Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

-¿Divorcio?- pregunté atónita.

Alexander asintió con la cabeza.

Notaba que evitaba hablar porque tenía el nudo en la garganta, y si lo hacía, iba a llorar. Y sinceramente, yo también estaba a punto de romper en llanto. Mis manos comenzaron a temblar y el estomago me daba vueltas. 

No podía creer lo que estaba leyendo. La persona con quien yo quería una familia, me estaba pidiendo el divorcio.

-Podemos arreglarlo, salir de esta juntos- hablé con la voz rota.

-Lo hemos intentado, pero tenias razón, el problema somos los dos. No estábamos listo para afrontar algo tan grande y aun somos jóvenes, tenemos una buena vida por delante- respondió.

Pensé un poco.

-¿Ya no me amas?- pregunté con los ojos a punto de desbordar en llanto.

Él se quedó en silencio.

-Eso no es lo que estoy diciendo- respondió.

Ambos nos miramos, y nos dimos cuenta, que tal vez no éramos tan fuertes como lo creíamos.

-Entonces, ¿qué haremos? - cuestioné aun con las manos temblorosas.

Y regresó aquel silencio que me consumía lentamente.

-No lo sé- fue toda su respuesta.

Sabía que había altas y bajas en la montaña rusa, mejor conocida como matrimonio, sin embargo, tal vez hasta aquí había llegado nuestro turno.

-Claro que lo sabes, tú eres el que acaba de pedir el divorcio- dije comenzando a alterarme.

-Es lo mejor para ambos- contestó -Y es lo que yo realmente quiero-

Esas palabras fueron las que acabaron de romper mi corazón, pues entendí que todo el amor que sentía por él era el que me hacia ver por él antes que por mí. No podía atarlo a mí, pues sería egoísta e injusto para Alexander, y aunque era lo que realmente quería hacer, tenía que respetar lo que Alexander quisiera.

No importaba si yo quisiera quedarme con él toda la vida, porque si lo obligaba entonces él sería infeliz. Cosa que jamás me podría perdonar.

Miré nuevamente la hoja.

-¿Solo tengo que firmar?- cuestioné en voz baja.

Ya ni siquiera controlaba mis lágrimas, pero intentaba verme lo más tranquila. Si por mi fuera estaría en el suelo deseando morir.

-Si, pero tenemos que aclarar unas cosas antes-

-¿Qué cosas?- pregunté intentando calmarme.

-Cosas como el dinero y los bienes, pues estamos casados por bienes compartidos- contestó.

-Yo no quiero quedarme con tus cosas, porque cuando nos casamos todo eso era tuyo- aclaré.

-Me alegra que pienses eso, pues nos evitara de problemas- dijo -Pero si voy a darte dinero, porque no pienso dejarte sin un peso. Me ayudaste mucho y fuiste muy importante para mí, y creo que es lo mínimo que puedo hacer por ti-

Escucharlo hablar así me rompía el alma, pues me hacia pensar que todo esto era fácil para él, como si no me amara como yo lo hago.

-Esta bien- accedí.

Durante los siguientes minutos hablamos temas sobre dinero, bienes y cosas materiales. Una platica tranquila, pero demasiado triste.

Entre las cosas que serían mías estaba el auto y una pequeña cabaña que habíamos comprado este año. Sin contar que me daría dinero para comenzar una vida nueva sin él. Fue a todo lo que acepté. 

-¿Eso es todo?- pregunté sin ánimos.

-Si, ya puedes firmar el divorcio-

Tomé el bolígrafo que me ofreció, y acerqué la punta al papel. Sin embargo, no podía firmar, pues si lo hacía lo perdería para siempre.

Tardé algunos segundos en hacerlo, pero al final me agarré de valor.

El único ruido en la habitación era la pluma deslizándose en el papel, y probablemente mi corazón cayéndose a pedazos.

Cuando lo firme, levanté la vista y sus ojos estaban llenos de lágrimas.

-Esto es lo mejor para ti y para mí. Necesitamos sanar los dos muchas cosas, si seguimos juntos nos vamos a seguir lastimando- dijo intentando animar a ambos. Las gotas comenzaron a escurrir por su rostro, sin embargo, no se veía alterado.

Era un llanto tranquilo.

Alexander tenía razón. En las últimas semanas nos habíamos hecho daño, y tal vez lo mejor era desconectar la bomba antes de que explotara.

-¿Puedo pedirte una cosa?- pregunté.

Él asintió con la cabeza.

-No hagas negocios con Daniel Duval- pedí.

-Ya lo cancelé- dijo rápidamente -Mi padre me amenazó si seguía con eso, y quiero que mi vida sea como antes. Voy a alejar a Duval y todo lo que tenga que ver con él-

Ya no tenía porque decirle lo de Dylan y Alexa, pues ya no era "nuestro" problema.

Nos quedamos en silencio, mirándonos. Ambos derrochábamos tristeza y cansancio. Le di una sonrisa triste.

Ya no era su esposa, ahora era soltera otra vez. Dolía hasta el alma solo pensarlo.

-Supongo que tal vez en otra vida podamos estar juntos- comenté.

-Y espero hacer las cosas bien para la próxima- respondió.

Suspiré.

Ya no tenía nada que hacer aquí.

-Subiré para hacer mis maletas- avisé.

-Renata ya las ha hecho-

-Entonces solo me queda despedirme de ti- dije con la voz rota nuevamente -Espero que estés bien y que encuentres a alguien a que de verdad te dé lo que yo no pude-

-También te deseo lo mismo y te agradezco de todo corazón por amarme-

Me levanté de la silla y caminé hacia la salida del estudio. Su voz me detuvo.

-Y perdón por todo lo que dije e hice, estaba celoso y no pensé bien las cosas, pero quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en la vida-

Sus palabras solo me hacían quebrarme más, porque yo no me quería ir.

-Tal vez alguna vez deberíamos de tomar un café- fue toda mi respuesta.

Salí del despacho y mis maletas ya estaban esperándome. Los pasos que daban eran pequeños, como si no quisiera llegar a la puerta. 

-Elena- gritaron a mis espaldas.

Giré y vi acercándose a mí.

-Quédate esta noche- pidió.

No me pidió quedarme toda la vida, solo esta noche.

-¿Para qué quedarme?- pregunté -Necesitamos hacer esto menos doloroso y quedarme solo nos torturaría más-

-Sabes que esta siempre será tu casa, aunque ya no estemos juntos- recordó.

Me acerqué a él lentamente. Nuestros rojos y llorosos ojos se conectaron, y sentí esa chispa nuevamente. Tomé su rostro entre mis manos y corté la distancia entre ambos.

Le di un beso, un último beso.

En aquel acto de amor nos transmitimos todo el cariño que nos teníamos y lo mucho que nos íbamos a extrañar, pero él tenía razón, teníamos que sanar individualmente.

No era un beso pasional ni salvaje, era tranquilo y melancólico. Dolía saber que jamás volvería a besarlo. Entonces poco a poco se transformó. Tomó un tinte más feroz, hace mucho tiempo no estábamos juntos, y tal vez este no era el mejor momento, pero nuestros cuerpos no sabían eso.

-No- dije separándome de él -Esto no lo hace más fácil, si tenemos sexo ahora ya no vamos a poder despedirnos y a este punto ya nos hicimos bastante daño-

Él lo reflexionó.

-Tienes razón, si en este momento decidiéramos estar juntos, ya no sería igual-

Me soltó, pero antes de alejarse más, tomó mi mano y le dio un cálido beso.

Caminamos juntos hacia mis cosas. Al parecer todo ya estaba aquí.

-Te ayudo a subirlas a tu auto- ofreció.

No respondí, dejé que lo hiciera.

Poco a poco mis maletas ya estaban arriba, y en cuestión de minutos todo estaba listo para irme. Me despedí de los empleados, y di una ultima vuelta por esta casa que tanto me gustaba.

Cuando Alexander y yo la compramos estaba abandonada, y entre ambos pusimos nuestro granito de arena para formar juntos este hogar, que ahora era testigo de como un pedazo de mi corazón se quedaba aquí con él.

Llegamos a la entrada de la casa, y antes de llegar al coche recordé algo.

Me quité los anillos de boda y de compromiso. Se los quise entregar, pero se negó.

-Son tuyos, te los entregué con todo mi amor. Haz con ellos lo que quieras- respondió con la voz rota.

Volví a ponerlos en su lugar, pues no estaba lista para simplemente desecharlos. Me hacían sentir acompañada.

Llegué a la puerta de mi coche, y lo miré antes de subir.

Nos dimos una sonrisa triste, y podía ver sus ojos llenos de lágrimas.

Nadie quería decir, si lo único que teníamos que decir era "Adiós".

-Hasta siempre Elena-

-Hasta siempre Alexander-

Una gota cayó por su mejilla, se veía tan vulnerable que me dieron ganas de abrazarlo, pero eso solo me traería más dolor.

Subí al asiento del conductor y encendí el motor.

Lentamente me alejé de ahí, con la esperanza de que me pidiera quedarme para siempre, pues era tan egoísta para aceptar que él ya no me quería en su vida. Pero eso nunca pasó.

Conduje unos minutos, mi respiración era agitada y temblorosa.

Hice una parada frente a una tienda de vinos.

Apagué el auto y cerré lo ojos.

Entonces estallé.

Grité del dolor que sentía. El vacío en mi pecho se hizo presente y podía sentir como quemaba hasta los huesos.

Lo había perdido.

No me importó si alguien me escuchaba o me veía raro, yo solo quería desahogarme. Las gruesas lagrimas rodaban por mi rostro. Los gritos eran desgarradores y los sollozos eran incontrolables. Mi nariz comenzaba a escurrir, pero era lo que menos me importaba en este momento.

No solo había perdido a mi madre, sino también al hombre que amaba.

Me tranquilicé poco a poco, de esta manera podrías bajarme a comprar algo de alcohol y poder perderme entre mis penas. No quería enfrentar mis problemas aún, solo quería ahogarme en ellos.

Iba a salir del auto para comprar el vino, y de repente mi teléfono sonó.

Era una llamada de Claudia.

-Hola- dije intentando no sonar tan mal.

-¿Puedes venir a la empresa por mí?- preguntó constipada. 

Escuchaba el dolor en su voz.

-¿Estas bien?- pregunté preocupada.

-No, necesito que vengas- respondió.

Colgó la llamada inmediatamente.

Regresé al auto y emprendí camino a la empresa.

Mis planes de alcoholizarme se iban a posponer.

Me estacioné frente al edificio, y vi a mi amiga gritándose con Aarón.

Así que por eso estaba tan mal.

Bajé el vidrio del copiloto para poder llamar su atención.

-Entonces déjame hablar- pidió Aarón levantando la voz.

-Ya no quiero oír la mierda que sale de tu boca- gritó desesperada mi amiga.

-Ey- dije para que me escucharan.

Ella me vio.

-No me vuelvas a buscar- le dijo nuevamente al hombre frente a ella. Se quiso dar la vuelta para venir, pero se lo negaron.

Él la tomó del brazo, evitando que ella avanzara. Notaba la fuerza que estaba usando con mi amiga.

-Suéltame- pidió enojada.

-No hasta que te calles y me escuches- respondió Aarón.

Me bajé rápidamente del coche y caminé hacia ellos. Miré unos metros detrás de ellos y supe cual era el problema: Katia estaba ahí parada. Su falda estaba chueca y su camisa mal puesta.

Que hijo de perra.

Coloqué mi cuerpo entre ambos.

-Será mejor que la sueltes si no quieres que te obligue a hacerlo- dije firmemente.

Mi voz sonaba fuerte y segura, a pesar de que mi rostro se veía hinchando y dolido.

-Este no es tu problema- contestó aun sosteniendo el brazo de Claudia.

No dije nada más y estampé mi rodilla en su entrepierna con fuerza. Él se dobló del dolor, de esa manera soltó a mi amiga.

-Te dije que no iba a dudar en ayudarla cuando se quisiera ir- le dije mientras miraba como se quejaba.

Katia se acercó rápidamente a él.

Claudia y yo dimos media vuelta para subir al auto e irnos de ahí, pero la horrible voz de la mujer nos detuvo.

-Son unas malditas bastardas- comentó junto a Aarón.

Lo que pasó a continuación fue muy rápido. Mi amiga giró y se fue contra aquella mujer. No sé de donde sacó tanta fuerza, pero la tomó del cabello y logró arrastrarla unos metros. Se escuchaban los gritos de ambas y los murmullos de la gente que se comenzó a acercar a ver lo que estaba pasando.

Aarón se movió rápidamente sin importarle el dolor e intentó separarlas.

Se ganó unas marcas de pelea, pero se los merecía.

Me acerqué a mi amiga.

-Es hora de irnos- dije tocando su hombro.

Ella entendió el mensaje, y terminó la pelea que estaba pasando.

No dijimos anda más y subimos al coche.

Y ahí estalló ella.

Su rímel estaba completamente corrido, tenía unos pequeños moretones en la cara y sus manos temblaban. Supe que le habían hecho lo mismo que a mí: Le habían roto el corazón.

Lloraba desconsoladamente, y me acerqué a abrazarla.

-Ellos estaban juntos cuando yo llegué- comentó rota -Intenté irme, pero quiso enredarme en sus cuentos baratos, le regresé las llaves del auto y quise irme, pero él se negaba a dejarme-

-Tranquila- susurré acariciando su cabello.

Apenas si le entendía, pues el llanto no la dejaba ni hablar. Realmente estaba mal.

-Yo le di todo mi amor, y él solo lo botó a la basura-

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pues estaba recordando nuevamente como hace unos momentos había firmado mi divorcio.

-¿Vamos a tu casa?- pregunté mientras encendía el motor.

Aarón y su zorra ya no estaban ahí, y lo agradecía. Tenía ganas de patear a los dos.

Afirmó con la cabeza, pues se estaba ahogando en llanto.

Aquí era el momento de volver a preguntarme, ¿Qué carajo haría con mi vida?... 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro