Capítulo 23: De recuerdos y deseos
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que habló con su amiga?
—Profesor Park, profesor Park —sonrió hacia el pequeño que jugaba con su delantal.
¿Cuándo fue la última vez que se animó a llamar desde un teléfono público para saber cómo estaba sin lograrlo en realidad?
—¡Mire mi dibujo profesor Park! —exclamó otro niño queriendo llamar su atención.
¿Por qué a pesar de lo que había hecho, no sentía que fuera lo correcto?
—Esperen, esperen —dijo intentando separarse de los pequeños que querían arrastrarlo hasta sus lugares, aunque al ser varios y que tenían ubicaciones diferentes, resultaba en una situación algo jocosa.
—Muy bien niños, pronto acabará nuestra clase —mencionó la maestra ganándose una notable queja de los pequeños ante el anuncio—. Lo sé, lo sé, pero no podemos hacer nada, la mañana pasó demasiado rápido.
—Profesor Park, ¿no podría quedarse un poco más? —cuestionó una pequeña con un pequeño puchero en sus labios.
—Me encantaría, pero la maestra Jung tiene razón, la clase acabará pronto y ustedes deben regresar a casa.
Era inevitable que los niños no se quejaran o molestaran del hecho que la mañana de su horario escolar acabara tan pronto. Ambos maestros eran tan queridos y apreciados, siendo un hecho que no querían irse tan rápido y esperar al día siguiente para seguir aprendiendo.
Y en eso, la campana resonó en todo el lugar, Jimin les pidió a los niños que guardaran sus cosas y acomodaran lo utilizado en clase mientras la profesora Jung terminaba de convencer a los demás pequeños en esperar a sus padres.
Tras terminar de ayudar a algunos pequeños, recordó que también debía recoger a su pequeña. Sonrió mientras caminaba hacia la profesora Jung.
—Profesora...
—Ve Jimin, sabes que no me molesta —le dirigió una sonrisa amable— podré controlar a los pequeños en lo que vas por tu hija.
—Muchas gracias.
Se quitó el delantal que solía usar durante sus horas de enseñanza, sonrió hacia sus alumnos asegurando que volvería pronto y todos asintieron despidiéndose agitando sus manos hacia él. Salió de aquel curso y caminó hacia el aula de su pequeña SoYeon, dos años no habían pasado en vano; en parte, estaba feliz de que su hija pueda convivir con niños de su edad.
Observaba a su alrededor a las madres y padres que iban a recoger a sus hijos, incluso las risas de los niños resonaban por todo el colegio al igual que las despedidas. Sonrió con cariño recordando ciertas situaciones buenas.
Dos años antes…
No fue fácil. Desde el día que dejó Seúl, muchas cosas habían pasado, siendo un poco positivas a pesar de la distancia.
La tarde que salió del departamento de Byul-Yi con sus cosas y las de su pequeña, no tenía la menor idea a dónde podría escaparse estando en la estación de trenes, incluso había considerado la idea de regresar a Busan como última opción. Sería un grave error porque sabía que para quienes lo conocían, las miradas de desprecio y asco de seguro le esperarían, igual que la vez que decidió escapar de tanta molestia.
Tomó el último tren a Ulsan, una ciudad que no conocía, pero era lo más lejano que podría llegar nada más al otro extremo del país. Su pequeña simplemente lo siguió con cierta extrañeza aunque no dijo nada en ese momento, en el fondo sabía que estaba preguntando por su tía. Tras su viaje que fue más de dos horas, caminó con SoYeon en busca de un lugar donde pasar la noche.
Encontrar un lugar no fue difícil, al contrario, agradeció cuando la dueña del que ahora era su hogar, lo recibió con tanta amabilidad que hizo las cosas más fáciles. Pero había un problema, el dinero empezaría a acabarse en cualquier momento y si salía a trabajar, sin duda alguna dejar a SoYeon sola no era algo que pasaba por su cabeza.
Sin duda, el pasar de los días acrecentaban su preocupación ante ese hecho, aunque no se hallaba del todo desamparado como había ocurrido hace cinco años, la mujer que lo acogió en aquel edificio con cuartos económicos había notado más de lo que esperaba, ofreciéndole algunos trabajos en el lugar y que podría pagar sus comidas diarias y las de su hija, incluso le permitió ingresar a su departamento para que la ayude con algunos quehaceres.
—Soy una mujer vieja, apenas tengo fuerzas para hacer esas cosas. —solía decirle.
Sonaba tan lindo que cualquiera creería que la vida ya parecía resuelta, llegó a un lugar sin conocer del todo en realidad y debería sentirse bien con eso. Pensarlo era así, solo que él estaba inquieto, porque la señora Haneul parecía que no le faltaba nada, incluso parecía que ni siquiera era una mujer mayor de edad abandonada a su suerte; así era. Tras semanas de haberle ayudado, llegó un día su hija un poco sorprendida de su presencia y sobre todo porque en ese tiempo, la mujer se había encariñado con la pequeña SoYeon.
En ese momento creyó que todo había acabado, incluso se disculpó con ella por su intromisión de esa manera.
—Jimin, no necesitas disculparte, ella es Jung Whee-in, mi hija.
—Oh, tú eres el famoso Jimin del que mi madre siempre habla —dijo la señorita con una sonrisa encantadora— gracias por haber ayudado a mi mamá todo este tiempo, en serio gracias.
Del resultado de todo eso, conoció a dos personas maravillosas, que lo trataron con respeto, no le hicieron preguntas estúpidas y se encargaron de hacerle saber que su presencia y el de su hija, fue buena para ambas.
—Mi madre suele encariñarse mucho con los niños, al igual que yo —la señorita Jung le contaba mientras le acompañaba a la habitación que había alquilado—, fue maestra y ahora solo descansa después de haber realizado una labor tan importante, no le soy indiferente.
—¿Es maestra?
—Sí —contestó con notoria alegría, bajando la mirada hacia su hija que parecía encantada con su presencia—. ¿Cuántos años tiene?
—Cinco, pero…—dudó un poco— todavía no está en la escuela.
Aunque esa noche ella no le cuestionó más de lo necesario, sí lo hizo en algún momento cuando lo vio tan agobiado por tantas cosas que pasaban por su cabeza, porque el tiempo no pasó como si nada culminando ese año con ciertas cosas que le ayudaban a pasar las mismas. Tuvo que contarle a ella ciertas cuestiones, porque había logrado confiar lo suficiente para saber aquello, porque se sentía seguro con ellas dos.
Contó del porqué SoYeon no iba a clases, dejando de lado un poco el tema económico, existían otras situaciones que se lo impedían, le contó la razón del porqué estaba en Ulsan, omitiendo un poco la presencia de DuckYoung, solo que necesitaba alejarse de Seúl.
—Lo he visto muchas veces —respondió Whee-in preocupada— gracias a este tipo de situaciones donde un padre soltero o una madre no pueda registrar a su hijo como es debido, las opciones se reducen a nada.
—Sí. En serio desearía que no fuera así, quiero que SoYeon tenga todo lo mejor, pero no es tan fácil.
—Déjame ver si puedo ayudarte en algo.
Y así lo hizo, Whee-in lo ayudó más de lo necesario, primero hablando con la directora del colegio en el que trabajaba, si podría permitir el ingreso de SoYeon a su primer año de educación primaria. Pasaron semanas antes de que la directora pueda considerar la situación, Jimin esperaba una negativa porque generalmente ese era el tipo de respuestas que se esperaba ante este tipo de casos.
—Señor Park, entiendo la situación que está pasando, de verdad —habló la directora cuando lo citó en su oficina— así como también tenemos ciertas normas con las que cumplir, por lo que, aceptaré a su hija con la condición de que pueda iniciar sus trámites para que esté su pareja aquí y pueda firmar ciertos documentos.
Aunque agradeció el que haya sido tan benevolente con él, jamás alcanzó a insistirle con esos documentos, todos sabían que la directora del colegio no estaba de acuerdo con el hecho de negarle la educación a un niño solo porque no estaban ambos progenitores presentes.
Pero ya habrá tiempo para recordar todo lo que había pasado por Ulsan.
—¡Papá! —escuchó a SoYeon decir y alcanzó a correr hacia él, se agachó a su altura para poder abrazarla.
Ya no era tan pequeña, al contrario SoYeon con facilidad podía abrazarse a su cintura, para tener siete años casi ocho, había crecido bastante. A pesar de eso, para él seguiría siendo su pequeña bebé, la luz de sus ojos.
—¿Cómo te fue pequeña?
—Me fue muy bien papi —sonrió ella cuando se separó del abrazo— mi profesor dice que soy una niña muy inteligente.
—No lo dudo —peinó el mechón de cabello que se había despeinado de su cabello— el profesor NamJoon tiene mucha razón.
—Sí. ¿Vamos a casa? —SoYeon en ese momento cambió su sonrisa al dirigirla hacia un lado, borrando de cierta manera aquella sonrisa.
—¿Por qué cariño? —dirigió su mirada hacia el mismo lugar que ella, notando como algunas madres murmuraban dirigiéndoles miradas poco sutiles, seguro juzgándolo o hablando mal de su hija— Está bien, tranquila, cariño. Vámonos.
Park SoYeon había logrado destacarse en muchas materias, siendo así la mejor estudiante del colegio, lo que ciertamente generaba molestia en algunos padres que esperaban lo mismo de sus hijos. A tan corta edad, tenía demasiada presión sobre sus hombros sin desearlo en realidad.
Cuando su papá se irguió en su lugar y le ofreció la mano para que la tome, esperó un poco a que dejaran de mirarlos. Porque lamentablemente y muy a su pesar, tenía que escuchar comentarios horribles dirigidos a su papá, aunque algunos términos no los entendía o tenía prohibido el repetirlos, detestaba que dijeran que su papá era una mala persona, por así decirlo ante su inocencia infantil.
Se sujetó de la mano de su papá quien le dirigió la mirada y una sonrisa, correspondió con cariño y retomaron su camino hacia el aula donde su papá estaba al lado de su ahora tía Jung Whee-in.
De cierta manera, recordaba que no era la única tía que tenía, pero hace mucho su tía Byul-Yi no los había ido a visitar, considerando que estaban lejos ahora, pero la extrañaba, mucho. Su papá siempre le decía que irían a visitarla algún día, solo que hasta ahora no pasaba eso.
—Ya sabes donde debes esperarme —le dijo su papá y ella asintió para después recibir un beso en su frente—. Ve.
Tomó asiento en la misma silla que su tía usaba siendo maestra, sonreía hacia algunos niños que ya la conocían y los despedía con un ademán. En eso una niña algo pequeña se le acercó y como solía hablar con ellos en lo que esperaban a sus padres, saludó con alegría.
—Hola —dijo—. ¿Cómo te llamas?
—EunBin —sonrió la pequeña—. ¿Eres la hija del profesor Park?
—Sí —respondió con una sonrisa—. Es muy buen profesor, ¿no?
Y así una pequeña conversación trivial seguía entre ellas, contando cosas de las que veían en la televisión o las cosas que les gustaban, hasta que la pequeña EunBin decidió hablar de sus mamás algo que no le molestaba, sabía que muchas familias no se componían de mamá y papá, pero escuchar hablar a la pequeña de cómo era feliz teniendo a sus mamás juntas, le causaba un malestar chiquito en su corazón.
—Pero mami suele darme dulces así mamá no lo quiera —sonrió EunBin—. ¿Y tú? ¿Tienes dos papás o mamá y papá?
—Eh… bueno —dudó un poco antes de responder—. Tengo dos maravillosos padres.
No sabía por qué había dicho aquello. Salió de la nada, quizá, por la presión que ella misma se puso o porque estaba pensando en voz alta, cielos, no debería mentir de esa manera.
—Oh —la pequeña abrió su boca con sorpresa—. ¡Eso debe ser fantástico!
—EunBin, ven aquí linda, acaba de llegar tu mamá.
No le dio tiempo de responder cuando fue su padre quien avisó tal situación, solo se despidió y después agachó un poco la mirada aunque volvió a observar otras cosas para no llamar la atención de su papá. Sabía que no tenía otro papá, porque al único que había visto todo este tiempo estaba ahí con ella, sin duda, haber dicho eso estaba mal. Claro, debe ser fantástico tener a dos figuras paternas, pero no era su caso.
Así sus recuerdos le digan que era diferente.
“—Sigo aquí, ¿saben? Voy a esperar sus regaños, papá hizo mal.”
¿Quién era su papá? Tenía vagamente ese recuerdo en su mente, una imagen que ahora era borrosa debido a la edad y porque tampoco se hablaba de eso, al menos no lo intentaba por las veces que su papá cambiaba de tema o solo optaba por decirle que hablarían de eso algún día.
Recordaba a un hombre alto, de sonrisa bonita, así como también una mirada dulce que le dirigió cuando le presentó una muñeca diciendo que sus ojos eran bonitos, pero más allá de eso, tristemente no recordaba más.
Si ese hombre era su papá, ¿por qué no estaban juntos ahora?, ¿por qué su papá había decidido irse de su lado?
Era cierto, ese hombre apareció de la nada en la vida de ambos, porque antes de eso solo eran su tía, su papá y ella. ¿Dónde había estado todo ese tiempo entonces?, o ¿tampoco recordaba aquello? Cielos, eran tantas preguntas y el único que podría responderlas era su papá, pero no quería molestarlo con tanto.
Le gustaría al menos recordar su nombre, que si realmente era ese hombre que recordaba vagamente, su padre, ¿por qué no estaba ahí para decirle lo mucho que la quería?
—No SoYeon —murmuró para sí—, tal vez solo estás confundiendo las cosas.
Eso es todo, si veis algo mal me avisáis. Espero os guste. Se despide:
—almin♡
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