Visita al cementerio
Antes de que salga el sol,
antes de que las nubes se pinten con el amarillo de la mañana,
y que el todo cielo se ilumine con tonos de naranja,
me levantaré de mi cama e iré a visitarte.
Mi mejor abrigo no evitará que el frío
toque mi corazón y lo congele,
pero al menos llegaré ahí con el estilo que mereces.
Me pondré mis zapatos más caros,
mis anillos, pulseras y aros,
me peinaré el cabello como a ti te gustaba,
solo para recordar el deseo en tu mirada,
para recordar tu sonrisa encantada,
la manera como coqueteabas.
Y aunque ya no estaré sonrojada
por tus dulces palabras,
mis mejillas seguirán rojas,
por el viento de la helada.
Cruzaré la maleza y la niebla,
caminos de piedra y de tierra,
senderos, pendientes, lagunas y lagos,
pehuenes, robles, arbustos y pasto,
veré de cerca el vuelo del cóndor,
el caminar de los huemules,
la caza de los zorros
el nido de ñandúes;
cruzaré la cordillera si es que debo,
pero le pondré un fin a mi desespero
y al alba estaré contigo.
Me arrodillaré sobre tu tumba
y limpiaré la nieve que ensucia tu lápida,
—incluso ese epitafio que siempre me trae lágrimas—
y aunque sea un mal agüero sentarme ahí,
aunque le dé lástima al mundo, me quedaré así:
Arriba de tu sitio de descanso, hablándole a la nada,
rogándole a Dios que esté siendo escuchada,
esperando que más allá del sepulcro,
tú me estés aguardando a mí,
y que un día podamos feliz,
en la sombra de la muerte,
en reposo al fin.
Pasaré horas y horas sin moverme,
bajo el peso de ese luto que quiere romperme,
aplastarme, humillarme, someterme...
Y lo confieso:
Si pudiera, me quedaría ahí hasta que todo se volviera verde.
Hasta que el calor regresara, que el invierno acabara,
y al fin pudiera verte...
Pero eso no es nada más que un sueño.
De esos que te harían fruncir el ceño y decirme:
"vete luego pa' la casa".
Y por ello eso haré, así que el día acabe,
así que el sol diga adiós y la luna lo reemplace.
Siempre con la promesa que volveré a visitarte.
Pero no te dejaré rosas, ya que tú las odiabas
—y además alrededor ya hay copihues y aljabas,
colgando de las ramas congeladas
de plantas centenarias—.
No, yo te dejaré
pilas y pilas de monedas,
para que pagues a Caronte
como lo hizo Eneas
y viajes por todo el inframundo.
Te dejaré también mis viejos poemas,
para que no te sientas sola y para que tu rumbo
no se pierda por falta de ánimo.
Y te dejaré mi cariño, mi añoranza, mis sueños de antaño,
te dejaré todo menos mi cuerpo y te diré que te extraño
una última vez antes de darte la espalda y seguir
caminando perdida por ahí.
Solo espérame, cariño.
Que yo ya vendré a por ti.
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