Arrecuestate libremente en mi pecho,
sin miedo, despacio, soñando, libre, ahí dentro escucharas intensamente tu nombre.
Tu nombre vuela en lo alto, tan alto que
no logran leerlo las nubes, pero de memoria lo saben cuando lo menciono de día y noche.

Un poema se incrusta en la máquina
de escribir que se guarda en la historia
antigua, interpretando magníficamente
el sentimiento que libre anda entre los
tulipanes azules que descansan en la
bóveda celeste que nos acecha desde lo alto.
El color del cielo no es azul, es del color de tus ojos. El cielo en el que quiero habitar.

Interrumpido por el tiempo que trae a mí tu imagen solemne que recorre todas las calles que suelo caminar, vives dentro de mí, descansas dentro de mí, muero por ti.
Un oscuro intenso deambula en mis noches, logro imaginarte mientras las paredes observan con ilusión tu silueta escondida entre la esperanza y la realidad tenaz.
Traes luz a mi desolada existencia, solo
espero que no seas un recuerdo efímero como el cigarro que acaba de desvanecer.
Te guardo para mi eternidad.

Arrecuestate libremente en mi pecho.
No lo lastimes, eres inmortal dentro de mí, en cada uno de mis escritos tracenderas la historia más allá del fin.
¿Escuchas intensamente tu nombre?
Si decides marcharte por la última puerta inexistente, cierra mis ojos anticipadamente.
Eres lo último que deseo contemplar.