D|ieciocho
Ha pasado una semana desde que HoSeok se soltó a llorar pidiéndole ayuda a JungKook. No se siente particularmente orgulloso de todo lo que ha ocurrido en los últimos meses, y siente cómo su mente sigue dando vueltas sin fin provocando mareos e inestabilidad.
Así que esta mañana de sábado se ha levantado temprano, ha tomado un baño, y luego ha hecho que sus hijos se preparasen para ir a casa de su abuela.
Una clase de nerviosismo inunda su sistema cuando aparca el auto a la entrada de la florería de su madre, sujeta el volante fuertemente mientras respira hondo, y parece que está a punto de comenzar a temblar. La idea de hablar con su madre de estos temas lo tiene en un punto raro, sabe que ella probablemente se descoloque un poco al principio, pero de igual forma ella no tendría nada más que decir. Después de todo, HoSeok ya es un adulto.
—Papi, ¿ya podemos bajar? —pregunta TaeHyung interrumpiendo sus pensamientos.
—¿Ah? —balbucea volviendo al presente—. Sí, sí. Vamos con su abuela.
HoSeok baja después que sus hijos lo han hecho, sus piernas tiemblan ligeramente cada que avanza hacia la puerta. Una campanilla suena alertando que alguien ha entrado a la tienda, y la señora Jung sale enseguida detrás de un estante lleno de distintas flores coloridas con una amplia sonrisa. Sus nietos son los primeros en ir hacia ella, exclamando: “abuela, belita” con las más inocentes de las sonrisas.
—¡Mis amores! —grita eufórica extendiendo sus brazos todo lo que puede para que logre abrazarlos con tanta fuerza que sus nietos están empezando a balbucear que ya los suelte. Ella ríe enternecida, pero se separa con un suspiro y una sonrisa al final. Los observa detenidamente por una última vez antes de posar su vista en su hijo.
—¡Hoseokie! —grita, acercándose a él para darle un fuerte abrazo—. Creí que no vendrías hasta dentro de una semana. Estoy feliz de verte.
HoSeok asiente con una sonrisa a medias tomando las manos de su madre, acariciando sus nudillos.
La florería está vacía a excepción de ellos y los pequeños.
—Quería hablar contigo —susurra.
La expresión en la cara de su madre indica que ha entendido que la situación es grave, así que asiente sin más.
—JiMin, TaeHyung —llama volteando a verlos—. ¿Quieren ayudar a la abuela a decorar algunos arreglos?
Ellos sonríen en automático. —¡Sí! Sí, belita, por favor —dicen al unísono.
La madre de HoSeok le pide que le tienda la bolsa que está a un lado de él en un estante, es transparente, y al parecer contiene piedras.
—Aquí, niños, vengan aquí —dice haciendo un gesto con su mano libre para que se acerquen—. ¿Pueden ayudar a su abuela a colocar estas piedrecillas alrededor de algunas macetas?
—¿Cómo? —pregunta TaeTae ladeando un poco su cabeza entrelazando sus dedos entre sí.
—Así, mira —dice ChimChim antes de que su abuela conteste. Sus pequeñas palmas sostienen algunas piedrecillas —que hasta ahora que está prestando suficiente atención se da cuenta que son de colores—, y se dirige a las macetas que están dispuestas sobre el alféizar de la ventana un poco alto, sólo lo suficiente para que con ponerse de puntitas las alcance y riegue las piedrecillas alrededor de aquella planta—. Así es como se hace —musita viendo a su abuela en busca de una aprobación.
—Así mismo —concede su abuela y nuevamente es interrumpida, esta vez por TaeHyung.
—Mi turno, mío —chilla alegre arrebatando la bolsa de las manos de su abuela y yendo con su hermano a terminar la preciada actividad que se les ha impuesto.
—Ahora, ¿quieres un café o un té? —pregunta la señora a su hijo—. ¿Algo?
HoSeok niega levemente, pero hay un choque en su cerebro y en lugar de decir que no, de sus labios sale un pequeño «sí» que hace que su madre de media vuelta e ingrese a su casa por una de las puertas traseras de la florería.
Sin nada más que hacer que ver a sus hijos jugar/ayudar a su abuela, HoSeok se sienta a la mesa que está a un lado del mostrador. Es redonda, blanca, y de diámetro pequeño, así como las sillas que parecen salidas de una casita de muñecas. A su madre siempre la han gustado ese tipo de cosas, es por eso que se había llevado tan bien con Iseul.
Ugh, ahí está nuevamente. Aquella sensación de pérdida y duelo, con mucha tristeza y añoranza por los ayeres que nunca podrá vivir nuevamente. La extraña tanto que su corazón da mil vuelcos cada que la recuerda, siente su garganta seca, y sus pies se sienten fríos.
Su vista se desvía hacia sus hijos jugando, sonriéndose mutuamente, tirando una que otra piedrecilla al suelo y actuando como si no se diesen cuenta. Una pequeña sonrisa ladina aparece en su rostro. Sus hijos siempre le arreglan el alma; siempre parecen estar ahí cuando más lo necesita, siempre sacándole una sonrisa desde el fondo de su alma. ¿Qué sería de él cuando ellos crecieran? Espera tener todo baja control, pero eso es soñar muy alto. La pubertad duele y es difícil, complicada. De repente, su corazón se ha encogido, ¿y si ellos acaban odiándolo? Espera que no. Eso sería demasiado para él y su corazón lastimado.
—Han crecido bastante. —La voz de su madre lo saca de sus pensamientos y voltea a verla con una bandeja plateada que sostiene dos pequeñas tazas de café.
—Sí, demasiado para mi gusto —dice HoSeok recordando sus pensamientos anteriores.
Su madre se sienta en una silla a lado de él, deja la bandeja sobre la mesa y un suspiro se escucha llenando el pequeño silencio que se ha formado.
—No lo puedes evitar —dice tomando su taza de café y colocando un poco de azúcar que también ha traído en un frasco—. Es el ciclo de la vida.
—Ojalá pudiese tenerlos en una cajita de cristal y de ese tamaño toda la vida —murmura sin quitar la vista de sus pequeños.
La señora Jung ríe enternecida.
—Eso mismo pensaba yo de ti, y mírate ahora. Así es como debe ser, muy a pesar de lo que tú quieras. Ellos crecerán, se irán. No hay mayor satisfacción que eso, ¿no es así? —cuestiona, tomando luego un sorbo de café—. Me sentí muy bien cuando acabaste tu universidad, y luego cuando estabas muy feliz por haber conseguido empleo. Me sentí muy bien cuando decidiste irte de casa porque ya era tu tiempo, claro que estaba triste… Me quedaría sola, pero era necesario. Tú necesitas tu espacio. Todos lo hacemos. Hay una mezcla extraña de sentimientos cuando tu hijo empieza a crecer y a crear criterio propio, cuando decide empezar a hacer su vida él mismo. Es orgullo, felicidad, tristeza, y mucho más cosas difíciles de explicar, pero todo esto sienta bien. Cuando me dijiste que querías casarte con Iseul no estaba particularmente encantada con ella, estaba siendo una mamá muy celosa con su único hijo, pero luego la conocí… Me dieron dos preciosos nietos. Míralos, Hoseokie, ¿no están creciendo magníficos?
HoSeok mira a su madre, impactado.
—¿Tú… tú crees que lo estoy haciendo bien? —pregunta con el temor en su tono.
Su madre lo ve, se percata de las ojeras debajo de los ojos de su hijo, de algunas pequeñas arrugas, y como el color de su cabello se ve opaco.
—Lo haces —dice segura y firme—. Si bien no es fácil criar a un hijo solo, menos dos. Pero has estado haciendo un buen trabajo, HoSeok. Nadie tiene un manual para saber cómo educar a sus hijos o una fórmula secreta que resuelva todo, pero hacemos el esfuerzo. ¿Sabes qué es lo más importante, no? —Hace una pausa y luego continúa—: Amarlos. Decirles que los amas cada que puedas. Sí, claro, en algún momento ellos sentirán vergüenza de que les digas eso; tú lo hacías, pero es parte de su crecimiento, aprenderán a valorar las cosas, los sentimientos, las emociones… Todo eso que implica ser una buena persona. Así que amarlos es la mejor solución, ¿no te parece?
HoSeok asiente. —Yo los amo con toda mi alma —confiesa sintiéndose cálido por primera vez en el día—. Y tengo miedo de arruinarlos, pero ahora sé que puedo hacerlo, ¿no?
—Tú puedes, Hoseokie. Es algo que uno lleva dentro cuando se tiene hijos.
La taza de café de HoSeok se ha enfriado, pero no le hace mucho caso y se la toma de esa forma. Al menos una parte de sí ahora está en calma después de las palabras de aliento de su madre.
—Sin embargo —habla la señora Jung rompiendo de nuevo la barrera que se ha formado—, hay algo más que te agobia, ¿verdad? Dímelo, Hoseokie, ¿qué te sucede?
HoSeok toma una inspiración y decide terminar lo que queda en su taza como una acción para tomar valor por lo que está a punto de confesar.
—La extraño —suelta queriendo ver a los ojos a su madre, pero se abstiene y mira el suelo—. Demasiado. La recuerdo todo el tiempo. ¿Cómo le has hecho todo este tiempo sin papá? —pregunta en un hilo de voz.
—Le prometí que lo intentaría, ¿sabes? Cuando él estaba agonizando me hizo prometer que seguiría disfrutando mi vida, me lo dijo porque días antes le había confesado que no podría hacerlo sin él, que por favor no me dejara sola. Pero a todos nos llega, ¿no? En algún momento, de cualquier manera. Así es esto. Un día estás y otro no. Y yo sigo intentando cada día, a cada hora.
»A veces no puedo —confiesa con su voz temblorosa—. Me levanto y lo extraño, pero se ha vuelto normal. No es como si fuese una carga, sólo me levanto y lo extraño, pero no estoy triste o algo parecido. Ya aprendí a aceptar su muerte. Aunque a veces me imagino cómo sería si él todavía estuviese conmigo, y tomo todos esos pensamientos y hago que me ayuden a vivir durante ese día. “Yo sigo aquí”, me repito, “lo sigo amando, pero yo sigo aquí, y también debo preocuparme por mí”.
—A veces también lo extraño —dice HoSeok mirándola finalmente—, pero es diferente… Iseul, ella era mi esposa.
—Yo lo entiendo, pero no debes dejar que su muerte te hunda. Tú sigues vivo. Yo recuerdo… Que ni siquiera quisiste aparecer en su funeral, Hoseokie. ¿No es momento de dejarla ir? Sé que la amas, y la seguirás amando, pero ella ya no está aquí. Sólo tú. —Lo mira con más detenimiento—. Hay una frase que me gusta mucho; dice que los funerales no se hicieron para los muertos, sino para que los vivos puedan llevar mejor su proceso de duelo.
—Aún sigo llevando su llave —murmura sacando la pequeña cadena con la llave del estudio de Iseul en ella—. Voy a su lugar cada vez que me siento mal, pero la última vez que entré se sintió todo tan… No fue lo mismo. Salí de allí más conmocionado que antes.
—Ya va siendo tiempo, hijo. —La voz de su madre sale en un susurro lleno de calidez y comprensión—. ¿No crees? —cuestiona con una expresión de preocupación en su rostro.
HoSeok no dice ni hace nada. Está asimilando todo lo que se le ha dicho. Cielos, ya va siendo hora, ¿verdad? Pero ¿cómo? ¿Cómo dejarla ir?
—¡Belita! —chilla JiMin llegando hasta la mujer—. ¡Ya no hay pedrecillas!
Los adultos ríen.
—Es “piedrecillas”, ChimChim —corrige su abuela sonriendo—. Bueno, si ya no hay, ¿quieren un poco de pastel o helado?
—¡Helado, helado! —exclaman ambos pequeños —ya que TaeTae ha llegado hasta ellos también— alzando sus bracitos para llamar más la atención.
—Vamos, pues, JiMin. Acompáñame a buscar el helado —dice su abuela tomando su manito y encaminándose hacia la cocina.
—¿Papá estás tliste? —pregunta TaeTae quién se ha quedado con HoSeok.
¿Lo está? Ahora no lo sabe.
Pero no quiere preocupar a sus hijos, así que responde—: No, bebé, estoy cansando solamente.
TaeTae lo mira, sus ojitos escrutándolo como si quisiera saber si está diciendo la verdad o no.
—El tío Kookie me dijo que cuando te viera tliste, te diera un ablazo.
—¿Así? —HoSeok está realmente asombrado. Su amigo seguía siendo una caja de sorpresas.
—¿Quieles un ablazo, papi? —pregunta abriendo sus bracitos todo lo que puede.
—Claro que sí, TaeTae —dice HoSeok con el nudo en su garganta deshaciéndose.
Los brazos de su hijo menor rodean su cuello, ya que lo ha cargado y puesto sobre sus piernas.
—Que nunca se te olvide, bebé, que yo te amo más que a nada en el mundo. A ti y a tu hermano. Los amo con todo mi ser —susurra apretándolo más contra sí.
—Yo tambén te amo, papá Hobie.
Ha sido el diminutivo utilizado por su hijo que hizo que su corazón se agitase de una forma diferente. Un poco más rápido y una sensación de calidez rara. Una calidez más viva y palpable.
Debe encontrar el cómo… Cómo dejarla ir.
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Si las paredes hablasen, Kim NamJoon ya estuviese loco porque ha hablado tantas veces solo en su pequeño apartamento que piensa que sus paredes ya se hubiesen vuelto en contra suya.
Pero no ha sido su culpa… o quizás sí, un poco. No ha podido dormir bien desde aquel viaje y siente que algo le hace falta o más bien que él debe de hacer algo, pero no sabe qué.
Todas las noches camina de su cocina hasta su cama, se revisa en el espejo de su baño, mira la ventana con la vista hacia aquel parque viejo, y se fuma unos cuantos cigarros antes de que el sueño le entré en plenitud. Escucha música triste y melancólica para estar en sintonía con su estado de ánimo, y se siente un colegial. Hay envases por doquier de comida rápida mientras que la escoba está arrumbada en una esquina ya que no ha sido utilizada en días.
¿Por qué se siente de esa manera? Recuerda levemente la conversación que tuvo con YoonGi antes de que se marchase en medio del viaje, ya que al final se sentía lo bastante incómodo como para quedarse jugueteando con JungKook.
El helado de fresa siempre le ha encantado, pero él ha probado muchos sabores en su vida. No es como aquel señor que nunca se animó a probar más sabores y tipos, pero… en estos momentos, se siente de esa forma. Él quizás ha probado muchas cosas, sin embargo, al final siempre regresa a lo mismo. Por eso sus relaciones anteriores no funcionaron. Siempre regresaba a Kookie, SU Kookie.
Pero ya no es más de él.
No de esa forma, por supuesto. No de la forma en la que él quiere. Ese pequeño torbellino que lo seguía de niño cambió y se convirtió en lo que es ahora. A pesar de que siempre será su primer amor, debe seguir adelante. Conocer más cosas, conocer más personas.
Conocer a HoSeok.
«¿Por qué no?», se preguntó mentalmente.
Él ya no puede seguir evitando la realidad. Hay algo entre ellos, algo que aún no inicia, pero está ahí, cuando ambos se miran, cuando ambos sonríen. Está ahí, él puede sentirlo.
Pero no puede actuar como si fuese un jovencito dejando que el viento lo guíe. Hobie tiene dos hijos, es un padre de familia, alguien que seguramente está buscando estabilidad, y no sólo revolcones en las noches.
Se da cuenta que lo primero que tiene que hacer es dejar ir a JungKook, hacer razonar a su corazón de que eso no es posible, nunca lo será, debe buscar en otros lados donde sea correspondido porque no hay nada mejor en el mundo que eso. Aunado a sus problemas amorosos, los líos con su trabajo lo están dejando calvo. No tiene. Aunque no ha hecho el intento por buscar algo, ha estado demasiado ocupado complicándose su vida como para hacerlo.
Así que esa mañana se ha levantado dispuesto a limpiar todo su desastre, se ha dado un baño a profundidad, y ha salido a dejar su currículum a todo lugar que estuviese solicitando un médico Veterinario.
Aquel viaje lo ha cambiado todo, de alguna manera extraña, se siente como si ya no tuviese una venda en sus ojos. Observa todo como si fuese una nueva realidad, una donde vale la pena vivir.
Cuando llega la tarde un mensaje le llega y no puede evitar sonreír.
ChimChim
¿Quieres venir a jugar con nosotros? :)
HoSeok ha registrado su número telefónico en el pequeño aparato de JiMin, aquel mensaje lo hizo reír un poco. Seguramente Hobie lo ayudó a enviarlo.
NJ
Seguro, ¿ahora? :)
ChimChim
¿Puedes traer galletas? Papá dice que te las pagará en cuanto llegues. (^^)
NJ
¡De acuerdo! :)
ChimChim
<3
Lo único que puede hacer NamJoon es prepararse para ir a casa de Hobie. Siente una pequeña emoción porque no lo ha visto desde el viaje, él realmente desea verlo. JungKook le ha informado que HoSeok se ha estado sintiendo mal, pero no pudo hacer nada por ir a verlo antes, ya que se le había explicado que era mejor así. Aún no entiende por qué, y quiere saber muchas cosas, pero comprende que todo tiene su tiempo. Justamente la pizca de la sabiduría le ha picado esa mañana.
Toma sus llaves y un suéter ligero, y sale con una emoción que recorre desde la planta de sus pies hasta el último mechón de su cabello.
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La heladería donde trabaja YoonGi está llena. Ha sido un día terriblemente agitado, yendo de acá para allá, cobrando y dando helados, esperar a que el cliente se decida por un maldito sabor, aparte de limpiar las mesas que dejan hechas un asco. A veces los días no son tan buenos.
En otro día él haría todo con el mejor de los humores, pero su compañero que recién acaban de contratar resultó ser un completo holgazán. Básicamente, le molesta que esté ahí y no haga nada, a menos que él le diga, porque si no se la pasa jugando con su teléfono. Le dan ganas de estrangularlo o sacarlo a patadas.
Cuando una de las mesas se desocupa corre tomando un paño húmedo para limpiar la superficie, dejándole una mirada de reproche a su compañero.
—Ese idiota —murmura tan bajo que cree que nadie ha podido escucharlo.
Pero está equivocado.
—Auch —dice JungKook detrás de él.
YoonGi se sobresalta un poco, para después arrojarle el paño en su pecho.
—Idiota —dice con una mano en su corazón; lo ha asustado.
—Bueno, al menos no me odias —dice JungKook sonriendo ladino.
—¿Quién dice que no? —suelta YoonGi cruzando sus brazos sobre su pecho, arrugando su ceño.
—Auch —repite—. ¿Podemos hablar?
—Claro que podemos, la pregunta sería si yo quiero hablar contigo.
—Touché —dice JungKook viéndolo a los ojos, por un momento hay una sonrisa en su rostro, y al siguiente se torna serio—. ¿Quieres hablar conmigo?
YoonGi bufa, sus brazos siguen en su pecho, lo único que ha cambiado es la dirección de su vista. Él está mirando el rostro de JungKook. Qué bueno habría sido todo, pero no fue.
—¿Sobre qué? —indaga, señalando con su cabeza la silla a un lado de él, mientras que el se sienta para quedar enfrente de JungKook.
—Sobre lo que pasó entre nosotros.
—¿Qué pasó exactamente, JungKook?
—Eso es lo quiero saber, YoonGi. ¿Qué pasó? Creí que estábamos bien. ¿No quieres que seamos amigos? Creí que había sido claro al respecto, sobre lo idiota que había sido contigo.
—No podemos ser amigos —musita moviendo su cabeza en negación—. No es sano para mí.
—¿Por… por qué?
—¿Eres tonto? —suelta YoonGi mirándolo con mirada irritada—. Tú me gustas. Yo no puedo ser tu amigo, no ahora. No cuando sé que andas en otro rollo con otra persona, que no puedes olvidarla. No puedo soportarlo. Haber aceptado ir contigo a ese viaje fue un error, irme sin darte muchas explicaciones también lo fue. Así que me disculpo por ello, pero entiende…, yo… Yo no puedo, no podemos ser amigos. No es sano para mí.
El silencio ha inundado el espacio entre ambos cuerpos. La respiración de JungKook se torna agitada y no sabe qué contestar.
—¿Sí entiendes, verdad? —cuestiona YoonGi, esta vez un poco cariñoso, como si le explicase a un niño.
—Siento haber sido un idiota contigo —dice JungKook apretando sus manos entre sí.
—Está bien, todos hemos sido idiotas alguna vez. Lo bueno es que te has dado cuenta, hombre. Yo también lo siento.
—YoonGi, algo se cayó en la bodega. —La voz de su compañero se escucha desde atrás.
JungKook alza una ceja en su dirección.
—Ese mocoso idiota —refunfuña levantándose del asiento.
—Nos veremos por ahí, supongo —dice JungKook levantándose también.
—Nos veremos por ahí —repite YoonGi dándole un beso en su mejilla y después yéndose a toda prisa a limpiar el desastre que se ha hecho.
El calor se extiende por toda la cara de JungKook, y un suspiro de frustración sale de su boca. Sí que la ha regado… Él es experto es sabotearse a sí mismo.
Maldita sea, ojalá pudiese regresar el tiempo y hacer las cosas bien con YoonGi.
Y más importante aún, ojalá pudiese olvidarse de Kim SeokJin de una buena vez.
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