1. Si enfrentaras tu temor
Tenía las manos húmedas, el alma vacía y la conciencia hecha pedazos. Aun así, no perdía el valor mientras caminaba.
Era la primera vez que salía de su casa sin que fuera para hacer las compras del día. Era la primera vez que salía de noche, también. Desde su regreso, sus días nacían y morían en ese hogar que no era el suyo y que se apagaba a medida que pasaban las horas.
Todo lo que él y su papá tocaban acababa por marchitarse, incluso la noche. Esa noche.
Cliff no alejaba la mirada de la calle mojada mientras caminaba con pasos rápidos, como si buscara no permanecer por más de un segundo en el plano visual de nadie que se cruzara con él. Crear recuerdos era dejar fragmentos de sí y él mismo era la última parte que le quedaba. Miraba de reojo los semáforos de los cruces, confiado en que no habían cambiado de posición con los años, y el resto del tiempo mantenía la vista fija en el suelo, en las baldosas agrietadas, en las marcas de barro que habían dejado otras personas antes que él.
Las llaves le pesaban en el bolsillo cada vez que bajaba a la calle o subía a la vereda. Cuando lo hacían, Cliff pensaba en su papá y en que se había llevado las dos copias para evitar que el hombre se fuera mientras él no estaba. La alternativa a salir era hacer el encuentro en su casa y era demasiado pronto. Apenas se verían por primera vez en años como para permitirle ver su nueva casa. Y si esa noche terminaba en desastre...
—Cortala con eso —murmuró en la privacidad de las calles desiertas.
Se había acostumbrado a no escuchar música, pero deseó poder hacerlo mientras caminaba las últimas cuadras hasta su destino. Su respiración lo traicionaba mientras hacía con más rapidez esos metros, como si su vida anterior estuviera en cada esquina y girara a observarlo cuando cruzaba una calle. Era consciente de cada sonido de su cuerpo, de sus pasos delatores, de sus exhalaciones pesadas.
El silencio lo acompañó a su destino, cuidándolo de las miradas de la noche. Solo, perdido en su mente, era fácil de ignorar por los fantasmas que lo perseguían, y no había nada que Cliff deseara tanto como ser ignorado. Que su dolor no importara, que su silencio no valiera. Que nadie distinguiera su figura en la oscuridad.
La casa que buscaba apareció como una salvación frente a sus ojos. Como un punto de no retorno. Desde su regreso, todo tenía dos caras.
Cliff se acercó al timbre y llamó una vez. Alguien gritó para avisar que lo había escuchado. Podía sentir cómo el corazón le palpitaba en los oídos mientras esperaba y se preguntaba si era tarde para desaparecer.
Cuando la puerta se abrió, Alejo fue incapaz de esconder la sorpresa de su mirada. Cliff saludó con cortesía, pero no dejó espacio para la pena en la conversación. Si no hubiera caminado tan rápido, lo habría recibido su amigo en lugar del hermano y no tendría que enfrentarse a la idea de esperar palabras de aliento del resto de la familia.
Una voz preguntó desde la cocina quién había llegado. Si no se movía rápido, no lo dejarían ir.
—¿Está Max?
Alejo entendió de inmediato. Benditos fueran los hermanos mayores, si es que había algo bendito en el mundo.
—Arriba, en su pieza. Todo está como siempre.
Excepto él. O quizá él estuviera en el lugar de siempre y todo lo demás hubiera cambiado, solo que nadie lo notaba porque era necesario mantenerse quieto para percibir el cambio y el único que no se había movido en los últimos años era él.
Subió las escaleras con prisa. En la seguridad del segundo piso, apoyó su cabeza contra la puerta del cuarto de su amigo y se permitió respirar con calma. Nadie lo veía, nadie notaba que se arrepentía de cada paso que lo había llevado ahí. Nadie lo oía respirar. En el interior de la habitación, Max componía en el piano eléctrico, ajeno a su presencia, y los compases interrumpidos que practicaba resonaban en el interior de Cliff, acompañando su angustia.
Inhaló despacio, tan profundo como su diafragma se lo permitió. Lo había conseguido. Había logrado salir de su casa, tomar contacto con su vida anterior.
La música se detuvo. El sonido del picaporte lo obligó a alejarse para aparentar que no llevaba más de un minuto ahí, escondido. La puerta se abrió.
—No lo puedo creer.
Max contenía la sonrisa, como si temiera mostrarse alegre frente a él. Extendió una mano para saludarlo, pero Cliff no tardó en estrecharla y acercarlo como si fuera un hermano al que llevaba años sin ver. Max le respondió el gesto sin dudarlo.
—Estás acá —le susurró despacio—. Estás acá y la vida de mierda se quedó en Gales.
—La vida de mierda empezó acá.
—Y acá va a terminar, ya vas a ver.
Max le indicó que podían salir y Cliff se permitió contagiarse de la paz que emanaba. Sentía que se la robaba, porque no le pertenecía, pero que la necesitaba más que su amigo. Algo de calma, aunque fuera ajena, para calmar su ansiedad. Si daba un paso dentro del cuarto, vería el pasado reflejado en las fotos de la pared. Se vería años atrás, en otra vida. Sonriendo.
Sentía que llevaba siglos sin sonreír.
Hola. ♥
Cliff es un bucle de desesperanza, perdón. A veces nos tenemos que hundir un poco para que lo bueno valga la pena.
¿Qué les pareció esta primera escena? Es cortita, pero este primer acercamiento dice bastante sobre cómo se siente Cliff. Por lo menos, nos dice que no va a ser un camino alegre.
¿Conocen la canción de la multimedia? Quise poner la versión del canal de Roger Waters por el lío de derechos que hubo con este disco. En esta casa se respeta a quienes escriben sobre cosas tristes.
Este capítulo va dedicado a marthalilaa por ser mi principal apoyo para volver a contar la historia de Cliff y por no dejar de recordarme el lío en el que me metí cuando decidí cruzar esta trama con varias más. Y, a pesar de saber que no va a leer todos los libros en orden (porque no voy a escribirlos en orden) sigue acá. Eso es apoyo sincero y real. ♥
Gracias por darle una oportunidad a esta historia que amo. Espero que la disfruten tanto como yo. ♥
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