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xlviii.

—¿Por qué llorabas?

—¿En serio? ¿Eso dirás? ¿Después de no dar señales de vida en todo el día? —La voz de Isagi suena ronca, como si tuviese la garganta seca. Un vistazo por sobre su hombro lo hace darse cuenta que el reloj sobre su mesada marca que faltan un par de minutos para ser la una de la mañana. Seguramente estaba durmiendo. —¿Ni siquiera un "Hola, cariño. ¿Qué tal estuvo el cumpleaños de tu madre? Lamento no haber llamado para felicitarla."

Rin se muerde el labio. No va a mentir, ni siquiera lo recordó. Desde el momento que despertó ese día tuvo que salir de su casa, ir hasta el otro lado de la ciudad donde se haría la sesión de fotos y aprovechar los ratos libres que tenía para terminar los últimos detalles de su presentación final, luego conducir todo el camino de regreso a su universidad para no llegar tarde. Y no conformes con eso, los de la agencia le pidieron ir a las oficinas una vez más por una reunión de personal y su jefe que le estuvo pidiendo el recuento de las fotos del último mes ahora que sus vacaciones estaban a punto de iniciar. Y además de eso, resulta que una de las modelos al enterarse de sus vacaciones, le pidió un par de fotos más que de no ser porque ella no dudó en pagarle lo que pidió (que fue un precio dramático hasta para él) no lo habría hecho, y habría regresado a casa mucho antes.

Jamás en su puta vida se había sentido tan cansado como hoy, y cuando al fin pudo volver a casa, tomar una ducha y sentarse en su cama. Se encuentra con un mensaje del repartidor y una fotografía de su novio recibiendo las flores, lo cual lo hizo sonreír hasta que al detallarlo mejor se dió cuenta que Yoichi tenía los ojos demasiado rojos como para decir que eran lágrimas de alegría.

—¿Por qué llorabas? —Insiste. Porque puede notar en su tono que Isagi no está molesto, lo conoce lo suficiente para saberlo.

—No me cambies de tema.

—Tú tampoco. —Rin se recuesta en la cama, sus ojos están perdidos en el vacío, piensa que su techo es demasiado blanco, que tal vez debería pedirle a Isagi que pinte algo ahí para sentir que está cerca, y no ahogarse tanto entre el blanco y negro ya que el idiota tenía razón de que su apartamento es totalmente carente de color. Hay una soledad que siempre ha estado ahí, entre esas paredes pero desde que empezó a tener compañía y ese alguien se fue, se ha vuelto doloroso de un momento a otro. —Sé que no estás molesto. Ya sabías que no podría llamarte en todo el día y aún así no me olvidé de tu madre. Aunque es cierto que no pude felicitarla directamente. Lamento eso, pero dímelo ya. ¿Por qué llorabas?

—¿Cómo lo supiste? —pregunta desganado.

—El celular del repartidor tiene una excelente definición. Tus ojos se notaban rojos... Demasiado para ser lágrimas de alegría.

No quiere una excusa, y sabe que Isagi no quiere decirle, que sí no lo hubiera notado por sí mismo tal vez ni siquiera se habría enterado.

—Me encantaron las flores. El ramo era hermoso y nunca me habían dado un regalo así, yo...

—Yoichi...

—Rin ¿Me quieres?

El menor frunce el ceño al oír aquel vestigio de duda en sus palabras.

—Por supuesto.

—Dímelo entonces.

Rin parpadea, confundido, se lame los labios y simplemente hace lo que le pide:

—Te quiero.

—Dilo otra vez.

—Te quiero.

—Por favor, hazlo de nuevo... —Y el menor no entiende nada, por primera vez en mucho tiempo no entiende lo que Isagi está sintiendo porque su voz suena aliviada pero también hay algo de dolor ahí. No tiene idea de porqué.

—Te quiero, te quiero, te quiero muchísimo, Yoichi. —Le dice, ya ni siquiera le importa saber el porqué, ahora solo quiere que no le queden dudas. —Te quiero tanto que me molestó no poder hablarte en todo el día. Te quiero tanto que pensé que podría escaparme del trabajo e ir a visitarte, pero sé que verte por solo unos minutos no sería suficiente. Te quiero tanto que me preocupa pensar que has estado llorando...

—Yo también te quiero tanto que... Duele. Mierda, tuve una pesadilla, eso pasó, fue una estupidez llorar.

—Lloraste por eso. La razón de tus lágrimas nunca será una estupidez.

Yoichi ríe, es una risa extraña, seguramente tiene los ojos llorosos otra vez.

—¿Qué soñaste? —pregunta. Aunque teniendo en cuenta la situación, parece ser demasiado obvia la razón. —¿Acaso hice algo mal en tu sueño?

—No fuiste muy amable conmigo, eh.

—Nunca soy especialmente amable contigo. —comenta en un intento de hacerlo reír de nuevo, y parece conseguirlo.

—Pues déjame decirte que fuiste un maldito imbécil en mi sueño.

—¿Qué tanto?

—Me recordaste a mi ex.

—Carajo. No me ofendas así. —La risa que Yoichi lanza al oírlo es tan honesta que Rin no puede evitar sonreír. —¿Cómo te atreves a insultarme de esa manera?

—Sé que no eres así.

—Más te vale, idiota. Casi lastimas mi ego al compararme con ese bastardo.

—Lo siento... —Isagi sigue riendo, y el menor puede darse por satisfecho por ahora.

—Ya, lo siento también. Debí haber llamado...

—No te preocupes, entiendo que estabas ocupado. ¿Cómo te fue en tu proyecto? Joder, lo olvidé por un minuto. ¿Le gustó al profesor? Aunque sería un completo imbécil de no apreciarlo, tus fotografías eran demasiado hermosas y...

Rin sonríe mientras lo escucha hablar, no puede esperar a tenerlo a su lado, hablándole mientras siente la calidez de su compañía y no el frío del celular en su oído.

[...]


—¡Apresúrate!

—¡Ya voy! —Ukara grita, arrastrando la maleta mientras sale de su edificio. —Cálmate ¿Sí? Fuiste tú el que salió de la nada diciendo que nos iríamos hoy, cuando el plan era hacerlo mañana.

—Si pues, los planes cambiaron y el auto es mío. Así que sube o te quedas aquí. —contesta el Itoshi, tomando la maleta de las manos de la mayor para subirla al maletero del auto, junto a los otros bolsos que ella había traído, que realmente le parecían una exageración.

Cuando cierra el maletero, puede darse cuenta que ella ya se ha subido al auto, pero al acercarse al asiento del conductor y ver una sombra en el asiento trasero, no puede evitar temer lo peor.

—Bájate de mi auto, Haruka. —dice una vez abre la puerta del piloto y lo ve sentado de forma cómoda con una mochila enorme a su lado.

—¿Y perderme la oportunidad de molestarte por cuarenta minutos consecutivos? Ni hablar. —contesta él. Rin puede sentir que le tiembla un ojo y le dan ganas de golpearlo. —Así que puedes perder tu tiempo intentando sacarme de aquí o simplemente subir al auto, conducir y acabar con esto lo más rápido posible para verte con tu amorcito Isagi.

—Te desprecio tanto.

—Es un placer escucharlo.

Rin sube al auto, abrocha su cinturón y piensa seriamente en las decisiones de vida que ha tomado en los últimos días para traerlo hasta este momento. Ajusta el espejo retrovisor, puede ver a Ukara arreglándose el labial por un segundo y piensa que todo es culpa de ella.

—¿Por qué mierda le dijiste?

—En mi defensa, no era mi intención, solo que me llamó esta mañana, le dije que estaba haciendo las maletas y luego simplemente apareció. —contesta ella algo apenada con Rin y sin darle importancia a las quejas del chico de cabello plateado a sus espaldas. —Él ya sabía que tú me llevarías a Saitama. No sabía que tenía esas intenciones.

—¿Y tú para qué carajo quieres ir a Saitama?

—Venir a molestarte es un placer en sí mismo. —Haruka se ríe, el menor gruñe mientras que acelera el auto al entrar en la autopista. —Ignorando eso. Iba a comprar un vuelo para Okinawa, pero el único que estaba disponible hoy era en la madrugada y claramente no iba a levantarme tan temprano. Pero cuando Ukara me dijo que se iban hoy, recordé que había visto que la vuelos disponibles desde Saitama eran más tarde. Así que iré a saludar a su familia que claramente me ama antes de ir al aeropuerto. Ya compré mi boleto.

—¿Así que estarás a miles de kilómetros de distancia?

—Maldito, no suenes tan feliz. Después vas a extrañarme cuando regrese a Italia.

—Lo dudo mucho. —contesta Itoshi. Haruka le hace una mueca que se refleja desde el retrovisor, Ukara se aclara la garganta para evitar una pelea en plena autopista.

—Sé que mis padres se alegraran de verte, Haruka. También Usui, él siempre pregunta cómo estás.

—Ay, tan lindo Usui. Hace años que no lo veo. Me sorprende que aún me recuerde.

—No seas dramático, la última vez fue hace unos cuatro años. Ya incluso trabaja con mis padres.

—Tu hermano fue el que entregó las flores ¿No?

—Sí ¿Por?

—Nada, Yoichi me dijo que el repartidor se le hacía conocido, así que supuse que debió ser alguien de tu familia.

—Que gracioso, siempre dicen que de no ser por el color de cabello y de ojos, nadie notaría que somos familia. —responde ella riendo.

—¡¿Le enviaste flores a Isagi?! ¡Ay, pero que romántico! Cada día me sorprendes más, pequeño Rin.

—También le regaló flores a la mamá de Isagi. ¡Tan caballeroso!

—¡Ya cállense!

Rin aprieta los dientes mientras los escucha reír. Todo habría sido más sencillo si tan solo hubiera elegido alguna otra cosa para regalarle a la mamá de Yoichi pero no. Él tenía que ser un obstinado que quería regalarle esas flores específicamente, ya que recordaba que alguna vez su novio le dijo que su mamá las amaba, pero intentar conseguir orquídeas de un color específico de un día para el otro en una ciudad diferente no era especialmente sencillo, mucho menos cuando estaba de por sí, muy ocupado intentando terminar su proyecto.

Podría decirse que fue un milagro que su cerebro se ilumine al último segundo y recordara que la familia de Ukara vivía en Saitama, así que fue a preguntarle a ella. Y luego quedó como idiota al no saber que los padres de ella directamente eran dueños de una florería, la de cabello celeste se rió, admitiendo que no recordaba habérselo dicho nunca, así que ella se encargó de mostrarle los distintos arreglos para que pudiera elegir y le dió todos los detalles a ella para que pudiera pedir los arreglos sin que sucediera un desastre por su falta de tiempo.

Hicieron un trato, favor a cambio de favor, ella se encargó de que le consiguieran las flores que Rin quería, y que le hicieran el arreglo más bonito con el papel de seda y las notas con letra dorada escrita a mano, sin dejarlo en bancarrota por lo específico de su petición y por las flores que no estaban en temporada siempre y cuando le hiciera de chófer.

Realmente no era un mal trato, a Rin no le costaba llevarla, ya que de todos los modelos que le jodían la paciencia diariamente, ella era la más amable, que por lo general no lo molestaba casi nunca cuando estaba sola porque era demasiado educada para iniciar una broma. Claramente el problema no es ella...

—Y entonces Rin tiene sentimientos.

El problema es el bastardo de Haruka.

—Déjalo, por supuesto que tiene.

—Ah, bueno, perdón. Conmigo no los tuvo. —Se queja Haruka.

—Tú nunca me gustaste.

—Ay. —dice la única chica en el auto.

—Eres un maldito.

—No te hagas el sorprendido. Yo tampoco te gustaba.

—Me gusta como te ves, pero ya que estamos siendo sinceros, no me gustaba ni siquiera tu forma de besar.

—¡Nos vamos a matar! —Ukara grita cuando Rin gira el volante de forma brusca, el chico en la parte trasera no puede sujetarse a tiempo y se golpea la cabeza contra la puerta cuando cae por la brusquedad del giro.

—¡No seas un bebé, Rin!

—¡Cállate de una vez! ¡Y no estoy siendo un bebé! Si me pasaba esa intersección tendría que aguantarlos por veinte minutos más de la cuenta.

—Debí mejor pagarle al taxi. —Se lamenta la de ojos púrpuras.

—¿Sabes qué? Ya no te voy a invitar a mi fiesta de cumpleaños. —acusa el de cabello plateado.

—No me importa.

—Pues sí te va a importar, porque ya invité a Isagi y él me dijo que sí iría. ¡Y tú no lo mandas a él!

—Ridículo ¿Crees que va a preferir ir a tu fiesta que pasar tiempo conmigo?

—Claro, para tu información, somos amigos. Por supuesto que querrá ir a mi fiesta, sobre todo sabiendo que dentro de poco me iré.

—No te elegirá.

—¿Tú qué sabes? ¿Te da miedo que lo haga? Obviamente yo soy mejor opción.

—Sí, sí, lo que digas. Sigue creyendo lo que quieras, después de todo, yo tengo novio y ni siquiera con todo tu dinero y tus viajes conseguiste pareja, inútil.

Haruka patea el asiento mientras gruñe algo molesto por sus palabras. El Itoshi lo ignora, sonriendo apenas por conseguir al fin un poco de silencio.

—Honestamente, eso me dolió hasta a mí. —comentó la de cabello celeste, recostandose un poco más contra su asiento e inclinando la cabeza en dirección al conductor. —Sin ofender pero Rin no es especialmente amable, y aún así consiguió enamorar a una lindura como Isagi. ¿Y nosotros? ¡Nada!

—No me lo recuerdes, que me da incluso más vergüenza.

—Aunque igual no me sorprende, detrás de toda esa fachada de chico rudo ¡Eres una dulzura, Rin!

—No lo soy.

—Para este punto, empiezo a creer que sí lo eres. —dice el de ojos naranjas. —Sorprendente que Isagi estuvo dispuesto a quedarse hasta encontrar lo bueno que tienes en el fondo. Nunca has sido malo, solo jodidamente difícil.

Rin ya no dice nada, chasquea la lengua y vuelve la atención a la carretera. Esos dos empiezan a hablar en cuestión de minutos pero no les presta mayor atención más allá de cuando le hablan directamente. Ni siquiera tiene sentido fingir, porque ya es más que obvio para todos que no los odia, muy en el fondo le caen bien porque de lo contrario ni siquiera los habría dejado acercarse.

El camino honestamente es mucho más corto de lo que esperaba aún cuando nunca había ido a Saitama, al menos, ninguna vez que recuerde, más que haber pasado de casualidad por la ciudad de camino a algún otro lugar.

Cuarenta minutos. Murmura.

Solo cuarenta minutos en auto era aquello que lo mantenía alejado de Yoichi y aún así tuvo que aguantarse todo un mes de no tocarlo, de no besarlo y de no sentirlo porque él es un jodido terco (su novio también lo es) y habían acordado que no iría ni una sola vez antes, porque su agenda estaba demasiado ocupada y era claro que si iba a verlo, no se concentraría ni un poco en sus responsabilidades y lo único que haría sería perder el tiempo.

¿Aunque cómo podría llamar 'tiempo perdido' a los minutos que usaría para besar a Isagi? ¿Para sentir su cuerpo contra el suyo y para acariciar su piel mientras lo ve dibujar totalmente perdido en su arte?

Maldita sea. Por supuesto que no habría avanzado ni un poco en ninguno de sus proyectos de haber ido antes de las entregas y por eso era lo mejor someterse a aquella especie de abstinencia voluntaria, que ya estaba empezando a carcomerle la cabeza aunque no se considera ninguna clase de dependiente a la presencia de Isagi, porque ¿Quién con la fortuna de conocerlo después de un tiempo de su ausencia no empieza a añorar el reencuentro, siendo que Isagi solo con verlo ya logra hacerlo sentir una calidez que nadie más puede causar en él?

Y saber que estuvo llorando. Le agrietó el corazón y le dolió en el alma. Porque seguramente no ha sido su ausencia lo que lo ha causado, pero se siente culpable de no haber estado, aunque claramente no es su culpa. Una jodida complicación. Era la gota que faltaba para derramar el vaso, y mandar todo al carajo.

Técnicamente debía esperar hasta el lunes y hacer un trámite en la universidad, pero llamó en la mañana, inventando una excusa demasiado rebuscada que de cierta forma funcionó y logró hacer el papeleo en pleno fin de semana, para volver antes y sorprender a Isagi.

—Rin, si cruzas en la próxima avenida, puedes dejarnos frente a la tienda de mis padres.

—¿No quieres que te lleve a tu casa? —pregunta, y más que una cortesía es porque eso habían acordado.

—No te preocupes, de cualquier forma, mi casa estará vacía, ya que ellos esperan que llegue mañana. Será lindo sorprenderlos en la tienda. —responde ella con una sonrisa pícara. —Además desde ahí no tendrás ningún desvío y estarás más cerca de casa de Isagi.

Rin asiente apretando los labios, fastidiandose un poco por el hecho de que es demasiado obvia su necesidad de verlo lo más pronto que se pueda.

Hace caso a lo que le dice y estaciona frente a una tienda demasiado colorida, con flores que se notan desde la distancia. Hay un chico de cabello celeste que sale por la puerta con uniforme de repartidor, y Ukara prácticamente salta fuera del auto para abrazarlo.

El Itoshi ignora totalmente ese reencuentro conmovedor que no le interesa para sacar las maletas de la chica del auto. Las deja a un lado, golpeando el hombro de Haruka para que preste atención de donde están y que no sean robadas ya que el imbécil por alguna razón se quedó demasiado quieto viendo el reencuentro de esos dos.

—Hasta luego, Ukara.

—¡Adiós, Rin! ¡Que tengas lindas vacaciones! ¡Dile a Isagi que mando saludos!

Haruka solo voltea un poco, regresandole el golpe al de ojos turquesa y asintiendo en su dirección como señal de despedida.

—Al final, sigues invitado a mi cumpleaños.

—Me tenías con el pendiente. Casi lloro de pensar que no podría ir. —responde con el tono más sarcástico que puede hacer. El de cabello plateado rueda los ojos, gritándole que se vaya con Isagi de una vez y el menor no necesita que se lo digan dos veces.

Sube al auto, ajusta el GPS al siguiente destino, que le agradece a Bachira de haberle compartido y se va rápidamente.

Se pregunta, por un momento, si Isagi no extrañará seguido su hogar, ya que conduciendo por el camino puede darse cuenta que este lugar no se parece en nada a donde vive allá en Tokio. Se pregunta si le habrá costado acostumbrarse, o fue tan sencillo como para él, simplemente empezar a levantarse en un nuevo lugar ya que realmente no tenía nada que extrañar de su antiguo hogar.

Estaciona al frente del edificio, sabiendo que necesita la autorización de los que viven ahí para poder ir al estacionamiento privado pero sin la mínima intención de arruinar la sorpresa. Baja del auto sin cargar nada, buscará su bolso luego, y simplemente camina sin poder contener la pequeña sonrisa que se escapa de sus labios.

—Buenas tardes. —saluda en dirección al portero. Avisando a donde se dirigía, sintiendo su corazón latir tal vez demasiado rápido debido a la emoción. Esperaba un poco más de resistencia, ya que el hermano de Ukara le dijo que tuvo que recibir la confirmación del padre de Isagi para poder subir hasta su apartamento, pero al parecer, su suegra ha hecho un gran trabajo presumiendo a su nuevo yerno, ya que el señor reaccionó rápidamente diciendo que había visto una fotografía de él y que le habían dicho que era la pareja de Yoichi. —Sí, soy su novio. Me gustaría darle una sorpresa.

El hombre asiente, abriéndole la puerta sin mayor dilación, el menor agradece por lo bajo, caminando en dirección al ascensor y marcando el número del piso al cual se dirige.

Se recuesta levemente contra la pared del ascensor y sonríe, supone entonces que es la emoción pero el espejo en el ascensor no hace más que traerle recuerdos de todas las veces que se han besado en el ascensor de su edificio. Se pregunta ahora si Yoichi ha pensado en eso alguna vez en todos estos días.

No tiene que esperar demasiado para preguntar, ya que cuando la puerta se abre justo en el piso indicado, lo primero que ve al abrirse las puertas son los ojos azules que lo traen enamorado desde hace meses.

Yoichi trae puesta la camiseta verde que accidentalmente se le perdió hace un par de semanas, y lleva una mochila sobre su hombro, supone entonces que iba a salir a algún lugar pero esos planes parecen desaparecer de un momento a otro cuando finalmente parece reaccionar y darse cuenta que no es ninguna clase de alucinación y verdaderamente estaba ahí. Sus ojos están demasiado abiertos y deja escapar un pequeño grito de su garganta debido a la sorpresa, quedándose congelado en su lugar.

—Oye, idiota. Por si no te quedó claro, vine a decírtelo en la cara. —dice Rin, agarrando al mayor de la cintura y jalandolo dentro del ascensor, donde golpea distraídamente el botón de freno.

—¿Ah sí? ¿Qué viniste a decirme, tonto? —Yoichi se burla sin dudar un segundo, puede ver su sonrisa siendo demasiado grande para ser reprimida, mientras pasa los brazos por encima de los hombros del menor, sin apartar la vista de sus labios.

—Te quiero.

Yoichi ríe.

—Dímelo otra vez.

—Te quiero, maldito idiota.

—Aún no te creo.

—¿Y qué necesitas para creerme entonces?

—No seas un tonto y piensa un poco. —dice el mayor, acercándose un poco más hasta rozar sus labios. —Besarme, por ejemplo, suena como una gran opción.

Y eso es exactamente lo que estuvo esperando desde hace semanas.

Los labios de Isagi siguen siendo suaves, siguen siendo dulces y su boca sigue siendo tan atrevida como siempre, ya que le muerde el labio como solo él sabe hacer, jalandolo un poco hasta el punto que duele ligeramente solo para pedir permiso y así juntas sus lenguas en un beso largo, húmedo, necesitado. Cuando se separan por un segundo, él le sonríe, con esa picardía que siempre lo ha caracterizado y ríe antes de hablar:

—Yo también te quiero, idiota.

Y lo vuelve a atraer a su boca para seguir besándolo.

Esos jodidos cuarenta minutos valieron completamente la pena.

[...]

Feliz año nuevo, súper tarde.

No se enojen, yo los quiero. Espero que les haya gustado. Ya qué después de mil años (solo cuatro capítulos, ja. Es mi culpa que se haya alargado la espera) ¡Estos dos al fin se han vuelto a ver!

¡Gracias por leer! ✨💓

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