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Capitulo 1

Japón 20 años en el futuro......

Por las calles de Nerima, corría una joven de 16 años, perseguida por un panda gigante que le lanzaba carteles para que se detuviera.

—¡Déjame en paz, abuelo! ¡Ya te dije que no voy a darte mi atún!

—Eres una malagradecida, igual que tu padre. ¿Qué te cuesta darle a tu abuelo la última lata?

—Ni lo sueñes, es la última que me queda. No tengo la culpa de que te transformes en panda cada vez que vamos a comer. ¿Por qué no te comes un bambú? Después de todo, ¡eres un panda!

—¡Niña insolente!

El panda y la joven peleaban hasta que ella le dio una patada, dejándolo fuera de combate. Al ver que el pobre y viejo panda no se levantaba, le echó agua caliente encima para ver si reaccionaba en su forma humana.

—¡Ey! Abuelo Genma, despierta. No me hagas esto.

La niña estuvo a punto de llorar, pensando que algo le había pasado a su abuelo; después de todo, ya era un señor muy mayor. Lo cargó hasta su casa para ver si su mamá o su papá podían hacer algo. Daba gracias al cielo de que su casa no quedara muy lejos. Al llegar, dejó al pesado hombre en el jardín para ingresar y buscar a su familia.

—¿Hay alguien en casa? ¿Hola?

—¡Oh! Aiko-chan, bienvenida.

—Tía Kasumi, ¿has visto a mis padres?

—Mmm... tu padre está en el dojo y tu madre salió a hacer unas compras.

—Genial, gracias, tía Kasumi.

Aiko corrió hasta el dojo, pensando en qué le diría a su padre. Él solía ser muy estricto y ya le había dicho varias veces que no peleara con su abuelo porque era un señor mayor y podría pasarle algo. Al llegar, deslizó la puerta del dojo y observó a un hombre de cabello trenzado con los ojos cerrados en posición de flor de loto. Al parecer, su padre estaba meditando y no quería molestarlo; tal vez esperaría a que llegara su madre.

—Ya te vi, ¿qué pasa, Aiko?

—Esto... nada importante, papá, jeje.

El hombre de la trenza abrió los ojos y se puso de pie, acercándose a su primogénita. Sabía bien cuándo se metía en problemas, y esta vez no era la excepción. Sus ojos marrones mostraban clara culpabilidad, y él intuía que lo que iba a decirle no sería nada bueno.

—Aiko Saotome, no te atrevas a mentirle a tu padre. Recuerda que yo también fui joven. Puedo ver que me ocultas algo.

—Bueno, pues... este... yo... No fue culpa mía, el abuelo me quiso quitar mi atún y ahora está inconsciente y no despierta.

—¿Cuántas veces te he dicho que no pelees con él? Ya es un hombre mayor y no tiene la misma destreza que hace 20 años.

—Pero... tú y él pelean a cada rato. No es justo; además, era mi último atún.

El hombre mayor miraba a su primogénita con una gota de sudor en la frente. Ella tenía un punto a su favor, pero las cosas eran diferentes: él ya no peleaba con su padre de la misma manera que hace años; ahora era un poco más blando. No podía decir nada al respecto; después de todo, su hija era un vivo retrato de su época adolescente.

—Bueno, ¿dónde dejaste a tu abuelo?

—Está en el patio. Te buscaba a ti o a mamá para que puedan ayudarme a recostarlo, está muy pesado.

—Bueno, démonos prisa. Tu madre no tarda en llegar y ya sabes cómo se pone cuando peleas con tu abuelo.

—A mamá le molesta que pelee con todo el mundo. A mí me gusta pelear; las artes marciales son mi pasión, papá. ¿Por qué mamá no me deja entrenar? Ella participó en varios torneos de categoría libre.

—Aiko, tu madre tiene sus razones; solo quiere lo mejor para ti.

—Ojalá me escuchara y me dejara entrenar. Estoy segura de que sería igual de fuerte que tú, papá. Soy una Saotome; tengo que seguir el legado de la categoría libre.

El hombre de la trenza sonrió; su hija tenía un espíritu de lucha igual al suyo, y eso le enorgullecía. Quizá podría hablar con su esposa más tarde y hacerla recapacitar sobre su decisión; después de todo, no le gustaba que su pequeña primogénita se sintiera triste y frustrada por no cumplir sus sueños. Al llegar al patio, encontró a un panda recostado durmiendo con un letrero que decía "No me molesten" en letras muy grandes. Al pelinegro mayor y a la pelinegra menor les brotó una vena en la sien, sobre todo a la pelinegra menor, ya que el viejo panda le había hecho pasar un susto horrible.

—¡Eres el colmo, abuelo! ¡Pensé que te había pasado algo!

—¡Papá! Deja de hacerte el dormido y responde, ¡idiota! No te voy a consentir que nos des estos sustos solo porque quieres más atención.

La joven Saotome estaba harta; su abuelo siempre le hacía lo mismo y terminaba siendo regañada por su madre, pero ya que ella no estaba ahí, tal vez podría vengarse de su abuelo sin que saliera perjudicada. Mientras su padre seguía gritándole a su abuelo por ser un desconsiderado, ella agarró una roca que estaba por ahí y la lanzó, desconcentrando a su padre. Agarró al panda de su pelaje y lo lanzó al cielo en una vuelta de no retorno, a ver si así el viejo panda aprendía la lección. Estaba muy orgullosa de su hazaña cuando, de pronto, sintió un aura peligrosa que conocía perfectamente, pero no quería darse la vuelta para enfrentarla.

—¿Se puede saber por qué el tío Genma salió volando? ¿Aiko Saotome, tú tienes algo que ver en esto?

—Hola, mamá, ¿bonito el día, no?

La mujer de cabello azulado y ojos avellana estaba furiosa; su hija la había vuelto a desobedecer y, para aumentar su enojo, el inútil de su esposo ni se dio cuenta de lo que había sucedido.

—Akane, creo que estás exagerando; además, mi padre se lo buscó.

—No te metas en esto, Ranma. Sabes muy bien que no quiero que Aiko entrene artes marciales; ella será una linda dama que aprenderá a comportarse como una chica.

—Mamá, me gustan las artes marciales, ¿por qué no puedo entrenar igual que papá? Él puede enseñarme y así seguir con el estilo de combate libre Saotome-Tendo. Se supone que por eso se casaron, para que su descendencia siga el legado.

Akane: Aiko, las artes marciales no son para una señorita. Debes pensar en tu futuro y elegir algo que te sea útil en la vida.

Aiko: Papá es maestro en el dojo y le va muy bien; yo también quiero hacer lo mismo, es mi sueño.

Akane: Te he dicho que no, Aiko, y no insistas. Ahora ve a buscar a tu abuelo y tráelo de regreso a casa; ya está muy mayor para andar en esos trotes.

La joven pelinegra salió furiosa. Su madre no entendía razones; solo sabía regañarla y gritarle. Ella quería aprender el estilo de combate libre; ojalá su madre la apoyara en su entrenamiento. Había tenido que entrenar por su cuenta, ya que su padre no quiso enseñarle por temor a su madre; sin embargo, le regaló un par de videos de artes marciales en su cumpleaños, a escondidas, por supuesto.

Mientras caminaba en busca de su abuelo, se encontró con un objeto extraño: parecía una caja musical cubierta de polvo. Tal vez, si la limpiaba y se la daba a su madre, ella se pondría de buen humor y la dejaría entrenar un poco; después de todo, la mujer mayor era muy sensible a los regalos y los cumplidos.

Al regresar al dojo, se dio cuenta de que no había nadie en el jardín, así que fue a la sala de entrenamiento para ver si sus padres estaban allí. Con sigilo, deslizó la puerta un poco para observar. Grande fue su sorpresa al verlos sentados y abrazados; el matrimonio Saotome no era conocido por mostrar su afecto en público, pero suponía que eran más cariñosos cuando estaban solos, sin que nadie los molestara. Su madre se veía vulnerable, con la cabeza apoyada en el hombro de su padre, mientras él acariciaba su corto cabello azul y le daba un beso en la coronilla.

Ranma: Akane, creo que Aiko debe seguir sus propios sueños.

Akane: Ranma, sabes por qué no quiero que se involucre en las artes marciales. Además, no las necesita.

Ranma: Akane, creo que será una buena artista marcial. Es una Saotome; las artes marciales corren por sus venas, tiene potencial.

Akane: Ranma, es una mujer. ¿Qué futuro le espera si se dedica a eso? Además, no creo que Aiko esté capacitada; le falta madurar.

Ranma: Mi linda marimacho, ¿cuándo dejarás de ser tan testaruda? Recuerda que prometimos ser diferentes a nuestros padres.

Akane: Es por su bien, Ranma. Aiko tiene que dedicarse a algo que le asegure un futuro próspero y no perder el tiempo en las artes marciales.

La joven Saotome se sintió muy triste; su madre no iba a cambiar de opinión, y eso la enfurecía. Para ella, significaba que su madre no confiaba en sus capacidades y la veía como alguien débil. Sin pensarlo, abrió de par en par las puertas del dojo, mirando al matrimonio con furia.

Aiko: ¿Así que no tengo futuro y estoy perdiendo el tiempo? ¿Sabes qué, mamá? Veo que nunca vas a apoyarme en mis sueños. Ojalá nunca me hubieran tenido. ¡Ojalá nunca se hubieran casado! ¡Te odio!

La joven Saotome salió corriendo, furiosa y llorando. No entendía por qué su madre era así; parecía que nunca iba a lograr que ella la apoyara. Corrió tanto que perdió la noción de dónde estaba, hasta que escuchó el sonido de un río a lo lejos y decidió acercarse. Al sentarse, sintió un dolor agudo en el trasero y se levantó rápidamente para sacar lo que le molestaba. Era la caja musical que planeaba regalarle a su madre. La observó con detenimiento; pensó en lanzarla al río para que la corriente se la llevara, pero decidió lavarla un poco. Tenía unas letras extrañas escritas en chino, y al abrir la caja, encontró un espejo con una espiral dibujada en el centro. Tenía curiosidad por la melodía que contenía, así que giró la manija y comenzó a escuchar una melodía nostálgica que le recordó su pelea con sus padres y le planteó varias preguntas. ¿Cómo habrían sido ellos de jóvenes? ¿Serían igual de estrictos?

Aiko: Desearía regresar 20 años al pasado y conocer a mis padres.

Yyyyyyy el primer capítulo de esta novela. Espero que les guste ahora que salió el remake me e inspirado para escribir nuevamente. Espero les guste y me apoyen para poder continuar con esta historia divertida 🤩

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