Cayó la noche oscura

y bajo su velo negro, de denso terciopelo,

te vi brillando fuerte, entre la penumbra.

Una estrella exiliada del cosmos arriba,

que por la envidia de Venus

había sido excluída

del cielo y enviada a la tierra

a cegar humanos con su belleza,

y a iluminar a quienes se habían entregado

de cuerpo y alma a las tinieblas.

Pero para mí, tú vences a la Diosa,

en nobleza y en grandeza.

Y que me perdone también Selene,

pero la luz que de ti proviene

me hace tener certeza

que en la naturaleza,

nada más se compara.

La luna, el sol, los planetas, la vía láctea;

¡Es que nada se equipara

al resplandor de tu sonrisa y el fulgor en tus ojos!