24. Nadie se merece eso
[Advertencia: Este capítulo puede contener elementos sensibles para algunos espectadores, leer con discreción]
Fue algo difícil engañar a nuestros amigos y profesores, pero logramos entrar a nuestro cuarto sin que nadie notara mi ojo morado y las heridas en mi cara y manos. Era raro, veo mis manos y pienso que soy una persona cruel por golpearle; sin embargo, al recordar ese momento solo note un chico tonto que sonríe tanto que era odioso. Decidí parar antes de volverme como mi padre que resuelve todo a los golpes, soy mejor que eso.
Michael me hizo sentarme en la cama mientras iba al baño para traer lo primero que encontrara para limpiar mis heridas. Volvió con unas toallitas húmedas y un trapo con agua fría. Uso el trapo para mi ojo morado y con las toallitas para limpiar las manchas de mi mano y mejilla.
Se notaba algo nervioso, casi como si estuviera atendiendo a un criminal.
—Lo siento mucho.
Esas palabras salieron sin previo aviso, aunque era lo que más deseaba decir en estos momentos. Quería disculparme por todo, por portarme violento, no hablar e incluso por no intervenir de manera rápida.
Cuando lo vi salir del local, Marcelo me detuvo para darle un poco de espacio, claro que usé de excusa la falta de sorbete en su granizado. Lo busqué por la calle, pero no había rastro de su presencia, estaba a punto de irme al hotel para buscarlo, cuando escuché un quejido por uno de los callejones y me quedé frío al ver como otro chico lo estaba arribando contra el muro.
Eso ya no importa, ese imbécil ya no era ni de cerca uno de los problemas.
Solo que había una cosa que dejar en claro.
—¿Quién era él?
La pregunta tomó desprevenido a Michael, que dejó de limpiar los rastros de manchas rojas en mis manos y parte de mi camiseta. Tenía algo de miedo de que esa pregunta lo asustara y saliera corriendo de la habitación.
—Mi ex —respondió como si eso fuera una derrota.
—¿Te hizo alguna cosa mala?
—No... solo me beso y no sé qué más me hubiera hecho.
Se notaba la incomodidad a la hora de hablar de ese chico o hablar de algo en su pasado en general. Michael es excelente escuchando problemas, lo demostró conmigo, con su amiga e incluso no le dio la espalda a Teresa y logró darle un poco de valor. Sin embargo, las cosas no son lo mismo cuando él tiene que hablar de sus problemas. Lo demostró en la fiesta de disfraces, fue más influencia del alcohol y que yo tenía la cara tapada que pudo lograr un poco de sus miedos.
Después está en su cumpleaños, tenía la mirada decaída, los dedos entrelazados y la voz algo apagada cada que tenía que hablar de su vida personal, sin mencionar la vez que lo encontré llorando por las cosas horribles que dijeron sus padres de él. Es como si Michael tuviera dos personalidades, la simpática que puedes contar para poder desahogarte y sacarte una que otra sonrisa, y la otra parte que es un pobre niño que quieres hablar, pero su voz está atorada con sus miedos.
—¿Estás bien? —pregunté dejando a un lado el trapo mojado.
—Claro, no me hizo gran cosa, solo...
—No, pregunte si en verdad estás bien.
Tome sus manos y no pienso soltarlas.
Parecía que estuviera una pelea moral consigo mismo preguntándose una y otra vez si abrir la boca sería la correcta y tener que ocultar sus sentimientos de nuevo. Solo que esta vez no dejaré que se hunda en un agujero de miseria, esta vez lo tomaría de la mejilla, la acariciaría y la besaría mientras intento una sonrisa de confianza.
—Entiendo que no soy el chico con el que quisieras hablar, tengo mucho que explicarte, pero quiero que sepas que antes de ser alguien que te complique la vida. Soy tu amigo, puedes contar conmigo para todo y yo nunca te juzgaré o menospreciare... porque eres muy importante para mí, Michael. Siempre serás importante para mí.
Tal vez fue algo intenso, tal vez me pasé de la raya, tal vez no fue lo ocurre. Pero en toda esta plática, sus ojos parecían blandir por primera vez.
18 de febrero... todo era tan diferente.
Porque fue el día que conocí a Daniel Rivera.
Para mi año en octavo grado estudiaría en el colegio "Héroes del mañana" el mismo colegio que estudio Mark. En esa época mis padres no eran tan obvios con su favoritismo con mi hermano. Ellos decían que en ese colegio haría grandes cosas y sería mejor persona.
El primer año sí creí eso.
Todo fue normal, hice uno que otro amigo, usaba un uniforme formal y hablaba con mucha armonía. Era casi como estar en un cuento de hadas, solo había un pequeño detalle que note al ponerme nervioso en las duchas de educación física.
Mi atracción por los hombres.
Fue en esos años cuando supe que tenía atracción por los hombres, pero pensaba que era algo pasajero o solo eran las hormonas. La gran revelación ocurrió cuando conocí a Daniel Rivera: El chico más popular del colegio. Todas las chicas morían por ser sus novias, incluso querían hacer fila para salir un día con él. ¿Y yo? Estaba dispuesto a tomar un turno para esa fila.
Las cosas se alteraron en noveno grado, el año en que Daniel se fijó en mí. Esperaba a que mis padres vinieran a recogerme, solo que tardaron más de lo esperado. Pasé el tiempo escuchando música tranquila, cuando un chico de metro setenta, pelo rubio y brazos marcados por jugar al baloncesto, se sentó a mi lado. Tomo uno de mis auriculares y se movió al ritmo de la música.
—Conozco a esta cantante —Chasqueaba los dedos mientras decía nombres en voz baja—. ¿Fanny Lu?
—Lady Gaga. —Corregí con una sonrisa.
—Lo siento, no escucho mucha música en inglés, pero sabía que su voz la había escuchado en algún lado. ¿Cómo se llama esta canción?
—Perfect Illusion.
—Tendré que anotarla para escucharla después —Mostró una sonrisa dejando a la vista sus dientes blancos—. Por cierto... ¿Cómo te llamas?
En ese momento debía prestarle más atención a la letra de la canción, tal vez me hubiera ahorrado tantos problemas. Quizás solo tenía que decirle que se vaya y que no me hablara de nuevo, solo tenía que decir eso. Sin embargo, otras palabras salieron de mi boca.
—Me llamo Michael, es un placer.
—Daniel, el placer es todo mío.
Ese fue el primer gran error de mi vida.
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Los siguientes días nos veíamos más seguidos, coincidimos en algunas clases y como hablábamos de temas tan mundanos, no fue difícil que nos hiciéramos amigos. Éramos tan diferentes, él era popular, querido e hijo de unos padres cariñosos. Mientras que yo era un don nadie a su lado con unos padres del montón. No entendía porque se había acercado.
Hasta que un primero de abril todo se aclaró con los labios de Daniel junto a los míos.
Fuimos los últimos en las duchas y mientras nos estábamos cambiando, él se puso la camiseta, tomó mi mentón y dijo unas palabras que hizo que mi corazón se sorprendiera a la vez que me enamoraba.
—Hoy te ves tan lindo, Mick.
Acto seguido me beso como si mi boca fuera la única botella en el desierto, yo estaba tan sorprendido, tan embobado, tan ilusionado que lo bese de la misma manera.
Qué ingenuo fui.
—En serio que eres muy bello, Mick.
Ese apodo retumba en mi mente como una suave melodía, cada parte de mi cuervo cesaba al escucharlo y yo estaba a punto de rogarle que lo volviera a decir mientras me besaba.
No hizo falta rogarle para que volviera a juntar sus labios con los míos.
Me seguía besando hasta que ambos terminamos cansados por la falta de oxígeno, quiso volver a besarme, pero escuchamos como alguien lo estaba llamando. Tomó todas sus cosas y con una cara algo nervioso se despidió con un beso en la mejilla y dejarme con las mejillas rojas por lo que había pasado.
El chico más lindo de todo el colegio me acaba de besar como si no hubiera un mañana y lo mejor, es que estoy enamorado de ese chico.
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En la semana siguiente no hicimos nada oficial, pero obvio que había chispas, magia, una química indescriptible. Solo que eso solo se veía en las horas libres, cuando estamos en mi casa o en lugares donde la gente no nos viera.
Nos besábamos, nos tomamos de las manos y una que otra vez me sentaba encima de sus piernas para seguir besándole. Estaba en la etapa que todo adolescente quiere estar: la etapa de enamoramiento.
Pensaba en todas las cosas que podríamos hacer juntos, en las muestras de amor que tenía pensado realizar, incluso fantaseaba con poder besarlo en frente de todos... porque nadie podía saber lo nuestro.
Daniel no estaba listo para decir en público que le gustaban tanto los chicos como las chicas y lo entendía, yo aún no estaba completamente seguro de ser homosexual. Pero el amor que sentía por Daniel era suficiente motivación para cantar a todo lo alto sobre mis gustos, si eso lograba que lo nuestro sea público.
El domingo, antes de terminar la semana, fuimos al parque y mientras nos besábamos detrás de unos arbustos, él escuchó la voz de una chica y me aparto para salir de los arbustos e ir a saludarla. Estuvo esperándolo por casi una hora y si no hubiera salido para buscarlo, tal vez hubiera esperado en vano... él se había ido.
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Esa noche llegó con una cara de arrepentimiento y un ramo de flores gigantesco.
Llegó a mi casa con todas las intenciones de disculparse y sin importar que mis padres lo vieran acepté las flores con mis mejillas coloradas. Pensé que era el gesto más tierno y romántico que haya visto en mi vida. Lo besé apenas terminó de disculparse y lo perdone sin importar lo que haya hecho y a veces siento que también estaba perdonando de antemano.
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Volvió a dejarme solo en la segunda semana, esta vez de la peor manera posible: Tratarme de un extraño.
Quedamos en ir a una cafetería, dijo que me adelantara, ya que él tendría práctica y saldría un poco tarde. Estuve esperándolo por casi dos horas y cada rato les pedía a chicos que querían sentirse en el único asentí libre, que alguien vendría dentro de poco y estaba reservado.
Cuando por fin se dignó en aparecer, no lo hizo solo, lo hizo con su grupito de baloncesto y lo que me destruyo por dentro, con una chica entre sus brazos. No podía creer eso, estaban demasiado juntos y por las miradas de sus amigos, esa chica no parecía ser una simple chica cualquiera.
Él pasó a un lado mío y no dijo nada, esperaba que se haya olvidado de nuestro encuentro y solo venga a festejar con sus amigos por haber ganado algo o cosas de estilo. Sin embargo, me vio claramente, y simplemente volteo la mirada como si yo no fuera nada.
Dolió, dolió demasiado.
Salí del lugar limpiándome algunas lágrimas y cuando estaba lo más lejos del lugar. Escuché su voz, sonaba cansado, como si hubiera corrido para alcanzarme, yo no tenía fuerzas para verlo a la cara.
—Mick... cuanto lo siento, sé que fui un idiota por hacerte esperar y un idiota mucho mayor al no saludar... es solo que mis compañeros no son muy tolerantes con los chicos gay y tenía miedo de...
Comenzó a llorar —Después descubriría que Daniel era un genio de la falsificación— Estaba brotando lágrimas falsas, pero en ese momento era tan reales que todo mi enojo se esfumó para que la culpa ocupará su lugar. Le decía que no era su culpa, era mía por querer apresurar las cosas y que tenía todo el tiempo del mundo para salir del closet.
Me beso en un callejón y fue ahí donde pensé... no lo pensé, confirmé que estaba enamorado de ese chico. Acaba de besarme en un callejón donde una que otra persona pasaba, alguien nos pudo ver y no le importo. Para bien o para mal tengo ese beso muy marcado en mis recuerdos.
—Sabes, tengo la casa sola y puedo inventarme cualquier excusa con los chicos —Sonrió mientras sujetaba mis hombros—. Si quieres podemos pasar el rato.
Estaba completamente embobado por Daniel, decía que era el amor de mi vida sin haber experimentado con alguien más, quería que fuera la única persona que me tomara y fue la razón que con toda la confianza del mundo y un beso en la nariz conteste:
—Me encantaría, Daniel.
Esa noche logré ver un hombre desnudo.
Esa noche usé mi boca para algo más.
Esa noche estaba dispuesto a hacer algo más si no fuera que el miedo me dominaba y Daniel lo entiendo, creí que era otra muestra de su amor. Eso solo demostraba que tenía algo de decencia.
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—Mick, tienes que entenderlo.
—¿Qué tengo que entender? —Extrañe dándole un empujón—. ¡Que mi novio estaba besando a otra chica en mis narices!
Daniel besó a una chica mientras le acariciaba la mejilla. Quise tirarle lo primero que encontrara, pero tuve "amor propio" y me fui de esa escena. Daniel me alcanzó a los segundos y con algo de tartamudez me llevó a la habitación del conserje para poder hablar las cosas.
Quiso victimizarse otra vez diciendo que era para que sus amigos no piensen que es gay, también le gustan las mujeres y lo quiere dejar bien en claro. Era y es un idiota. Sin embargo, algo en mí quiso creerlo de nuevo y acepté sus disculpas.
Ese chico me tenía comiendo de su mano y yo le seguía el juego como un idiota.
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Estamos cerca de terminar el año y Daniel me invitó a una fiesta de Navidad.
Tuve una idea clara de lo que quería: Ser solo Daniel y yo a solas, tomando chocolate caliente, reinos de cualquier idiotez y besarnos debajo de un muérdago. Tal vez abriremos un regalo, tal vez me presentaría con sus padres y tal vez, solo tal vez seríamos novios oficiales para todo el colegio.
Nada de eso pasó.
Me dejo plantado.
Dijo que lo esperaba en un parque y estuve dos horas esperándolo con la única luz de un faro como mi compañía. Estuve llorando al llamarlo por quinta vez y no recibir ninguna señal.
¿Por qué lo amo?
¿Por qué estoy llorando por un chico?
¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?
La respuesta es obvia. Fue mi primer amor. El más inocente que supuestamente también debe ser el más puro. Nunca sentía eso como una relación, solo era un juguete que le gustaba utilizar cuando le daba la gana y tiraba a la basura cada que podía.
Era una mierda.
Camine de vuelta a la casa bajo la noche fría y para empeorar las cosas, mis padres habían salido con mi hermano, deje de hablar con mi hermano solo por pasar tiempo con mi supuesto novio. Estaba solo en esa casa sin una pizca de compañía y no paraba de llorar.
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Michael, yo te amo.
Las palabras que cambiaron todo.
Volvimos a discutir en la habitación del conserje, quería decirle que lo nuestro término, que se podía ir a la mierda y no me buscara. Pero él se adelantó y dijo esas palabras que para mi yo de catorce años fueron palabras mágicas.
Me beso por más tiempo y junto sus manos con las mías, dijo que me veía hermoso y que no quería alejarse de mí. Cada palabra que salía de su boca provoca pulsaciones en mi corazón y unas ganas de gritarle que me gustaba demasiado.
Supongo que lo mejor que logró este chico fue que me diera cuenta de que me gustaban los hombres.
Ese mismo día me llevó a su casa y después de unos besos tan intensos que de nuestras bocas nos unen hilos de saliva; volví a usar mi boca para otra cosa y estuve dispuesto a que lo frotara en mis muslos, seguía sin estar listo para mi primera vez. Él lo aceptó, aunque recalcaba que debía demostrarle que en verdad lo amaba.
—Claro que te amo, Daniel, te amo tanto que no quiero hacerlo contigo en un momento tan poco especial. ¿Me entiendes?
Ese fue el principio del fin, todo con una simple mirada y una voz apagada.
—Entiendo, claro que lo entiendo.
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Tenía un gran día antes de llegar a clases... hasta que llegue a mi casillero.
Había una foto mía con varios penes pegados con Photoshop y con letras rosas: "El mamador del colegio"
Todo mi mundo se vino abajo.
Todos se comenzaron a burlar como si fuera la broma más divertida del mundo. Las chicas me llevan enfermo por gustarme los hombres. Los chicos me decían marica mientras que los docentes su única utilidad fue decir que no hicieran tanto escándalo. Nadie me ayudó, nadie me llevó a una habitación... ni siquiera el chico que juraba amarme, que estaba viendo como todos se burlaban de mí... no hizo nada. Solo se ríe con ellos y juro que mi corazón se rompió en dos al ver como seguía riendo mientras yo estaba con los ojos cubiertos de lágrimas.
Tuve las fuerzas suficientes para salir corriendo del colegio y regresar a mi casa para meterme a mi cama y ponerme a llorar por todo lo que tuve que soportar. Y para arruinar las cosas, mis padres al verme llegar con los ojos llenos de lágrimas, en vez de consentirme o siquiera preguntar qué pasaba. Mi padre golpeó la puerta de mi habitación y gritó:
—No seas una nena y regresa al colegio, ya estás muy grande para huir como un marica.
Juraba que no se podía poner peor.
Pues sí, se pudo poner peor.
Al siguiente día todos me llamaban el "chupa pitos" y se reían en mi cara mientras tiraban papeles con dibujos de penes en ellos. Era el juguete del colegio y nadie me ayudaba.
Quisiera decir que esto también jodió a Daniel por el chico al quién le chupe el pene, pero se justificó diciendo que estaba borracho y yo me había aprovechado de esa situación para hacerlo. Ósea quedó como una víctima mientras que yo era el maldito enfermo.
No quise hablar con él, simplemente con verlo me daba ganas de vomitar. Cada recuerdo bueno o malo eran manchados por el mismo chico que amaba y terminó arruinando mi vida por completo.
Le pedí a mis padres que me sacaran de ese colegio y me pusieran en otro. Mi padre golpeaba la mesa mientras decía que era una nena por dejarme intimidar por falsedades, les dije que en verdad era gay, pero mis padres lo único que pudieron escuchar es que había manchado el apellido de la familia y lo peor es que haya ensuciado el nombre tan respetado que tenía Mark en ese colegio. Tal vez por eso decidieron entre regaños y una cachetada prominente de mi padre que aceptaron sacarme de ese colegio.
Mark nunca se enteró de esto, él estaba tan ocupado en su sustentación de tesis que mis padres pensaron que era lo correcto no decirle nada de esto a mi hermano y en parte lo agradezco. Lo que no agradezco es que le dijeron que simplemente no quería seguir en ese colegio por pereza, tachándome de holgazán.
Para empeorar esa misma noche en la que fui a la cama sin probar bocado, recordé como Daniel tocaba mi cuerpo, que de solo imaginarme junto a mí, logró que vomitara por casi media hora. Mi cabeza dolía y con lentitud y fui a la habitación de mis padres para pedirles una pastilla para el mareo y lo único que recibí fue otra cachetada solo que esta vez de mi madre. Ella me llamó cobarde y un mal agradecido por sacrificarse día tras día por mis estudios y yo solo servía para quejarme.
Esa noche empezó el odio indiscutible de mis padres por mi mera presencia. Esa noche no pude dormir por todas las horas que lloré y lo único que deseaba era poder abrazar al señor abracitos mientras mi hermano me cantara una canción como solía hacerlo antes de irse.
Él era la única persona que seguía queriendo y cuando note mi gran cambio de actitud solo logre decir que en el colegio me hicieron una broma pesada, él me abrazó y fue lo único que necesitaba.
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Para terminar ese maldito año escolar todos asistimos a un evento de despedida y las bromas no cesaron. Los de décimo año fueron tan amables de acorralarme contra la pared y tirarme litros de agua puerca mientras decía que me lo merecía por marica.
Se fueron al ver que no hacía absolutamente nada, no pedía ayuda, no lloraba, solo estaba con los ojos muertos y no solté ni un quejido. Estuve sentado entre agua puerca y si no fuera por la presencia de alguien es que seguiría sentado por otra hora.
—Das asco.
Daniel me estaba viendo entre pena y gracia.
—¿Qué quieres? —No supe como logré decir eso sin que se me cortara la voz.
—Quería despedirme, sabes fue divertido experimentar con hombres y tus mamadas no estuvieron nada mal. Pero te pido que no vuelvas a hablarme, adiós Michael.
Regresé a mi casa y fui recibido con los insultos de mis padres por llegar con el uniforme sucio y todo apestoso. Mi padre quería golpearme y solo logró empujarme mientras en su rostro se mostraba el verdadero odio.
—Eres un puto caos, ¿Por qué no eres como tu hermano?
Fui al baño y verme en el espejo me daba asco. Todo mi cuerpo me recordaba las manos de Daniel tocándome. Clave mis uñas en mi hombro —El lugar favorito de Daniel— hasta sacarme sangre y, al punto de caer en la tristeza, llorando en el suelo sin nadie que pudiera consolarme.
Quería que todo se acaraba.
Quería simplemente terminar con todo.
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—El siguiente curso lo hice en otro colegio y cuando tocaba el bachillerato, terminé quedándome en nuestro instituto —Trataba de sonar lo más tranquilo posible, aunque haya llorado más de una vez contándole todo esto a Theo—. Y supongo que el resto ya lo sabes... ¿Theodore?
Casi todo el relato estaba cabizbajo mirando mis dedos, pero recién me fijo que los ojos de Theo están repletos de lágrimas, estaba quebrado. ¿Por qué lo está?
—¿Tuviste que soportar todo eso? —preguntó limpiándose las lágrimas.
—Con el tiempo el dolor se fue encogiendo...
—No, no intentes justificarlo, eso fue horrible y nadie, pero nadie se merece eso y mucho menos estar solo tras pasar todo eso.
Quise decirle que no importa, quise decirle que ya no me atormentan esas palabras, quise decirle que ojalá hubiera sido él mi primer novio en vez de Daniel. Al final no dije nada y solo me rompí también, lloraba como niño pequeño tras haber dicho todo eso por fin. Nadie me había escuchado, nadie puede abrirme de esa manera y ahora estoy siendo rodeado por los abrazos de Theo mientras lloro desconsoladamente.
—Tranquilo, aquí estoy Michael.
Su suave voz con sus caricias fueron gestos suficientes para seguir llorando.
Para pasar a algo más alegre es que ya estamos cerca del final más o menos como a 10 capítulos para el final de la historia. Por lo que pronto dejaré en paz a estos dos y puedan estar felices juntos... creo.
Los quiero, bye <3
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