Prologo
Barcelona, España
Marzo, 2007
La pequeña familia York siempre era un caos a cada minuto. Los mellizos eran, sobre todo, los que más desastres hacían.
Isabella amaba a sus hijos de verdad, pero cuando la llamaron de la escuela por ellos supo que era grave porque nunca habían llegado al extremo de hacer que los llevarán a la dirección. Pero más que nada se sorprendió cuando al llegar a la oficina de la directora Muñóz, vio tremendo golpe en el rostro de Sebas y a su hija con la cara manchada por las lágrimas, el uniforme desaliñado y su cabello rubio con una sustancia algo extraña.
—Señora York, que bueno que llegó—la saludo la mujer de mediana edad, mientras ella se disponía a sentarse en el asiento frente a ella.
Volteó a ver brevemente a sus hijos, que estaban sentados en un sillón juntos y después miró a la directora.
—Buenos días, directora Muño. ¿Porque los niños están así?—preguntó tratando de mantener la calma, pero por dentro se estaba muriendo de preocupación.
La mujer suspiró profundamente, y miró a los mellizos por encima de sus gafas.
—Creo que es mejor que ellos mismos se lo expliquen, solo le haré saber que los responsables ya fueron castigados.—dijo brevemente la mujer—los dejaré a solas.
La directora se fué, ganándose una mirada extraña de Isabella.
—¿Niños, qué les pasó? ¿Por qué están así?—les pregunto preocupada la mujer York acercándose a los mellizos, arrodillándose frente a ellos.
Sebastián miró a su hermana mordiéndose el labio inferior.
—No queríamos decirte, al principio eran solo palabras—soltó Isa muy triste.
Isabella tomó un pañuelo de su bolsa y le limpio con cuidado el rostro manchado de su pequeña Isadora
—Pero desde hace unas semanas, las burlas empeoraron.
Las palabras de Sebas le afectaron mucho a Isabella,sus ojos se cristalizaron. No sabía que sus pequeños estaban sufriendo bullying.
—Hasta hoy, que le hicieron una broma de mal gusto a mi hermana—el pequeño señaló el cabello de Isadora—y los golpeé.
Isabella los abrazo muy fuerte a ambos.
—Lo siento, lo siento...
Repitió varias veces ella entre los cuerpos de los niños.
—¿Porque los molestaban tanto? Se que ustedes no son unos santos pero tampoco es para que les hagan esto—preguntó la mujer York revisando el rostro de Sebastián, viendo el tremendo moretón que tenía en el mentón.
Sebastián hizo una mueca cuando su mamá le tocó la zona afectada.
—Al principio fue porque a Sebastián le gusta bailar ballet, pero después fue empeorando y se empezaron a burlar de que no teníamos papá—relató Isadora pensando en las veces que le hacían bullying a su hermano y a ella.
Bella se sorprendió, pero a la vez sintió una culpa impensa. Por ella era que el padre de los mellizos no sabía de su existencia, por cobardía.
—Nos has hablado tanto de él, pero aún así no sabemos su nombre o una fotografía.—murmuró muy por debajo Sebastián pero Isabella aún así lo escucho.
Ella sabía que los niños tenían el derecho de conocer a su padre al igual que él a ellos, pero las circunstancias en las que fueron concebidos fueron muy difíciles. Y ahora mucho menos podía decirles quien era por el estilo de vida que lleva ahora el.
Isadora suspiró profundamente y se le vino una idea a la cabeza, peligrosa sí, pero una idea que les podría ayudar a los niños.
Después de despedirse de la directora Muñóz, se dirigieron a su hogar.
La familia paterna de Isabella eran figuras públicas desde hacía mucho tiempo pero la mujer no pertenecía a ese círculo, porque era una hija ilegítima de una aventura. De todas maneras el abuelo de la mujer antes de morir le había dejado un patrimonio millonario que iba creciendo cada vez más, por qué Isabelle podía vivir cómodamente, pero siguió trabajando en lo que más le gustaba, que era salvar vidas y ayudar a la persona.
La casa donde vivía la pequeña familia de 3 era una Villa en uno de los lugares más cómodos de Barcelona pero eso no le quitaba lo lujoso.
Al llegar a su hogar, dejaron sus abrigos y sus cosas en la entrada.
—¿Porque no van a cambiarse, mientras yo sirvo el almuerzo?—les sugirió Isabella a los niños quienes asintieron de acuerdo y a paso perezoso se dirigieron escaleras arriba a sus habitaciones.
Isabella vio a sus hijos desaparecer entre las escaleras de caracol y suspiró, esto iba a ser difícil para todos. Todavía en sus pensamientos camino hacia la cocina.
***
Eran casi ya las 7:30 pm de la noche y en el hogar de los York se encontraban ya preparándose para cenar después de una larga tarde para los mellizos, quienes estaban en la academia de Danza, y para Isabella después de una larga jornada de trabajo.
Isabella no se pudo quitar de la cabeza la idea que tenía, sabía que los niños merecían saber la verdad pero tenía miedo, mucho miedo. Con el poco valor que logró reunir busco cierto objetó que la ayudaría a revelarle la verdad a sus hijos.
Cómo todas las noches, Sebastián y Isadora se hallaban en la habitación de la rubia jugando ajedrez; hábito que habían obtenido por ir una semana a un campamento de verano, si una semana porque Isadora se lesionó un brazo.
—Toc, toc.
Tocó suavemente la puerta entreabierta, asomando su cabeza.
—¿Puedo pasar?—preguntó con una media sonrisa.
Los mellizos, que estaban uno frente al otro y un tablero en medio de ellos, asintieron sonriéndole a su progenitora. Isabella se subió a la cama.
—¿Qué tienes ahí mami?—pregunto curiosa Isadora dejando de lado el juego.
Sebastián también miro la pequeña caja de madera blanca que su madre traía en las manos, pero lo que más le llama la atención eran las letras C & I talladas que se encontraban en la parte de la tapa.
Isabella suspiró temerosa—Esta caja me la regaló alguien muy especial, su padre.
Los mellizos se miraron con los ojos abiertos sorprendidos.
—Aquí se encuentra toda la verdad sobre él—Isabella apretó el cofre con un poco de fuerza.—¿Quieren abrirla?
La mujer azabache sonrió débilmente ante la mirada de ilusión de sus pequeños; no sabía si estaba haciendo lo correcto, tal vez se arrepentiría después pero ese sería un riesgo que correría por darles por lo menos un poco de verdad.
Sabastian tomó la tapa del cofre para abrirlo: muchas fotos, cartas y algunos objetos pero los niños no pudieron sacar nada porque su madre se los impidió, posando sus manos en la abertura.
—La persona que verán a continuación, ya la conocen pero nunca han hablado con él ni lo han visto en persona.
Ante la información que les soltó su progenitora, los mellizos se miraron confundidos más no dijeron nada. Sebastián tomó una fotografía cuando su madre retiró las manos y con cuidado miro la foto.
—Ay mi madre.
La incrédula voz de su hermano llamó la atención de Isadora y sin ningún cuidado le arrebató la fotografía para verla ella también. Cuando la vio, se cubrió la boca asombrada.
—Conocí a su padre cuando era una niña y vivía en Sudbury. Íbamos a la misma escuela, nuestros padres eran amigos; por ilógico que suene, nos llevamos un poco mal, pero después de conocernos, nos volvimos mejores amigos—relato con una sonrisa y la mirada perdida en otra fotografía que había tomado.
En ella se encontraban Chris y ella de unos 15 años en un parque natural. La gigante sonrisa del castaño era cegadora y ella con los ojos cerrados y sacando la lengua.
—Siendo sincera, nuestra relación nació espontáneamente. Nos hicimos novios a los 15 años—rio un poco la pelinegra— no hubo ningún cambio en nuestra relación, fue como si siguiera siendo la misma.
Isabella le acarició el cabello algo dañado de su pequeña; la estúpida broma que le habían hecho, arruinó su cabello castaño, haciéndolo esclarecer un poco cuando lo trataron de quitar. Irónicamente ahora se parecía más a su padre.
—Nos divertíamos mucho pero llegó algo que todas las parejas pasan siempre. Su futuro individual; para ese entonces mi madre, su abuela había muerto y mi padrastro estaba pasando por un proceso de acceso. Chris quería intentar ingresar al mundo de la actuación y yo quería estudiar aquí, en España. Nuestro destinos irónicamente se estaban separando lentamente, nos dolió, sí y mucho pero ambos queríamos crecer como profesionales y lamentablemente eso no era juntos.
Los mellizos absorben el relato que su madre les brindaba con toda la concentración del mundo.
La pelinegra suspiró—En fin, mi padrastro y yo nos venimos a Madrid, y él se quedó viviendo su sueño. Dos meses después me enteré que estaba embarazada.
Isabella sabía que pregunta le iban ha hacer a continuación pero no sabía cuál se los dos la haría.
—¿Porque no le dijiste de nuestra existencia?—Isadora fue la que la hizo, y ella pudo notar que sus ojos azules se entraban cristalizados.
La mujer mayor se encogió de hombros y suspiró.
—No sé, creo que fue cobardía, o en realidad miedo. Si posiblemente fue miedo de que su padre los rechazara o al parecido, que yo se que no hará—se adelantó a decir al ver la cara de los mellizos— Chris siempre ha querido formar una familia estable, yo fui la cobarde que no quiso decirle la verdad.
Se secó unas pequeñas lágrimas que rodaron por sus mejillas. Del interior del cofre sacó una pequeña bolsa.
—Creo que fue por la culpa de no haberle dicho a Chris sobre ustedes, que grabe estos vídeos desde el comienzo de mi embarazo hasta el crecimiento momentáneo de ustedes—comentó con una sonrisa algo amarga, observando las pequeñas memorias que habían dentro.
Era más que decir que Isabella no se había sentido tan liberada como ahora; después de muchos años se había liberado de esa carga tan inmensa que tenía..
—Traje pizza para cenar ¿Se las subo o bajan a cenar?—sugirió la mujer mayor York, tratando de dar el tema por terminado.
Los observo mirar con cariño las fotografías que tenían a la mano, Sebastián fue el que respondió.
—Bajaremos en un momento mamá.
Isabella asintió entendiendo, y respirando profundo se levantó de la cama dirigiéndose a la salida.
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