Capítulo 11
AYTON
Estaba parada en medio de la entrada cuando giré mi cabeza en su búsqueda.
Tenía cara de espanto, y estudiaba en entorno como si algo la hubiese escupido ahí, sin preguntarle a donde quería ir.
Me acerqué, ella seguía estudiándose con cautela. Su delineador corrido dejaba un camino de lágrimas negras por sus mejillas.
La tomé de los hombros y puso su mirada en mí, pérdida completamente.
—¿Ángel? — levantó los párpados.
—¿Estas bien? ¿Es un ataque? — Podría ser un ataque de pánico.
Se observó la vestimenta y miró sus manos, ensangrentadas.
—¿Dónde estamos? — fue un susurro débil.
—En el Instituto. ¿Dónde estás tú? —
La veía perdida, no entendía por qué estaba llorando y qué le había pasado.
—No lo sé — la tomé del brazo y la arrastré hasta el baño, muy poco me importaba que la campaña ya había sonado.
La senté en el mármol frío del lavabo y me enjuagué las manos para limpiarle la cara.
—¿Por qué has estado llorando?
—Porque tengo miedo — detuve mis manos, y me miró desconfiada.
—De ti.
Me miró y algo dolió en mi interior, Esas visiones tienen que acabar, cada vez la siento más lejos.
—Todo está bien — intenté besarla, pero apartó la cara.
—Eso dice el ángel de mis sueños. Y nada parece ir bien — ella sabía que algo le estaba escondiendo. Y yo sabía que debía decírselo.
—Déjame limpiarte — quizás mi voz quebrada la hizo palidecer, y dejó que la limpiase con lentitud. La sentía de cristal.
—Tú no me harás daño, ¿Verdad? — sus ojitos estaban hundidos por lágrimas nuevamente. Le besé la cuenca de los ojos para secar las lágrimas con mis labios y negué con la cabeza.
—No podría — susurré y ella cerró los ojos, apretó los muslos y se movió sobre el mármol. La oleada de excitación también me llegó a mí, inesperada pero bienvenida.
—Tienes que decirme que está pasando.
—Sí, mi amor, sí —
Asentí repetidas veces, Nila estaba dándome otra oportunidad.
Porque me quería, y esta vez no era una fantasía.
Las clases que la siguieron a ese encuentro, Nila estaba rara. Miraba a un punto muerto y creo que se ganó varios signos menos cuando no respondía algunas preguntas.
En los descansos me quedaba con ella, pero no hacia nada. Y yo no le decía nada. O bueno, intentaba no interrumpir su trance.
—Tenemos que hablar.
—Déjame en paz — me habló por primera vez.
—Necesito estar sola.
—No.
—Puedo verlo — fruncí el ceño —Al ángel.
—Nila — la llamo con voz firme.
—Déjame.
—Tenemos que hablar.
—No — me contradice y su mirada se clava sobre la mía.
—Tenemos que follar.
Frunzo el ceño, ¿De qué habla?
En un movimiento ágil, arrastró el banco y se sentó a horcajadas de mí.
—Nila ¿Qué estás haciendo? — sus ojos brillan en lujuria.
Alguien dígame que le está pasando.
—Estamos en un puto salón, Nila — le reprendo cuando intenta aflojarme la hebilla del cinturón.
—¿Qué Haces?
—Por favor — me pidió al oído y se movió sobre mí, buscó mis labios y los arrastró.
Abrió la boca y amé el cómo jugaba con mi lengua, la enredaba con la mía y me dejaba morderla.
Listo, ha ganado.
—Pero rápido — advertí y ella asintió, moviendo su ropa interior a un lado.
—El descanso termina en diez minutos.
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