Morir.
La zarza cortaba su mano,
el rosal también la lastimaba,
mas su corazón cruel e insano,
su penar y dolor no aceptaba.
Seguía con pesar su caminar,
descalza, desnuda y sombría
cómo ríos de la montaña bajan,
grandes gotas de su mejilla escurrían.
Escuchó en su pecho un crujir,
un dolor y un palpitar detenerse,
su débil cuerpo dejó de sentir,
su corazón ya no latía.
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