Capítulo veintiuno: la velada
Jeongin empujó la puerta de la cafetería, el aroma a café recién hecho y pasteles horneados lo envolvió de inmediato. Buscó con la mirada un lugar donde sentarse, pero su atención fue rápidamente capturada por una figura familiar en una mesa del fondo. Mingi, con su cabello desordenado y una sonrisa que parecía desbordar complicidad, lo saludó con la mano.
—¡Jeongin! —gritó Mingi, levantándose un poco de su asiento—. Te pedí un americano.
Jeongin se acercó, sintiendo cómo su corazón latía más rápido al ver el café humeante sobre la mesa. Sin embargo, no podía dejarse llevar por la calidez del momento. Se sentó frente a Mingi, observando el vaso con recelo.
—¿Para qué me citaste? —preguntó Jeongin, manteniendo la mirada fija en el café.
Mingi respiró hondo, como si estuviera a punto de sumergirse en aguas profundas.
—Lamento mi comportamiento anterior —comenzó—. No fue el adecuado. Pero aún estás a tiempo de darme otra oportunidad.
Jeongin frunció el ceño, interrumpiendo a Mingi antes de que pudiera continuar.
—No. —Su voz fue firme—. Me voy a casar. Solo vine porque pensé que te disculparías, pero en vez de eso, estás pidiendo más oportunidades otra vez. Estoy cansado de esto, Mingi. Déjame en paz.
Mingi lo miró con una mezcla de sorpresa y tristeza.
—¿De verdad amas a Hyunjin? —preguntó, como si necesitara una confirmación.
—Lo amo más que a mi vida —respondió Jeongin sin dudarlo—. Así que, por favor, vete y no vuelvas a buscarme.
Se levantó de la mesa, sintiendo que cada paso que daba era un esfuerzo monumental. Cuando estaba a punto de salir, tropezó con alguien y se detuvo en seco. Al mirar hacia arriba, se encontró con la mirada desafiante de una mujer de cabello negro azabache.
—Vaya, lindo anillo —dijo Soyeon, con una sonrisa burlona.
—Gracias —respondió Jeongin, tratando de mantener la calma—. Hyunjin es bueno escogiendo anillos.
Soyeon arqueó una ceja, divertida.
—Espero que tu matrimonio no dure mucho.
Jeongin sintió cómo la frustración burbujeaba en su interior. Ignorándola, continuó su camino hacia la salida, murmurando para sí mismo sobre lo difícil que era tener un día normal.
Esa misma tarde, al llegar al departamento, Jeongin abrió la puerta con un ligero suspiro de alivio. Sin embargo, su tranquilidad se desvaneció rápidamente al ver a Heeseung y Jake besándose en el sofá. Ambos se separaron al instante, sus rostros llenos de sorpresa.
—Solo vine por unas cosas —dijo Jeongin, sintiéndose incómodo—. Pero luego volveré por ellas.
Rápidamente salió del departamento y sintió su teléfono vibrar en el bolsillo. Era Minho.
En la plaza donde acordaron encontrarse, Jeongin se sentó junto a Minho y le sonrió, tratando de ocultar la tormenta emocional que había dejado atrás.
—¿Estás feliz? —preguntó Minho, observando a Jeongin con atención.
—Sí —asintió Jeongin—. Espero que esta vez funcione.
Minho le dio un golpecito en la cabeza.
—Oye, no te autosabotees.
Jeongin dejó escapar un suspiro.
—De verdad no quiero estropearlo esta vez.
—No lo harás —aseguró Minho—. Ten paciencia con Hyunjin.
Jeongin miró al suelo por un momento antes de levantar la vista nuevamente.
—¿Vas a venir a mi boda? —preguntó, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad.
Minho asintió con una sonrisa nostálgica.
—Cuando éramos adolescentes, me imaginaba yendo al altar contigo. Pero ahora que estoy felizmente casado, le agradezco a Hyunjin por llevarte a su vida.
Jeongin dejó caer su cabeza sobre el hombro de Minho, sintiéndose reconfortado por su apoyo incondicional.
—Voy a tratar de convencer a Jisung para que venga también —dijo Minho—. Quiero hacerle la misma que le hizo Hyunjin.
La conversación fluyó entre risas y recuerdos compartidos hasta que el sol comenzó a ponerse. Jeongin se despidió de Minho y se dirigió al departamento de Hyunjin con el corazón ligero pero lleno de expectativas.
Al llegar, se dejó caer en el sofá donde encontró a Hyunjin leyendo un libro. La imagen era tan tranquila que le sonrió sin poder evitarlo.
—¿Estás seguro de querer casarte conmigo? —preguntó Jeongin, sintiéndose un poco juguetón.
Hyunjin lo miró con ternura y se quitó las gafas para tomarlo suavemente de la mejilla.
—No hay nada más seguro para mí que pasar mi vida contigo —dijo Hyunjin con sinceridad—. Desde aquella vez en el club, has conquistado mi corazón y no tengo intención de dejarte ir.
(****)
El tiempo comenzó a pasar y la mañana de la boda llegó con un cielo despejado y un sol radiante que iluminaba cada rincón del pequeño pueblo donde se llevaría a cabo la ceremonia. Jeongin se despertó con una mezcla de nervios y emoción, sintiendo que cada latido de su corazón resonaba en su pecho. Se levantó de la cama, estirándose mientras recordaba el compromiso que había hecho con Hyunjin.
Mientras se preparaba, revisó una y otra vez el anillo que llevaba en el dedo. Era un símbolo de su promesa, un recordatorio constante de lo que había elegido. Se miró en el espejo, ajustando la corbata y asegurándose de que su traje estuviera perfectamente colocado. La imagen que le devolvía el espejo era la de un hombre decidido, listo para dar el siguiente paso en su vida.
Al llegar al lugar de la ceremonia, Jeongin se encontró con una atmósfera vibrante. Las flores decoraban cada rincón, y el sonido de risas y conversaciones llenaba el aire. Sus amigos y familiares estaban allí, todos reunidos para celebrar su amor. Sin embargo, entre la multitud, Jeongin no pudo evitar sentir un ligero nudo en el estómago al ver a Mingi a lo lejos. Su presencia era como un eco del pasado, pero esta vez, Jeongin estaba decidido a no dejar que eso lo afectara.
Minho se acercó a él, notando la tensión en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
—Sí, solo… —Jeongin hizo una pausa—. Solo estoy un poco nervioso.
—Es normal —aseguró Minho—. Pero recuerda por qué estás aquí. Este es tu día.
Jeongin asintió, tomando una respiración profunda para calmarse. En ese momento, vio a Hyunjin acercarse, luciendo increíblemente guapo en su traje. Su corazón se aceleró al instante. Hyunjin sonrió al verlo, y todo el mundo a su alrededor pareció desvanecerse.
—¿Listo? —preguntó Hyunjin, tomando la mano de Jeongin.
—Oh por dios te ves jodidamente ardiente Hwang, quiero quitarte ese tra...—respondió Jeongin, sintiendo que la confianza regresaba a él.
—Yang...
—Perdon.
La ceremonia comenzó con música suave y melodiosa. Los invitados tomaron sus asientos mientras Jeongin y Hyunjin se dirigían hacia el altar, donde sus amigos estaban esperando como testigos de su amor. La mirada de Hyunjin estaba llena de ternura y determinación, y eso le dio a Jeongin la fuerza que necesitaba.
El oficiante comenzó a hablar sobre el amor y la unión, palabras que resonaban profundamente en el corazón de Jeongin. Cuando llegó el momento de intercambiar los votos, Jeongin sintió cómo su voz temblaba, pero no por miedo; era la emoción abrumadora de estar a punto de comprometerse con el amor de su vida.
—Hyunjin —comenzó Jeongin—, desde el primer día que te conocí, supe que había algo especial en ti. Has traído luz a mi vida de maneras que nunca imaginé. Prometo amarte en los buenos y malos momentos, apoyarte en cada paso del camino y ser tu compañero para siempre... Espero que esté anillo no solo sea un anillo vacío, porfavor hazme tan feliz como siempre.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Hyunjin mientras escuchaba las palabras sinceras de Jeongin.
—Jeongin —dijo Hyunjin con voz suave—, eres mi todo. Prometo ser tu refugio en las tormentas y tu alegría en los días soleados. Te elijo hoy y siempre.
Cuando intercambiaron los anillos, Jeongin sintió una oleada de felicidad recorrerlo. Cada uno simbolizaba no solo su amor, sino también su compromiso inquebrantable el uno con el otro.
Al final de la ceremonia, cuando el oficiante pronunció las palabras mágicas: "Ahora pueden besarse", Jeongin sintió que el mundo entero se detenía. Se acercó a Hyunjin y lo besó con ternura, sellando su promesa con ese gesto simple pero poderoso.
Los aplausos estallaron a su alrededor mientras se separaban, ambos sonriendo como si fueran los únicos en el universo. La celebración continuó con risas, música y baile; era un día lleno de amor y alegría.
—Ya quiero que sea la noche...
—Deja tu nifomania para otro rato, actúa tierno...
—Te pido que en la noche no te pases así de cursi.
—Vive el momento yang, luego pensamos en lo demás.
—Es que no puedo, dame otro beso...
—¿Para qué?
—Para los malos pensamientos. ¿Alguna vez he dicho lo mucho que te amo?
—No, puedes decírmelo cuando quieras.
—Te amo, Hwang Hyunjin.
—Y yo a ti.
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