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PAPÁ SOLTERO

No sé cómo empezar a contar esta historia; si por el principio o, por el final.

Sí sí, imagino que te estés preguntando: «¿Cómo que por el final?».

Pues sí, mi final; los hechos que di por enterrados en lo más profundo, porque en aquella ocasión fui muy tajante en mi decisión, di la discusión por terminada y creí, de imbécil, que ahí terminaba todo; pero fue precisamente donde mi mundo terminó por venirse abajo.

Enviudé, hace ya dos años. Mi mujer era encantadora, en muchos sentidos, la envidia de mis compañeros de trabajo, la hija que no tuvieron mis padres, la "cuñada perfecta" según las palabras de mi hermana mayor, la persona que me dio el mejor regalo de esta vida: un hijo. Ella lo era todo para mí, hasta que descubrí se acostaba con mi jefe.

Quedé destrozado, fui el hazmerreír para mis compañeros de trabajo, que decían que tenía un par de tarros de florero en la cabeza. Aquello me enfureció sobremanera, que terminé peleándome con todos y aventándole una silla a mi jefe. Y como si fuera poca mi desgracia, la silla se le incrustó en la cara, no pensé que le daría, dado que tengo una puntería de mierda; pero el destino para aumentar más mi pena, dejó que aquella silla le diera en el rostro y el hombre fue hospitalizado, yo multado por lesiones y despedido. A mi mujer también la echaron a la calle. Fue el peor día de mi vida, el más horrendo y triste, pero aún no termino de contarte toda la historia, viene la parte que terminó por destrozar mi mundo.

Ese día ella y yo discutimos, mientras nuestro pequeño Jin dormía en su cunita. La cocina se volvió nuestro ring, lejos de los cuartos, para no despertar a nuestro hijo, que para la fecha hacía apenas dos meses había cumplido un añito.

El matrimonio de siete años había terminado en un parpadeo, esa misma noche, por mil veces que ella me pidió que le dejara explicar la situación yo no quise escucharla. Me sentía avergonzado, engañado y triste; pero lo que más me dolía era que nuestro bebé era todavía pequeño para tener ya a dos padres divorciados.

Fue frustrante, ese día en siete años dormí solo, sin tenerla a mi lado. Y fue el último.

A la mañana siguiente, encontré una carta sobre la mesita de la sala, donde ella me confesaba que se acostaba con mi jefe porque este la tenía amenazada de que si no lo hacía nos despediría a ambos, ese era un buen trabajo, la paga era buena, nos ayudaba a pagar los gastos del hogar y más porque en otras empresas no permitían que las parejas trabajasen juntas. Decía además en aquel pedazo de papel que se sentía muy sucia por haber tenido que acostarse con ese vejestorio de nuestro exjefe, que no soportaba mirarme a la cara sin sentirse la mujer más horrible de este planeta, y que lo sentía mucho por nuestro Jin, porque no se merecía a una madre como ella.

Solté el papel y fui corriendo hasta el cuarto, pues yo había dormido en la sala; pero al entrar no la encontré allí, de hecho, la cama estaba tendida, justo como la habíamos dejado el día antes en la mañana, después de dejarle a Jin a mi hermana, que vive en el departamento frente al nuestro, para que lo cuidara, como siempre.

Abrí el armario, pensando que había recogido todo y se había marchado; sin embargo, su ropa continuaba allí. Fui a la habitación contigua a la nuestra, donde duerme nuestro bebé y tampoco la encontré. Jin dormía como un tronquito, así que salí sin hacer ruido, regresé a la sala y tomé mi teléfono para llamarla, tal vez se habría ido a dormir a donde mi hermana.

Caminé hasta el balcón con el aparato en una mano y, justo cuando marcaba su número, divisé una cuerda amarrada a la baranda de hierro del balcón y que descendía. El teléfono se me cayó de la mano y rápidamente me asomé para ver... Allí estaba, vistiendo la misma ropa que el día en que le propuse matrimonio, con el otro extremo de la cuerda alrededor de su cuello, mientras su largo y negro cabello era sacudido suavemente por el viento.

«La perdí para siempre».

—Jung Kook, hoy no puedo cuidarte a Jin —habló mi hermana, nos encontrábamos desayunando en el comedor de mi departamento, que antes era el suyo—. Espero visitas, disculpa, tendrás que llevártelo al trabajo.

Trabajo en una florería cerca del edificio donde vivo, su propietaria es una señora que vive en el piso de arriba al mío. Después que la madre de Jin... falleciera, ella me ayudó muchísimo.

—Está bien, me las arreglaré.

—Tal vez deberías buscarte a una niñera —comentó de repente—. No es que me moleste cuidar a mi sobrino pero, hay días, como justo hoy, que no podré hacerme cargo de él. —Se metió el trozo de tostada que le quedaba en la boca y masticó rápido, dio un sorbo a su jugo de naranja y luego se limpió con la servilleta—. ¿Quieres que busque a alguien por ti? Te ayudaré a pagarle un salario, ¿qué me dices?

Mi hermana es dos años mayor que yo, ambos somos muy temperamentales cuando nos enojamos, pero ella lo es más que yo. Solo somos tiernos con las personas que amamos y las que nos tratan bien. Antes y después de la muerte de Suzy, mi esposa, ella me ha apoyado bastante, incluso más de lo que puede hacer. Debería ser más considerado y darle algo de espacio.

—Tienes toda la razón noona, debo contratar a alguien para que cuide de Jin mientras trabajo —sonreí—. Espero me consigas a una chica linda, no quiero que mi hijo se asuste jaja.

—De hecho —se levantó de la silla—, ya tengo a la persona adecuada, cómo no lo pensé antes. Puede que hoy mismo conozcas a esa persona. —Salió del comedor y fue hasta la sala, yo le acompañé para despedirla—. Pero a todo esto Jung Kook, realmente lo que deberías conseguirte es una nueva pareja, ya han pasado dos años —dicho esto último me dio un beso en una mejilla, abrió la puerta de salida y se marchó.

«¿Debería?».

Con las últimas palabras de Shin Hye, mi hermana, dándome vueltas en la cabeza, preparé a Jin y me fui para la florería. Cuidar de mi hijo para que no rompiera ninguna maceta o algún ramo de flores mientras atendía a los clientes no era tarea sencilla.

La mañana la tuve bastante ajetreada, ya se estaba acercando la hora del almuerzo, tenía una hora y media para almorzar y la tienda cerraba a las tres.
El trabajo aquí es llevadero, la tienda la abro a las 8:00 a.m. hasta las 11:30 a.m., que cierro para almorzar. Comienzo nuevamente a la 1:00 de la tarde hasta la 3:00, todas las semanas de lunes a viernes, salvo los sábados que trabajo hasta el mediodía nada más y descanso el resto de la tarde y los domingos.

—Jin, mi amor, no puedes tocar eso —me agaché frente a él y le quité una flor que al parecer se había caído al suelo—, te podrías pinchar las manitos.

Acaricié su pequeña cabeza y le sonreí, para que no se sintiera mal por haberle quitado la flor, cuando siento las campanitas de la puerta anunciar que un nuevo cliente había llegado.

—Buenos días —saludó, deteniéndose ante Jin y ante mí.

Nuestras miradas chocaron y una pequeña y media sonrisa apareció en sus labios, luego posó su mirada en la de mi hijo y se agachó junto a él. Me quedé quieto ante la actitud del sujeto, que le sonreía de forma natural y linda a Jin, entre tanto acariciaba su cabello.

—Hola pequeñín.

—Hola —respondió mi pequeño y aquello me sorprendió, dado que no suele contestarle a extraños.

—Qué niño más lindo —dijo poniéndose de pie—. ¿Es tu hijo cierto?, el parecido es enorme.

—Sí, es mi hijo —tomé a Jin por una manito y me puse de pie—. Bienvenido a la tienda, dígame qué desea.

—Mnn una maceta, por favor envuélvamela para regalo —contestó oteando el lugar.

—Mire —le indiqué con la mano que tenía libre que mirara la pared a su izquierda—, allí tenemos macetas de diferentes tamaños y formas, elija la que más le guste.

—Gracias.

—¿De qué color quiere el envoltorio?

—Negro.

Su respuesta me hizo tener una especie de deja vu pero no le presté importancia a eso. Tenía que ir al pequeño cuarto que hay dentro de la tienda, donde tenemos ya las cajas preparadas, con envoltorios de todo tipo de colores y diseños, por cada tipo de maceta.

El cliente fue hasta la pared que le indiqué y del suelo tomó una maceta mediana, seguro que para alguna planta que ubicaría dentro de su hogar, uso una parecida en el balcón del departamento.

—Elijo esta.

—Vale mnn —miré a mi niño, pensando qué hacer; debía llevar la maceta al cuartico y prepararla para regalo.

—¿Quiere que yo le cuide a su hijo? Así podrá trabajar tranquilo.

Miré al hombre y lo escrudiñé con la mirada, realmente eso último fue un gesto involuntario, no quería que pensara que desconfiaba de él a tal extremo para creer que me robaría a lo único que me hace feliz en esta vida.

—Oiga, ¿acaso cree que soy el hombre del saco y me voy a llevar a su hijo? Já, increíble.

Aquello, para ser sincero me dio gracia, e hice el gran esfuerzo para no reírme, así que terminé por dejar a Jin a su cuidado e ir prepararle su regalo. Cuando terminé y regresé para cobrarle al hombre y agradecerle por su compra, me encontré con una escena que casi provoca que se me caiga la caja con la maceta de las manos.

Mi pequeño Jin estaba riéndose a todo pulmón de algo que solo Dios sabe habrá hecho el extraño que le causó tanta gracia, conmigo nunca se había reído de esa manera.

—Aquí, tome, su regalo —me acerqué a ellos y extendí la caja hacia el hombre.

—Gracias —dijo mostrándome una espectacular sonrisa cuadrada—. ¿Cuánto es?

Le dije el precio inmediatamente para que se fuera, lo observé mientras sacaba su billetera de dentro de unos de los bolsillos del ajustado pantalón mezclilla que vestía, la abría y me daba un billete que triplicaba el número que le había dicho. Lo tomé, algo asombrado y él, finalmente, agarró la caja.

—Ahora le doy el cambio, espere un momento por favor.

—No es necesario, quédese con él, se lo doy de propina por la buena atención que me ha dado —dijo y otra vez me sonrió. No supe qué responderle—. Bueno, yo me voy, gracias. Me despido pequeño Jin —le habló a mi hijo—, fue un placer haberte conocido —se despidió y finalmente se marchó.

Me sentí aliviado porque ese tipo se había ido; pero, por alguna extraña razón, su sonrisa geométrica, su mirada, seguían apareciendo en mi cabeza.

«Espera un segundo, ¿él llamó a mi hijo por su nombre? ¿En qué momento... acaso...? ¡Pero y esa confianza que ese tipo agarró con mi hijo! Já, espero no volverlo a ver».

Me encontraba a la mesa cenando junto a mi pequeño, cuando en mi cabeza volvió a aparecer la imagen de mi último cliente hoy en la mañana, y pensé en lo afortunada que sería la chica a la que le regalaría una maceta. Él era apuesto.

«¿Pero Jung Kook en qué chorradas piensas, y más de un hombre? ¿La soledad te ha dado por eso?». Me reproché y sacudí mi cabeza tan fuertemente que Jin abrió los ojos como dos platillos, pensará que su papá se volvió loco.

De repente, una estrofa de la canción "365247" comenzó a inundar todo el comedor, se trataba de mi hermana marcándome al móvil, me obligó a ponerle esa canción a su contacto, porque dice le encanta un tal Won Pil. En fin, contesté su llamada y muy entusiasmada me comunicó que ya tenía a la persona que se haría cargo de Jin mientras yo trabajase; pero que por una situación que se le presentó vendrá mañana temprano, para que nos conozcamos finalmente y formalicemos el contrato. Le agradecí por su buen gesto y colgué la llamada.

—Jin, mi niño, mañana vendrá una persona a la casa para cuidarte, debes portarte bien. ¿De acuerdo?

—Sí papá —me respondió y eso me trajo tranquilidad, es un buen niño y lo he educado como he podido, como mamá me educó a mí.

Terminamos de cenar, nos cepillamos los dientes y luego nos fuimos a la cama. Fue un día tranquilo, después de todo.

La alarma de mi teléfono me despertó justo a las 6:00 de la mañana, la apagué y me senté en la cama, encontrándome empapado en sudor por un extraño sueño húmedo que había tenido, pues no recordaba con quién demonios había follado en el sueño. Lo peor es que tenía una erección queriendo abrirle un hueco a mi bóxer.

Me paré de la cama, encendí la lámpara, fui a mi clóset y saqué del fondo de una gaveta una revista porno que tenía escondida hace tiempo, también cogí un rollo de papel sanitario. Me senté en la cama y bajé mi bóxer, aliviando a mi erección de la opresión que hacía la tela sobre él. Abrí la revista y junto a las imágenes sacié mi deseo. Cuando terminé tenía un montón de bolas de papel sanitario regadas por todo el piso, me iba a poner a recogerlas justo cuando el timbre de mi puerta sonó.

—Diablos, la niñera venía hoy.

Pateé todo lo que había en el suelo para debajo de la cama y hasta la revista la lancé para ahí. Me subí el bóxer, me coloqué rápidamente un pantalón, una camisa y fui a abrir la puerta...

—Buenos días —sus ojos color miel me observaron de cabeza a pies y viceversa, sorprendido—. ¿Es usted Jeon Jung Kook? Shin Hye me habló de que su hermano necesitaba una niñera y me ofrecí a ayudarle, pero nunca imaginé que fueras tú.

Ahí estaba, el chico de ayer, parado frente a mí. Me sentí ruborizar, me avergonzaba recibirlo cuando previo a su llegada me masturbé en mi habitación.

«Debo oler a sudor y semen, joder».

—Buenos días —respondí a su saludo—. Sí, yo soy Jeon Jung Kook, adelante —me separé de la puerta y la dejé abierta para que él entrase.

—Perdone que viniera tan tarde —me dijo y miré la hora en el reloj de la pared.

—¡Carajo se me hizo tarde! —Me giré hacia el chico—. ¿Oye, puedes hacerte cargo de todo verdad? Solo me quedan 10 minutos para abrir la tienda. Si tienes alguna duda llama a mi hermana.

Sin darle tiempo a responderme corrí a mi cuarto y luego al baño, nuevamente a mi cuarto, me vestí y al llegar a la sala él estaba inspeccionando el lugar.

—Cuida bien de mi hijo —el chico se giró para verme—. Si robas algo te denuncio y, si te robas a mi hijo: te mato.

Salí del apartamento a paso veloz y me fui directo a la florería, como era sábado llegaría temprano a casa. Tenía muchas cosas qué hacer cuando volviera, como saber su nombre, porque no tuve tiempo ni de preguntarle cómo se llamaba, además debía ultimar los detalles del contrato con él. Y luego halarle las orejas a mi hermana porque pensé que me conseguiría a una chica de niñera, pero me trajo a un hombre. Aunque si lo pienso bien, tal vez sea más cómodo, dado que todos somos hombres en la casa, no será necesario sentirse tan avergonzados con algo.

Justo al mediodía ya estaba en casa. Al entrar me llevé una sorpresa, el piso estaba limpio, de hecho todo brillaba y una brisa agradable entraba desde el balcón, un sentimiento de paz y nostalgia me embargó. Allí, en medio de la sala, estaban mi hijo y ese chico extraño acostados sobre una manta, la imagen era realmente tierna que no quería despertarlos. Caminé sin hacer mucho ruido hasta ellos y toqué el brazo del chico.

—Oye, despierta.

—Mnn, ¿Jung Kook? —mi nombre de sus labios salió ronco y por un breve segundo me estremecí.

«¿Qué estará pasándome?».

Él se levantó con cuidado, me observó por un instante y señaló con su cabeza que nos alejáramos un poco. Dejamos a Jin rendido en el suelo y fuimos a hablar a la cocina.

—¿Quieres agua? —me preguntó, como si yo fuera la visita y él el dueño de la casa.

—¿Cómo has podido adaptarte tan rápido? —pregunté, observando cómo habría la nevera, sacaba un pomo y me servía un vaso con agua, que nunca le pedí.

—Tienes una forma muy peculiar y sencilla de ordenar las cosas —respondió, acercándose a mí con el vaso con agua, acercándose peligrosamente—, fue muy fácil... adaptarme a ti.

Mi boca se abrió para hablar, mas de mis labios no salió ni un solo sonido. Su mirada, seductora, penetró la mía, me sentí inquieto, extraño. Sus ojos color miel eran lindos y tal vez sea paranoia mía pero, brillaban al verme. Sus pestañas, largas y pobladas; sus cejas, peinadas y curvas; eran perfectas. Reparé entonces en su sedoso cabello, en los bucles castaños que cubrían su frente; en sus labios, en los lunares que adornaban la esquina derecha del inferior y, en su bronceada piel.

«Definitivamente, no podía creer lo que estaba pasándome».

Agarré el vaso de su mano y me bebí el agua sin respirar siquiera.

«Soy un hombre por Dios. ¡Y él también lo es!».

—¿Esto es normal?

—¿Qué cosa? —su pregunta me hizo dar cuenta de que había pensado en voz alta, me puse algo nervioso—. Bueno, el almuerzo ya está hecho —cambió drásticamente de tema—, iré preparando la mesa.

»Por cierto, he estado esperando a que me lo preguntes pero, por alguna razón no lo haces —acercó sus labios a mi oído derecho—, me llamo Tae Hyung —se separó—, Kim Tae Hyung.

Tras revelarme su nombre se fue, dejándome solo en la cocina, con la nariz inundada de su dulce aroma a fresas. Sacudí mi cabeza fuertemente en negación, debía borrar cuanto antes los extraños pensamientos de mi cerebro, o esta noche no dormiría tranquilo.

Me fui a mi cuarto, y al entrar me paralicé. Recordé que él había limpiado la casa y un pánico repentino se apoderó de mí, me tiré al suelo, observé debajo de la cama... ni un rastro de los rollos de papel sanitario embarrados de semen que dejé en la mañana estaban allí. Busqué la revista por todas partes, tampoco estaba y por supuesto no le iba a preguntar por ella.

«¿Qué habrás hecho con la revista, Kim Tae Hyung?».

El almuerzo fue tranquilo y fructífero. Conversamos mucho, sobre muchas cosas, se impusieron las reglas de la casa y cómo sería la convivencia. Él me contó cómo conoció a mi hermana y se hicieron buenos amigos, la susodicha en la tarde nos hizo una visita y entre los cuatro pasamos un buen rato, incluso cenamos todos juntos. Me gustó mucho, mi hogar desde hacía dos años no se veía tan armonioso, Tae Hyun en solo unas horas había cambiado de forma radical, me atrevo a decir, hasta mi vida.

Mi hermana después de ayudar a fregar los platos se marchó, yo acosté a Jin, que de tanto jugar con Tae se había quedado dormido.

—Listo, he acostado a Jin, hoy fue un día muy agotador para él. —Me senté en uno de los muebles de la sala, Tae estaba sentado en otro—. Tae, mañana si lo prefieres no vengas, como es domingo puedo encargarme de Jin yo solo.

—Acabo de empezar y ya quieres que falte al trabajo —me dijo—. Además, estaba esperando el momento en que pudiera hablar a solas con vos, ahora que estás más relajado con mi presencia.

—¿Y de qué quieres hablar?

—Debes tener más cuidado con... —hizo una breve pausa y prosiguió— con lo que haces en tu intimidad, el niño podría entrar de momento al cuarto y ver... —hizo nuevamente silencio, pero esta vez al ver cómo a mi rostro se asomaba un rojo intenso.

Mis mejillas ardían por la vergüenza, yo ya hasta había olvidado lo de la dichosa revista porno, que aún no sabía dónde estaba.

—La he botado.

—¿Qué?

—La revista, la he botado junto con los papeles del baño —se levantó—. No creo que la necesites más —caminó hasta mí, que no entendía a qué se estaba refiriendo, o no quería entender que justo ahora se me estaba insinuando—. De ahora en lo adelante yo te atenderé —mencionó, curvando su cuerpo hacia delante, para acercar su rostro al mío—. Eres papá soltero, no solo tu niño necesita que lo cuiden, tú también mereces ser cuidado.

Sin mencionar una palabra más posó sus labios sobre los míos. Mi instinto fue apartarme y darle un puñetazo en la cara; pero mi cuerpo no se movió, porque, a pesar de que el contacto fue suave, casi imperceptible, bastó para que mi corazón acelerara sus bombeos dentro de mi pecho a mil por hora.
Él se separó, me miró con ojos brillantes, expectante, como si esperara algo más de mí.

—Somos hombres —le susurré.

—Y eso qué importa, ¿acaso por ser hombres no se nos permite amarnos, desearnos?

—Y-yo, nunca lo he hecho con un chico.

—No te puedo decir que soy un experto, dado que solo lo hice una vez; pero prometo hacerte sentir bien.

—No estoy seguro, apenas te conocí ayer.

—¿Y no sientes como si me conocieras de toda la vida?

Su pregunta no pude negársela, porque realmente así era. Con Tae Hyung sentía algo que no había sentido por ninguna mujer, ni siquiera con la madre de mi hijo que tanto amé por años. Con él era un sentimiento extraño, como si hubiese estado toda mi vida esperándolo. Así que me dejé llevar, por su aroma, por su tacto sobre mi piel, por sus labios besándome, por el calor de su cuerpo junto al mío, por las caricias, y por todo el placer que me brindó en una sola noche.

Me dejé llevar por su encanto, por la manera en que se comportaba con mi hijo, por lo bien que se llevaba con mi hermana, por lo lindo que era conmigo. Tae tenía una personalidad envidiable, era un hombre exótico, erótico, encantador, apuesto, me sentía bien a su lado.

El tiempo fue pasando, fuimos conociéndonos mejor. Yo le conté la triste historia que guardaba en lo más profundo de mi corazón, y él para sacarme una sonrisa confesó que la maceta que me había comprado era para mi hermana, que el billete con el cual me pagó lo tenía porque se había ganado la lotería, que por eso, después de aquella noche que pasamos juntos, había decidido pasar el resto de su vida conmigo y con Jin, que quería ayudarme a criarlo. Para mí fue una alegría inmensa saberlo, yo también quería estar siempre con él y mi hermana, que le habíamos contado luego de pensarlo durante un mes entero, se alegró tanto que armó una fiesta.

Justo hoy estábamos a 17 de mayo, fecha en la que el mundo entero celebraba el día mundial de la lucha contra la homofobia. Los tres decidimos salir a la calle; Tae, Jin —que ya tenía tres años— y yo. Éramos una familia feliz.

En nuestro paseo transitamos por lugares abarrotados de gente, en uno de ellos Jin quiso que le comprara un oso de peluche, Tae terminó complaciéndolo. Su alegría fue tanta que se abalanzó sobre su "Tae Tae", como cogió de llamarlo y lo abrazó. Sin dudarlo Taehyung lo tomó en brazos y se sentó en la acera, yo me senté a su lado, sujetando el oso de peluche, nos miramos, y decidimos darle a Jin una noticia.

—Jin, atiende a tu papá un momento —sus ojitos me miraron—. A partir de hoy "Tae Tae" se quedará a vivir con nosotros, ¿te gusta la idea?

—Yupiiiii —se removió alegre en los brazos de Tae, este último no paraba de sonreír por la felicidad que le brindaba el momento.

Yo algo avergonzado traté de disimular con las personas que allí se
encontraban; pero mi pequeño nos sorprendió tanto, a Tae y a mí, que los dos terminamos llorando. Jin nos abrazó a ambos, con toda la fuerza que podía, luego nos dio un beso en la mejilla a cada uno, nos miró, colocando sus manitas en nuestros rostros y dijo:

—Los quiero, porque son mis papás. Son los mejores papás del mundo, y quiero estar con los dos para siempre.

FIN

Holiwis wattpader, espero con todo mi kokoro te halla gustado esta sencilla historia.

Doy créditos de la hermosa portada y banner separador a mi Capuchino str4wygr_. Gracias princesa por tan bello trabajo ♡.

Pero, antes de despedirme, saco tema a colación:

¿Alguno esperaba leerse el frutidelicioso?

Si es así I'm so sorry, dado límite de palabras no pude hacerlo. Pero, en caso de que quieras que escriba el frutifantástico, comenta en las cerezas: QUIERO EXTRA.

Hasta la próxima aventura de mis locas ideas.

🍒🍒🍒

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