xiv.
—¿Por qué tienes esa cara de perro rabioso?
—Cállate. Déjame en paz. —Rin gruñe con molestia, mientras sigue ajustando la cámara que tiene que usar en la próxima sesión.
—Los dos sabemos que no voy a hacer eso. —Sae le hace una señal a la estilista que le estaba arreglando el flequillo y aunque ella se queja un poco, asiente antes de salir de la habitación. Los pocos modistas que quedaban también salen, pues a fin de cuentas, Sae ya se encuentra casi listo y pueden permitirle un par de minutos con su hermano. —Habla ahora. ¿Qué es lo que te tiene tan molesto?
—No es nada, Sae. —contesta entre dientes, pero el mayor simplemente rueda los ojos, acercándose hasta sentarse junto a su hermano.
—¿Me crees estúpido? Te conozco lo suficiente para saber cuando te pasa algo. —responde el pelirrojo, mientras acomoda distraídamente las mangas de la camisa recién planchada que hasta hace pocos segundos estaban ajustando para marcar más la curva de su cintura. —Y justo ahora, tienes una cara de molestia que hasta los estilistas se dieron cuenta de tu humor de perros.
—No es su problema, a ellos no debería importarles y a tí tampoco.
—Es cierto, no debería importarme, pero lamentablemente para mí, como hermano se supone que debo preocuparme por tí.
—¿Y te preocupas porque quieres o porque se supone que lo hagas?
—Porque aunque no debería, me importa. —explica Sae como si fuera algo realmente triste. —Me importa porque es algo que a tí te hace sentir mal.
Rin se mantiene en silencio un par de segundos, antes de poner los ojos en blanco.
—Pasar tanto tiempo con la cucaracha te está volviendo sentimental. —Rin bufa al momento de burlarse y Sae lo patea con molestia.
—Ya, cállate. Tu también estás empezando a ser cursi, nunca en tu vida te habías preocupado tanto por volver a casa, pero ahora que ese chico va a visitarte te vas en cuanto la sesión fotográfica termina. —acusa el pelirrojo y puede notar la tensión que se forma en los hombros de su hermano. —Oh, es eso. Tu problema es con ese chico... ¿Qué? ¿Ya te dejó?
Rin voltea verlo con el ceño fruncido mientras aprieta los puños, Sae pone una expresión pensativa.
—Tienes razón. Pasar tanto tiempo con Ryusei me está afectando, soné justo como él. Perdón por eso.
—Es bueno que al fin lo notes.
—No puedo evitarlo. Vivo con él, lo veo todo el tiempo. —Sae se encoge de hombros, restándole importancia. —Y deja de distraerme. ¿Qué pasó?
—¿Tú crees que yo lo sé? No sé qué mierda pasó. Solo sé que está enojado. —responde el pelinegro cruzandose de brazos mientras bufa con molestia.
—No me sorprende. No hace falta que hagas la gran cosa antes de arruinarlo.
—¿Me estás intentando alegrar o hundirme más en la mierda, imbécil?
—Solo digo la verdad, no eres para nada la persona más empática y amable que existe.
—¿Y eso que tiene que ver?
—Tal vez hiciste algo y lo lastimaste sin darte cuenta. Suele pasar. —Sae se encoge de hombros como si fuera algo común cometer esa clase de errores. —Es difícil darnos cuenta que a las personas de nuestro alrededor les pueden afectar demasiado nuestras acciones.
—¿A qué te refieres?
Rin se siente algo confundido, y su hermano niega con la cabeza, aunque sin reprocharle nada, porque en su interior sabe que no era muy diferente a él hasta hace poco.
—Tú y yo no estábamos muy acostumbrados a... Pues...
—Somos una mierda socializando. Eso ha sido toda la vida.
—Cierto, y realmente no es como que en algún momento nos haya importado mejorar en ese aspecto hasta ahora. —contesta el mayor, escondiendo las manos en los bolsillos y recostando su espalda contra el respaldo de la silla. —Pero no todos son como nosotros, tan indiferentes con lo que sucede. Y no es que nosotros seamos insensibles o ellos demasiado sentimentales, es solo que...
—Te estás enredando en tus propias palabras, inútil. —Rin le habla mientras niega con la cabeza por el terrible intento de su hermano de explicar las cosas con amabilidad. —Dime directamente la mierda que crees que sucede. Conmigo no tienes que esforzarte en ser amable. Solo habla.
—¿Qué sucedió?
—¡Ya te dije que no lo sé!
—¿Hiciste algo para arreglarlo?
—¡¿Para arreglar qué?! ¡No sé qué mierda sucedió!
—¿Y acaso le preguntaste qué sucedió?
Rin iba a responder pero calla, al darse cuenta de que no tiene nada que decir.
—Eso también puede ser parte del problema. —comenta Sae, como si fuese lo más obvio. —Tú y yo estamos acostumbrados a ignorar las cosas. Tal vez, ese chico quiere que muestres interés en la situación, como el hecho de que te preocupes por preguntar qué es lo que está pasando.
—Se llama Isagi Yoichi.
—¿Eh? —Sae vuelve a mirar a su hermano y ve que este tiene el ceño levemente fruncido.
—Ya, él tiene nombre. Es Isagi Yoichi. Podrías aprenderlo.
—Tú también podrías aprender el nombre de Shidou.
—Sé su nombre, solo que no me interesa decirlo.
—Bueno, si tanto te molesta que no llame a ese chico por su nombre, podrías intentar dejar de llamar cucaracha a Ryusei.
—Eso no va a suceder pronto. —responde con burla el pelinegro y su hermano mayor bufa.
—Cómo sea, si algo aprendí de mi relación con Ryusei es que, no siempre pueden ser los otros quienes demuestran su interés. —dice Sae, porque quiere ayudar a Rin, porque lo ha visto más feliz desde que ese chico entró a su vida, y aunque el pelirrojo puede considerar cuestionable la forma en la que ambos se conocieron, no hay dudas de que, Isagi le hace bien a su hermano. —Las personas se cansan de dar sin recibir nada a cambio. Preguntarle por lo que le sucede no te matará aunque te de vergüenza hacerlo.
—No me da vergüenza hacerlo. —contesta con molestia y Sae solo bufa.
—Dile eso a alguien que te crea.
La puerta del camerino es abierta de pronto, y pueden ver la piel morena junto al cabello rubio de la cucaracha entrar con un estruendo.
—¡Aquí estabas! El jefe te está buscando, amor. —exclama Shidou con una gran sonrisa, concentrando sus ojos en Sae quien se levanta de la silla, empezando a caminar en su dirección. —Sae, algún día lograrás que mi corazón se escape de mi pecho. Te ves perfecto, pero el jefe me matará si vuelvo a besarte y arruinar tu maquillaje.
Shidou extiende sus manos y cuando Sae se las sujeta, el rubio no duda ni un segundo en dejar un beso sobre el dorso. Rin hace una mueca de asco, aunque puede notar una media sonrisa asomándose en los labios de su hermano.
—Si hubieses sido tú el que hizo mi maquillaje, ni siquiera te atreverías a pensar besarme. —Sae se burla, pero su novio ríe en voz baja.
—Cariño, si yo hubiese hecho tú maquillaje, no dudaría en besarte porque fácilmente puedo volverlo a hacer. —Shidou sonríe y parece que es en ese momento que nota la presencia de Rin también en el lugar porque la suave sonrisa de sus labios pasa ahora a ser una más burlona. —¿Y a tí qué, Rin-Rin? ¿Te comió la lengua el gato? Me sorprende no haberte escuchado quejarte hasta ahora.
—Aunque te sorprenda, cucaracha. Tengo mejores cosas que hacer que verlos a ambos y quejarme de su empalagoso amor. —contesta el menor, levantándose de su silla para caminar fuera del camerino, chocando su hombro con el rubio al momento de salir. —Andando, quiero terminar con esta sesión lo antes posible. Tengo algo que hacer.
Porque aunque Sae sea una mierda dando consejos, algo de lo que dijo tiene razón y es que, si Rin no toma la iniciativa, podría pasar mucho tiempo antes de volver a ver a Isagi.
Y Rin no quiere que eso pase.
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