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Capitulo 2

—Te juro que no recuerdo cuando me quede dormido bajo el árbol— le repetía a mi padre mientras devoraba el desayuno. Aquello era mas que huevos y pan, recuerdo que mi madre preparaba huevos revueltos con pan tostado junto con jugo de naranjas frescas para desayunar los días de escuela y se sentaba a observarme comer con una luminosa sonrisa dibujada en su rostro.

—Mayra me dijo que vendrías pero no específico cuando —menciono él— supuse que como tendrías trabajo sería mas tarde. —¿Mayra? —repuse extrañado—, ¿Cuando hablaste con ella? —A diferencia de ti ella me llama muy seguido —respondió rápidamente —. A Mayra Monroe, mi hermana menor, le encantaba hablar de mi con mis padres cosa que me había quedado claro desde hacia ya mucho tiempo y por lo mismo no me explicaba como es que seguía confiando en ella.

—Entonces... ¿no que tenias mucho trabajo? —dijo mi padre refiriéndose a las tantas veces que me negué a visitarlo utilizando esa excusa—, pensando muy bien mi respuesta pues no en vano era abogado me dispuse a responderle —tome mis vacaciones y le dije a Mayra que no te dijera que vendría porque no quería encontrarme con nadie —respire hondo— no quería que nadie me la mencionara ¿entiendes?—agache la mirada y seguí comiendo mientras mi padre me observaba en silencio.

—Tomy... —respondió finalmente él cambiando el tono amenazante de su voz— yo también la extraño, —Y... tu no piensas comer —respondí evadiendo el tema—, no es un día de escuela papá —agregue melancólico. Una lágrima escapo de mis ojos, era obvio que el también la extrañaba, no se hacia necesario que me lo dijera. —tienes... Tenemos —se corrigió el mientras ponía una mano sobre mi hombro— que superarlo, en algún momento tendrás que hablar de ello. La cocina fue invadida por un silencio algo pesado. —Saldré a dar una vuelta, vuelvo en unas horas —dije con firmeza y salí con rapidez de la cocina, sabia que tendría que desahogarme en algún momento pero definitivamente no estaba listo para hacerlo, no ahora.

Estaba por subirme a mi coche cuando me llamo la atención la voz de mi padre desde la puerta de la casa —no preferirías ir en Moe —dijo él— estoy seguro de que se alegrará de verte. Moe era mi viejo caballo, como todos mis recuerdos los que tenia con él eran junto a mi madre. En mi cabeza rondaba la idea de que era mejor no recordar pero mi corazón me inclino a aceptar la propuesta de mi padre. —¿Donde esta? —le pregunte cerrando la puerta del auto con firmeza— mi padre me miro con dulzura y se apresuró a responder: —Donde siempre.

Mis padres tenían una finca a la que solíamos ir en verano, estaba a pocos minutos de la casa y aveces solíamos ir caminando. A pesar de la cercanía recuerdo que cuando era niño me parecía que pasábamos años antes de recorrer todo el camino hasta ella. En la finca teníamos varios caballos, algunas cabezas de ganado, unas cuantas gallinas y algunos otros animales, estaba ubicada justo al lado del lago y aveces solía pasar todo el día dentro del agua jugando y nadando con los otros niños sin que nadie pudiera sacarnos del agua. Todos los caballos de la familia estaban en la finca, excepto uno: Moe, me había encariñado tanto con él cuando nació que me tuvieron que dejar llevármelo a casa, así lo vi crecer sin darme cuenta de que yo también crecía y compartí con el desde extensas caminatas hasta lentos paseos bajo el ocaso.

Camine hasta la pequeña caballeriza que había construido mi padre detrás de la casa para Moe y me encontré con su mirada ansiosa, le acaricie la cabeza y recorrí su suave pelaje con manos temblorosas, al cabo de un rato pareció reconocerme y me miro con confianza. Papá tenia razón estaba feliz de verme. Moe se había convertido en un caballo adulto pero su pelaje marrón rojizo y sus enormes ojos negros conservaban la misma viveza de cuando era solo un potrillo. "¿Quieres dar un paseo amigo?" le pregunte y tome la forma en que se sacudió como un indiscutible si.

Después de preparar a Moe y despedirme de papá de una forma mas calmada, habiendo olvidado nuestra conversación anterior, había emprendido inconscientemente el camino hacia la finca. Los olores, la suave brisa de otoño y la vegetación a los lados del camino me parecían de lo mas familiar así que no tuve problema alguno en ubicarme, llegue en menos de lo pensado a la finca. Me detuve en la entrada en espera de que Mauro, quien cuidaba la finca desde que era pequeño me abriera la puerta.

—Tomy —dijo con voz insegura— ¡claro que eres tu! ¡adelante pasa! —exclamó abriéndome la puerta.
—Hola Mauro —respondí devolviéndole la sonrisa.
Con demostrada alegría me hizo bajar del caballo para darme un abrazo al cual yo no me resistí.
—No sabia que estabas aquí ¿cuando llegaste? —pregunto sin soltarme.
—Apenas llegue anoche —dije tratando de safarme del abrazo pero sin éxito.
—¡Oh! Tomy no sabes como lamento lo de.... —comenzó a decir cambiando el tono de voz por uno mas triste pero lo interrumpi: —Quiero ver la finca, ¡hablamos luego Mauro! —dije rápidamente y aprovechando el momento de confusión me escape por fin del asfixiante abrazo y subiendome en el caballo casi de un salto retome el camino hacia el interior de la finca.

A medida que avanzaba me encontraba con mas personas que eran en su mayoría trabajadores y empleadas de la finca así como sus hijos, los niños con los que solía jugar, que al igual que yo ya habían crecido y no eran ya unos niños.  A cada paso me veía obligado a bajar del caballo para saludarlos pero salia disparado en cuanto notaba que su voz se tornaba ronca y sus ojos tristes dejándolos a media condolencia.

El camino me había conducido nuevamente a un lugar conocido, después de bajar por un sendero empinado detrás de la finca había llegado a la orilla del lago, me senté en la arena apoyando la espalda en un árbol y ate a Moe al mismo. Este lado del lago se veía distinto al que daba a la entrada del pueblo, mientras que aquel evocaba en mi recuerdos tristes y sentimientos melancólicos este me daba una sensación de quietud y paz, sus aguas quietas me hacían sentir como si todo el mundo se hubiera puesto en pausa.

Mi quietud se vio interrumpida con la figura de lo que parecía ser una mujer moviéndose con gracia en el agua. Me levante y después de comprobar que Moe estuviera atado de modo que tuviera bastante espacio para moverse a su antojo pero sin que corriera el riesgo de desatarse y perderse me acerque a donde se veía la figura y tras comprobar que se trataba de una mujer me escondí detrás de unos arbustos. Como estaba de espaldas no pude ver si se trataba de alguien que conocía pero la gracia con la que se movía en el agua me impidió separar la vista se ella, tenía un cuerpo perfecto y su largo cabello negro se movía dentro del lago como si de agua se tratara, si no fuera por el tatuaje que alcance a ver al final de su espalda había asegurado que se trataba de una ninfa "las ninfas no tienen tatuajes" asegure y continúe observándola embelesado por su belleza.

Cuando me encontraba mas cautivado por la belleza de la misteriosa mujer mi teléfono sonó de la forma mas ruidosa posible y pude ver como ella se asusto y desapareció bajo el agua "quizá si era una ninfa" dije en voz alta al ver que no salia, mi teléfono volvió a sonar y esta vez lo saque del bolsillo y conteste al ver que se trataba de mi hermana —no puedo hablar ahora, te llamo luego— susurré y colgué la llamada sin siquiera dejarla hablar, no despegue los ojos del lago ni un segundo pero la mujer no salía así que me preocupe y sentí un impulso de lanzarme al agua y ayudarla a salir pero cuando casi me decidía a hacerlo una voz femenina retumbó a mis espaldas.

—¿Busca algo? —pregunto algo irritada— ¿me estaba espiando?
—¡No! —exclame asustado sabiendo ya que se trataba de la mujer a la que ciertamente había estado espiando.
Me di la vuelta y me encontré con un rostro algo familiar, aunque aun no sabia de quien se trataba.
—¡Tomy! ¿Tomy Monroe? —exclamo y retrocedió de un salto callendo sobre su trasero.
Me apresure a ayudarla a levantarse pero no quiso aceptar mi mano, en su cara vi una enorme sorpresa y entonces comprendí de quien se trataba. Natalia Bledel, mi compañera de juegos en la infancia y mi amor de juventud.

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