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Capítulo 5

Robert permaneció en silencio, procesando todo lo que Pedri le había contado. Nunca imaginó que su vida podría dar un giro tan drástico en cuestión de horas. ¿Cómo era posible que durante todos esos años no hubiera sabido nada? Pensaba en Anna, en cómo había estado seguro de que ella lo había olvidado, y en cómo nunca se le ocurrió que algo tan trágico podría haber ocurrido.

La idea de que su... Su hijo estuviera en peligro por una condición que podía haberse prevenido lo golpeaba en lo más profundo.

Por primera vez en mucho tiempo, Robert sintió una inmensa responsabilidad que iba más allá de su carrera, sus logros, y su vida en general. Esto era algo que debía reparar, y lo sabía.

—Pedri...—Dijo finalmente, su voz más suave de lo habitual.

—Pedro, es Pedro.

—Pedro... No sé cómo comenzar a pedirles perdón por lo que ha pasado. No puedo imaginarme cómo se han sentido todos estos años, pero quiero que sepas que haré lo que sea necesario para ayudar a Pablo. Y a ti también, por supuesto.

Pedri lo observó con una expresión que combinaba escepticismo y un rastro de esperanza. No quería confiar en ese hombre, pero sabía que Pablo lo necesitaba. Habían pasado toda su vida sin un padre, pero ahora que estaban frente a él, no podía ignorar la oportunidad de darle a su hermano algo que siempre había anhelado.

—Mire, no sé si podemos olvidar todo lo que ha pasado.—Dijo Pedri, firme.

—Pero si realmente quiere ayudar, hay formas en las que puede hacerlo. No estamos pidiéndole que tome un lugar como padre, porque ya hemos tenido a alguien que lo hizo. Pero si quiere ser parte de la  vida Gavi, si quiere ayudar a Gavi, entonces está bien. Pero no haga promesas que no pueda cumplir.

Robert asintió.

—Entiendo. Solo quiero estar aquí para ustedes, de la manera en que me permitan estarlo. Ya he perdido demasiado tiempo.

El silencio que siguió fue pesado, lleno de tensiones.

Aymeric y Gavi regresaron al salón, el rostro de Gavi ligeramente enrojecido, pero más tranquilo. Observó a su hermano y luego a Robert, como si tratara de leer si algo había cambiado.

—¿Todo bien?—Preguntó Gavi, su voz algo insegura.

—Sí.—Dijo Pedri, dándole una pequeña sonrisa a su hermano.

Gavi asintió lentamente, sin decir nada, pero algo en su postura pareció relajarse un poco. Aymeric los observó a todos con un poco de alivio.

—Bueno, entonces...—Dijo Robert, sintiendo la necesidad de hacer algo concreto.

—¿Por qué no salimos todos juntos? Me gustaría conocerlos mejor, y si no es una molestia, invitarles algo de comer. No sé, lo que quieran.

Gavi miró a su hermano, esperando su reacción. Pedri, después de un breve momento de reflexión, asintió.

—Está bien.—Dijo Pedri.

—Vamos a intentarlo.

Gavi estaba sentado junto a Robert, escuchando las anécdotas que Aymeric contaba sobre Pedri y él mismo cuando eran más pequeños.

Las risas llenaban el lugar aligerando la tensión que había de hace unas horas.

Gavi se sentía sorprendentemente feliz, una sensación que rara vez experimentaba con tal intensidad. Tenía a Aymeric, y aunque apenas estaba comenzando a conocer a Robert, sentía una conexión instintiva con él que le hacía sentir en casa.

Sin embargo, esa sensación de bienestar no duró mucho. De repente, un dolor agudo atravesó su cabeza, como si una aguja se clavara en su cráneo. Gavi frunció el ceño, intentando disimular el malestar. Llevó una mano a su nariz al sentir un cosquilleo extraño, y al retirarla, vio con horror que sus dedos estaban manchados de sangre.

Aymeric continuaba hablando animadamente, sin notar el cambio en Gavi, pero Robert, que había estado observando a su hijo, fue el primero en darse cuenta. La expresión de Gavi se había vuelto pálida, y sus ojos comenzaban a perder foco.

—¿Gavi?—Preguntó Robert, la preocupación escalando en su voz. Pero antes de que Gavi pudiera responder, su cuerpo empezó a tambalearse.

El tiempo pareció ralentizarse cuando Robert vio cómo la vista de Gavi se nublaba y sus piernas fallaban. En un impulso, Robert se lanzó hacia él, atrapándolo justo antes de que cayera al suelo. Aymeric, al ver lo que sucedía, dejó de hablar de inmediato, el pánico dibujándose en su rostro.

Pedri, que había estado observando la escena con cautela desde un rincón, emitió un gruñido bajo, más instintivo que consciente, cuando vio a Robert acercarse a Gavi, fueron segundos antes de recuperar su juicio, y el pánico se apoderó de él.

Pero Robert no se detuvo. Con Gavi en sus brazos, ignoró la tensión palpable que emanaba de Pedri y se dirigió con paso firme hacia la puerta.

—¡Llamen a una ambulancia!—Ordenó, su voz cargada de urgencia.

El hospital estaba preparado para recibir a Gavi, conocían bien su condición, pero esta vez la situación parecía más seria que nunca. La nariz de Gavi seguía sangrando, y su respiración se volvía cada vez más superficial. Robert sentía el peso del cuerpo de su hijo, frágil y tembloroso, mientras trataba de mantener la calma.

Finalmente, llegaron al hospital, donde el personal médico tomó el control. Pedri y Aymeric siguieron a Robert de cerca, la ansiedad reflejada en sus rostros. El médico, al revisar a Gavi, no tardó en sugerir una transfusión de sangre, sabian bien el historial médico del omega, y señaló a Robert, Aymeric ya les había informado sobre esto.

Robert no lo pensó dos veces a Pablo, desvanecerse frente a él, le hizo entender de golpe la gravedad de la situación. Aún estaba procesando todo—que era padre, que Anna había muerto, y que durante casi dos décadas no había sabido de sus hijos—pero su instinto protector de Alfa le gritaba actuar de inmediato.

—Haré lo que sea necesario.—Dijo Robert, su voz firme, sin lugar a dudas.

Pedri, con una mezcla de ansiedad y desconfianza, lo miraba fijamente. Aunque en el fondo sabía que esa era la mejor opción, la idea de depender de Robert lo hacía sentir incómodo.

—Pedri.—dijo Aymeric, poniéndole una mano en el hombro.

—Lo mejor para Gavi es que reciba esa sangre. Sabes que no es la primera vez que pasa, pero esta vez es más serio. Él necesita esto.

Pedri asintió lentamente, cediendo ante la realidad. Su hermano era lo más importante, más que cualquier resentimiento o rencor que pudiera tener hacia Robert. Pero eso no significaba que se sintiera cómodo con la situación. Aún así, permitió que se llevara a cabo el procedimiento.

—Te prometo que estarás bien.—Murmuró mientras el médico conectaba los tubos entre él y Gavi.

Pedri observaba desde una esquina de la habitación, sus manos cerradas en puños. Estaba aterrado, aunque no lo mostraba. La escena delante de él le recordaba los momentos de su infancia cuando Gavi era hospitalizado una y otra vez. Pero esta vez, algo era diferente. Había un extraño—su propio padre biológico—participando en la escena, tomando un rol que Pedri no estaba seguro de querer compartir.

El proceso fue rápido, pero cada segundo se sintió eterno. Robert no apartó la vista de su hijo, su corazón martillando en su pecho. A pesar de no haber estado presente durante sus vidas, una conexión instintiva lo unía a ellos, especialmente a Gavi en ese momento de necesidad.

Cuando todo terminó, Gavi fue trasladado a una habitación de recuperación. Estaba pálido, pero su respiración era más estable, su cuerpo trabajando para recuperarse gracias a la transfusión.

—¿Crees que esto ayudará a largo plazo?—Preguntó Robert al médico, una vez que todo había concluido.

—Es un primer paso importante.—Respondió el médico.

—Pero también va a necesitar más cuidados y posiblemente otros tratamientos en el futuro. Lo importante es que tenga un entorno seguro y estable.

Robert asintió, comprendiendo la magnitud de lo que le esperaba. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero estaba decidido a hacer lo correcto de ahora en adelante.

Pedri se acercó a la cama de su hermano, tomando su mano con suavidad. Miró a Robert con una mirada un tanto... No importa.

—No sé cómo será esto.—Dijo Pedri, su voz baja.

—Pero... gracias por ayudarlo.

Robert solo asintió, sintiendo que las palabras eran insuficientes. Sabía que debía ganarse la confianza de Pedri, y también el derecho de ser parte de la vida de Gavi.

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