La última lápida del año
Espero que este sea
el último nombre que mis manos cansadas
tengan que tallar en esta grisácea lápida.
Y espero que este sea
el último año en que mi alma extenuada
tenga que despedirse de otra persona amada.
Sé que no lo será, y que la muerte es inevitable
—como el vuelo de los pajaros, o las hojas que en otoño caen—.
Pero si pudiera vencer en un duelo a la parca,
si pudiera rescatar a mis amigos de la barca
de Caronte y huir sin consecuencias del tártaro,
si pudiera charlar por un minuto con Tánatos
y convencerlo a librarnos de las sombras del Hades,
si pudiera cambiar a lo que es inmutable,
y hacer con que este luto interminable se acabe,
lo haría.
Si pudiera, te traería de vuelta a la vida.
Pero no puedo y por eso mis lágrimas amargas
se despiden de mi rosto y se rinden a la nada,
cruzando el vacío hasta tocar el suelo frío,
y mezclarse en el pasto con las gotas de rocío.
Cuatro amigos en un año yo he tenido que enterrar.
Un abuelo también, para la situación empeorar.
Espero que todos estén en un mejor lugar,
pero ya no soporto más aguantar tanto pesar.
¿Cuándo será que se acabará la oscuridad?
¿Cuándo será que en mis penas me dejaré de ahogar?
¿Será cuando
la última gota de vino
caiga de la última botella
que yo consuma en vida?
¿Será cuando yo
pase la última madrugada maldita,
contemplando un fin artificial
para un dolor que todos dicen
"es perfectamente natural"?
¿Cuando será?
¿Valdrá la pena cuestionar?
¿Y qué pasará, en el próximo año?
¿En los próximos 366 días de soledad y engaños?
¿Perderé a más gente, o al fin se detendrá
el movimiento de la hoz que viene a cosechar
a todos los espíritus que alguna vez llegué a amar?
¿Seré nuevamente traicionada
por una promesa de felicidad falsificada?
¿Por una ilusión de alegría temporal?
¿Por un júbilo superficial?
¿Me hará Dios otra vez de payasa?
¿Me quitará de nuevo a mis camaradas,
para reírse de mi miseria y de mi sufrimiento?
¡¿Cuándo se detendrá este puto tormento?!
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Para Francisca, otra amiga que perdí este año.
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