Tan profundo abismo de sombras y oscuridad,
tinieblas escabrosas que apagan la claridad,
péndulo que corta y hiere sin parar,
el corazón sangra y el alma destila un suspirar.

Se apagan a lo lejos unos ojos al llorar,
hiel amarga derramada que brota sin cesar,
pierden su brillo y el color matinal, cuando sienten la desesperanza hasta ellos llegar,
nada queda nada hay, nada se puede rescatar.

Ni las olas, el viento, los rayos del sol, ni la inmensidad,
sobre todo la esperanza que se escapa exhalando sin parar,
su último aliento del destino cruel, escrito y destinado a pasar.
Ni la súplica más vehemente le podría salvar.