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Capítulo 1

AYTON

Hacía frío esa noche cuando me adentré en el bar, y apenas lo hago, el sentimiento frío y embriagador del ambiente me marea. No parecen haber más ángeles caídos, tampoco ángeles custodios.

Mi atención se detiene en la chica morena de la mesa de Bar. Pelo ondulado, ojos negros como la noche en la que estábamos y los labios más carnosos que he visto mojados con vodka.

En tanto agudizo mi visión observo sus alas negras, disipadas especialmente para que no sean visibles por los mortales.

Es hija de Lucifer.

Y está aquí, en el mundo de los mortales. De los mortales asquerosos.

Su mirada se encuentra con la mía. Observo su vestimenta, está condenadamente sexy. Ella sonríe sacando el trasero, tentando mis hormonas un poco revolucionadas por este cambio rotundo de ambiente. Esta intentando algo conmigo, seguro.

Sonrío para complacer su acción y se acerca hasta mí, impidiendo el gustoso deseo de usar sus alas fuertes y lucir como una sospechosa al hacerlo.

Cuando se acercó a mí dejé a la vista mis alas blancas, a la vista sólo para ella. Frunció el ceño, pero cambió rápidamente el gesto por una sonrisa de lado.

Mierda, que labios tiene.

Su primera conversación conmigo empezó así:

—Los ángeles no pueden estar aquí. ¿Te expulsaron? — preguntó y le sonreí por segunda vez en la noche.

—¿Estas acosándome? — pregunté y ella mostró sus colmillos.

—¿Debería? — responde con una pregunta.

—No justamente tú — arquea una ceja. Eso la enojó.

—¿Quién te piensas que soy? — preguntó con voz amenazante, pero no, diablilla, no me dejaré intimidar.

—¿Debo responder a eso?

—Debes tenerme miedo.

—Eso no está resultando — le arrancó una sonrisa mi comentario.

—Puedo hacer que simplemente tengas miedo de mí o....— se acerca hasta mí, sus brazos rodean mi cuello y el calor negro me envuelve.

—Simplemente puedo hacer que me desees — Me lamo los labios.

—Intenta eso último — le susurré en el oído.

Mierda, que irresistibles eran las diablillas.

Sobre todo, esta.

Sus labios rozaron los míos, pero se apartó justo a tiempo.

—También puedo fastidiarte — se burla y opto por sonreír con diversión.

—Graciosa — opté por decir.

—¿Y bien? — dijo segundos luego —¿No vas a decirme que haces aquí abajo?

—¿Tienes derecho de preguntarme eso? que yo sepa no perteneces a este lado del mundo tampoco — ella río.

—Lucifer es mi padre.

—Lucifer es padre de todo el inframundo.

—Lucifer es mi donador de esperma — dijo y reí con diversión —Puedo estar donde yo quiera.

—Dentro del inframundo — especifiqué.

—O fuera de él — me miró entrecerrando los ojos.

—De todas formas, no creo tener derecho de responderte esa pregunta.

—Yo quiero estar con un mundano — contestó sin vergüenza.

—¿Quieres cogerte a uno de los que están aquí? — señalé los cuerpos sudorosos que se movían a algunos metros de nosotros.

—El libro de Enock prohíbe la relación de demonios y ángeles, de demonios con mundanos y de Ángeles con ellos también — Soltó una risita.

—¿Por qué debo cumplirlo?

—¿Para qué no te encierren en el inframundo? — aventuré en duda.

—Vivo en el inframundo.

—No conoces todas las caras del infierno.

—¿Y tú sí? — Sonreí de nuevo.

Esta mujer era divertida.

—Más que tu — frunció el ceño, molesta.

—¿Vamos a tomar algo? me estás asfixiando.

—Se llama hiperventilación, y eso es porque estas excitada.

—La hiperventilación la tienen los que sufren ataques de pánico. ¿Y crees que estaría excitada por tu presencia?

—Tú sufres ataques de pánico — se desconcertó ante mi acierto en su personalidad.

—Y si, siento que estas excitada.

—Claro que no —

Negó a ambas cosas y me acerqué a ella, nuestros rostros cerca, sus ojos en mi boca.

—Los Ángeles sabemos más que nadie de las personas.

—Pero tú no sabes nada de mí, no me conoces — sentí el temor en su voz.

—¿Por qué estás tan segura?

—Porque nunca nos hemos visto — afirmó y me burlé mentalmente de su mala memoria.

—¿Por qué empleas tanta seguridad? — me miró con detenimiento, tratando de recordarme quizás.

O simplemente, buscando el descifrar mis intenciones.

—No te recuerdo — admite y sonrío satisfecho, se cuánto odian los demonios no recordar algo o que su enfrentaste tenga información que ellos no.

Por lo menos así es con esta chica.

—Bajé del cielo con un propósito, Thompson.

Sus ojos se abrieron de par en par y me guardé la risa

—Y no volveré a subir sin que lo haya cumplido.

Se mordió los labios, acto realmente sexy.

—Estoy borracha, ¿Sabes? es la primera vez que me gustaría ser mortal para poder ser como ellos. ¡Míralos! Ellos no deben preocuparse por cuán fuertes son o por cuanto dejan al aire sus emociones.

—Puedes pedirle a tu padre que te convierta en mortal — me siento en el césped, en tanto hablábamos nos hemos estado moviendo, hasta que por fin llegamos al patio, estaba ya harto del olor que había ahí adentro.

—Mi padre no haría eso, No puede — arrancó un pasto.

—Para hacerlo debería cortarme las alas y arrancarme los cuernos. Eso es muy doloroso.

—¿Prefieres no sentir un poco de dolor a ser algo que no quieres? — Para mí sería más fácil si ella fuese mundana.

—Es que no entiendes. Mis alas, mis cuernos y mis dones como diabla directamente no son tan efectivos y no son igual de fuertes que lo de los demás. Por eso me cuesta entrar a la mente de alguien, poseerlo, hacerle sentir alucinaciones o salir de ellas.

Asiento,esa es una muy buena información que de seguro la anotaré.

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