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Introducción

No puede decir que despertó un día y dijo "me convertiré en un mafioso", mierda, claro que no, ni siquiera estaba seguro de porque tomo este camino de vida, pudo elegir cualquier cosa como ser un padrino mágico aunque si es sincero la idea de cuidar niños caprichosos y en su mayoría egoístas no es algo que le llamara la atención, tampoco es algo en lo que este dispuesto a desperdiciar su inmortalidad, y joder, claro que lo intento, es un hada despues de todo y ser un hada es igual a ser el esclavo de un niño cuyo globulo frontal aun no esta del todo desarrollado y que sus deseos pueden causar desastres por un mero capricho, pero en cuando le fue asignado su primer ahijado solo confirmo que esto no era para él, no claro que no, sin embargo este encuentro fue lo que lo encamino a su verdadera pasion, el mundo de la mafia. Fue hace ya bastante tiempo, no puede estar seguro de la fecha exacta pero Papi sabe que en aquel entonces el concepto de "mafia" aún no se encontraba definido, en realidad este apenas comenzaba a tomar forma en el mundo humano, y Papi estuvo en cada segundo de esta formación, pues su primer ahijado era heredero de la "Mafia" que el día de hoy se conoce como "Mafia Italiana". Este niño era de cabellos rubios, ojos inmensamente azules y una mirada deprimente a decir verdad, en un inicio no comprendía del todo como es que un niño que parece tenerlo todo puede ser tan miserable, tenía lacayos a su servicio las 24 horas del día, miles de objetos que parecían entretenidos y libros por montones en los cuales este encontraria historias fantasticas que lo transportaran a otras realidades, y aun asi Anthony parecía ser el niño más deprimido del mundo entero, Papi se esforzó, quería hacerlo feliz asi que se encargo decumplir todos sus caprichos desde el momento cero en que se conocieron.

Anthony no era un niño del todo complicado de complacer, sus deseos aunque caprichosos eran relativamente sencillos, un pony, algo de comida, viajes a distintos sitios como visitar el mundo mágico, el fondo del mar o la luna misma, sin embargo existía un sitio que Anthony anhelaba visitar más que cualquier otro y ese era la fábrica de su padre, Papi solía escucharlo hablar sobre ella y el como esta es un sitio totalmente "Mágico" pues según el niño no habría otra explicación del porqué su padre pasa tanto tiempo en ese sitio. Papi suele creer que esto fue producto del destino pues si no fuera por ese niño y su obsesión con la fábrica de su padre él jamás se habría adentrado a dicha fábrica y no habría tenido su primer encuentro con su vocación, Papi no puede describir lo que sintió en el instante en que observó la Mafia por primera vez en su existencia, Cupido lo flechó en ese instante y conoció al amor de su vida, en ese mismo instante entregó su renuncia como padrino magico, dispuesto a iniciar una nueva vida.

Si, Papi Mafia tomó el destino de su vida a partir de ese momento y no pasa un solo día en que no se sienta orgulloso de haber tomado aquella decisión, ahora es un hombre poderoso con dinero por montones y cientos de hadas bajo su liderazgo, por supuesto el negocio de "basureros" es excelente para él y su familia, porque si, ha formado una familia.

-Muy bien Don Papi, como puede ver son dos hermosas niñas, muy sanas e inquietas- dijo el médico después de usar su magia para poder ver a ambas hadas en formación- en un par de semanas estarán listas para venir a este mundo.

-Eso es muy bueno- respondió Papi -mis niñas pronto podrán ir a casa

-¿También yo?- preguntó el médico con una voz que denotaba su nerviosismo.

Papi sonrió ladeando el rostro y negó con la cabeza.

-No hasta que ellas estén conmigo, alegres y sanas- respondió- necesito garantizar la salud de mis niñas y tú también.

-Lo se señor- murmuró.

-Exacto- asintió- porque si mis niñas no vienen a este mundo con salud entonces tendremos problemas, ¿entendido?- el sonido de las varitas de sus aliados hizo énfasis a su amenaza, pues no está dispuesto a arriesgar la vida de sus tesoros.

-No, no señor, no tendremos problemas- aseguró.

-Eso es- palmeo su cabeza- buen muchacho.

Don Papi Mafia hizo un gesto con la cabeza entregando una orden silenciosa a sus asociados para que puedan llevarse al médico, dejando a Papi solo en aquella sala de su mansión, simplemente descansando en su sofá con ambas manos acariciando su ya abultado vientre en el cual sus pequeñas descansan. Papi se siente orgulloso de todo lo que ha logrado solo, su vida es perfecta y no necesita nada ni a nadie más que a sus hijas para ser feliz, es por ello que no se molestó en formalizar con la madre sus hijas, no le interesa atarse a otra hada. Con un suspiro se levantó de su lugar, de pronto tenía un enorme antojo de hojas de durazno, pero no cualquier durazno sino de aquel que se encuentra en el mundo humano, más específicamente en japón, alguna vez visitó el sitio junto al padre de sus bebés

Don papi, decidido a conseguir las hojas de durazno, se levantó del sofá notando de inmediato como la tela de su traje se ajustaba aún más a su figura, pasó sus manos por sus caderas y su vientre, viendo que en efecto parece que está cerca de reventar, camino por el lugar hasta llegar a su espejo de cuerpo completo y observar como en efecto, su ropa ya no le quedaba como antes, se dio cuenta que su chaleco aprieta su abdomen y su corbata parece un poco más ajustada de lo habitual.

-Mierda- murmuró- no escuchen eso niñas- añadió de inmediato, levantó sus manos hacia su corbata, intentando ignorar la incomodidad que lo invade, no solo es el antojo de las hojas de durazno lo que lo inquietan, sino también la realidad de su nuevo cuerpo, pues siendo padre y mafioso no considero el cambio los cambios a los que se estaba sometiendo, Mientras se observaba en aquel espejo su mente comenzó a divagar,recordando la primera vez que había probado las hojas de durazno japonés, su dulzura y jugosidad,claro que es algo que quiere compartir con sus hijas.

-¡Oye, Luigi!- gritó, llamando a su hombre de confianza, quien no tardó en aparecer.

-¿Necesita algo Don Papi?- preguntó Luigi con una sonrisa amistosa.

-Necesito hojas de durazno, pero de durazno japonés.

Luigi asintió a sus palabras, levantando su varita para desaparecer e ir en busca del antojo de su jefe.

Papi sonrió, sabe que Luigi cumplirá sus caprichos, mientras tanto, decidió que era hora de hacer algo de ejercicio, si, es padre y si, está creando dos vidas, pero no es excusa para descuidarse. Decidido caminó por el lugar dispuesto a salir al jardín lateral para poder hacer una caminata de dos o tres horas, lo que sea necesario para mantenerse en forma.

-Quizá deba conseguir un nuevo vestuario- pensó, mientras se dirigía al jardín usando su varita para cambiar sus ropas por algo más cómodo para ejercitarse, un shot color violeta, tenis ajustados y una playera tres tallas mayor de lo que suele usar.

Al llegar al jardín pudo observar el hermoso lugar, rodeado de rosas y plantas decorativas, además de un delicioso aroma a vida lo invade, se detuvo cerca de las rosas para comenzar hacer estiramientos, pues si va a ejercitarse necesita hacerlo de una manera segura para evitar algún calambre o dolor durante el mismo, quizá observar el cambio en su cuerpo lo hizo caer en cuenta de su nueva realidad, los cambios que venían y que por supuesto su vida jamás sería la misma. Antes de su embarazo solo pensaba en sobrevivir, dejar la vida de padrino mágico y ser su propio jefe, se preocupa por mantener su poder y el respeto no solo en el mundo de la mafia sino también con los altos mandos del mundo mágico, sin embargo ahora tendrá que cuidar no solo una vida, sino a dos pequeñas niñas.

Iniciando su recorrido su mente comenzaba a llenarse de las imágenes de sus hijas, pequeñas hadas que pronto estarían en sus brazos, las imaginaba usando unos hermosos vestidos, decoraciones en el cabello, jugando en el jardín o simplemente durmiendo en sus brazos, la idea de ser padre le da una sensacion de emocion dificil de explicar.

De repente, una risa infantil resonó en su mente, la risa de Anthony, el niño que lo había llevado a este camino.

-¿Qué dirías de mí ahora, Anthony? —se preguntó en voz alta, recordando la tristeza en los ojos del niño- ¿Qué será de Anthony ahora?

Muchas veces había hablado con aquel niño y sabía que Anthony estaba "destinado " a seguir el legado de su padre, pero no parecía hacerlo feliz, él mismo, no estaba seguro de lo que pasaría con sus hijas, no sabia si en algún momento alguna o ambas decidieran seguir sus pasos, pero sea lo que sea que decidan está seguro que las apoyara, no existe nadie en este mundo que lo haga sentir mejor que la idea de hacer que sus niñas estén sanas, felices y sobre todo realizadas, durante su caminata la brisa suave acariciaba su rostro, y con cada paso que daba se siente más conectado con la tierra y la vida que crecen su interior,las flores a su alrededor parecen bailar al ritmo del viento y en ese momento, las preocupaciones de su futuro se van desvaneciendo poco a poco.

-Mis princesas-murmuró- ustedes podrán ser todo lo que ustedes deseen ser, papi les dará el mejor futuro que deseen.

Con determinación, aumentó el ritmo de su caminata, dejando que su mente divague en recuerdos e ideas del nacimiento de sus hijas, recordó cómo había sido su vida antes de ser quien es y su primer encuentro con la mafia, recordaba cómo es que su vida cambió en cada momento y como es que esta vida sigue cambiando. Al pasar junto a un arbusto de jazmines, el aroma lo transportó a momentos pasados: las risas de Anthony, sus deseos caprichosos, y cómo había intentado hacer feliz a un niño que parecía tenerlo todo.

-Quizá debería buscarlo - comentó en voz alta- Tal vez tenga una buena vida ahora.

La idea de visitar a Anthony resonaba en su mente, el niño fue su primer ahijado y aunque habían tomado caminos distintos estaba seguro que el niño se convirtió en un buen hombre, papi sabía que en su corazón existía bondad, quizá y solo quizá, el niño encontró la manera de ser feliz.

De repente, una voz interrumpió sus pensamientos.

—¡Don Papi! —gritó Luigi, apareciendo de la nada con una bolsa llena de hojas de durazno.

—¡Ah, perfecto! —respondió Papi, tomando la bolsa con entusiasmo—. Justo lo que necesitaba.

Luigi sonrió, aliviado de haber cumplido con la misión.

—¿Algo más que necesite, señor? —preguntó, mientras Papi comenzaba a examinar las hojas.

—No, eso es todo por ahora, Luigi, solo quiero disfrutar de un momento tranquilo con mis hijas.

—Entendido, Don Papi, Si necesita algo, no dude en llamarme.

Papi asintió y se despidio de aquel hombre que lo ha acompañado a cada segundo de su embarazo, decidió regresar al interior de su mansión con la bolsa de hojas de durazno en la mano, quizá debería comerlas con algo de picante o algún té, no esta seguro, probablemente haga ambos.

Una de las cosas que más disfruta en este mundo es la paz que le entrega ser él quien lleva las riendas de su vida, es la razón principal por la cual decidió ser padre soltero, sin embargo, y como es natural necesito de la presencia de otro hada para cumplir este sueño, aunque claro, no todo siempre sale como se planea, y termino no con un bebé sino con dos, lo cual es un ganar ganar, pues de esta manera solo se verá en la obligación de pasar por un embarazo, le facilitó mucho las cosas, sin embargo, su mayor error fue engendrar a sus hijas con un conocido compañero en lugar de un completo extraño, porque ahora él se siente con el derecho de formar parte de la vida de sus hijas, y eso es algo que no piensa permitir.

Hasta el momento, Candace se ha mantenido al margen, tanto como le es posible, sin embargo aún suele enviar paquetes a casa, con la esperanza de que en algún momento Don papi lo acepte en su vida y en la de sus hijas, es irritante, bastante, Papi no piensa compartir a sus hijas con nadie, aunque la caja de cartón en su mesa del comedor indica que esta terca hada no ha comprendido que no posee derecho alguno sobre sus niñas, pues la simple lectura de aquella letra de carta le hace hervir la sangre.

-¡Luigi!- grito, golpeando la mesa del comedor con sus puños.

-¿Si, señor?.

-¿Qué es esto?- señaló aquella caja.

-Un obsequio, creo que viene de parte del joven Candace- explico- no se quien lo trajo en realidad.

-Deshazte de él- ordeno- mis niñas no necesitan nada de él.

-Por supuesto- Luigi se apresuró a tomar aquella caja.

-Y Luigi... prepara la Limusina.

-¿Tomará un paseo señor?

-Vamos a visitar a mi ex- respondió con una voz fría, haciendo brillar su varita y cambiando su atuendo al toque, pues es momento de dejarle las cosas claras al donador de esperma.

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