He reencontrado un silencio ajeno, una eterna soledad postrada ante mis pies descalzo, embarrados del rojo carmesí proveniente de lágrimas que se derraman de los cielos, los cielos que observan a mi próxima amada.

Su aproximación compleja para mi entendimiento sobre la perfección, ha sido una ruptura inmensa llena de misterio por el ser que hoy se presenta.
La lluvia cae con intensa furia trayendo tu rostro inefable que se impregna en el suelo que observo con nostalgia.

Tu rostro es ajeno a este mundo, tu sonrisa iluminada por los astros, tu silueta decorada por sombras que imagino en mi intento de existir, tus labios representan el color de las lágrimas del cielo, qué afortunado he sido de conocerte.

Dios, debería encontrarse satisfecho por crear un ser distinto, una mágica manera de expresar su preferencia, pero a la vez debería sentirse furioso, celoso, preocupado y decepcionado, yo te contemplo como si fueras dios.