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Capitulo 6

Cada músculo de su cuerpo gritaba, recordándole cada instante del entrenamiento del día anterior. Sentía los brazos pesados, como si estuvieran hechos de plomo, y las piernas no parecían dispuestas a sostenerla por mucho más tiempo. Con cada movimiento, una punzada de dolor le recordaba el esfuerzo que había puesto, las repeticiones, los golpes y las caídas. A pesar del cansancio que la embargaba, una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios; ese dolor era la prueba de que se había superado a sí misma.

—¿Aiko-chan, estás bien? ¿Necesitas algo? —exclamó una joven de cabello azul desde el otro lado de la puerta. Su prometido se había excedido esta vez con el entrenamiento—. Puedo traerte un analgésico para que te sientas mejor.

—No te preocupes, Akane, estoy bien —respondió la joven de cabello negro, levantándose con algo de dificultad para abrir la puerta. No quería preocupar a su madre y que luego su padre tuviera que pagar los platos rotos—. ¿Lo ves? Estoy perfectamente.

—Puedo notar que te duele, no tienes por qué mentirme. Ranma me las va a pagar —dijo la joven de cabello azul, lista para ir a reclamarle a su prometido. Sin embargo, la chica de cabello negro la detuvo antes de que diera otro paso—. ¿Qué pasa?

—No es necesario que lo hagas. Después de todo, yo le pedí a Ranma que no se contuviera. Además, hoy me dio descanso después del entrenamiento de ayer —dijo con nerviosismo. Su madre daba miedo cuando se lo proponía; a veces hasta sentía lástima por su padre—. Estaré bien.

—Bueno, en todo caso, ¿te gustaría ir de compras conmigo? —dijo la joven de cabello azul con una sonrisa—. Me haría mucha ilusión ir con otra chica; a mis hermanas no les gusta mucho ir a esos lugares.

—Eh, bueno, yo... —a ella tampoco le gustaba ir a esos sitios llenos de gente peleando por conseguir prendas en descuento; parecía un campo de batalla. Preferiría quedarse en casa descansando, pero al ver la mirada ilusionada de su madre, terminó accediendo—. Está bien.

—¡Genial! Te veo en una hora —exclamó la joven de cabello azul antes de dirigirse a su habitación para ver qué podría ponerse para la ocasión.

Akane caminaba a paso ligero, sosteniendo con entusiasmo la bolsa que había traído "por si hacían alguna compra". A su lado, aiko arrastraba los pies, mirando distraídamente el suelo con una expresión de aburrimiento. La peliazul sonriente le iba, señalando la cantidad de tiendas nuevas que habían abierto en el centro comercial y describiendo emocionada las ofertas que había visto cuando paseaba con sus amigas.

—¡Ya verás, aiko! Seguro que encontramos algo lindo para ti. Además, necesitamos una tarde de chicas, ¿no crees? —dijo Akane con una sonrisa, mientras le daba un suave apretón en el hombro.

Aiko suspiró y miró el horizonte, donde ya se veía el gran edificio del centro comercial. No compartía el mismo entusiasmo, pero sabía que acompañar a su madre significaba mucho para ella. Se metió las manos en los bolsillos, mirando distraídamente a las personas que pasaban a su alrededor, mientras su madre continuaba contándole sobre las tiendas que visitarían. Aunque no estaba emocionada, algo en la energía de su madre hacía que sus pasos fueran un poco más ligeros, y en el fondo, le gustaba ver a Akane tan contenta. Ahora que lo pensaba no había tenido estos momentos en su tiempo, siempre los evitaba cuando su madre le decía para ir de compras.

Entraron a una tienda llena de estantes de ropa y maniquíes exhibiendo la última moda, Akane y aiko recorren cada pasillo en busca de algo especial. Aiko, parece indecisa mientras observa diferentes prendas con una mezcla de emoción y algo de duda.

–¿Qué te parece este vestido? –pregunta Akane, sosteniendo un vestido azul con pequeños detalles florales.

Aiko lo observa y sonríe, pero parece pensativa, en realidad ese vestido no era mucho su estilo.

–Está lindo, Akane, pero no sé si me sentiría cómoda –responde mientras sigue mirando alrededor.

Akane asiente, entendiendo qué tal vez aiko tenga otro tipo de gustos. Siguen recorriendo la tienda hasta que, de repente, aiko se detiene frente a una sección llena de ropa deportiva. Los colores vivos y los conjuntos de entrenamiento de marcas reconocidas parecen llamar su atención de inmediato.

–¿Y si me pruebo estos leggins y esta camiseta? –pregunta aiko, sosteniendo un conjunto de entrenamiento en tonos grises y rosas.

Akane sonríe al verla tan entusiasmada con una gota de sudor en la frente.

–Claro, aiko. Pruébatelos a ver cómo te quedan –dice, animándola.

Aiko entra en el probador y, unos minutos después, sale con el conjunto puesto. Se mira en el espejo y no puede evitar una sonrisa. La ropa le queda perfecta y, sobre todo, se siente cómoda, le serviría para entrenar con su padre.

–Me encanta, Akane. Esto es justo lo que quiero –afirma, mirándose de nuevo en el espejo.

Akane la observa, no puede evitar asomar una sonrisa, ver a aiko feliz le llenaba el corazón, la hacia ponerse muy feliz y satisfecha.

–Entonces, este será el elegido –dice, dándole un guiño–. Me alegra que hayas encontrado algo que te guste tanto.

Aiko sonríe ampliamente mientras vuelve al probador para cambiarse, sintiéndose satisfecha de haber elegido algo que la representa y le da la confianza que buscaba.

Akane y Aiko salen del centro comercial, aún comentando sobre las nuevas prendas de entrenamiento que Aiko eligió. Cargan unas bolsas y caminan hacia el dojo cuando, de repente, algo inusual llama su atención.

Una mujer de cabello morado viene a toda velocidad en bicicleta, con una gran bolsa de comida en las manos, tratando de mantener el equilibrio mientras esquiva a los peatones. Detrás de ella, una chica de cabello castaño corre a toda prisa, visiblemente molesta.

—¡Devuélveme mi comida, Shampoo! —grita la chica castaña, sin perder de vista a la ciclista.

—Shampoo no devolverte nada, esta comida ser veneno para airen —se burla la amazona.

Akane y Aiko intercambian miradas sorprendidas y dan un paso atrás, observando la escena sin saber muy bien qué hacer. La mujer de cabello morado sigue pedaleando sin disminuir la velocidad, pero, en su prisa, pierde un poco el control y, al intentar girar una esquina, la bolsa de comida cae al suelo.

—¡Mira lo que hiciste! Ahora, ¿qué se supone que le dé a mi Ranchan? —se lamenta la castaña—. Prepárate para pelear, Shampoo.

—Hola, Ukyo, hola, Shampoo —saluda amistosamente la peli azul.

—Akane-chan, hola —le devuelve el saludo la castaña—. ¿Qué haces por aquí? ¿Viniste con Ranma?

—No, vine con una amiga. Se llama Aiko —dijo la peliazul, con un tic en el ojo. Siempre tenían que estar acosando a su prometido; no tenían vergüenza.

—Ser chica violenta que me lanzó del dojo donde estaba mi airen —dice con fastidio la pelimorada.

—¡Ya te dije que no sabía que te convertías en gato! ¿Además, no sabes que a Ranma le aterran los gatos?

—Shampoo saberlo, solo que así es más fácil que airen haga lo que Shampoo decirle —contesta con descaro, delineando su voluptuoso cuerpo—. Shampoo curará su maldición y airen querer estar más cerca de ella.

—Olvídalo, Shampoo. A Ranma no le interesan esas cosas. Te reto a un duelo —exclama la castaña, sacando su espátula gigante y apuntando a la amazona—. Quien gane invitará a Ranma a una cita.

—Me parece bien —sonríe la amazona, poniéndose en posición de batalla—. Akane también tener que participar.

—¿Estás loca? ¿Por qué tendría que competir por Ranma? —dice con el ceño fruncido la peliazul, cruzándose de brazos—. Además, ya les dije que Ranma no es un objeto, ¡es un ser humano! ¡Están locas!

—Akane no querer participar porque saber que va a perder. Airen no querer estar con chica débil —sonríe con sorna la pelimorada—. Aceptarlo, Akane, tú ser muy débil.

—¿Qué dices? Está bien, ¡participaré! Pero no por Ranma, sino por mi honor —contesta furiosa la peliazul, poniéndose en posición de combate.

—Akane-chan, no hagas caso a Shampoo. Está bien si no quieres participar; sé que somos demasiado fuertes para ti. Dedícate a otra cosa, tal vez a aprender a tejer o a cocinar, que te hace mucha falta —dice la castaña con falsa preocupación, dándose la vuelta para apuntar una vez más a la pelimorada—. Esto es entre Shampoo y yo.

Akane se siente humillada; siempre la consideran una mujer débil y sin espíritu. Está a punto de decir algo en protesta cuando cierta pelinegra se coloca frente a ella, con ojos chispeantes de evidente enojo. Aiko se interpone entre las dos mujeres, agarra la espátula de la castaña y la parte en dos, luego gira hacia Shampoo, arrebatándole sus bomboris y lanzándolos lo más lejos posible.

—¿Por qué tú, chica violenta, hacer eso? ¡Shampoo hará que lo pagues caro! —la amazona se dispone a atacar a Aiko, pero esta suelta una frase que la hace retroceder

—Si me hacen algo a mí o a Akane, no duden que se lo diré a Ranma —sonrió de lado—. Si Ranma se entera de lo que le hicieron a Akane, estoy segura de que se enojará mucho con ustedes.

—¡Ranchan no se enojaría nunca conmigo! Soy su mejor amiga —dijo Ukyo, con algo de preocupación—. Él lo entenderá.

—¿Estás tan segura, Ukyo? ¿Qué pasa si le cuento algunas cosas que le han dicho a Akane y que también pensaban golpearla hasta matarla? —fingió inocencia la pelinegra, colocando un dedo índice sobre sus labios y meditando qué podría decirle a su padre.

—¡Eso no ser cierto!

—¡Sí! Ranma no va a creerte.

—¿Quieren apostar? —sonrió maliciosamente. Esas mujeres pagarían por humillar a su madre de esa forma—. Adelante, veamos si Ranma les cree.

Las dos mujeres sudaron frío; ya no estaban tan convencidas de que el chico de la trenza les creería. Mejor optaron por dejar todo en paz y marcharse. Aiko miró con orgullo su hazaña; había sido más sencillo de lo que pensaba. Cuando giró para ver a su madre, esta tenía la mirada apagada y estaba algo cabizbaja. Aiko hizo una mueca de disgusto; le daban ganas de perseguirlas y hacerlas pagar, pero optó por llevar a su madre de vuelta al dojo. Al llegar, se encontraron con su padre, que salía de la sala de entrenamiento.

—Hola, Akane, Aiko, ¿cómo les fue? —saludó alegremente el pelinegro. Sin embargo, la peliazul no le devolvió el saludo y pasó de largo hasta su habitación—. ¿Eh? ¿Qué ha pasado?

Aiko le contó sobre el enfrentamiento que tuvieron con Shampoo y Ukyo y cómo estas hicieron sentir mal a Akane. El pelinegro escuchaba atentamente todo lo que Aiko decía, sentado en posición de flor de loto, con los ojos cerrados y el ceño fruncido.

—Bueno, eso es lo que ocurrió. La verdad, no me gusta que traten así a Akane. ¿Por qué permites que le hagan eso?

—¿Qué dices? ¿¡Ahora insinúas que fue mi culpa si yo no estaba ahí!? —contestó con indignación—. Además, son Ukyo y Shampoo las que no me dejan tranquilo.

—Lo harían si tú decidieras con quién quedarte. ¿Acaso no quieres a Akane?

—Bueno... no es que no la quiera, pero yo... —balbuceaba con las mejillas encendidas, mirando a todos lados—. De todas formas, eso no es importante. Me voy a dar un baño —dijo el de la trenza, poniéndose de pie rápidamente y dirigiéndose al patio trasero.

—Oye, pero por ahí... no queda el baño —dijo la pelinegra, quien también se puso de pie para poder seguirlo. Seguramente, por su nerviosismo, no se había dado cuenta de hacia dónde se dirigía. Pero, de un momento a otro se desvaneció, ¿cómo había desaparecido tan rápido? Echó un vistazo a los balcones y lo vio dando golpecitos a una ventana, donde se asomó una peliazul que, al parecer, estaba llorando. La chica le permitió entrar, cerrando la ventana después.

—No que no te importaba, hipócrita —murmuró Aiko, soltando una ligera carcajada y marchándose a su habitación. Sus jóvenes padres eran muy .... Curiosos.

Hasta aquiiii gracias por leer

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