Capitulo 5
—Aiko, es hora de levantarse.
—¿Qué? ¿Cómo? —respondió Aiko, todavía medio soñolienta. Aún era temprano; los rayos del sol ni siquiera se asomaban. Volteó para mirar el reloj en su mesita de noche. Apenas eran las 5.
—Vamos a entrenar, te espero abajo.
—¡Voy enseguida! —Ciertamente le hacía mucha ilusión que su papá la entrenara, pero si había algo que detestaba, era que la levantaran tan temprano. Le sorprendía que su padre fuera madrugador, cuando antes era un perezoso que dormía con la boca abierta hasta las 10 de la mañana. Antes de volverse a quedar dormida, tomó sus cosas rápidamente y bajó a encontrarse con él. Ranma ya la esperaba con su ropa de entrenamiento y unas pesas para los tobillos.
—Bien, Aiko, hoy comienza tu entrenamiento. Te advierto que no habrá compasión. Si quieres ser la mejor, tienes que entrenar muy duro. Ponte estas tobilleras —Ranma se acercó y las ajustó alrededor de sus tobillos, con cuidado de no hacerle daño—. Pesan alrededor de 10 kilos cada una. Daremos cinco vueltas a la manzana. Esto es solo el calentamiento; cuando volvamos, te enseñaré algunas técnicas básicas. ¿Estás lista? —preguntó con una sonrisa.
—¡Sí! —exclamó Aiko con determinación; no decepcionaría a su padre.
Así comenzaron el calentamiento. Ranma iba trotando a su lado mientras Aiko jadeaba por el esfuerzo. No estaba acostumbrada a cargar con tanto peso, pero si eso la haría más fuerte, estaba dispuesta a superarlo. Más tarde se les unió una chica de cabello azul que, como todas las mañanas, salía a correr.
—Hola, Ranma. Hola, Aiko —saludó la chica, sonriente—. Parece que madrugaron. ¿Cómo te está yendo, Aiko? —preguntó. Al mirar más de cerca, se percató de que Aiko tenía pesas en los tobillos. Indignada, volteó hacia el chico de la trenza—. Oye, Ranma, ¿no crees que te estás pasando de la raya?
—Akane, no molestes. Es solo el calentamiento; Aiko debe acostumbrarse si quiere ser una buena artista marcial —explicó Ranma, un poco molesto.
—¿Con tobilleras pesadas? Ya te pareces al tío Genma con sus entrenamientos desalmados —exclamó la chica de cabello azul, frunciendo el ceño y claramente preocupada por la joven pelinegra.
—No te preocupes, Akane. Yo le pedí a Ranma que fuera estricto. Voy a esforzarme al máximo en mi entrenamiento —respondió Aiko antes de que su madre mandara a volar a su padre.
—Bueno, si tú lo dices, Aiko-chan. Solo no te sobreesfuerces. Nos vemos en el desayuno. ¡Buena suerte! —respondió la chica antes de seguir con su camino.
Una hora más tarde, los dos pelinegros regresaron al dojo para desayunar. Ranma estaba lleno de energía; para él, este calentamiento no era nada del otro mundo. Sin embargo, la pequeña Aiko apenas pudo llegar al dojo antes de dejarse caer agotada, con las piernas doloridas. La mayor de las Tendo hizo una mueca de preocupación al ver a la chica tendida y jadeante.
—Ranma-kun, creo que no deberías ser tan severo con Aiko-chan, solo es una niña —dijo dulcemente Kasumi.
—No te preocupes, Kasumi-san, estoy bien. Solo me daré un baño y bajaré a desayunar —dijo Aiko con una ligera sonrisa.
—Está bien, voy sirviendo el desayuno —respondió Kasumi con una sonrisa, y luego se retiró.
—Ven, Aiko, te has esforzado mucho. Te ayudaré a subir —dijo Ranma, agachándose para que Aiko se subiera a su espalda y pudiera cargarla.
—No, está bien, papá, puedo hacerlo sola —respondió Aiko inconscientemente. Al darse cuenta, se cubrió la boca rápidamente, disculpándose y dando una excusa apresurada—. Lo siento, Ranma, es solo que me recuerdas tanto a mi papá que te llamé así sin querer.
—No te preocupes, lo extrañas mucho, ¿verdad? —respondió el pelinegro. En realidad, no le molestó que lo llamara "papá", se sentía más cercano a ella y eso le agradaba.
—Sí —exclamó con tristeza—. Era el único que, a su manera, me comprendía. Hacíamos todo juntos, pero le dije cosas horribles y ahora no sé si querrá volver a verme.
—Bueno, no es que tenga un buen ejemplo de padre, pero sé que te perdonará. Después de todo, eres su hija, y estoy seguro de que te quiere mucho —dijo el pelinegro con una ligera sonrisa—. Por cierto, ¿cómo es él?
—Mmm, bueno, es muy gentil. Se preocupa mucho por mi mamá y por mí, aunque a veces me regaña cuando peleo con mi abuelo o hago enojar mucho a mamá. Es muy bueno en las artes marciales, nunca lo he visto perder un combate —exclamó orgullosa, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Si es tan bueno en combate, ¿por qué no te entrena él? —ladeó la cabeza pensativo. Le resultaba raro que Aiko, teniendo un padre tan habilidoso, no fuera entrenada por él—. ¿Es por lo que me dijiste, que eres mujer?
—No exactamente —Aiko enrolló un mechón de su cabello en el dedo, buscando entretenerse mientras pensaba cómo explicarle a su joven padre que, en realidad, su madre prohibía que su versión adulta la entrenara—. Verás, papá es muy débil cuando se trata de mamá. La complace en todo y casi nunca le lleva la contraria, y como ella se negó a que yo iniciara un entrenamiento, pues él también la apoyó.
—Vaya, y ¿cómo es tu madre? Debe ser una mujer con mucho carácter.
—Mamá es muy amable y tiene una sonrisa muy linda. Quiere mucho a papá, aunque a veces lo golpea con su mazo cuando la hace enfadar. Sus comidas... no son muy buenas que digamos, pero practica diariamente para que papá y yo nos sintamos orgullosos de ella —exclamó nostálgica, como si estuviera recordando algo con cariño, hasta que su rostro se endureció y ese recuerdo se volvió gris, trayendo consigo las últimas palabras que le dijo a su madre—. Pero en cuanto le menciono las artes marciales, toda su dulzura se desvanece, y no hace más que gritarme. Por eso discutimos y me fui de casa.
—Tu madre debe ser una buena mujer. ¿Sabes? Lo que me has dicho me recordó a Akane. No creí que existiera otra persona en el mundo que cocinara tan mal —rió Ranma, recordando las veces que su prometida le había provocado terribles dolores de estómago.
—Pues mamá ha ido mejorando poco a poco. Ahora sus platillos no saben tan mal, aunque papá no puede evitar huir cada vez que la ve cerca de la cocina —Aiko sonrió al recordar la expresión de terror de su padre cuando su madre quería cocinar. Muchas veces tenía que tirar la comida sin que ella se diera cuenta o llevársela para que su abuela y su tía Kasumi cocinaran.
—Seguro que sí. Bueno, basta de charla, tenemos que desayunar y luego entrenar, o se nos hará tarde.
Después de desayunar, Aiko y Ranma fueron a dejar a Akane en la universidad, como de costumbre. Mientras caminaban de regreso al dojo, Aiko se preguntaba qué le enseñaría su padre. Tal vez una nueva técnica o quizás el truco de las castañas que tanto había querido aprender. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un grito ensordecedor proveniente de un chico con un pañuelo en la frente.
—¡Ranmaaaa, hoy es el día de tu derrota! —gritaba el muchacho, con una sombrilla en la mano, apuntando directamente al chico de la trenza—. ¡Es tu fin!
—Oh —exclamó Ranma, para luego saltar sobre la cabeza del chico del pañuelo—. ¿Cómo estás, P-Chan? ¿Se te perdió algo?
—¿P-Chan?
—¡Saotome! ¿A quién llamas P-Chan? —gritó el chico del pañuelo, agarrando a Ranma de la camisa y mirándolo amenazante.
—Es de mala educación aparecer sin presentarte, Charlotte. ¿No ves que tengo compañía? —dijo Ranma, molesto.
—Ah, lo siento —se disculpó el chico del pañuelo, avergonzado, mirando de reojo a Aiko, quien lo observaba con curiosidad—. Mi nombre es Ryoga Hibiki. Perdón por mis malos modales.
—Me llamo Aiko, es un placer —sonrió la pelinegra, estrechando la mano de Ryoga—. ¿Por qué golpeas a Ranma?
—Bueno, es que él es un cretino al que debo ganarle. Y tú... ¿eres su gemela o algo así? —preguntó Ryoga, notando el parecido entre Aiko y Ranma. De repente, se quedó en silencio, abriendo los ojos con sorpresa, y volteó hacia Ranma—. ¿Es que acaso tu padre tuvo otra hija sin que lo supieras?
—No digas estupideces, P-Chan —exclamó Ranma, dándole un golpe certero en el rostro—. Aiko es solo una amiga que se está quedando con nosotros por el momento.
—Entiendo. ¿Y a dónde se dirigían?
—Vamos al dojo Tendo. Ranma me enseñará nuevas técnicas de combate — dijo la pelinegra mientras hacía una pose de victoria
—Yo también voy. Te ayudaré en tu entrenamiento —sonrió mostrando su característico colmillo.
—Bien pero antes debo hacer algo, así llegaremos más rápido —respondió el de la trenza, mientras le arrojaba un cubo de agua fría al chico de la banda, transformándolo en un adorable cerdito negro—. Es mejor que te quedes así hasta que lleguemos a casa; de lo contrario, te perderías, P-chan.
El cerdito negro lo miró con odio y se removió en sus brazos para que lo soltara.
—¡Cálmate ya, estúpido cerdo! —gritó el de la trenza azotando al cerdito para que caiga con fuerza al suelo.
—Ranma, yo puedo llevarlo, no tengo problema —dijo Aiko acercándose al cerdito. Con una sonrisa cálida, lo levantó y lo acunó en sus brazos—. Por favor, no me muerdas; solo es hasta que lleguemos al dojo.
El cerdito la miró con ojos acuosos y asintió con su pequeña cabeza, dejando ver un leve rubor de vergüenza.
—Será mejor que no intentes aprovecharte de Aiko, cerdo pervertido —exclamó el de la trenza, molesto.
Más tarde, en el dojo, Ryoga, ya en su forma humana, le daba una serie de instrucciones a Aiko, haciéndola saltar de un lado a otro con un traje especial de entrenamiento que había sacado de su mochila.
—¿Dónde conseguiste eso, Ryoga? —preguntó intrigado el de la trenza; no todos los días se veía un traje de entrenamiento especial.
—Me lo dio un anciano que vive en una montaña, a cambio de un favor que le hice. Es ideal para entrenar —respondió Ryoga con cara de fastidio al recordar el favor, el cual le había tomado cerca de una semana tuvo que reunir todos los ingredientes que el anciano le pidió.
—¡Esto pesa demasiado! Apenas puedo moverme. ¿Cuánto peso tiene? —exclamó Aiko, apenas logrando mantenerse en pie.
—Pesa unos 10 kilos, no es tanto —dijo despreocupado, mientras él hacía alarde de su fuerza—. Yo puedo hacer 100 lagartijas con un solo dedo; para mí es como si no llevara nada.
—¿¡Qué dices!? —gruñó el de la trenza, molesto, y acto seguido estampó la cara de Ryoga contra el suelo de un puñetazo—. ¡¿Te has vuelto loco?! ¡Aiko no está acostumbrada a cargar tanto peso! ¡Podría romperse los huesos, estúpido cerdo!
—¿Es tu primer entrenamiento? Qué torpe, podrías lastimarte —dijo Ryoga, haciendo ademán de quitarle el traje a la pelinegra. Sin embargo, Aiko retrocedió como pudo para evitarlo—. Aiko-chan, debes dejar que te ayude a quitar el traje; podrías hacerte daño —dijo preocupado y con expresión culpable.
—¡No! Puedo hacerlo sola, por favor —respondió Aiko con ojos llorosos. Estaba decidida a poner todo su corazón en aprender, aunque eso significara romperse los huesos.
—Aiko, no estás preparada para soportar tanto peso; te vas a lastimar. No seas terca —dijo frustrado. Aiko era igual o peor que Akane, no entendían de límites.
—Puedo hacerlo, Ranma, ¡no te metas! Estoy lista, Ryoga, dime qué hacer —exclamó con determinación; no iba a permitir que la limitaran, este era su camino, y no iba a dejar que nadie se interpusiera.
—Bien, como quieras —respondió él, molesto y con el ceño fruncido, incapaz de convencerla—, pero me quedaré aquí; no confío en el cerdo.
—Muy bien, Aiko, empecemos. Atácame con todo lo que tengas —Ryoga se puso en posición de batalla, viendo en ella un espíritu de combate que le gustaba. Entrenar con Aiko podría ser interesante.
Hasta aquiii gracias por leer ^-^ nos vemos en el siguiente capítulo
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