Pedazos
La época de partidos había llegado, casi todos los días tenían partido, por lo tanto ya no te veía con casualidad. Y estoy acostumbrada, después de tantas veces que has ido a partido, ya no se me hacía difícil tener que soportar tu ausencia.
Te divertías mucho, y eso me bastaba para olvidar el dolor que siento. Insisto, si tu eres feliz, yo también lo seré.
Todo iba bien...o eso era lo que pensaba.
Yo entreno volley, y tu entrenas basket. Nuestras canchas están cerca, y cuando estábamos en descanso siempre te observaba como si fueras un tesoro al cual todo el mundo quisiera tener. Justo cuando estaba en mi descanso no te vi jugar basket. Lo cual me parecía totalmente raro, te busqué con la mirada y ahí estabas, en las bancas con la mirada hacia abajo, llorando. Seguí observando el ambiente y resultaba que todo el equipo no tenía ganas de nada, apenas unos jugaban para olvidarse del problema, otros se iban a comer para distraerse, y tu...sumiso en tus pensamientos dejando que el dolor y la angustia llenaran tu corazón. Por suerte Levy, Erza y yo estábamos presentes ese día. Yo entreno, mientras que ellas me esperaban para ir a mi casa junto a ellas sin olvidarme que tu también vendrías.
Preocupadas, nos abalanzamos hacía ti, y te dimos una ola de preguntas, yo fui la primera en callarme, entendía que si te seguíamos preguntando recordarías el dolor y volverías a bloquearte. Sin embargo yo no tengo la misma ideología que Erza y Levy, ellas siguieron insistiendo en preguntarte, y no las culpo, ya que gracias a su curiosidad, me mantengo informada.
Con mucha dificultad, intentaste pensar en qué decir. Yo ya me imaginaba lo que ocurría. Pues para que solo los jugadores de basket estén afectados, pues tenía alguna relación con el equipo. Cuando por fin encontraste las palabras para explicar, miraste hacia un punto fijo para poder pronunciar las palabras y dijiste "El mister Gildartz ha sido despedido".
Inconscientemente lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, entendía tu dolor, entendía el dolor de todos. Ese entrenador era ya un viejo entrenador del colegio, siempre había estado presente en cada partido, yo compartía tu dolor, yo también estuve en el equipo de basket, por más de un año. Entendía el cariño que sentías hacia él, él era como tu padre, el equipo era una familia y él era el padre. Incluso dijiste que Gildartz te prestaba más atención que tu propio padre. Pues entiendo la gran diferencia, mientras que Gildartz estuvo presente todos los días brindándote apoyo, tu padre estaba la mayoría del tiempo en su trabajo y las pocas veces que hablaban ustedes terminaban peleando.
Estabas pasando por momentos realmente difíciles para ti...tu ida a Estados Unidos, la despedida de Lisanna, y ahora la despedida de Gildartz. Y yo lo único que pude hacer fue abrazarte. Tal vez los abrazos no solucionen nada, pero a veces es lo que uno más necesita.
Algún día te voy a abrazar tan fuerte, que todos tus pedazos rotos, van a volver a estar en su lugar.
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