Fermentado
Cada día que paso contigo,
cada hora, instante y momento
—perdidos en este laberinto
de sueños rotos y lamentos—,
se vuelve más y más precioso,
brillante, divino y exquisito.
Cada parte de tu vida que puedo compartir,
es una dádiva de los Dioses para mí.
Así que brindo,
por no estar solo mientras lloro
entre estas paredes infinitas
sin saber cómo huir de aquí,
cómo hallar la salida.
Brindo con mis lágrimas saladas.
Brindo con el cariño que te guardan.
Brindo con el fulgor en mi mirada
—que solo es iluminada
por algo más que una emoción lánguida
cuando por tu presencia se ve incendiada—.
Y digo más:
Nuestro amor es como un vino en una bódega,
que bajo un grueso manto de polvo se añeja;
como un té post-fermentado,
aireado al sol u horneado;
como una moneda de oro, de un ancestral tesoro,
olvidada bajo la tierra;
con cada nuevo segundo, el valor del mismo incrementa.
Pese a la oscuridad que nos rodea,
pese al luto y a las mareas de dolor
que nuestras miradas envenenan,
mi cariño por ti solo aumenta,
conforme el tiempo pasa
y en el reloj, se cae la arena.
Puedo decir todo esto con total convicción,
porque mi corazón sabe que es la verdad.
Puedo decir todo esto con certeza y claridad,
porque tú decidiste probar
una y otra vez que jamás me abandonarás.
Tú, que permaneces junto a mí
cuando el aire frío azota a mi espalda desnuda,
cansada, herida, huesuda.
Tú, que retiras la horca de mi cuello;
que condenas a mis verdugos,
a mis críticos ceñudos,
y que me brindas consuelo,
que me brindas ayuda,
heróica, amable y gratuita.
Tú, que eres mi armadura
contra los golpes de la vida,
y que jamás te rompes
pese a las múltiples palizas
que siempre llevas en mi nombre;
pese a las múltiples injurias
que siempre te toca escuchar.
Tú, que permaneces a mi lado
aunque estés helada,
maltrecha, empapada
por la lluvia.
Que te quedas plantada aquí
aunque estés agotada,
temblando bajo las nubes de tormenta,
bajo las gotas pesadas y brutas,
que caen de las alturas,
perdida en la angustia y en la duda,
de no saber qué más hacer
para socorrer a mi alma tozuda.
Tú, que me calmas cuando nada más funciona.
Tú, que me sostienes cuando la suerte misma me traiciona.
Tú, que me abrazas, que me curas; que me amparas y me escuchas.
Tú, que esperas a que encuentre una manera
de derrotar a Dédalo y huir de Creta.
Que esperas a que yo robe el rayo de Zeus
y abra a las cortinas negras
que se extienden sobre nuestras cabezas.
Que esperas a que clame victoria sobre las bestias de mi mente.
Que me canse de sufrir por ellas, y que grite:
"¡Suficiente!"
Tú, que aguardas como Megara
a que yo termine mis doce trabajos.
Que te traiga la cabeza del león de Nemea.
Que te traiga los trozos de la Hidra de Lerna.
Que te traiga viva la cierva de Cerinea...
Tú, que me dejarías seguir nombrando todas ellas, sin quejas.
Tú, que me apoyas, me alientas, y que nunca me has abandonado.
Que aguardas, siempre modesta y paciente, a que rompa mis cadenas.
A que salga de la cueva de mi consciencia.
Que encuentre mi libertad y luego te lleve conmigo
afuera del tenebroso laberinto de mi temor y nerviosismo.
Insisto.
Cada segundo que paso contigo,
pese a todos mis desafíos,
pese a todos mis dolores,
pese a todo mi hastío,
¡es dorado, es valioso, es querido!
Porque tienes la paciencia de estar conmigo
Hasta en los momentos en los que yo no me soporto, ni me cuido.
Y por eso, por ti siempre seré agradecido.
Porque no considero perdido el tiempo en el que he sufrido.
Tú estabas ahí, y por eso lo has bendecido, y transformado en oro.
Tú, la persona a la que más adoro.
La amante áurea, de liviana aura.
Que merece una corona láurea
por todos sus esfuerzos
de quererme, cuando yo mismo me odio.
Qua patet orbis,
te amo, y te valoro.
....
¿Me creerían si les dijera que escribí esto después de leer sobre el té puerh?
Pensé en como algunas cosas se ponen mejor con el tiempo y de ahí mi mente se fue en una volá muuuy loca sobre el amor, la fidelidad, etcétera. Igual quedó bueno el poema... ¿Creo?
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