CAPÍTULO 2
CONVÉNCEME
El "sólo por esta noche" quedó en el olvido. Se levantaron, desayunaron, pasó el almuerzo, y el té, y la cena, y fueron a dormir, y se levantaron, y desayunaron... Para cuando Loki se puso a considerarlo mejor, Leah se había quedado en su casa por una semana y ya era imposible pensar en echarla.
Por suerte la niña estaba en una edad en la que seguía dependiendo de los adultos, pero también podía valerse por sí misma. De lo contrario, Loki no hubiese tenido las ganas ni la paciencia de encargarse de ella. Pero como ella podía comer, vestirse y bañarse sola una vez que Loki le indicó cómo, dónde y cuándo hacer todo, él estaba libre en ese aspecto.
Leah se acostumbró a la casa y la vida de Loki en menos de un día, y en cuanto vio que él no iba a rechazarla y que tenía libertad de moverse y hablar, su lengua se desató y Loki no podía creer la verborragia que emitía la pequeña. Ella tocaba todo y preguntaba todo, y eso le dio al dios pistas de que ella nunca había vivido realmente en una casa como una persona normal. Probablemente sus padres la habían tirado a la calle en cuanto vieron que había salido mitad monstruo. ¿Qué clase de padres abandonaban a su hija? Además, su problema era sólo de apariencia, porque su lado izquierdo funcionaba a la perfección como el derecho.
Loki no se sorprendía de no haberla visto antes en Asgard. Nunca había interactuado mucho con los plebeyos, y era recién ahora que paseaba por las calles como uno más. Y ahora también había menos asgardianos alrededor, ya que Thanos y Hela habían matado a miles.
Cuando le preguntó, ella dijo que ella misma se había elegido el nombre, ya que lo había escuchado de otros niños cuando se escondía. Loki le dijo que tenía buen gusto y que uno de los significados de Leah era "león", así que la niña estaba radiante de alegría.
Era extraño, pero el dios se había habituado a la mitad cadavérica de su cuerpo en muy poco tiempo, y ya no daba un respingo cada vez que la miraba. Así se había acostumbrado a la barriga de Thor, o a la barba del Capitán América. Era cuestión de mirarlo por un rato y ya se volvía natural. Era como cuando se miraba al espejo después de la batalla con Thanos. Si deshacía el hechizo, la cicatriz que recorría el lado derecho de su frente, ceja y pómulo le daba escalofríos. Ahora casi ni la veía, y la mayoría de los días ni siquiera la ocultaba ya. Le daba cierto encanto, después de todo, cierto aire de peligro que un par de mujeres habían dicho que les atraía. Leah había dicho que se veía genial desde el primer día, aunque, pensó Loki de una forma un poco cruel, cualquier cosa era genial para una niña mitad cadáver.
Esa tarde estaba leyendo un libro de runas cuando la niña chilló detrás de él:
—¡Loki!
Su cabeza mitad rubia apareció debajo del brazo del dios, mirándolo de costado como una cacatúa.
—Deja de gritar —la reprendió Loki con calma, y pasó una página—. ¿Qué quieres?
—¡Salir!
—¿Salir para qué?
—Porque sí. Porque quiero.
—Pues sal.
—Ah, no —Leah se encaramó sin pedir permiso al regazo de Loki, y él la agarró y la puso de nuevo en el suelo. Ella sacó el labio inferior—. No quiero ir sola, quiero ir con usted.
—¿Y por qué debería? Estoy ocupado.
—Quiero salir y que no me griten. Y si estoy con usted no se van a atrever.
—Ah —Loki dejó el libro y apoyó el mentón en su puño derecho, dirigiéndole una mirada juzgadora—. Entonces quieres utilizarme. No es porque quieras salir conmigo, sólo me quieres de guardián.
Leah se encogió de hombros con cierto aire de culpabilidad y retorció la falda de su vestido entre sus dedos.
—No. Bueno, sí —dijo, pero no pensó rendirse—. ¿Puedo?
Loki le iba a decir que sí desde que ella le había dicho por qué quería salir con él, pero le gustaba hacerla sufrir un poco. Podía haberla adoptado (porque sí, ya se había resignado a adoptarla), pero eso no significaba que tuviese un corazón de oro ni que fuese a tratarla como a una princesa. Y a la niña no le haría mal un poco de entrenamiento.
—Convénceme —contestó, sonriéndole de forma ladina.
Leah suspiró y miró alrededor, como si buscase algo que la ayudara. Luego fijó la mirada en Loki con intensidad, y su ojo escarlata brilló bajo una luz inexistente. Loki arrugó el entrecejo un tanto sorprendido. ¿Qué era eso?
—No tengo que convencerlo porque usted ya accedió. Sólo me está haciendo rabiar —dijo la niña con una amplia sonrisa de satisfacción. Loki entrecerró los ojos.
—¿Y cómo se supone que sabes eso? —inquirió. Ni siquiera se molestó en negar lo que ella había dicho.
—Ah... —Leah ladeó la cabeza— La verdad que no sé. Lo vi.
—¿Ya te ha pasado otras veces?
—Un par. Cuando me enojo —contestó ella—. No lo hago a propósito. ¿Es algo malo? —de pronto se veía asustada, como si él le fuese a gritar por eso.
El dios se puso de pie y negó con la cabeza.
—De hecho, no. Es poco normal, pero definitivamente no es algo malo. Es útil. Yo también puedo hacerlo, pero necesito contacto físico con la otra persona, aunque la ventaja es que no necesito estar enojado y lo hago a voluntad. Probablemente puedes entrenarlo y te ayudaré, pero ahora —le regaló una sonrisa divertida—, lo que importa es que acertaste. Vamos. Nadie te gritará mientras estés conmigo.
Salieron juntos de la mansión y Loki se aseguró de dejar su mano en el hombro de Leah durante todo el camino, como una clara advertencia de "Esta niña es mía y mataré a quien diga algo en su contra."
Leah tuvo el paseo más tranquilo de toda su vida y, ella debía admitirlo, se sentía extremadamente bien.
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