Me agradaba salir a los recreos y pararme en el muro al frente del salón, contigo. Y conversar un buen rato. Y luego entrelazar los dedos, y ver quien tenia mas fuerza.

Siempre te gané... siempre me dejaste ganar.

Me agradaba tu sonrisa, y cuando reias sin algún limite.
Me agradaba la felicidad en tu rostro.

Me agradaba que seas feliz, que me invitaras a ser feliz contigo.

Pero las cosas no duran para siempre, nada es eterno.

Nuestra pseudo-felicidad no era eterna.

Nuestro mundo ficticio se empezaba a derrumbar.

Y yo también.

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Deos me agrada cuando me acosan, ¡acosenme!