mataré.

—Inténtalo — me tembló el labio inferior y se levantó. Tuve que alzar mi cabeza para mirarlo.

—Ayton, hazlo — ordenó un arcángel y me hice hacia atrás. Los ojos oscuros del ángel se pusieron sobre los míos, y me dormí.

—¡Tú! — grité, estaba completamente enojada, dolida.

—¡Déjame hablar!

—¡Me las cortaste! ¡Me hiciste daño! — mis lágrimas eran saladas.

—¡Tuve que hacerlo! — gritó y me tragué el nudo en la garganta.

—Me mirabas como...— recordé la manera en que sus ojos me escrutaran, me dolía tanto recordarlo. 

—Me mirabas como si tuviese peste.

—¡Ya te conté lo que paso! ¡Hubo una parte de mi vida en la que te odié! - su voz se apaciguó.

—Me odiabas. Y no sé si ahora también lo haces.

—Tenía dieciséis años — susurró, su voz llena de dolor. Levantó la mirada y clavo sus ojos inyectados en mi.

—Y te amaba. Y ahora también te amo.

—Nunca me lo dijiste.

—Era lo que me mandaron a hacer. ¿Nunca te pusiste a pensar en que estoy haciendo ahora por ti? ¿Y por qué piensas que te lo contaría? ¿Para qué suceda esto?

—No estás haciendo nada por mí.

—¿Tú te das cuenta de que lo nuestro está prohibido, ¿No? — no esperó mi respuesta.

—¿Y no te pones a pensar por qué aún no nos han matado? — Me quedé en silencio y me sequé las lágrimas.

—Porque estoy luchando — nuestros ojos se encontraron.

—Desde que te conocí, desde que caíste del cielo, desde que perdiste tu virginidad con un mortal, desde que tu madre te dejó de prestar atención, desde que nos encontramos esa noche, ese 28 de enero de 2002...estoy luchando. Por ti, por mí. Por nosotros, Nila. Lo nuestro no es fácil.

—No entiendo — hablé calmada.

—Estoy en algo. Algo para cuidarte, para cuidar lo que tenemos — se acercó a mí y me tomó de las manos. 

—Deja el pasado, cielo. Estas aquí, conmigo.

—Me cortaste las alas.

—Y ahora te estoy salvando la vida — susurró.

—No quiero — arqueó una ceja. 

—Ya no te quiero — Lo descolocó, a pesar de que el me miraba, yo no podía.

—¿De qué estás hablando?

—Ya no te quiero — salió de mis labios y cayeron dos lágrimas. Se acercó.

—Retira lo dicho — me pidió calmado, pero no pude responder, por más que quería hacerlo, que quería retractarme y besarlo y pedirle perdón, no pude.

—Retíralo, Nila.

No le volví a responder.

Me arrepentí y lloré toda la noche.

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