Ausente las intenciones de la vida que recorren en busca de tu andar, no te encuentran mis palabras ni la noches que te extrañan.

Evocando a toda astucia tus vacíos recuerdos que murieron en orillas del puerto donde mi navegación descansaba en tus tiernos senos.

Considera el pueblo que he muerto, mis ojos no reconocen el color neutro, oscuro ni claro; Sólo reconocen tu rostro lleno de todos los colores inventados para el dolor y el amor.

Las quimeras pertenecen cada vez con mayor intensidad a mi ser, me he convertido en un soñador desconocido, que suele soñar versos y momentos pocos probables, que han muerto, que no he enterrado.

La humanidad se me hace extraña, seres pensantes, mas no razonables.
¡Qué miserables son!
En camino voy a convertirme en un extraño, un miserable más; Sólo pienso en tu rostro demoledor, mas no razono que ya te has ido.

La noche cae velozmente sin que un rayo de luz pueda penetrar su intensa oscuridad, nada la detiene ni los pensamientos que mencionan tu nombre en silencio mientras mi corazón está latiendo.

El pueblo, la noche, el día, la lluvia, todos me buscan desesperadamente, menos tu corazón.
Mi alma se encuentra alojada en Luvina.