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Prologo

A veces, cuando te atascas en un juego, la única solución es empezar de nuevo.  Cargar una partida anterior no siempre funciona.  Borras tu progreso,  reinicias el juego y vuelves a la pantalla de inicio.  Observas las opciones, recuerdas los errores que cometiste en tu partida anterior y te prometes a ti mismo que esta vez será diferente.  Esta vez, tomarás mejores decisiones. Esta vez, llegarás al final.

La vida, en muchos sentidos, es como un videojuego.  Llega un punto en el que necesitas pulsar el botón de reinicio.  Un punto donde las viejas estrategias ya no funcionan, donde el mapa del tesoro te lleva en círculos, donde los monstruos son demasiado fuertes y tus pociones se han agotado.  Necesitas un nuevo comienzo, una pizarra limpia.  Un nuevo juego.

Jeongin había llegado a ese punto. Despertar en un apartamento desconocido con un desconocido aún más desconocido era su forma particular de game over. 

El estridente timbre de su celular, con la voz histérica de su amigo al otro lado, era la banda sonora de su fracaso.  Veinte llamadas perdidas. 

—¿Dónde carajos estás? —La pregunta resonaba en sus oídos como el eco de un jefe final derrotado. 

—En un departamento desconocido— respondió con la voz ronca,  mirando al chico dormido a su lado con una mueca de desagrado.  Ni siquiera recordaba su nombre.  Otro error. Otra vida perdida.

Su amigo, con la sabiduría de un jugador experimentado, le dijo que ya era hora de asentar cabeza. 

—Y además, tu vuelo sale en dos horas — Esa era la señal. La cuenta regresiva.  Jeongin recogió su ropa esparcida por el suelo como si recogiera las piezas de su vida rota. 

—Llegaré a tiempo — prometió, colgando el teléfono con un suspiro.

Al salir del apartamento, un libro sobre la encimera llamó su atención.  Reconoció el nombre del autor. Un nombre que le enviaba escalofríos por la espalda.  Un nombre que representaba todo lo que había dejado atrás.  Extendió la mano, dudó, y luego se retractó.  No estaba listo para enfrentarse a esos fantasmas.  No todavía.

De vuelta en su apartamento, se dejó caer en el sofá, la mirada perdida en la cocina.  Recordó una época en la que el cansancio le consumía, le robaba el apetito, le dejaba vacío.  Si él hubiera estado allí...  La frase quedó suspendida en el aire, un eco doloroso del pasado.  ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de tanto tiempo?  Quizás el libro…

El viaje en avión fue una larga y tediosa escena de transición.  Al llegar al aeropuerto, la vista familiar de Minho, su amigo de la adolescencia, le llenó de una alegría inesperada.  Corrió hacia él, ignorando las protestas de Heeseung, su compañero/asistente.  El abrazo fue un punto de guardado, un ancla en la realidad.

—Te extrañé— murmuró, sintiendo el calor reconfortante de la amistad.

Minho, siempre perspicaz, notó la evasión en sus ojos. 

—¿Tu padre sabe que has vuelto? —Jeongin negó con la cabeza. No quería lidiar con las expectativas, con la presión.  Minho asintió con comprensión.  —¿Por qué has vuelto?— La pregunta flotaba en el aire como una amenaza.  Jeongin se encogió de hombros. 

—Nuevas experiencias. Un trabajo en un estudio de animación —Mentiras piadosas. Escudos contra la verdad.

Minho no se dejó engañar.  —¿Y él lo sabe?—La pregunta le golpeó como un proyectil.  Jeongin casi se ahoga con su café. 

—No sé nada de él desde hace cuatro años y medio —Otra mentira.  Minho arqueó una ceja. 

—Imposible.  Es un escritor famoso— Jeongin asintió a regañadientes. 

—Solo algunas cosas... y... —Minho lo interrumpió. 

—Esta ciudad no es tan grande—Soltó Minho, Jeongin suspiró. 

—El destino no sería tan cruel como para ponerme frente a mi ex, que por alguna extraña razón es como el vino, después de tanto tiempo, ¿verdad? —Miró a Heeseung, buscando apoyo, pero el chico estaba perdido en sus propios pensamientos.

—Ni idea, yo me perdí en la conversación, ¿Como que tú ex es como el vino?

—Entre más viejo más bueno.

—¿Aun te gusta tu ex?

—Que va, no lo he visto en mucho así que si lo veo de nuevo actuaré como una persona normal, ustedes tranquilos.

El juego había reiniciado. 

Después del reencuentro con Minho, Jeongin y Heeseung llegaron finalmente a su nuevo apartamento.  El cansancio del viaje se hacía evidente.  Heeseung, con un suspiro dramático, se quitó la camiseta. 

—Agotado —declaró.  Jeongin, con una sonrisa burlona, le respondió:

—¡Ese es el espíritu!— Heeseung rodó los ojos, divertido por el comentario.

De repente, el sonido de la puerta interrumpió el momento.  Ambos se miraron, intrigados.  Heeseung se levantó para abrir, encontrándose con un chico rubio de sonrisa radiante. 

—¿El nuevo vecino? —preguntó el desconocido.  Heeseung, sin perder el tiempo, le dedicó una sonrisa coqueta. 

—Sí—respondió. —Me alegra tener un vecino tan atractivo— El rubio soltó una pequeña risa, halagado

—¿Gracias?—dijo —Bienvenidos al edificio.

Heeseung estaba a punto de responder cuando Jeongin apareció por el pasillo. 

—¿Quién es? —preguntó con curiosidad.  Pero al ver al rubio, se quedó paralizado, como si hubiera visto un fantasma.  El rubio, a su vez,  reflejó la misma expresión de sorpresa.  El aire se llenó de una tensión palpable.  Jeongin maldijo por lo bajo.  De todas las personas…

Hyunjin. 

El nombre resonó en su mente como una sentencia.  El destino, al parecer,  tenía un retorcido sentido del humor.  El game over se había convertido en un reset con un jefe final inesperado.

Mierda.

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