005
LILIANNE
Nos quedamos un rato más en ese lugar, el cual ya se había vuelto especial para los dos, el cielo se empezó a volver de un ocaso anaranjado muy bonito, al acostarnos en el suelo mirando al cielo, me acuesto en su pecho y cierro los ojos.
No sentía miedo, al contrario, había encontrado esa paz que me faltaba, se que estuvo conmigo en todo momento, y yo quería pensar que estaba loca. Pero no fue así, ahora soy feliz, y quiero quedarme así.
-Hasta que por fin los encuentro.-Los dos volteamos hacia una voz reconocible-. Hola chicos.
-Hola querido.- Alzabú le sonríe, igual que yo; nos saluda con un beso en la mejilla y se acuesta a mi lado-. ¿Qué tal todo allá?
-Cansado, pero estoy de vuelta.- me mira-. ¿Y le rompiste bien su brazo?
Me río ante sus palabras, él sabía también, y siendo sincera no me arrepentía del todo; pero la verdad que me haya visto Anton, me hacía sentir como una persona mala. Y yo no soy así.
-Pues no me arrepiento, ese tipo siempre me ha fastidiado.- le digo mientras me acomodo mejor en el pecho de Alzabú-. Pero me ha visto Anton, es un chico que me gusta; y no lo sé, me hizo sentir algo mal.
-Entiendo, pero tranquila; él no te tiene miedo.- el ángel me asegura, sus palabras son firmes-. Y no recuerdo si nos hemos presentado, soy Gabriel.
-Dime Lila.- Alzabú gruñe, yo ruedo los ojos-. Aprende a compartir, papá.
-Ush, ya bueno; solo porque es él.- me río ante su fácil caída.
Caigo en cuenta que ya está anocheciendo, por lo que me levanto mientras sacudo mi pantalón, los dos me miran entendiendo que ya debo irme porque iban a sospechar y no era lo más indicado. No ahora que ya estaba sintiendo la libertad.
-Bueno, por favor caballeros ¿me pueden llevar a mi disque hogar?- los tres reímos por mi comentario, Gabriel se levanta del suelo con la ayuda de Alzabú.
-Vamos, yo te llevo; despídete del gruñón.- Gabriel deja salir sus alas, enormes, blancas y con plumas-. Adiós don gruñón.
Cuando me volteo hacia mi papá para poder despedirme, lo veo serio, mirando a Gabriel de una manera para nada amorosa. Me extrañó, ya que hace unos minutos estaba tranquilo.
-¿Papá, estás bien?- le pregunto, acercándome a él.
-No no, ven aquí Lila.- Gabriel me jala del brazo con suavidad, pegándome a él-. Está en un momento donde no es bueno acercarse.
-¿A que te refieres?- le pregunto, su mirada ahora cae en mi y yo me tenso.
Me empiezo a acercar nuevamente a mi papá, Gabriel me susurra que no lo haga, pero no le hago caso. Cuando estoy frente a él, pongo mi mano en su mejilla, entonces me abraza, aferrándome a él.
-Está bien papá.- susurro, acariciando su espalda-. Estoy bien; te volveré a ver.
-Ella es mía.- saca sus alas y alza vuelo pero Gabriel me alcanza, empezando un forcejeo.
Mis manos son tomadas por Gabriel, quien luce demasiado asustado, yo no entiendo mucho pero por la expresión tan siniestra que emana Alzabú, puedo darme cuenta que esto no saldrá bien.
Veía el suelo muy lejano, y eso me asustaba más, entre tanto forcejeo; miro a Gabriel y él a mi, el miedo me invade. Hasta que suelto sus manos.
Todo pasa muy rápido, estoy a nada de irme al más allá, y no quería acabar así, no podía pasarme esto.
-Te tengo.- Gabriel me atrapa, dejándome en el suelo.- Tranquila, estás bien; tranquila.
Empiezo a llorar del miedo, podré ser fuerte para algunas cosas pero esto, no podía entender que había pasado. Alzabú aterriza a nuestro lado, ya en si mismo; al verme asustado y llorando trata de acercarse pero yo no quiero.
-Si vas a dejarme caer otra vez, entonces ya no te me acerques.- mis palabras le duelen-. Quiero irme a casa, Gabriel.
-No por favor.- Alzabú se acerca a mi con rapidez, suplicando perdón-. Hija, escúchame; déjame explicarte eso.
-¡Suéltame!- Retrocedo, quitando sus manos de mis hombros.
Gabriel no interviene, me mira apenado, tal vez es algo que no puede controlarlo, pero sentí miedo, me sentí extraña.
-Mi niña.- sus ojos están llorosos, está confundido porque en su mirada no se puede definir que es lo que realmente quiere-. Por favor, solo déjame explicarte.
-Bien, explícate.- suspiro, tratando de calmarme.
-Los demonios tienen esa aura posesiva en los humanos, muchos dicen que son caprichos pero yo sé que no es así. Lamento haberte asustado, no quiero llevarte conmigo de esa manera.- me toma las manos, la poca luz que queda se va-. Vamos a volver, vamos yo te llevo.
Los dos guardan sus alas, me acerco a Gabriel quien me abraza unos segundos y besa mi frente, me acomoda el cabello con cuidado y mira a Alzabú.
Volteo a verlo igual, su expresión es de puro arrepentimiento y espera a que me acerque, ya que siente miedo; caigo en cuenta lo débil que lo hago, es un demonio y yo una humana, pero aún así yo le hago sentir esas emociones que no ha sentido nunca.
-Tu padre te quiere, tal vez tú no lo recuerdes pero él evitó que ese humano te hiciera muchas cosas.- miro confusa a Gabriel, acordándome de sucesos pasados-. Tal vez estas situaciones te hagan sentir miedo, es normal; pero Alzabú así estando en ese trance, no te lastimaría jamás.
Unas pequeñas lágrimas caen por mis mejillas, me acerco a mi papá quien me abraza, y quiero quedarme así por siempre.
-El amor de un padre no tiene límites, mi niña.- acuna mi rostro en sus manos, limpiando mis lágrimas con sus pulgares-. Y daré mi inmortalidad por ti si es necesario.
-Te amo papá.- susurro, me abraza a él aún más.
-Y yo a ti, hija.
-Se hace tarde, Alzabú.- los dos volteamos a ver a Gabriel.
Aunque por la inmensa oscuridad del bosque, yo ya no veía muy bien del todo; pero creo que ellos no tenían dificultades con eso.
-No te preocupes.- dice mi papá, sonriente-. Estaremos en un segundo. Pero antes, es mejor que descanses ya.
Cuando mi papá me toca la frente, siento mi cuerpo perder el equilibrio y una ola de paz me invade, cayendo en un sueño profundo. Solo puedo sentir como es que el aire choca contra mi rostro y finalmente estoy en las sábanas de mi cama, acomodándome para dormir en algo que me da calor paternal.
Era feliz así.
***
Al día siguiente, me levanto temprano para el colegio, la misma rutina de siempre pero esta vez si recordaba todo. Mientras me alistaba, entra Gabriel por la puerta de mi habitación, lo miro confundida ¿Que hace aquí?
En eso, entra Keir, mi cuerpo se tensa y aún más cuando le dirige la palabra a Gabriel. ¿Que está pasando?
-Es ella, joven.- Keir me muestra como si fuera una reliquia, yo estoy anonadada-. Serían trescientos mil.
-Te daré quinientos mil, vale la pena.- quiero que la tierra me trague, miro a Gabriel a los ojos y él me lanza una mirada fugaz pero cómplice-. ¿Cuando me la puedo llevar?
-Ahora mismo si desea.- yo me levanto de la cama con lentitud y cautela-. Alista tus cosas, niña; ya te vas.
No emito sonido alguno; hago caso y empiezo a alistar mis cosas, saco una maleta del armario donde empiezo a meter mi ropa y demás.
-Déjeme a solas con la chica, por favor.- Keir asiente yéndose y Gabriel cierra la puerta.
Yo volteo a verlo, las lágrimas salen de mis ojos sin parar; Gabriel se apresura a abrazarme y besa mi frente, como una madre consolando a su hija. Sentía esa aura diferente de Gabriel que de Alzabú, tal vez porque los ángeles no tenían esa definición de sexualidad. Algo así había investigado.
-Alzabú y yo te llevaremos a otro lugar, lejos de aquí.- me susurra, yo siento la felicidad invadir mi cuerpo-. Te enseñaremos a que seas una buena bruja, y nadie te volverá a lastimar; todo va a estar bien desde ahora.
-Muchas gracias enserio, gracias.- lo miro a los ojos, Gabriel me mira con cariño-. ¿Por qué hacen todo esto por mi? Yo... no soy su hija de sangre, yo les debo mi vida.
-Corazón, ayer hablé con Alzabú sobre esto; y los dos tomamos la decisión de llevarte con nosotros. Ese es nuestro objetivo, sacarte de este infierno y que vengas a nuestro lado.- me acaricia el rostro, limpiando mis lágrimas-. No llores, que arruinas esa preciosa carita.
Los dos reímos, yo me separo de él para terminar de alistar mis cosas; por mientras, Gabriel me va contando que hoy Alzabú se fue a hacer todos los papeleos necesarios para pasar desapercibidos, al igual que hizo una constancia de adopción, ¿Cómo? No tengo ni idea, pero agradecía a quien sea que haya respondido mi llamado de libertad.
Después de todo encontré la familia que tanto buscaba.
Una vez listo todo, Gabriel me ayuda a bajar, yo finjo llorar mientras salimos de la casa. Allivna me mira y trata de abrazarme pero la evito.
-Ella es mía ahora.- Habla Gabriel, demandante-. Te pediría por favor que no toques lo que me pertenece.
Allivna solo asiente, yéndose con un semblante triste y de culpa; siempre sentí pena por ella pero por su culpa, yo había sufrido todo esto. No tenía la culpa yo de haber nacido debido a una violación. No tenía la culpa de que ella se desquite conmigo o que Keir fuera tan... enfermo. Eso fue problema de ellos y así se quedará.
Yo ya no dependo de ese infierno el cual una vez fue mi hogar.
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