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5.- Quedarse por elección

JHON


—Tu abuelo no estará feliz —acomodo a Sky en mis brazos mientras subo los escalones de la casa de mis padres —probablemente va a gritar mucho, dirá algunas malas palabras y me desheredará. Pero está bien.

Sonrío bajando la vista hacia Sky. No hay forma de que pueda continuar negando lo inminente, Sky es mi hija y es momento de que comience a actuar en consecuencia.

Sé que mi padre no estará feliz. Pero no tengo más opción que decirle lo que planeo hacer.

Toco el timbre un par de veces, aguardo frente a la puerta hasta que esta se abre, y mi madre aparece al otro lado.

—John, cariño qué sorpresa...—su mirada viaja hasta la bebé que sostengo en mis brazos —¿qué...?

—¿Papá está en casa? —inquiero —necesito hablar con él. Te explicaré todo, pero necesito hablar con papá.

Parpadea sorprendida. Se aparta de la puerta permitiéndome el acceso al interior.

—¿Qué haces con un bebé? —su mirada viaja de Sky a mi rostro, la confusión comienza a hacerse más evidente en su rostro.

—Ella...

—Creí haberte dicho algo —el tono firme de la voz de mi padre me hace voltear —te dije claramente que no quería verte hasta que esto estuviese solucionado.

—Ya lo está —respondo con firmeza.

Los ojos de mi padre se estrechan. Su mandíbula se tensa mientras parece entender el porque me encuentro aquí.

—¿Qué está ocurriendo? —inquiere mi madre —¿Por qué traes una bebé contigo?

—Porque es mi hija.

—A mi oficina, ahora —el tono brusco de mi padre flota entre nosotros.

—¿Tu hija? Pero...—mamá se coloca frente a mí cuando intento caminar hacia mi padre —John Cooper más te vale explicarme lo que está sucediendo justo ahora.

—Lo haré —respondo —pero necesito hablar con papá.

Cuando hago el ademán de esquivarla, ella lo impide. Extiende los brazos y me toma un segundo entender que quiere que le entregue a la bebé.

—Vas a tener una seria conversación con tu padre, así que déjamela.

Lo dudo por un instante, pero termino accediendo. Sky apenas y nota el cambio de brazos. Mi madre sonríe y se da la vuelta, la observo por un par de segundos antes de seguir a mi padre quien ya se encuentra al pie de las escaleras, con una mirada recelosa que me deja saber que la plática que tendremos no será sencilla.

Pero no importa lo que diga, o lo que haga. He tomado mi decisión.

Ninguno habla mientras lo sigo hasta su oficina, la casa está silenciosa como siempre suele estarlo. Los recuerdos de mi infancia vuelven, no puedo decir que fui un niño infeliz, es decir, vivía en una mansión, mi padre es uno de los empresarios más exitosos del país, nunca me faltó nada material. Cualquier cosa que deseara, solamente tenía que pedirla.

Pero supongo que para un niño crecer con padres ausentes no es la mejor forma de educarse. No recuerdo mucho de mi infancia con mis padres, en mis recuerdos, siempre esta Lucy, fue ella quien me educó, ella quien se encargó de darme el cariño y el amor que mis padres debieron darme.

No pueden culparme ahora por apenas tener relación con ellos.

—Parece que has tomado una decisión —es lo primero que dice cuando se sienta detrás de su escritorio.

Yo me acomodo en los asientos de enfrente.

—Sí. Los análisis salieron positivos. Es mi hija.

—Como ya sospechábamos —dice soltando un suspiro. —¿Quién es su madre?

La firmeza de la pregunta no deja espacio para ignorarla.

—Sophie Edwards

La maldición que lanza deja muy en claro lo que opina del tema.

—¿La hija de Steven Edwards? ¿El mismo socio de las empresas?

—Que puedo decir, su hija era una maravilla...

—Cierra la boca —me señala —¿realmente sigues tomando esto con poca seriedad?

—Por favor, papá. Esa mujer no va a decir nada, lo que menos quiere es un escándalo. Además, si Steven no te lo dijo, ¿crees que están interesados en la niña? Por favor. Los conoces tan bien como yo.

Mi padre se pellizca el puente de la nariz.

—Nunca subestimes lo que la ambición puede hacer en las personas. Además, ¿Quién te asegura que Sophie le dijo a su padre de quien era la hija que esperaba? Si Edwards se entera, probablemente quiera sacar ventaja y eso es lo último que necesitamos.

Toma una inhalación, echa la espalda hacia atrás y me mira con seriedad.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Sí, es lo que tengo que hacer —respondo con firmeza —su madre ya la ha abandonado, no puedo hacer lo mismo. Así que Sky va a quedarse.

Arquea la ceja.

—¿Ya le has puesto nombre?

—Tiene nombre y mis apellidos, hicimos el registro esta mañana. Dann arregló todo para que fuese lo más confidencial posible.

Sé que no debería importarme, pero la decepción que brilla en sus ojos se siente como un golpe que no puedo esquivar.

—No puedo hacer nada al respecto entonces —dice e inclina el cuerpo hacia adelante —pero voy a darte una última advertencia, John.

Guardo silencio, esperando por las palabras que sé de antemano no me gustarán en lo absoluto.

—Tienes seis meses para demostrarme que eres el hombre que espero que seas. Seis meses para demostrar que mereces ser el heredero de todo lo que poseemos.

—¿Qué estás...?

—Si en seis meses no consigues los resultados que espero, me temo que tendrás que olvidarte de ser el CEO.

—No puedes hablar en serio —me incorporo —¡Me he dedicado por completo a las empresas! ¡Jamás te he fallado! No puedes dudar de mi capacidad como empresario cuando...

—Ahora mismo dudo de todo de lo que eres capaz —se incorpora y me mira con frialdad —ahora quieres ser un padre, pues bien. Pero entonces espero que seas capaz de cuidar de esa niña sin descuidar tus responsabilidades.

—No puedes hablar en serio —repito.

—Seis meses, John —dice sin titubear —y realmente espero no arrepentirme.

Lo miro, tratando de entender si esto es algún tipo de prueba o simplemente otro castigo disfrazado de lección. Pero su rostro está lleno de esa misma expresión de siempre, una mezcla de desaprobación y decepción que se me clava como un cuchillo.

— ¿Y si no cumplo tus expectativas? —pregunto, esforzándome en mantener la voz firme, aunque mis manos tiemblan ligeramente—. ¿Qué piensas hacer? ¿Quitarme todo por lo que he trabajado? ¿Todo lo que tú mismo me ha enseñado a cuidar?

Él no parpadea. Parece que ha esperado esta reacción.

—Lo que decida hacer en seis meses dependerá completamente de ti. Demuéstrame que puedes hacerlo todo, John. Que puedes ser el hombre que yo formé, el que sabe tomar decisiones frías y calculadas, el que pone los negocios por encima de todo. Esa niña —dice, señalando vagamente hacia el pasillo— no puede hacer tambalear tu vida ni tus responsabilidades.

—Ella no me hará tambalear —replico, aunque no sé si estoy tratando de convencerlo a él, o a mí mismo. Sky ha removido mi mundo entero, y aunque no quiero admitirlo, sé que nada volverá a ser igual.

—Entonces demuéstralo. No quiero excusas ni quejas, quiero resultados —sentencia con la voz firme—. Y si en seis meses no veo el progreso que espero, entonces tendré que tomar las decisiones que tú no has sido capaz de asumir.

El recuerdo de Sky vuelve a mi mente. La imagen de su pequeño rostro, durmiendo tranquilo, me golpea de lleno. Ella es lo único que tengo en este momento. Quiero decirle a mi padre que está equivocado, que no debería tener que elegir entre ser un buen empresario y ser un buen padre. Que él mismo fracasó en ambas cosas al no estar cuando lo necesitaba.

Pero no lo hago, no digo nada. Me callo como todas las veces anteriores.

Sonrío con el gesto más falso que le he dado.

—Bien.

Mi padre asiente.

—Preséntate mañana a primera hora en el corporativo. Tendremos muchas cosas que revisar. Ya puedes retirarte.

No me molesto en decir nada más. Salgo de su oficina con el corazón latiéndome a prisa con una combinación entre rabia y adrenalina. Bajo casi corriendo las escaleras, mi madre está en la sala, con Sky sobre su regazo hablando con esa voz chillona que solemos hacer cuando le hablamos a los bebés.

Voltea cuando ya me encuentro lo suficientemente cerca. Ladea la cabeza mirándome con un pequeño gesto de comprensión.

—Ya le disté explicaciones a tu padre, ahora soy yo quien las necesita.

Planeaba simplemente tomar a Sky y marcharme, pero parece que eso no podrá ser posible. Camino hasta colocarme a su lado, miro a la pequeña brevemente y sonrío.

—¿Qué puedo decir? Hace diez días ni siquiera sabía de su existencia.

—Va a quedarse contigo, ¿cierto? —parece levemente preocupada.

—Sí. No te preocupes, Lucy me está ayudando.

—Claro que sí —dice con una sonrisa —tengo que hablar seriamente con ella si lo ha sabido todo este tiempo y no ha dicho ni una sola palabra.

—No quería que se supiera, no sabía que es lo que tenía que hacer. Estuve cerca de dejarla ir, así que apenas me estoy adecuando al hecho de que ella va a quedarse para siempre.

Mi madre extiende la mano, su contacto se siente cálido.

—Lo harás bien. Es raro verte como padre, pero creo que tendré que acostumbrarme. Además, está pequeña es preciosísima.

La sonrisa de mi madre se suaviza, y por un instante, el ambiente parece menos tenso. Me quedo a su lado, mirándola mientras sostiene a Sky con una ternura que nunca vi en mi padre y que, de alguna manera, logra calmar la tormenta que me consume. Sky parece contenta en sus brazos, como si todo lo demás fuera ajeno a su pequeño mundo.

—Nunca imaginé que dirías algo así —respondo, permitiéndome bajar la guardia por un momento—. Pensé que diría que soy demasiado inestable, que no puedo hacer esto.

Ella ríe suavemente, acariciando la cabecita de Sky.

—Es cierto, siempre fuiste impulsivo. Pero eso no significa que no puedas aprender a ser constante. Créeme, John, no hay padre perfecto. Se aprende día a día, y tú tienes algo muy importante: tienes el deseo de hacerlo bien, aunque ahora mismo no lo creas.

Sus palabras me golpean con una mezcla de alivio y miedo. Ella lo hace sonar simple, pero para mí no lo es en absoluto. Hay días en los que estoy seguro de que no voy a lograrlo, y días en los que apenas puedo mirarla sin sentir el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Sky es tan pequeña, tan indefensa. ¿Qué clase de hombre sería si no fuera capaz de cuidarla?

—Ojalá fuera tan sencillo —susurro, mi voz apenas un murmullo—. Todo esto, toda esta vida... nada de esto fue lo que planeé.

Mi madre sonríe con tristeza.

—La vida rara vez sigue nuestros planes, hijo. Pero lo importante es cómo decidimos vivirla cuando esos planes cambian. Sky te necesita, y aunque no creas estar listo, ya estás aquí. Eso es lo único que importa ahora.

La miro en silencio, sintiendo algo en mi interior que no logro descifrar. Tal vez tiene razón. Tal vez no se trata de estar listo, sino de estar presente, de intentarlo cada día, aunque parezca imposible.

Miro de nuevo a Sky, una sonrisa se extiende en mis labios.

—Es preciosa, mamá. No puedo dejar de pensar en cuánto depende ahora de mí.

—Entonces no la defraudes —dice ella suavemente—. Sé el hombre que te gustaría que ella recordara, el que estará allí para ella cuando más lo necesite. Porque, aunque no te des cuenta, ella ya depende de ti.

Me quedo en silencio, dejando que las palabras calen hondo.

Sé el hombre que te gustaría que ella recordara.

Sí, sé exactamente como es que quiero que mi hija me recuerde. Y no me importa que es lo que tenga que hacer para asegurarme de que esos recuerdos existan.

—¿No pudiste esperar hasta mañana? —Dann y Will caminan detrás de mí. —¿Tenemos que hacer esto ahora?

—De saber que estarían quejándose todo el tiempo, no los habría llamado.

—Alguien va a sacarnos una foto y estaremos acabados —se queja William.

Me río.

—Amigo, dudo mucho que alguien nos saque una foto ahora.

Avanzamos por el pasillo que contiene las cunas. La que había conseguido para Sky era sencilla, porque creí que no estaría demasiado tiempo conmigo. Ahora todo es distinto.

Necesito todo lo que ella pueda requerir. Así que le pedí el favor a Lucy que cuidara de ella mientras yo hacía una visita al centro comercial.

—¿Cómo se supone que llevaremos todo?

—Existen las entregas a domicilio —les recuerdo —¿qué opinan de esa?

—Es demasiado rosa —Will arruga la nariz —¿y si tu hija crece y odia ese color?

Dann y yo lo miramos.

—Pasaran al menos cuatro años antes de que ella pueda decir eso —mascullo —creo que tengo el tiempo suficiente.

—¿Cómo pasamos de divertirnos en fiestas a escoger cunas? —echa la cabeza hacia atrás.

Me detengo, giro hacia mi amigo. Will arquea la ceja cuando me le planto enfrente.

—Te llamé porque te considero mi amigo, pero si mi paternidad ahora resulta un inconveniente para ti, o tienes un mejor sitio al cual ir, entonces vete William.

Mi amigo arquea la ceja, eleva las manos y da un paso hacia atrás.

—Creo que esa sería mejor opción —dice mientras hace un gesto con la cabeza al otro lado del pasillo.

Sigo la dirección que indica Will y veo una cuna de madera blanca, con detalles delicados y neutros, algo que encajaría perfectamente en el cuarto que estoy preparando para Sky. Suspiro y suelto un poco de la tensión que llevaba cargando desde que llegamos aquí. Al menos estamos progresando.

—Eso ya se ve mejor, ¿no? —dice Dann, dándome una palmadita en el hombro—. Más clásico, como tú.

—Como Sky, querrás decir —corrijo, aunque una parte de mí no puede evitar admitir que sí, algo tan sencillo y duradero es justo lo que busco para ella.

Will suspira y se cruza de brazos, observando la cuna como si aún no estuviera completamente convencido. Su desdén habitual por las compras parece desvanecerse, aunque no se rinde tan fácil.

—Aún digo que estás tomando decisiones enormes en cuestión de días, amigo. ¿No sientes que todo está pasando demasiado rápido?

—Claro que sí, pero aquí estoy. No hay nada que pueda cambiar ya, Will —le respondo—. Y la verdad, si no compro todo esto, no voy a dormir tranquilo sabiendo que Sky no tiene lo que necesita.

Will asiente con una mueca de rendición, y todos caminamos hacia la cuna mientras un vendedor se acerca para coordinar la entrega. Mientras tanto, Dann toma un paquete de sábanas con estampado de estrellas y me lo muestra con una sonrisa.

—Las estrellas me recuerdan a Sky. Creo que le van bien.

Le sonrío de vuelta, tomando las sábanas. Este simple acto me da una extraña sensación de alivio. Es como si, al menos en esto, estoy empezando a hacer algo bien.

Pasamos cerca de tres horas en el centro comercial. Y termino comprando más cosas de las que claramente necesito.

Las bolsas se amontonan a nuestro alrededor mientras vamos de tienda en tienda, como si cada artículo que elijo fuera una pieza clave para armar este nuevo rompecabezas. Entre ropa de colores suaves, mantitas y juguetes, el carrito se convierte en una especie de santuario improvisado de todo lo que creo que podría hacer a Sky feliz, o al menos, cómodo.

—Esto es demasiado, John —se burla mientras Will sostiene un móvil con figuras de animales—. Va a tardar años en usar la mitad de esto, si es que llega a usarlas.

Me encojo de hombros, sintiendo una mezcla de ansiedad y algo que se parece bastante al entusiasmo.

—Quizá, pero quiero asegurarme de que tenga lo que necesita. Quiero que se sienta en casa... en su hogar.

Dann sonríe, golpeándome el hombro con una expresión que mezcla complicidad y orgullo.

—Nunca pensé que veríamos este lado tuyo tan pronto. A decir verdad, ni siquiera sabía que existía.

Nos reímos, pero a medida que el tiempo avanza y las bolsas se acumulan, me doy cuenta de que no se trata solo de llenar un cuarto. Estoy intentando llenar un espacio en mi vida que nunca creí tener. Sky está ocupando un lugar que no sabía que existía en mí, uno que no había planeado ni deseado, pero que ahora no puedo ignorar.

Finalmente, con las manos cargadas, nos dirigimos a la salida.

—Bueno, señor padre, —dice Will, haciendo un gesto hacia las bolsas—. Creo que tienes todo lo que un bebé podría necesitar... y mucho más.

—Sí, pero... mejor más que menos, ¿no? —respondo, sin poder esconder la sonrisa que se cuela en mi rostro.

Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy listo para llevar esto a casa.

Mis amigos no se quedan, me ayudan a bajar todo y luego se marchan. Lucy está en la cocina cuando vuelvo y me mira con una sonrisa.

—Parece que trajiste todo el centro comercial —dice.

—Solo algunas cosas que necesitará —me encojo de hombros —¿en dónde está?

—Duerme, debe estar por despertar.

—Iré a verla.

Camino con rapidez hacia las escaleras. Empujo con suavidad la puerta intentando no hacer demasiado ruido e ingreso a la habitación. Me acerco a la cuna, sonrío levemente al mirarla removerse sobre la sabana, pero sin llorar.

—Oh, pero miren quien está despierta —me inclino hacia adelante, sosteniéndola con firmeza —ven con papá.

La acomodo con suavidad entre mis brazos.

Sus ojos me miran, no sé si es capaz de verme, pero sus pequeños ojos se quedan fijos en mí. Sonrío, acariciándole el rostro.

—Nunca pensé que podría querer así de rápido, pero aquí estás, y te prometo que nunca dejaré que te falte nada, Sky.

Dejo un suave beso en su frente.

—Soy nuevo en esto, pequeña, pero voy a darlo todo por verte feliz y segura. Eso te lo prometo. Eres mi familia ahora, no sé si soy lo que necesitas, pero te juro que haré lo imposible por ser el padre que mereces.

La balanceo levemente y sonrío un poco más.

—Aunque hayas llegado a mí por accidente, me quedo por elección. Siempre, cielo.

Y como si fuese capaz de entender mis palabras, Sky me sonríe por primera vez. 

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