El recuerdo que enferma mi existir, se hace fuerte y nada con libertad en la efímera coincidencia que tuve con Dios, encerrado en tus ojos oscuros como la tiniebla que llegó a mi vida desde el momento que partistes a otras tierras donde mi alma no reencarna.

Tu presencia se esfumo entre mis dedos de forma alígera, destrozando al salir toda materia tangible como la del corazón contumaz, ignorando las señales del dolor provenientes de los látigos constantes provocados por tu lejanía que convertía en eterno cada segundo; Convirtiendo en eterno el sufrimiento, condenandome con anticipación a la muerte eterna sin oportunidad del perdón celestial.

El karma rebota de esquina en esquina cada vez que mis frágiles huesos se deslizan hacia otra estación, sin dar tregua me castiga personificandose en cada mujer que llego a tocar, la rueda del Dharma me ha olvidado.

Deambulando entre trivialidades humanas, inefables sentimientos saltan al vacío de los recuerdos olvidados, los pasos son cortos en mi intento de salvarme de la fría noches que adorna el sepulcro donde sere devorado, el psique lamenta perderse en tus ojos.

Lleno de pesadumbre me dispongo a cooperar con el vacío desolador, acelerando los pasos para entrar en el único lugar donde no te encontrare.
Ya dentro del vacío tus recuerdos con frenesí arremeten y se incrustan en todo mi ser, conviertiendote eternamente en compañia intangible dentro del vacío sin retorno donde pensé haberme escapado de tu presencia.

Derrotado comprendi que eres materia hecha para mi existir.